19|Capítulo
➼|D I E C I N U E V E
Cita doble & drama
Cita doble y drama.
— Te ves como una avestruz en exhibición. — comentó con los brazos sobre su regazo.
— Es lo mejor que has dicho hasta ahora.
Suspiré pasándome las manos por el rostro. Tenía a todos los chicos dentro de la habitación, y para variar sentados sobre mi cama.
— No lo tomes a mal. — siseó Kriss arrugando la frente. — Pero, ¿No deberías estar feliz con lo de tu cita?
Me quité la camisa por encima de los hombros.
— Honestamente, no es el plan que más me emocione en este momento. — Vi de reojo otra camisa y se las enseñé. — ¿Qué tal está? Tiene esa estupidez de formalidad.
Jack entrecerró los ojos, cansado de la situación.
— No.
— Es la vigésima vez que escucho eso.
— Pues lo seguirás escuchando hasta que no vea que vistes algo decente. — me miró con seriedad. — ¿No tienes otra camisa que no grite a pulmón “Hola soy virgen”?
Negué con la cabeza, ofendido.
— Para querer ser escritor, eres muy poco ortodoxo. — intervino Eugene con una leve sonrisa. — Tu vestimenta define quién eres, es un aspecto psicológico que muchas veces las personas tienden a olvidar con facilidad.
— Pues, no. — bufé revisando dentro mi maleta. — tu vistes como un anciano anticuado harto de la vida, y no significa que lo seas.
Escuché reír a los demás mientras Eugene negaba varias veces con la cabeza. Llevaba media hora buscando algo que ponerme, hoy en la mañana me había dicho Tadashi que iríamos a un restaurante muy famoso de la ciudad y conociendolo dudo que vayamos por unos panecillos al parque central de Londres.
Genial, y yo quería ponerme mis converse all stars.
Saqué todo de la maleta, hasta lo que no sabía que traía, ¿Empaqué crema de maní? ¿Para qué o qué?
Al final encontré una camisa decente y se las mostré a los chicos que detuvieron su conversación abruptamente.
— ¿Qué les parece esta? — pregunté mientras me mordía el labio inferior.
— No me malinterpretes. — comenzó. — pero si fuera chica, soltera y con fetiche por los ojiverdes. Me lanzaría por ti, tigre.
— Tienes novia. — enfatizó Kriss con un aura de confusión. — Dudo que ella quiera escuchar tus gustos extraños.
— Elsa lo entendería. — Jack guiñó uno de sus ojos en mi dirección. — Ahora, debemos hacer algo con ese cabello.
Pasé mis dedos sobre él, casi de manera repentina.
— ¿Mi cabello, que tiene de malo?
— ¿Aparte de lo desarreglado que está? — intervino Eugene con una ceja levantada.
Bueno, un corte si necesitaba. Pero, me niego rotundamente a cortarlo para una cita, no tengo la autoestima baja y menos para una cita que ni acepté.
— Tranquilos. De eso me encargo yo.
Comentó Kristoff demasiado confiado mientras se acercaba a mi con una sonrisa maliciosa, gel en una de sus manos y un maldito peine.
— ¿Han visto la parte de Titanic en la que el protagonista se pone candente para la cena?
Preguntó Kriss mientras prácticamente me obligaba a sentarme en la silla frente al tocador, los demás asentían en completo silencio.
— Pues…— me miró. — Candete se queda corto a como te voy a dejar, Hiccup.
Estiró sus brazos por encima de mi cabeza de manera muy dramática.
— Que así sea. —. Me escuché decir, viendo mi rostro en el reflejo del espejo.
Serán los treinta minutos más interesantes de toda mi vida, y mentiría si no les dijera que me da curiosidad saber cómo transcurre el resto de la noche.
×
Anna Smith.
Ya caía la noche, seguía en mi habitación retocándome el maquillaje por enésima vez, me sentía nerviosa de una manera asfixiante que asustaba, y para que quede claro no tiene nada que ver con un ser detestable que nos acompañara.
No, nada que ver.
