20|Capítulo

|V E I N T E
No todo es para siempre

No estamos a nada de la boda y eso provoca jaquecas inminentes en mi, creo que deje de contar los días desde la semana pasada en un monólogo que había tenido frente al espejo del baño, donde deje en claro que me importaría un carajo los acontecimientos futuros. 

Lo sé, soy muy maduro.

Además, no había hablado con Anna desde aquella noche y eso me estaba matando. Ella parecía querer evitarme a toda costa, en las cenas, por los pasillos, en salidas con los chicos a la ciudad o las únicas veces que coincidíamos estar en la misma habitación, — las cuales eran casi nulas.—, había tratado de acercarme a ella pero había sido inútil, siempre carraspeaba la garganta o tenía que hacer algo mucho más importante que estar ahí, conmigo. 

Y si, lo odiaba como jamás pensé odiar algo en mi vida. 

— Luces enfadado.

— No estoy enfadado. —. dije enfadado. 

— Ya. —. resopló con burla. —. Dile eso a tu cara porque al parecer no le ha llegado el mensaje.  

Entrecerré mis ojos en su dirección, ¿En qué momento pensé que Jack sería buena compañía?

— Deje que me acompañaras porque pensé que evitarías decir comentarios estúpidos como esos. —. Farfullé sentado sobre el césped apoyando mi peso con los brazos extendidos. —. Dime, ¿Tendré que decirte que te vayas?

— Para tener 26 años, eres más amargado que mi padre.

— Y tú para tener 27, eres demasiado infantil.

— Eres imposible. —. Murmuró. —. ¿Podrías siquiera decirme qué demonios te pasa?, pareciera que son tus últimos días de vida con esas ojeras que te cargas.

Mentira no era.

— No…no quiero hablar de eso. —. Cerré automáticamente los ojos. —. Es complicado, Jack y no lo entenderías.

— Es complicado porque así quieres verlo.

— No, es complicado porque así es. No hay ciencia detrás de eso. 

Llevaba quizás la mañana entera en el jardín de la mansión, cerca de los arbustos donde había visto por primera vez a Cassie masacrar a esas pobres plantas. No había querido entrar a la casa, todos estaban hechos locos con la boda, ya saben, sus preparaciones, flores, comida; todo, para el gran día que estaba a cinco días de suceder.

Cinco días. Joder. 

Y yo estaba ahí como si nada. Porque, diablos, ¿Qué podía hacer?

— Hiccup eres mi amigo, sabes que puedes decirme lo que sea y jamás te juzgaré. —. Lo escuché hablar mientras sentía una mano sobre mi hombro. —. Sea lo que sea, estarás bien.   

— Lo sé. —. Lo miré por un momento. —. Pero, no sé si quiero estarlo. Al menos no así  

— Hiccup... —. Su voz sonó mucho más seria, más centrada, más imponente. —. El mundo no se termina solo por una mujer.

Casi me río por su comentario, sé que no se acaba el mundo por solo una mujer, pero te quita algo de ti, algo que quizás nunca puedas recuperar y yo estaba a días escasos de sentirlo, otra vez.

— Ella no es cualquier mujer. —. Me encogí de hombros con simpleza, como si eso resolviera todos mis problemas. 

— Pero no es tuya. 

Un balde de agua fría me hubiera gustado más. La verdad duele, eh, porque se tensó mi cuerpo completo, mis manos se habían vuelto puños y mi mandíbula estaba apretada. 

— Anna se va a casar en cinco días. —. Me recordó. 

— ¿Por qué piensas que hablo de ella?, podría tratarse de cualquier otra chica. —. Masculle con burla. Siento su mirada sobre mi perfil, y me arrepiento de haberlo preguntado.

— Hermano, dudo que estés así por otra mujer que no sea Anna. 

— Pues da igual. No importa. —. Comenté con la mirada sobre mis manos que seguían en puños, parecía una reacción mía ante el descontrol emocional. 

— Claro que importa. —. Sostiene con firmeza. —. Sé que ella no te ha hablado desde hace días, te ignora y hasta evita estar en la misma habitación que tú y lo peor de todo es que Tadashi parece no notarlo. 

No respondo, encuentro inútil mi opinión con tan perfecto resumen. No sabía qué el peliblanco podría llegar a ser tan perceptible. 

Puntos a favor.

— No la has olvidado. —. Concluye finalmente. Gira su cabeza con lentitud hacia mí, a lo que le miré con una leve sonrisa.

— Dudo que en algún momento siquiera lo hubiera intentado.

Pareció pensárselo por un momento. Negaba varias veces con la cabeza mientras sus dedos desordenaban su cabello. 

— ¿Es por eso que estás así? ¿La besaste?

— ¡Qué más hubiera querido! —. Lo miré. Había entrecerrado sus ojos que me traspasaba cuál dagas sin arrepentimiento. —. No, no la besé.

— ¿Y por qué está tan rara?, Elsa no me ha querido contar nada. —. Murmuró frunciendo el ceño.  —. Y eso qué ha pasado más tiempo en su habitación que conmigo.

— Si te digo vas a odiarme. 

— Hiccup, conociéndote. Dudo que hayas hecho algo peor con ella.

— Yo le dije que la quería. —. No pude evitar voltear mi vista a un arbusto, como si fuera la última maravilla del mundo.

— Predecible….

— …Lo que me hacía sentir, el odio que tengo por no hacer nada al respecto y las malditas ganas que tengo por besarle otra vez.

Lo dije con un tono de voz tan exigente, que me encuentro a mi mismo tratando de disimular mi compostura, antes que alguien  logre verme alardeando de tal modo. 

— Hiccup el intenso. —. Bromeó.

— Después ha llegado Tadashi con Cassie y no he podido hablar con ella desde entonces.

— Eso fue hace una semana, Hiccup. 

— Ajá. 