— Te ves preciosa. — escuché a Elsa detrás mío. — dejarás a Tadashi con la boca abierta.
— Y al otro también. — intervino Mérida.
De pronto empezaba a sentir calor.
— ¿Qué? — se hizo la inocente. — Es hombre, no ciego.
— ¡Mérida! — soltó Punzie desde la cama con las mejillas levemente sonrojadas.
Negué con la cabeza un par de veces mientras revisaba mi vestuario. Tenía varias opciones, pero me decidí por un lindo vestido de dos piezas, la parte superior es blanca con la espalda descubierta y la parte de abajo es una falda holgada con una abertura en la pierna derecha. Mi cabello lo sujete en un moño desordenado, dejando algunos mechones por encima de la frente.
— ¿Cassie no ha regresado de la ciudad? — preguntó Elsa desde la cama. Noté un brillo en sus ojos, curiosidad.
— Todavía no. — sonreí. — pero, supongo que vendrá a tiempo. Ha sido idea suya después de todo.
— Si, y no perderá la oportunidad de ir con Hiccup. — murmuró Mérida. — Hasta me extraña que haya aceptado.
Bueno, técnicamente no lo hizo.
¿O si?
— ¿Saben cuánto intentamos con Kriss para que saliera con alguien? — bufó con los brazos cruzados. — Una eternidad.
— ¿Es enserio? — me atreví a preguntarle mientras me ponía un par de aretes.
— Si. — puso los ojos en blanco. — Con las chicas hasta nos empezamos a preocupar y ni hablemos de su intenso escuadrón.
— Ya. — suspiré mostrando indiferencia.
— ¿No quieres saber por qué?
Volteé a ver Elsa quien me dedicaba una sonrisa divertida. Negué con la cabeza.
— Es chistoso que el primer amor te marque de una forma tan estúpida que piensas que todo se acaba cuando finalmente termina. — comentó. — Pero, no es el caso de todos.
— Pues qué afortunados. — suspiré.
— Más bien, que afortunada eres. — me miró Elsa esbozando una leve sonrisa. — Solo espero que Hiccup también lo sea.
— Si, es como nuestro hermanito. — intervino Punzie.
— Uno muy estúpido, pero al fin de cuentas. Familia. — Bueno, Mérida nos hizo reír con ese comentario.
Cayó finalmente la noche, ya estaba lista, nerviosa, pero lista. Vi entrar a Cassie hace media hora a la mansión, supongo que se estará arreglando para la cena, también hable con Tadashi por teléfono, — su trabajo en el hospital le consume la mayoría de tiempo. —, y me dijo que me veía en el restaurante con los demás.
Al que no he visto por ningún rincón es a Hiccup, y no es que me importe, pero es bastante sospechoso, hasta para él.
Y para recalcar, no me importa.
— Señorita. — Frederick me llamó al verme estática como estatua al pie de la salida. — ¿Qué hace aquí afuera? Podría resfriarse.
— No, estoy bien. — le sonreí. — Te estaba esperando, según tengo entendido tú nos llevarás a la ciudad esta noche.
— Si, lo iba hacer. — se sonrojó un poco. — pero, me han avisado a último minuto que mis servicios no serán necesarios.
Fruncí el ceño confundida.
— El joven Hiccup conducirá. — avisó. — Tiene el permiso del señor para llevarla a usted y a la señorita Cassie a la ciudad. Solo que ella aun no baja, ¿Por qué no va a la entrada? Ahí debe estar el muchacho con la camioneta.
Sonreí como una ingenua.
— Por supuesto, voy a la entrada ahora mismo.
Caminé lo que me faltaba del pasillo, crucé la salida y me encontré a Hiccup recostado sobre la camioneta. Llevaba una camisa de manga larga color negra enrollada hasta los codos y con los primeros tres botones desabrochados.
Anna no mires.
También un pantalón de vestir del mismo color y unos zapatos formales, pero eso no fue lo que más me sorprendió. Su cabello estaba peinado hacia atrás y tenía unos cuantos mechones sobre su frente, me imagino que el gel no los había dominado del todo.
Parecía despreocupado, casual y demasiado…
¡Qué no mires, carajo!
— Genial. — lo escuché resoplar mientras se apoyaba con un codo sobre la capota de la camioneta. — Así, hasta pareces atractiva.
— Yo siempre soy atractiva.
— No voy a negarlo.
Entrecerré los ojos en su dirección.
— Tú, por otra parte, aunque te veas así, sigues siendo el mismo idiota de siempre. — lo señalé de pies a cabeza.
— y con los mismos sentimientos, no lo olvides. — me guiñó uno de sus ojos con una radiante sonrisa.
Es que lo odio, lo odio y lo odio.
— Ese vestido... — lo escuché parlotear. — Es hermoso, sutil, radiante y extraordinario, pero, ¿Sabes quien lo es más?
Negué con la cabeza evitando a toda costa el color de sus ojos.
— Es una pena no poder decirte todo lo que quiero. — relamió sus labios. Mi mirada se distrajo en ellos un segundo. — Quizás así, nos ahorraríamos muchas cosas conflictivas.
No dije nada, no pude emitir ni un sonido.
— ¿Quieres saber algo? — lo escuché más cerca de mi. Vi de reojo y note que se había movido a la par mía. — Muero para que empiece la noche.
— ¿Curiosidad?
— Puede ser. — Tenía la vista en la entrada de la mansión. Se veía demasiado relajado, está faceta suya era… interesante.
— ¿Siguen aquí, no?
Hiccup y yo nos alejamos al notar a Cassie salir de la mansión a paso rápido. Llevaba una vestido plateado ajustado con su cabello en ondas tan típico en ella.
Se veía genial.
Y el tipo a la par mía, se veía mil veces mejor.
— Aquí estamos, Cass. — abrió la puerta de la camioneta para las dos. — No abandonaría a mi cita, ¿verdad?
Guiñó uno de sus abominables ojos, a lo que Cassie sonrió, satisfecha.
¿Por qué de repente siento un leve ardor en la boca del estómago?, espero y sea por no haber merendado.
×
— Empezaba a preocuparme. — Sonrió Tad desde la mesa. — Buenas noches, cariño.
Me abrazó y depositó un suave beso sobre mis labios. Cassie y Hiccup venían juntos, habían entrado un poco después porque estacionaron la camioneta, quise quedarme con ellos, pero Cassie insistió que debía venir con mi prometido.
Fabulosa jugada.
— Tranquilo, he traído a tu novia sana y salva. — escuché detrás mío a Hiccup. — Un poco de gratitud no me vendría nada mal.
Tadashi pareció alegrarse al verlo. El castaño fastidioso se había ganado el respeto de mi novio, el cual mientras lo inspeccionaba de pies a cabeza formaba una visible sonrisa en su rostro.
— ¿Eres tú? — alzó una de sus cejas. — Pensé que la formalidad no estaba en tus planes.
— Te sorprendería lo que puedo llegar a ser.
Le dedicó una radiante sonrisa mientras ayudaba a Cassie a tomar asiento, Tad hizo lo mismo.
— Estas hermosa. — me susurró el pelinegro que se había acercado más a mi.
— Tú estás mejor. — le sonreí. Traía un traje negro con la camisa blanca formal por dentro.
Aunque, si comparaba…
No, no voy a comparar nada.
— Ya era hora. — escuché a Cassie quién inspeccionaba el lugar con la mirada. — ¿Es hermoso, no?
— No cabe dudas. — resopló Hiccup con la mirada en mi. Traté de fingir que no me había importado en absoluto, ¿Desde cuándo tiene el derecho de hacerme sentir así?
— Solo las pinturas me parecen un tanto burocráticas. — sonrió. — ¿Quién será el artista?
Tadashi estaba molestando a Cass, bien sabe que comentarios así la molestan, pero, los ignora categóricamente.
— La tienes frente a ti, tesoro. — lo miró. — Son las piezas de mi colección pasada, no voy a juzgar al gerente por su excelente gusto en piezas artísticas.