— ¿Nos has hablado con ella hace una semana?

— ¿Cómo lo haría si me huye como si fuera una enfermedad de transmisión sexual?

— Genial. Tu sentido de humor negro no ha muerto, eso eso bueno. 

— Es lo único bueno que tengo al parecer. —. Me limité a contestar. Ya hasta se me empezaban a dormir las piernas de estar sentado toda la mañana.

— Anna hablará contigo, no te preocupes. 

— Las mentiras nunca se te han dado bien, Frost.

— ¿Será porque no estoy mintiendo?—. Me sonríe con diversión. Jack se levanta del césped, me golpea levemente el hombro y sacude mi cabello cual perro. Genial. —. Todo estará bien grandullón. En otras noticias nos iremos a casa en una semana, no te quedarás aquí si es eso lo que te preocupa. 

— Tranquilo, no me preocupa para nada. —. Sostengo mientras él se retira para estar dentro de la mansión, junto a los demás.—. Para…nada.

Maldita soltería. Decidido, me mido a Alaska. 

Después de una discusión con el subconsciente que piensa más que mi propia conciencia, admití que era ridículo seguir ahí, tirado en el patio trasero, donde cada trabajador pasaba a preguntarme si estaba bien o mal, no me malinterpreten son considerados, pero, quiero mi momento de drama, aunque prácticamente lo tenga activado desde mi nacimiento.

Entré a la mansión, y si, sigue oyéndose ridículo cada vez que lo digo, no me cansaré de recalcarlo. Anna no estaba, como de costumbre y por alguna razón yo no quería estar en casa tampoco, quería salir, distraerme un rato y olvidar la mierda de vida que tenía por el momento, quizás así encontraba alguna entrada a una dimensión alterna, donde sea yo el comprometido y no el testigo de bodas. 

Lo sé, mucho que desear.

— Hey, ¿Qué tal?. —. Escuché la voz de Tadashi detrás mío. Era normal encontrarlo en momentos inoportunos, parecía un radar humano de las desgracias. —. Te he notado un tanto…extraño, Hiccup.

— ¿Raro?, no. Claro que no —. Respondí con simpleza caminando a mi habitación.

Tadashi parece creérselo porque por un momento no dice nada, aunque claro, es él, al final su curiosidad es más fuerte que su autocontrol occidental. 

— ¿Estás seguro?

— Si.

— ¿De verdad?

— Si.

— ¿Seguro seguro o simplemente seguro?

— Estoy seguro, Tadashi.

Lo escuché resoplar pesadamente. 

— ¿Quieres que…?

— Tad, viejo. —. Me giro frente a él. Ya habíamos llegado a la puerta de mi habitación y él no tenía la mínima intención de alejarse. —. ¿Se te ofrece algo?

— Solo me preocupo. Jack no ha querido decirme nada y pues los otros están ocupados recorriendo la ciudad antes de la boda.

La boda, la bendita boda…

— Si…—. Me rasco la nuca con nerviosismo,  solo escuchar esas palabras me revuelven el estómago, literalmente. —. Estoy bien, no tienes porque preocuparte.

— Eso dices siempre.

— Y es porque es verdad. —. Esbocé media sonrisa mientras abría la puerta de mi habitación. Tadashi camina detrás mío. —. Sólo que, no sé…he estado aburrido y pensaba en salir por una vuelta. 

Miro al pelinegro que parece revisar el cuarto con mucho detenimiento. Ahora que lo pienso, nunca había entrado, lo cual era irónico porque era su casa. Vaya, que loco. 

— Ya veo.

— Si. —. Asiento con la cabeza mientras busco en mi maleta alguna chaqueta para el camino. —. ¿Se te ofrece algo?, aunque te digo que el trabajo de niñera o chófer no va conmigo, eso ya lo he comprobado. 

— No es eso.

— ¿Y entonces qué es?

— ¿Puedo ir contigo?

— ¿Eh? —. Pregunté sorprendido. No saldría con el tipo que se casará con Anna en cinco días, no soy tan masoquista.

— Quiero acompañarte. —. Repite sonriendo. —. ¿Tienes una idea de donde ir?, yo puedo mostrarte con gusto.

 — No lo sé, fuera de aquí supongo, siento que he estado encerrado muy seguido y no soy del tipo que se queda guardado cual calcetín olvidado. 

Esboza media sonrisa tonta, no pude evitar pensar en él y en Anna, ¿Acaso él es tan diferente de mi?, ¿No soy suficiente?, sé que no me lo ha dicho verbalmente,  pero el silencio otorga.

— Eres muy dramático.

— Habló el experto. —. Dije con recelo, porque el dramático soy yo. Mi vida es dramática.

— Has estado toda la mañana ahí afuera. —. Empieza repiqueteando sobre la superficie de un mueble.—. mandé a Frederick para saber qué tal estabas, pero, me dijo que lo habías mandado a podar los arbustos, que habían sido podados el día anterior. 

Si…

Lo recuerdo, había llegado el pesado de Fred con una charola de quesos. Él trató de aplicar la psicología inversa  conmigo, pero, por convivir con Eugene tanto tiempo ya sabía cómo actuar ante eso.

Oh vamos, ya tenía todas las de la ley para ganar.

— Si bueno, quería estar solo. 

— Pues con eso haces que renuncie Frederick.

— Le haría un favor, créeme. —. Sonreí con una ceja alzada. Tadashi negó un par de veces con la cabeza de manera divertida. 

— Y entonces, ¿Puedo…acompañarte?

No. Ni loco.

— ¿Muchas ganas de salir de aquí, no?

— Lo mismo digo de ti.

— Hmmm, genial. —. Murmulle con la mirada en la puerta, apuñé los ojos y sacudí mi cabello con desesperación. —. De acuerdo, ¿Por qué no?.

El Hiccup que mandaría todo al carajo, está decepcionado. 

— Anna vendrá hasta tarde y sin ella me aburro.

— Me alegra ser tu segunda opción.

— Eras la primera opción, pero cuando te vi sentado sobre el césped en el jardín, no quise molestarte. 

No voy a mentir, no puedo sentirme mal por mi mismo cuando él se puede sentir mucho peor. A veces las personas que salen lastimadas son la que menos merecen sentirlo, pero la vida no es justa, y parece afectarnos a aquellos con la peor suerte de todas.

— Gracias.

Me dedicó una sonrisa de oreja a oreja mientras sacudía un par de llaves frente a  mí rostro.

— Bueno y si tenías dudas, yo conduzco.

— No me estoy quejando. —. Agregué siguiéndolo a la salida. 

×

Salimos de la mansión hace unos quince minutos y tenía la maldita intuición de que algo saldría mal. Tad no paraba de dar vueltas y vueltas por cada esquina de la ciudad, si él no viviera aquí, pensaría que estaba perdido y ocupa el asistente de Google para llegar. 

— No es por matar el factor sorpresa, pero, ¿Para dónde vamos?. —. Pregunté con la mirada en el camino. Tadashi está a mi derecha con las manos firmes en el volante. 

— Al mejor bar de la ciudad. —. Responde sin apartar la vista de enfrente. —. Yo fui al de New York, es justo que conozcas lo mejor de Londres.

— Eso está por verse. —. Bromeé. —. Soy bastante exigente. 

— ¿Ha hablado Anna contigo? —. Preguntó con la mirada aún en el camino. Doy gracias a eso o habría visto mi cara de confusión absoluta. 

Nunca había pensado que podría llegar a estar tan nervioso en mi vida. 

— No. Para nada, ¿Por qué?

— No sé, por alguna cosa de la boda, los padrinos tienen instrucciones específicas y ella es la única que parece saberlas. —. Ríe con suavidad al recordarla negando con la cabeza un par de veces. —. Pensé que te había dicho algo de eso, ya lo hizo con los otros tres.

No me sorprendió, tomando en cuenta que ha estado prácticamente EVITÁNDOME.

— No, pero creo que lo hará. —. Me atrevo a comentar. —. No creo que deje la mayor responsabilidad en mis manos cuando sabe que soy un desastre. 


— Oh, lo harás bien. No seas orgulloso.

— No me hago responsable de que los anillos salgan volando y caigan accidentalmente en las manos de Jack.

Si, hace unos días me habían dado la importante tarea de entregar los anillos, había sido idea de Samantha. Otra razón para afirmar que el universo me odia.

— ¿En las manos de Jack?. —. Pregunta divertido cambiando de velocidad. —. ¿Por qué en las de Jack?

— Tú lo miras todo alborotado y sin aspiraciones, pero por dentro, es solo un chico que no sabe si pedirle matrimonio o no a Elsa. 

— Pues qué atrape el ramo Elsa. Esa será su señal. 

— No sabía que creías en esas cosas.

— Y no lo hago. —. Sonrió de lado mientras hacía su cuerpo para adelante. —. Pero, creo en el amor. Si deben estar juntos lo harán y si no, será por algo. 

— Eso es injusto. —. Lo dije con desacuerdo. —. ¿Cómo podría ser así?

— Nadie lo sabe. —. Se encoge de hombros. —. Pero es algo que las personas viven al menos una vez en la vida. 

— Pues qué mierda de vida.

— Es la misma, pero tú decides si es así o no. Es cuestión de percepción.

Cuestión de percepción…

— Mira, ya llegamos. 

Señala un edificio negro con ventanales enormes. Me le quedo mirando más de lo necesario.

— ¿Qué te parece?

— Cuando tomé mi primer trago, te aviso. —. Comenté desabrochando el cinturón de seguridad. 

Entramos al edificio, estaba lleno de gente demasiado refinada para mi gusto.  Aunque, el lugar tenía lo suyo, paredes negras, luces azules, mesas modernas y una barra espectacular.

Nada mal.

Nos encaminamos a dos sillas frente a la barra de bebidas. Me hacía recordar el día en el que lo conocí, quizás si no lo hubiese salvado no estaría en esta situación.

— Whisky, por favor. —. Le comenta a un chico que sacudía velozmente un vaso metálico, luego me mira a mi y parece bastante relajado, más de lo usual.—. Pide lo que quieras,  yo te invito. 

— Que sean dos, entonces. 

Me acomodé más sobre la silla mientras doblaba las mangas de mi chaqueta a la altura de mis codos. Tadashi suspira y le dedica una mirada curiosa a nuestro alrededor.

— Me gusta este lugar. —. Suspira viendo a varias direcciones. —. Solía venir muy seguido cuando iba a la universidad. Los fines de semana eran los mejores, luego, recordar el camino a casa era complicado pero valía la pena. 

Eso me hace reír.

— ¿Por qué dejaste de venir?

— Trabajo. —. Toma un poco de su vaso. El chico ya los había puesto sobre la mesa con rapidez. —. No tenía mucho tiempo, y me considero una persona responsable.

— Y una persona aburrida. —. Lo señalé con mi vaso mientras me lo llevaba a los labios. 

— Puede que un poco. —. Se encoge de hombros con una leve sonrisa. —. Me gustaba salir sin ninguna preocupación.

— Aún puedes hacerlo.

— Tal vez. —. No aparta la vista de su vaso de vidrio. —. Pero, pienso que si lo hiciera no sería tan divertido como antes. 

— ¿Por eso fuiste solo a ese bar?

Sabía que me refería a New York, ¿Si había dejado de salir a lugares así, por qué lo había hecho en aquella ocasión?

— Tenía curiosidad. Dicen que los bares americanos son impredecibles. —. Sonríe de manera boba.—. Y pues, tampoco me esperaba derramar vino a un tipo salido de una película de terror, no me consideraba tan imbecil la verdad.,..