Todos reímos con cautela. Cassie era muy divertida y demasiado liberal, su personalidad era como una bomba y si la mezclaba con la de Tadashi, lo más probable era que no terminaría muy bien, pero ya tengo como tres años de convivir con ambos, puedo lidiar con ellos.
— ¿Ostiones? — escuché a Hiccup quien estaba con la mirada sobre la carta. Por su mirada, sabía que estaba más que confundido.
— ¿No los has probado? — Le preguntó Tad viendo de igual forma la carta. Solo había subido la vista para preguntarle aquello.
— Sinceramente, dudo que conozca el 94% de lo que está aquí descrito. — sonrió.
Puso los codos sobre la mesa dejando la carta de lado. Sus brazos parecían verse mejor que nunca bajo esa tela negra que los cubría levemente.
— Podrías pedir pizza. — le informe sin verlo. — Sé que te gusta mucho.
— ¿No me habías dicho que no? — preguntó Tadashi confundido, no sabía por qué. — En Nueva York no dijiste nada al probarla.
— En aquel momento ese alimento estaba en mi lista negra. — bromeó con un tono de malicia. — Las cosas cambian, como puedes observar.
Sentí su mirada en mi nuevamente.
— ¿Están listos para ordenar? — nos preguntó un muy amable muchacho.
Tadashi le sonrió y luego de vernos a todos, asintió para el que muchacho sacará una pequeña libreta en donde anotar.
— Si, hmmm. — le dio una última ojeada al menú. — Voy a querer una botella de vino de la mejor que tengas, y una orden de ostiones para iniciar.
El muchacho comenzó a escribir mientras Tad ordenaba.
— Genial, yo voy a querer una ensalada holandesa pero sin el aderezo. — ordenó Cassie dedicándole una sonrisa al mesero, Hiccup pareció notarlo y esbozó media sonrisa ante la situación.
Para ser su cita, está muy relajado.
— ¿Usted señor?
Le preguntó a Hiccup, él frunció el ceño ante su comentario. Era muy sabido que la cordialidad hacía él no era tan bien recibida, cuando estábamos juntos no le gustaba que lo trataran de joven, señor o messier; lo hacía sentir mayor o al menos esas eran sus palabras.
— Voy a querer una pizza margarita.
— Dos. — me escuché decir a mi misma. — que sean dos pizzas margaritas, por favor.
— Oh, Anna, No sabía que te gustaba la pizza. — intervino Cassie sonriendo.
— ¿A Anna? — preguntó confundido. — A ella le fascina, las únicas veces que fuimos a América pasamos a comer en un restaurante italiano, ¿Te acuerdas Haddock?
Le preguntó a Hiccup y para mí sorpresa este asintió.
— Esperemos y el vestido nos entre después de esto. — canturreó Cassie divertida.
— Siempre está la opción de comprar otro. — soltó Hiccup sin darle mucha importancia. — No se puede vivir feliz si le das relevancia a cosas que no importan en lo más mínimo.
— Inteligente. — murmuró Tad orgulloso.
— Realista, en todo caso. — recalcó mientras pasaba una de sus manos sobre su cabello peinado.
×
Hiccup Haddock.
Ya llevábamos una hora en este lugar, no me malinterpreten, es hermoso, rústico y hasta perfecto; pero, no es para mi. Nunca me veré rodeado de gente así o actuando como si yo fuera parte de esa vida, ese no soy yo y ese no es mi estilo.
Había tenido suerte con que Anna pidiera lo mismo que yo, la pizza es mi favorita y aunque ella lo siga negando la suya también. Aprovechando que hablamos de ella, ¿Ya les mencione lo jodidamente perfecta que luce esta noche?, había tenido ganas de rodear la maldita camioneta para besarle y ahogar todas estas ganas que he estado acumulando desde hace tiempo, creo que ya no sirve de nada fingir que no siento nada por ella.
Porque diablos, estoy locamente embobado de la forma en la que me dice idiota.
Lo se, muy masoquista de mi parte.
—... y entonces este muchacho. — sujeto una de mis manos. — ganó el inmenso peluche, todavía sigo pensando que fue una trampa, pero dañaría su masculinidad machista.
Mire su mano sobre la mía. Cassie parecía sumamente emocionada, ella no había dicho nada de aquel beso, una parte de mi quería creer que lo había olvidado, pero la otra, — la más sensata. — , negaba a darlo por hecho.
— ¿Masculinidad machista? — preguntó Anna con una de sus cejas levantadas.
Que curiosa me salio la pelirroja amargada.
— Si, Hiccup piensa que solo los chicos pueden invitar a las chicas. — sonrió. — lo hubiera golpeado ahí mismo, pero su atractivo lo ha salvado.
Anna sonrió y detuvo su mirada en mí por unos segundos, la cual apartó cuando Tadashi le tomó la mano con una delicadeza que hizo que mi espina dorsal se tensara significativamente.
— Anna y yo hemos ido a la feria también. Pasamos ayer por la tarde y debo admitir que fue mejor de lo que esperaba.
¿No me había dicho mi informante que fue por preparativos para la boda?
Vaya traidor. Ya no le mandaré golosinas a la habitación del hotel.
— ¿Tú en una feria?
Cassie pareció sorprendida, Tadashi por su parte se limitó a fruncir el ceño y a mirarla como un cuadro de exhibición averiado.
— Si. — se encogió de hombros despreocupado. — Veníamos de regreso a casa, pero Anna insistió en pasar un rato.
— Fue…divertido. — se sonrojó un poco al sentir todas las miradas en ella. — Luego tuvo que irse al hospital por su cirugía de emergencia y regresé junto con Frederick.
— Si, Tad sobreviviendo al murmullo de la ciudad es muy poco de creer o en este caso muy poco de durar. — intervino Cassie entre risas.
— No le hables así al tipo que te recogió después del trabajo, y aunque haga de chófer no te cobra ni una libra esterlina.
Cassie pareció pensárselo mejor y le sonrió inocentemente.
— Así está mejor. — murmuró el pelinegro conforme.
Seguimos hablando por un rato más, más bien, se pusieron de acuerdo a mencionar cosas en relación a la boda, como el pastel, vestidos para las damas de honor y…la luna de miel.
¡Clavenme una estaca al corazón, mejor!
— Tadashi Hamada. — comentó un señor de mediana edad que traía del brazo a una hermosa señora, su esposa me imagino. — ¿Hace cuánto que no te veo, muchacho? ¿Desde que saliste de preparatoria quizás?
— Señor Clement. — se levantó de su silla para saludarlo. — efectivamente, ya no he dado una vuelta por el instituto desde entonces.
— Si, llego a mis oídos que lograste ingresar a Oxford. — sonrió honrado. — y por lo que veo te has graduado, el hospital central está mejor con una cirujano de tu categoría.
— Me alegra que piense eso, señor.
El señor Clement, ¿Así lo había llamado?, como sea, le estrechó su mano cordialmente, luego su mirada recayó en Cassie.
— Cassandra Elizabeth Hamada. — la miro. — Un gusto en volver a ver a la autora de tan impresionantes piezas de arte, sabía que llegarías lejos. No por nada los Hamada gobiernan casi todo Londres.
— Tan moderna su forma de expresarse. — le respondió.
— ¿No quieren acompañarme un rato a la mesa?, desde hace tiempo que no los he visto, muchachos míos. — señaló en su dirección una mesa con un par de copas de vino.
— Me encantaría, pero estoy ocupado. — nos miró a Anna y a mi. — Él es Hiccup Haddock, estudiante de literatura clásica, uno de mis mejores amigos. Y ella es Anna Smith, mi prometida.
— ¿Hija de Agnar Smith?
Asintió.
— Vaya, vaya. — los miro a ambos ignorándome cual piña en la pizza. — dos de las familias más importantes que he conocido a punto de volverse una sola, mucho gusto señorita.