— Me acuerdo, Rompehuesos. —. Afirmé entre risas.—. Él te iba a romper la cara. Espero que aquí no pase algo similar. 

— Yo también lo espero. 

— Pues salud por eso. —. Levanté mi vaso.

— Salud por eso. —. Repite también, con una ceja arqueada.

Nos quedamos en un silencio cómodo, un silencio que permitía percibir el ruido de las otras mesas y de la música de fondo que sonaba a los alrededores.

En esta situación hasta parecía que todo iba bien, aunque, si veías a Tadashi detenidamente no pretende ser el tipo que se casaría con la única mujer a la que haz amado, pero culpa suya no era. 

La de nadie más bien. 

— ¿Emocionado por la despedida de soltero? —. Carraspeé la garganta captando su atención. —. Jack alardea con que será la mejor que vas a tener en toda tu vida.

— Lo dice cómo si planeara casarme muchas veces. 

— ¿Sabías que ha hecho una apuesta con Elsa?

— Si. —. Responde mientras señala su vaso para que sea llenado otra vez. —. El voto es anónimo, no conozco a nadie que  no haya participado en ese concurso.

— ¿Votaste? ¿Por quién?. —. Me animé a preguntar con curiosidad. 

— Por el mismo por el que votaste. 

— Sabia decisión. —. Lo felicito haciendo que mi vaso con el suyo chocarán en un simple roce. 

— ¿Has planeado que hacer después de la universidad?.

La pregunta me tomó por sorpresa. Nunca se ha detenido a preguntarme sobre mi futuro, porque vamos, apenas y le tomo importancia yo. 

— Si, lo he hecho. —. Bebí de un solo lo que me faltaba y le indique al mucho que lo volviera a llenar. —. Pero, no todos tienen  suerte a la primera. Un título no te garantiza triunfar en la vida.

— Quizás no, pero te da un empujón para hacerlo. 

— Lo dice el chico que consiguió empleo de médico cirujano en un excelente hospital. —. Puse los ojos blanco. —. A la primera.

— Pero por mis méritos. —. Recalca con una ceja levantada. —. Nunca permití que mi padre me ayudara y mucho menos a Agnar cuando me ofreció su ayuda para entrar a la central de Manhattan. 

— ¿No?, ¿Por qué no?

— Toda la vida me han dicho que tengo lo que tengo por mis padres. —. Señala con tristeza. Su mirada está fija sobre el vaso de vidrio que tiene en las manos. —. Mi padre quería que me dedicará a la política como él y mi madre quería que fuera un famoso empresario. Pero, me negué. 

Volvió a beber de su trago, lo imité para luego dedicarle una leve sonrisa.

— Eso no es malo. —. Hago una mueca inconscientemente. —. Yo lo hubiera hecho.

Lo vi sonreír o al menos eso noté. Tadashi había cambiado su actitud a una más cabizbaja. 

— Lo sé. —. comentó con una de sus manos sobre la nuca. —. La verdad es que decidí estudiar medicina y luego especializarme. Mis padres me apoyaron, de todas formas era su único hijo, no les quedaba de otra.

— Qué optimista…—. Bromeé.

— No me arrepiento de nada, si no lo hubiera hecho no la habría conocido.

Se me encogió el pecho cuando la mencionó. Anna me había contado en la fiesta de compromiso como se habían conocido. No sabría decirles si ver a Tadashi feliz por acordarse de eso me hacía serlo a mi también, de todas formas, soy ser humano, y el egoísmo es normal.

Hasta cierto punto. 

— ¿La conociste en la facultad?. —. Quise preguntar.  De alguna forma extraña necesitaba escuchar la versión de Tadashi. 

— Si, yo iba ya muy adelantado cuando Anna ingresó.  Parecía callada y tímida, pero era por su cambio a este país, y lo supe cuando me dijo que era estadounidense.

— El cambio debió ser difícil. 

— Fue más que eso. —. Agregó. —. Parecía cubrir con el estudio sus verdaderos sentimientos. Siempre la veía sola en los pasillos de la facultad, algunas chicas se le acercaban a hablarle, pero parecía disfrutar su soledad. 

Sin notarlo hice una mueca, ya me imaginaba el por qué de su estado de ánimo. Yo había estado así o peor, me acuerdo no haber querido salir de mi casa por unos días, pero sin dinero en una ciudad como New York, podría dejarte en la ruina y sin casa, menos mal Jack ya me había ofrecido vivir en su piso, haciendo memoria no sabía lo valioso que él es para mí, por lo que me encuentro ahora mismo esbozando media sonrisa ante el recuerdo. 

— Eso se oye complicado.

Tadashi parece morderse el interior de su mejilla, suspira y vuelve a mirarme.

— Un día en un ciber café, sin querer tropecé con ella. Tiré al suelo todas sus copias, me sentí como un imbécil, aún lo recuerdo. —. Sonrió de lado. —. La invité a un café y comenzamos a hablar. 

— Que…bien.—. Fue lo único que pude decir. Tenía la vista fija en mis manos que no dejaban de moverse de forma descontrolada.

— Si, bueno. Fue genial. 

— Eso escucho.

— Si, eso no pasa dos veces en la vida ¿no crees?

— Me gustaría creer que sí. —. Sonreí.

— ¿Por qué? —. Preguntó el pelinegro con el ceño fruncido.

— Te da la esperanza de vivir algo así otra vez. —. Respondí con la mirada sobre mi vaso. —. No todos tienen la suerte de vivirlo en las primeras dos décadas de vida, si fuera como dices, se sentiría limitado. Y el amor es todo menos limitante. 

Pasaron algunos minutos, Tadashi no paraba de hablar sobre su vida de la universidad y de Anna. Ya había pedido varias veces al bartender que le llenará el vasito de Whisky y no sabia como decirle que empezaba a beber demasiado. Hasta un par de chicas habían tratado de coquetear con ambos, Tad había mostrado su anillo imaginario con orgullo, cosa que no entendí, mientras me dejaba a mi solo lidiar con ellas, al final se habían cansado y me habían escrito su número telefónico sobre una servilleta. 

— No sé, por qué …tú, bueno, estás soltero. —. Menciona un tanto inestable. Soy yo, o así hasta parece más normal que de costumbre. 

— Decisión propia. —. Respondo con las manos sobre mi frente. 

— Oye, muchacho. —. Le dice por doceava  vez al bartender.  —. Otra rinda, digo ronda…aquí. 

— Tad, creo que ya fue…

— Shhhh. —. Me interrumpe divertido. —. Es la primera vez que bebo de esta forma desde hace mucho tiempo, ¿Puedes no arruinarlo?, gracias…

— Eres increible.

— Gracias.

Mencionó bebiendo el líquido amarillo de un solo trago. 

— Y bueno, ¿En qué…estaba?. —. Se queda pensando. —. Ah sí, luego Anna se volvió mi amiga y me presentó a sus padres…todavía tengo pesadillas de eso.

Genial más anécdotas.

— Es alucinante, créeme. Pero ya es hora de…

— Agnar se acercó a mí y me dijo que le parecía ser un buen muchacho. —. Se tapó la boca cuando un hipo se le escapó de los labios. —. Quiso que pasara más tiempo con su hija, porque ella parecía pasar un mal rato aquí Londres, al principio me pareció extraño, ¿Pero quién soy yo para hablar de rarez?

Soltó una pequeña carcajada que duró poco al notar su vaso nuevamente vacío.

— Oye. Quiero otro.

— ¿Por qué extraño? —. Pregunté un poco más curioso que antes. Tadashi estaba sonriendo de oreja a oreja cuando le volvían a llenar el maldito vasito. 

— ¿Extraño…que…que cosa?

— Lo que me haz dicho.

— He dicho muchas cosas.

— Pues lo de hace un rato.

— Debes ser más específico.

— Lo de…ah.

Bien, no estaba en sus cinco sentidos y yo tampoco lo estaría si empezaba a impacientarme. 

— ¿Era extraño que te pidiera Agnar que pasarás más tiempo con ella? —. Pregunté más calmado. Tadashi me miraba con los ojos demasiado abiertos. —. ¿Con Anna?

— Al principio si.

— ¿Y eso que significa?

— No me acuerdo mucho de eso. —. Puso una mueca al mencionarlo.—. No sé.

— Tadashi…

— ¡Qué no sé!

Lo mire con una de mis cejas alzadas. Tadashi quiso mantener la vista firme, pero, con no sé qué cantidad de tragos encima, era difícil hacerlo.

— Tadashi..—. Canturreé de forma burlona. 

— Enserio no sé.

— ¿No sabes o no quieres decirme?

— Quizás ambas. —. Se limitó a responder. —. ¡OYEEEE!

Lo escuché reprochar cuando le arrebaté el vaso de las manos.

— Te lo doy, si me cuentas. —. Dije con el tono más formal que pude pronunciar. Haber visto a Jack practicar para cada trato de negocios había dado al fin sus frutos. 

— Muy maduro.

— Lo doce quién esta borracho. 

— No estoy borracho.

— Si, lo estás.

— No.

— Si.

— No.

— Si.

— No, estoy bien.

— ¿Sabes donde estamos, Tad?. —. Le pregunté con una leve sonrisa.

— En un sitio muy alegre.

— Alegre estarás tú, cuando te devuelva esto. —. Señalé el vaso que tenía resguardado a mi izquierda, muy lejos de él. —. ¿Lo quieres?

Tadashi pareció pensárselo mejor, repiqueteaba varias veces sobre la mesa, se le veía nervioso y eso aumentaba mi curiosidad significativamente. 

— Agnar me comentó algo. —. Empezó con la mirada cansada. —. Al parecer Anna no la había pasado muy bien en su última semana en Nueva York.

— ¿Por qué?

—...Pues, porque según tengo entendido había terminado con…un chico, si,  con un chico. —. Murmulló con la mandíbula tensa. —. Quiso venir a estudiar y alejarse de todo eso, ¿Sabes que es una mierda estar en el mismo sitio con alguien que te lastimó?

Asentí, muy a mi pesar.

— Creo que le agradé a Agnar, no costó mucho. De todas formas ya era amigo de mi padre desde hace años. Mi padre le propusó que bien podría quedarse Anna en casa, para que estuviera cómoda, muchas veces los hoteles son muy riculos con sus horarios de atención.

"Las crónicas de un rico", moriré pobre.

— Me imagino que conviviste más con ella. —. Traté de decirlo lo más tranquilo posible. 

— Más de lo que hubiera imaginado. —. Siseó con una débil sonrisa. —. No pensé que terminaría así.

— ¿Así? ¿Así, cómo?

— Quiero el vaso…

— Lo tendrás, solo dime ¿Así cómo?

— Anna me pareció linda, simpática y muy amable. —. Dí gracias a la poca iluminación del lugar, porque de no haber sido así, mi cara y mis muecas estuvieran al descubierto. —. Sólo que no me atrajo, no sentí atracción desde el principio.

— Eso es normal…

— No, no lo entiendes.—. Me interrumpió. —. Sentía que su padre quería que yo gustara de ella y que ella lo hiciera de mi. 

— ¿Te sentiste…obligado?

— ¡Sólo dame el trago! —. Reprochó pesadamente. 

— Lo haré, pero, primero responde. 

— Quizás, no lo sé. —. Respondió.—. Mis padres me decian que la acompañará a donde ella fuera, que la apoyara, la entendiera  y que me volviera su amigo. 