— Un placer.
— ¿Cree que podría prestarme por unos minutos a su prometido y a Cassie?, quiero que conozcan a unos amigos míos. — se dirigió a Anna quién muy felizmente accedió.
— Cielo, no tienes que…
— Está bien, estaré bien.
Tadashi asintió con una leve sonrisa y se retiró con el señor y con Cassie, — que iba con cara de aburrimiento. — hacia la mesa que señaló minutos atrás.
— Lo siento por eso.
La escuché hablar mientras se llevaba su copa de vino a la boca, eso me hizo juntar las cejas en medio de mi frente.
— ¿Por qué?
— Sé que no te gustan los lugares así. — comentó. — Y Clement, solo se centra en cosas que verdaderamente le importan. Así que no es personal.
Le sonreí mientras relamía mis labios después de haberle dado un sorbo a mi copa de vino.
— Desde luego, de todas formas a él no es a quien busco darle impresión.
— ¿Por qué haces eso?
— ¿Hacer qué?
— Decir cosas así.
Sus mejillas se tornaron rosadas por la intensidad que había utilizado para decirme aquello.
— No sé de qué estás hablando. — puse mis brazos sobre la mesa. Mis mangas se bajaron un poco, por lo que me dediqué a subirlas a la altura de mis codos.
— Ya.
Trató de mirar hacia otra parte. Yo sabía lo que le hacía sentir, quizás lo supe desde que hablé con ella en la fiesta de su compromiso, pero ella al igual que yo, quería negarse a sentir.
— No se que pretendes hacer. — intervino. — pero no funcionará.
— ¿Y qué pretendo hacer?
— Hiccup. — me advirtió.
— No, adelante. — lo dije seriamente. — quiero escucharlo.
— Lo nuestro se acabó. — me miró fríamente. — tu jodiste todo cuando te subiste a la maldita motocicleta, así que no vengas a confundirme y hacer cosas como si nada ha pasado.
— ¿Confundirte? — fruncí mi ceño. — Tú eres quién me confunde, Anna.
Eso pareció sorprenderla porque abrió los ojos como dos platos enormes.
— Genial. — alzó los brazos en señal de rendición y se levantó de golpe de su asiento. — Necesito aire y no te atrevas a seguirme.
— No puedes obligarme. — me levanté con cautela para no pescar miradas curiosas por las demás personas. Anna me ignoró y salió furiosa de la sala del restaurante.
Me dejé caer de golpe en la silla y volteé a ver a Tadashi quien seguía hablando alegremente con Clement. Pase mis manos sobre mi rostro con exasperación y salí en busca de la pelirroja amargada.
— ¿Ha visto a una chica pelirroja por aquí? — Le pregunté a uno de los meseros que caminaban por la parte trasera del restaurante. — Déjelo, ya la encontré.
Caminé hacia ella quien recostaba sus codos sobre la varilla de una pequeña terraza. Habían pocas mesas en esta sección del restaurante, podría definirse como la sección del jardín o al aire libre.
Anna se giró y al verme soltó un leve gruñido, su rostro estaba algo sonrojado, — señal de altos índices de enfado masivo. —. Puedo notarlo, porque al estar afuera, solo estaba iluminado por unas cuántas líneas de bombillas blancas que colgaban de árbol en árbol.
Solo se escuchaba el murmullo de la gente desde adentro del lugar y algunas de las personas que estaban en las mesas de esta sección.
— ¿Estás bien? — me acerqué cuidadosamente a ella.
— Déjame sola.
— Sabes que no puedo hacerlo.
Anna se giró nuevamente para enfrentarme con esos ojos azules que se clavaban cual dagas en mi rostro.
— Esto no debe ser así. — murmuró. — No puedes venir y actuar como te dé en gana.
— Y no lo he hecho. — me defendí apoyando mi espalda en la varilla mientras ella tenía sus codos sobre la misma.
— Claro que lo has hecho. — soltó con obviedad. — Y no puedo, ya no puedo.
— ¿Qué no puedes Anna?, dime para hundirnos en la misa desdicha. — la miré de perfil. Ella tenía la mirada fija en sus manos, las cuales se movían con cierto descontrol.
— Voy a casarme y estoy enamorada de él.
— Lo sé. — me encogí de hombros.
— ¿Y lo dices así tan tranquilo?
— No puedo hacer nada más. — le dije con mi mirada en sus labios. — No puedo hacer nada más que pensar en ti, ya no puedo seguir con esto y hacer como que no tengo sentimientos. — Pase mi manos sobre el rostro. — ¡Maldición!, si alguien me hubiera dicho que esto iba esto iba ser así, me quedo en Nueva York y no vengo.
— Hiccup…
— No, debes saberlo. — interrumpí. — No he amado a ninguna otra mujer que no hayas sido tú.
Eso pareció causarle risa, lo que me confundió aún más.
— ¿Y Cassie?
— No me interesa ella y lo sabes. — sostuve con firmeza.
— Pero la besaste.
— y tú besas a Tadashi todos los días. — solté con amargura. — Estamos a mano.
— Pero yo a él lo quiero.
Entreabrí mi boca para decir algo, pero lo único que salió de ella fue un débil suspiro.
— Solo, déjame en paz. — dijo con cansancio. Tenía la mirada perdida y su voz ahora sonaba a súplica.
— Lo haré. — la miré. — Pero, antes debes responderme algo.
— ¿Qué? — soltó con burla. Sus ojos buscaban los míos, pero los míos estaban perdidos sobre ella, en lo hermosa y perfecta que es.
— Debes responderme con toda tu sinceridad. — la señalé con mi dedo índice. — Porque, Joder. Sabré si me estás mintiendo.
— Adelante.
— ¿Qué sientes cuando Tadashi se te acerca?
— No tengo por qué responder a eso.
— Responde.
— Calidez. — me miró sin titubear. — Cariño.
Esbocé media sonrisa satisfecho ante su respuesta. Me acerqué suavemente a ella, dejando descansar mi cabeza en el hueco de su cuello. Inhalé con fuerza, grabando cada parte de ella en mi memoria.
— Jazmines, tal y como recordaba. — siseé forzosamente. No podía concentrarme.
Levante mi cabeza para llegar a su oído.
— Ahora, dime. — tragué con fuerza. — ¿Qué sientes cuando estoy así de cerca?
La sentí temblar bajo mi cuerpo cuando la sujeté de la cadera para inmovilizarla un poco para atender su reacción, esa reacción que ansiaba observar.
Dios, ¿Por qué debía ser así de perfecta?
— Anna. — solté en un débil suspiro. — quiero me lo digas, ¿Qué sientes cuándo me tienes así de cerca?
— Nada. — se atrevió a responder, aun teniendo su cuerpo en la dirección contraria.
— No me mientas. — le advertí mientras tocaba su cabello con delicadeza.
— No lo hago. — insistió.
— ¿Así? — relami mis labios que de pronto se encontraban secos. — Dime, entonces, ¿Por qué tu corazón suena como loco?
— ¿Cómo podrías saberlo? — se separó de mí tratando de zafarse de mi agarre.
— Porque es lo mismo que está haciendo el mio en este momento.
Anna dejó de forcejear para quedar totalmente inmovilizada frente a mí. Toda ella era una obra de arte, y yo quería ser el autor de esa completa maravilla.
— ¿Y ahora en qué piensas? — la escuché preguntar en un débil hilo de voz.
Suspiré pasándole la mano por la mejilla.
— Pienso en demasiadas cosas. — dije en tono grave. — y todas te incluyen a ti más de lo que me gustaría.
— Esto no es correcto. — Tomó mi mano que empezaba a rozar delicadamente sus labios.
— Lo correcto es aburrido, muchas veces necesitamos adrenalina para poder vivir.
La miré al rostro tratando de grabar cada parte de ella, sus ojos, sus labios, su nariz, sus pecas, su cabello y toda ella.
Completamente ella.
Ella era una adicción para mí, y no sabía lo peligrosa que era hasta ahora.