Noté como se relamió los labios y miraba hacia muchas direcciones en cuestión de segundos.

— Después de pasar mucho tiempo juntos, pasó lo que tenia que pasar. —. Sonrió de lado. —. Esa amistad se convertió en otra cosa y terminamos dándonos una oportunidad. Anna quería empezar de nuevo, pero tenia miedo, ella me lo habia dicho. 

No pude evitar apretar el vaso con más fuerza de la necesaria. No entendia por qué me sentía mal sobre algo que había pasado hace tiempo. 

— Me acuerdo que le dije que no la lastimaría, antes que nada era mi amiga y jamás le haría daño, aún así tuviera ganas de hacerlo. No lo haria. 

— ¿Su…relación?

— Empezó dos años después de su llegada. Le dijimos a nuestros padres que no tardaron en celebrarlo. Nos habíamos reunido todos por primera vez, las dos familias. —. Suspiró lentamente. —. Jamás los habimos visto tan contentos. 

— ¿Y ella…Anna estaba bien con eso?

Sentía que debia preguntarlo. Me estaba exponiendo demasiado, pero ya nada importaba. Las pruebas eran obvias y necesitaba aclararlas ahora mas que nunca. 

— Si, de todas formas quería hacer feliz a sus padres.  —. Esbozó media sonrisa triste. —. Habíamos encontardo compañía y consuelo el uno al otro, eso terminó convirtiéndose, bueno…en amor. 

— Amor. —. Repetí con desagrado. —. Ten, te lo has ganado. 

Le devolvi el vasito transparente que recibió con mucha añoranza. Tadashi lo bebió de un solo trago, despues se limpió las comisuras de los labios con las manga de su camisa.

— Se siente bien.

— ¿El qué?. —. Me giré al verlo.

— Decirlo, se siente bien. —. Me sonrió. —. A veces siento que vivo dentro de una burbuja y que hay cosas que pasan frente a mis narices sin saberlas…pero, no es asi. Para nada.

— Tad, estás borracho. 

— Y nunca en mi vida me había sentido tan vivo, Hiccup.  

Nos miramos por un momento, sin decir nada. Tadashi fue el primero en apartar la mirada del golpe, la cual acompañó con una sonrisa divertida.  

— Siempre fuiste tú …

Abrí los ojos de par en par. No sabia que responder a eso. ¿Qué demonios iba a decir?

— Tenía mis dudas al principio, pero soy más perceptivo de lo que pienso. 

— ¿De qué hablas ahora Tad?

— Anna puede engañarse todo lo que quiera,  pero a mi no. Yo sabia lo que hacía al meterme en esto, siempre lo he sabido.

— Anna te…Anna te ama. —. Comenté seriamente. —. Eso no es una mentira.

— Claro que lo hace, nunca lo he dudado. —. Refutó.— Pero, nunca lo hará como lo hizo con aquel chico.

Sus ojos me atrevasaban con una mirada de tristeza absoluta y yo estaba congelado como nunca lo habia estado en mi vida. 

— No sé de qué estás hablando.

— Por eso ella esta así. Desde la cena había quedado extraña y distante. —. Pareció maquinar algo en su mente con mucha rapidez.—. Te lo dijo, ¿No? Dijo que te ama.

— Ella…no ha dicho nada y creo qué estas confundido.

— Yo no estoy confundido, Agnar me advirtió,  pero lo negué.  Él dijo que Anna tal vez nunca olvidaría a aquel chico, pero, yo, cansado de estar solo y al conocer a la única persona real en mi vida, traté… —. Suspiro juntando ambas manos sobre su frente. —. Dios, juro que lo intenté.

Lo miré detenidamente, no pude sentirme mal. Anna nunca habria dicho algo así, y sé que todo lo que hubiera hecho, no lo hizo con mala intención. 

— Tadashi, creo que deberias…

— Hiccup, quiero irme a casa. —. Me interrumpió con ambos brazos sobre su frente. —. No me siento bien, me duele la cabeza.

— Has bebido mucho.

— Créeme que no lo he notado. —. Ironizó aun con las manos sobre su ceño ahora fruncido. 

— Pero…

— Solo, llévame. Ya ni me acuerdo qué hago aquí. —. Hizo una mueca de disgusto. —. Me duele mucho.

— Está bien, no te preocupes. —. Deje caer sobre la mesa un par de billetes.

Asentí tratando de levantarlo para salir del lugar con cuidado, apoyando uno de sus brazos alrededor de mi cuello. Lo subí al coche y tuve que conducir yo, ya que el que tenía licencia, no estaba en buen estado ni para mover el volante a la derecha.

Tadashi no habia dicho nada en todo el camino, al parecer el ingerir mucha bebida había consumido toda su energía, se había quedado dormido en la parte trasera de la camioneta. Frederick fue el primero en recibirnos, quién después de una buena reprendida había terminado ayundandóme a subirlo a su habitación para que pudiera descansar.

Y ahí, estaban Jack y el resto de los chicos. 

— ¿Pero qué le ha pasado? —. Preguntó Eugene con una mueca de desconfianza al ver a un muy cansado Tadashi tendido sobre su cama. 

— Se ha emborrachado, eso ha pasado. —. Respondí con tono cansado. Ya había tenido suficiente. 

— ¿Por qué no nos avisaste que irías a por unos tragos? —. A Kriss pareció no importarle el chico medio muerto que tenía al lado.

— Estaban con las chicas, por la ciudad. No quise molestarlos.

— Pero incluistes a este tipejo. —. Se burló Jack negando con la cabeza de manera divertida. —. Hubiera pagado solo por verlo.

— Verlo borracho ha sido todo un show ¿no?