— No puedo pedirte que me elijas a mi. — posicione mi frente sobre la suya cerrando los ojos por la agradable sensación. — no soy tan egoísta, cariño.
Suspiré con lentitud para alejarme de ella por completo. La miré de reojo, su pecho subía y bajaba con locura, yo ya le había dicho lo desesperado que estaba por ella, ¿Ella lo estaría por mi?
Necesitaba escucharlo, Joder.
Necesitaba oírla.
— ¿Sientes lo mismo? — me atreví a preguntarle mientras me mordía el labio inferior. — Sientes como mi cuerpo reacciona al tuyo cuando estamos a solas.
— Hiccup, yo…
— ¡Hey, chicos!
Ambos volteamos a ver en dirección a donde se había escuchado la voz. Era Tadashi quién se acercaba a nosotros con Cassie al lado.
Nunca había odiado tanto a alguien como en este momento.
— ¿Qué hacen aquí? — puso la mano sobre su diafragma. Lucía agotado y sin aliento.
Si, así estaba yo.
— Pensé que estaban adentro. — siguió.— cuando fuimos a la mesa ya no estaban.
Le dedicó a Anna una mirada preocupada, la cual fue calmada con una sonrisa de ella.
— Estamos bien. — le aseguró. — Solo, me sentía mal y necesitaba aire.
Nuestras miradas se cruzaron en una sincronización alarmante.
— Hiccup me acompañó. — me sonrió tímidamente y no evité apretar los puños cuando noté la mano de Tadashi sobre la parte baja de su espalda. — Todo está bien, tranquilo.
— De acuerdo. — la miro. — Si desean, podemos irnos, no hay problema con eso.
— Por mi esta bien. — comentó Cassie con el rostro hundido en el aburrimiento. — El señor Clement sólo sirve para echar a perder la diversión, ya me acordé porque lo detestaba tanto en el instituto.
Traté de concentrarme en lo que decían, pero era inútil, dirigía mi mirada a otras partes que no fueran ella, porque ella era mi perdición.
Y odiaba que fuera así.
Miré hacia el cielo, estaba estrellado y despejado. Me sentía tranquilo con la mente perdida en él, podía ser yo, querer, sentir y amar como quisiera, sin ser juzgado por las diferencias que luchan por continua separación.
—...¿Nos vamos? — salí de mis pensamientos al ver a Cassie extendiendo su mano para que se la sujetará.
— ¿Hmmm? — gruñí sin sentido cuando noté a Anna y a Tadashi adelantándose a la salida.
— El amor lastima, ¿No?
Comentó Cassie con la mirada en ellos, luego se clavó en mí de una manera convaleciente.
— Anna me comentó una vez de un chico que le había roto su corazón en la preparatoria. — prosiguió. — Tenía mis dudas, pero ya no hay rastro de ellas.
— Soy malo fingiendo. — me encogí de hombros sin preocupación.
— No cabe dudas.
No pude evitar sentirme mal por ella, de todos formas ella se sentía atraída por mi. No podía ser tan imbecil.
— Cassie, yo…
— No te disculpes. — me interrumpió con la mirada al cielo. — ¿Es ella, no? Siempre ha sido ella.
Asentí.
— No te preocupes. No diré nada. — me miró, sus ojos despedían un brillo único está noche. — No soy así, y tu lo sabes.
— Tú mereces a alguien que sepa lo que quiere. — comenté con mis manos en los bolsillos, hacía frío y Cassie lo hacía denotar mientras hacía fricción sobre sus brazos con las palmas de sus manos.
Le pasé el brazo por los hombros para darle calor, mientras nos dirigíamos a la salida.
— Ese es tu único defecto, Haddock. — la escuché reír bajo mi cuello. — Sabes lo que quieres, pero te niegas a aceptarlo.
Recostó su cabeza sobre mi pecho mientras seguíamos el camino al estacionamiento en completo silencio.
— Y cuando tengas el valor de aceptarlo, comenzarás a ser feliz.
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