Preguntó Frederick quién rebuscaba por los cajones de Tad. Ni siquiera le presté mucha atención, haberme preguntado aquello me había recordado todo lo que me había dicho en el bar, lo de Anna, lo de él y lo de Agnar. 

¿Sería capaz de obligar a Anna a enamorarse de él? ¿O habría obligado a Tadashi?, no lo sabía. Pero, esto no se quedaría así. Necesitaba respuestas. 

Sin notarlo ya estaba sujetando las llaves de la camioneta otra vez. 

— ¿A dónde vas? —. preguntó Jack cuando comencé a caminar hacia la puerta de la habitación. 

— Necesito hacer algo, es urgente.  

— ¿Más urgente que cuidar de un tipo que no se ha emborracho hace años? —. Intervinó Eugene con el ceño fruncido, señal de incomprensión. 

— Si.

Lo dije sin más. Minutos después ya estaba cambiando a segunda velocidad al incorporarme a la carretera que iba a la ciudad. 

— Oh Agnar, más vale que tengas las respuestas que quiero escuchar. 

×

— Buenas tardes. ¿Necesita una habitación?

Una mujer detrás del mostrador me sonreía amablemente, había una larga fila detrás mi.

Al parecer era un hotel bastante reconocido. 

— No, gracias. —. Le sonreí. —. Quiero hablar con un amigo, se hospeda aquí.

— Lo lamento, no puedo dejar pasar a nadie desconocido. Es una de las principales normas. 

— Pero, no soy un desconocido. Busco a Agnar Smith y sé que se hospeda aquí,  junto a su esposa e hijo menor. 

La mujer parecía escribir algo en el ordenador. Yo repiqueteaba sobre la superficie del mostrador con exasperación. 

— Si, aquí se está hospedando. —. Me indicó. Sentí como una ráfaga de ilusión calmaba mi alma. —. Pero, no puedo dejar que pase.

La ráfaga de ilusión se apagó.

— Pero, ¿Por qué no?

— No es un familiar.

— Genial.

De la nada, por el rabillo del ojo reconozco una figura bastante conocida, que al verme no pareció tan sorprendido. 

— ¿Hiccup? ¿ Qué haces aquí?. —. Preguntó Hans que se acercaba con unos papeles sobre sus brazos. 

— Por aquí, tratando de recordar porque nunca viajo a Londres. —. Respondí con la mirada fija sobre la señora frente a mí. 

— Señor Smith, ¿Conoce a este…sujeto?

— Hiccup, mi nombre es Hiccup. Pfff, sujeto.

Cuánta falta de cortesía para ser un hotel cinco estrellas. 

— Si, es Hiccup. Es parte de la familia. 

Sentí la mano de él sobre mi hombro izquierdo. La señora intercambió miradas entre ambos al mismo tiempo que extendía sobre el mostrador una pequeña tarjeta plateada con el número de habitación.

— Habitación 206. —. Me indicó.

— Gracias, y si por te preguntabas. No, no te dejo propina. 

Hans que se había quedado al tanto de tan conmovedora escena limitó a sonreír y a enarcar una ceja. 

— ¿Debo preguntar de qué vas a hablar con mi padre?

— De algo que debí haberle dicho desde hace mucho tiempo. —. Le sonreí. 

— Pues adelante, ya era tiempo que alguien lo ponga en su lugar. 

Dicho eso siguió su camino a la salida del hotel mientras yo entraba al primer ascensor con el que prácticamente me había topado. Comencé a mirar los números de las puertas. Cada maldito piso tenía cincuenta habitaciones en total, por tanto, la habitación de Agnar debía estar en el piso número tres. 

Mire por todas partes, 199, 200…203.

Finalmente la habitación 206. 

No me sentía nervioso, ni aterrado, ni mucho menos inferior. El Hiccup que dudaba al estar en la misma habitación que él había muerto, y estaba a punto de descubrirlo. 

Toqué la puerta con mis nudillos, y como si fuera de forma automática la puerta se abrió mostrando a un hombre rubio con un puro en los labios bastante relajado. 

— Pensé que nunca vendrías.

— Deja de hablar como si supieras cada uno de mis movimientos. —. Murmuré al entrar forzosamente a la habitación. 

— Adelante, nada de violencia. Como tanto me gusta. —. Ironizó cerrando la puerta detrás de él.

La habitación era muy grande, era un hecho que la compartía con su esposa, ella no estaba y por sentido común sabía que Timmy estaría en otra habitación separada a esta.

Eso es un alivio. 

— ¿A qué debo tan especial visita? —. Se sentó sobre un sofá que decoraba el cuarto.

— ¿Obligaste a Anna a estar con Tadashi?

— Nunca la he obligado a nada. —. Escupió con burla. —. No es mi culpa que te mientas a ti mismo para sentir que por esa razón ella no te haya preferido. 

— No mientas. —. Lo dije con los dientes apretados. —. Sé de que eres capaz, no me sorprendería. 

— ¿Y de qué soy capaz, muchacho? 

Esa última palabra siempre la había ocupado con repudio hacia mí, pretendía hacerme sentir inferior a él  con sólo escucharlo. Pero estaba equivocado, muy equivocado. 

— Me amenazaste. —. Le recordé con lentitud. —. Dijiste que le harías daño a mi madre si no me alejaba de Anna. 

— Yo nunca dije nada. Quizás fueron…insinuaciones, pero cada tonto toma lo que cree corresponder. 

— No tenías por qué hacerlo. —. Fruncí el ceño. —. No te afectaba en nada y aún así lo jodiste todo. 

— Hago lo correcto, por mi familia.

— ¿Por tu familia o por ti?

Eso pareció repudiarlo, porque había mostrado una mueca de disgusto que borró al instante a la vez que evocaba una sonrisa de oreja a oreja. 

— ¿Y eso a ti que te importa?, creo recordar que habíamos hecho una Tregua. Así de mierda es tu palabra, Hiccup. 

— Si la Tregua se hace contigo, la mierda no es mi palabra. Créeme, es otro. —. Lo miré fijamente, cuando él comenzó a acomodarse más sobre el sofá.

— No entiendo a qué viene todo esto.

— ¿Obligaste a Anna a estar con Tadashi?, responde. No volveré a preguntarlo. 

— Pensé que a Anna le vendría bien conocer gente nueva y de su nivel. —. Posó el puro sobre sus labios para darle una calada. —. Lo hice bien, como ya podrás imaginar. 

— ¿Qué hay de Tadashi?

— ¿Qué hay con él?, es un buen chico, de buena familia, buenos precedentes y con un excelente título universitario. —. Describió cada uno de los adjetivos sin apartar la vista de mi. —. No hay que ser inteligente para notar mi preferencia hacia él antes que a ti.

— Eres un idiota. 

— No somos tan diferentes en ese caso, mientras más rápido lo aceptes mejor logras sobrellevarlo. —. Sonrió. —. Y por si no te has dado cuenta, Hiccup. Ya gané.

— ¿Qué ganas? ¿Qué tus hijos te odien?

— No sabes nada.

— Aparte de lo que me hiciste a mi y a Anna, sé lo de Hans. Como no lo apoyas en su relación con esa chica. 

— Eso no prosperará. 

— ¿Y por qué estás tan seguro?

— Porque yo lo digo. 

— Pues que estúpida razón. —. Murmuré con hastío. —. Pero, como siempre sin ninguna  justificación bastante fundada como para ser correcta. 

— ¿Qué ganas con decirme todo esto?. —. Pregunta esta vez levantándose del sofá. —. Que yo sepa, Anna se casa en cinco días. Las cosas no cambian de un día para otro, que poca percepción tienes de la vida, muchacho, esperaba más de ti. 

— Sé que no gano nada con esto. Para tener esa idea debes estar bastante jodido ¿no crees?. —. Me crucé de brazos al notar que Agnar empezaba a acercarse más a mi. —. Ya me arruinaste la vida, no lo hagas con ella.

— Cuando seas padre, lo entenderás. 

— Pues un padre es lo que necesita Anna. —. Resoplé. —. Siempre vi como ella se esforzaba para enorgullecerte, necesitaba la aprobación de su…padre para saber que lo estaba haciendo bien.

— Siempre me ha tenido. 


— No, lo que ha tenido es un ser narcisista que pretende ser padre. Pero, que muy a su pesar está muy lejos de serlo. 

No sé qué vino primero, mi burla o el golpe bien puesto en una de mis mejillas. Sentía que la cabeza me palpitaba y el equilibrio por un momento lo había perdido. 

Agnar me había golpeado.

— ¿Ahorra resuelves tus problemas con golpes? —. Pase mi mano sobre los labios, tenía sangre por el impacto. —. Que poca creatividad. 

— No te atrevas a juzgarme como si me conocieras, niño. 

— Pensé que eso era lo que hacías, ¿Qué? ¿Ya no es divertido cuando es aplicado contigo? —. Lo miré con burla, ya no parecía tan confiado.

— ¿Y qué harás ahora? ¿Decirle a Anna?. —. Preguntó con obviedad. —. Dudo que le crea a alguien que la abandonó sin dar explicaciones.

— No lo haré, no puedo vivir sabiendo que ella sufriría más al saber la clase de persona que tiene como…padre. 

— Lo que tú sientes por ella, no es amor. —. Se burló.  —. ¡Asúmelo de una buena vez!

— El amor se queda opaco a lo que siento por ella, y por esa razón prefiero hundirme en la miseria de vida yo solo, a que ella se hunda conmigo. 

— Esto no es un libro, muchacho.  —. Me dio la espalda para ver el enorme ventanal que tenía al frente. —. No hay finales felices. 

Me quedé en silencio. Él tenía razón, quizás habría ganado, pero más yo al saber toda la verdad. Verdad que no diría para no lastimar más de lo que ya estaba. 

— Repito. ¿Le dirás? ¿Le dirás a Anna?

— No.

— Me parece inteligente, no te hubiera creído. 

— No estaría tan segura de eso. Padre.

Ambos nos giramos al mismo tiempo. Ahí estaba Anna, con bolsas de comida en ambas manos,  nos veía con los ojos muy abiertos y su expresión, bueno, parecía indescifrable.

— Hija, querida.

— Cállate. Hazte el favor. 

Agnar cerró la boca de inmediato, la mirada de Anna se clavó en mí de repente, se sentía raro hablarte después de tantos días sin hacerlo. 

— ¿Es cierto todo lo que dijiste?

— ¿Desde cuándo has estado escuchando?

— Lo suficiente como para que seas capaz de responder. 

Asentí una vez.

— Si, es cierto.

Anna cerró los ojos con fuerza, luego miró nuevamente a su padre, quién parecía otra persona, como un niño quien era descubierto después de haber hecho una travesura. 

— Me mentiste. Tú lo supiste todo el tiempo. 

— Lo hice por ti. 

— Ya. 

— Anna, debes tranquilizarte. —. Intervine calmando la situación. —. Debes escuchar a tu padre, seguro él no es tan malo como crees. 

— Agnar. —. Escupió su nombre con amargura. —. Lo has golpeado, lo has tratado de idiota y me has mentido,  ¿Y notas como no duda en defenderte?

— No le he dicho que lo haga. 

— Y esa es la diferencia entre tú y él. —. Alzó sus hombros con simpleza, como si quisiera explicarlo todo. —. No me busques, no quiero hablarte. 

— Pero, mi amor…

Tarde, Anna ya había cerrado la puerta detrás de ella. Había dejado las bolas tiradas por la habitación, Agnar se sentó torpemente en el sofá y yo, luego de dedicarle una última ojeada. 

También me fui. 

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