17|Capítulo.
➼|D I E C I S I E T E
Hola motos acuáticas
y feliz cumpleaños.
— ¿Yo soy el problema? — . Arqueé una de mis cejas, tratando de no esbozar media sonrisa. — Sabes que soy más que eso.
Mis ojos viajaron hasta sus labios, los tenía entreabiertos, como si pensara en que decir, pero no dijo nada.
— Anna. — . La miré a los ojos, pasando una de mis manos por su mejilla. —. Los dos estamos atrapados en este problema.
Subió ligeramente la cabeza y la sentí tensarse junto a mí, cuando la sujeté de la cintura con otra de mis manos.
— No, eso no es cierto. — . Se mordió sin consentimiento el labio inferior, no pude evitar fijarme en ese detalle.
— ¿No? —. Volví a preguntar relamiéndome los labios.
— No.—. Se soltó de mi agarre en un movimiento rápido. — No hay ningún problema contigo, ni conmigo y no estamos en la misma línea Hiccup, además, tú, mi amigo, sinceramente deberías ponerte esa camiseta o si lo que buscas es morirte de frío pues adelante.
Volteé a verla como siempre, trataba de calmarse pasando sus manos por su cabello rojizo. Negué con la cabeza mordiendo el interior de mi mejilla de forma juguetona.
— ¿La camiseta?, eso me importa muy poco ahora. — le dije mientras me recostaba en uno de los postes de madera que sostenía el pequeño puerto.
Anna entrecerró los ojos.
— Solo…póntela. — exigió mientras me lanzaba la camiseta que estaba al otro lado del puerto, la sujeté con una sola mano y la miré con detenimiento. — ¿Qué? ¿Vas a negarte ahora? Qué infantil.
— Era una opción, si. — me encogí de hombros totalmente despreocupado. — Aunque la que se niega a hacer otras cosas no soy yo.
— Eres increible. — rodó los ojos mientras alzaba las manos en señal de rendición. ¿Es normal que me guste enfadarla?, es como mi hobbie.
— Gracias.
— Yo no estaba…digo, nunca dije que…— se silenció ella misma cerrando los ojos. Casi sentí que empezaba a contar hasta 10. — Solo pontela, joder.
— Ya me la pongo, pesada. — sonreí mientras me ponía la dichosa camiseta por los brazos. — ¿Así está mejor o deseas algo más?
— Te lo haré saber, tranquilo. — me miró. — Ahora lo que me importa es entrar, ya es muy noche.
— Pero yo no quiero hacerlo. — me dí la libertad de poner una mueca ante el comentario, yo me la estaba pasando muy bien, ¿Ella no?
— Pues que mal por ti porque no te estaba preguntando. — afirmó mientras se cubría con la bata de dormir que traía consigo. No pude evitar sonreír al recordarla nadando en el lago, parecía una niña tratando de salir a flote.
— ¿Qué es lo gracioso?
— Lo nerviosas que estas. — tomé del suelo la libreta por la que había empezado todo esto.
Bendita libreta.
— Yo no estoy nerviosa, solo te estoy diciendo que entremos a la casa para que no nos muramos de frío.— aseguró cruzándose de brazos. — ¿Es tan difícil captarlo? ¿No has visto el titanic?
— Solo he captado la parte en la que te preocupas por mi.
— Es decir nada.
— No. Solo lo importante.
Anna pasó sus manos por el cabello.
— Escucha, Hiccup. — me miró con una ceja alzada.
— Te escucho.
— Como futura médica solo me preocupo por tu salud. — enfatizó. — ¿Entiendes? ¿O deseas que te lo explique con brócoli y zanahorias?
— Número uno, entiendo y dos, ¿Quién demonios usa esa expresión? — la miré. —Pero, ya que estás tan preocupada por mi salud…
— Ajá.
— Me gustaría informarte que estoy presentando altos índices de fiebre que intuyo comienza a distribuirse por todo mi organismo. — esbocé media sonrisa acercándome a ella al lado del puerto. — ¿Algo que pueda ayudarme a soportar tan temible dolor, o espero morir lentamente?
— Pues toma pastillas. — soltó con obviedad retrocediendo un paso atrás, al parecer lo notó y volvió a posicionarse más confiada. — En último recurso podrías tirarte al lago otra vez, yo puedo lanzarte si gustas.
— Pues que amable.
— Siempre.
Sonreí negando con la cabeza y me tome la libertada de mirarla, estaba jugueteando con sus dedos como solía hacer en situaciones en la que se ponía nerviosa, tomé mi libreta y arranqué una de las páginas mientras caminaba un poco más en su dirección para pasarle al lado, la miré por encima de su cabeza y me acerqué a su oído con lentitud.
— Anna, todos tenemos dos lecciones en la vida. — la miré cuidadosamente soltando una leve respiración sobre el lóbulo de su oreja. — estar llenos de miedo o de amor. El miedo es sobrevalorado y muchas veces inexistente, pero el amor es duradero, inexplicable, intangible, poco definido y sublime.
Le coloqué la página doblada sobre la palma de su mano.
— ¿Y eso lo dice…? — miró con detenimiento el pedazo de papel que traía inscrita las mismas palabras que le había dicho anteriormente.
— Yo. — me encogí de hombros. — Desde que entré a la universidad me he tomado el tiempo de escribir para mí mismo, mis ideas, mis frases, mis explicaciones y unas que otras frases de grandes autores que mantengan a flote mi inutil existencia. — sonreí. — ¿No querías averiguar lo que contiene esta libreta?
Asintió.
— La literatura te enseña mucho, Anna. Aunque, cada receptor es tan diferente que no capta el mensaje con la misma perspectiva y es eso a lo que se le llama comprensión lectora. — la mire. — considérate afortunada, porque eres la primera persona que me ha hecho romper una de mis valiosas páginas. — la señalé con mi libreta.
— La primera de muchas espero.
— Eso dependerá de ti.
— ¿Qué tan inteligente te crees con todo esto? — levantó el papel inspeccionando con cautela.
— Lo suficiente como para asegurarte que tu y yo no somos amigos, o así como van las cosas creo que nunca lo seremos — le dí la espalda mientras levantaba las comisuras de mis labios. — Linda noche y cuidado con los lobos, he escuchado que se llevan a ciertas pelirrojas amargadas.
La escuché gruñir, mientras regresaba a la casa para dormir un poco. El ambiente del lago era tan perfecto que no evite girarme para mirar a Anna por última vez, esbocé media sonrisa cuándo note que seguían sus ojos clavados en la página que le había dado.
— Descansa. — susurré para mi mismo, tomando el pomo de la puerta.
×
Abrí mis ojos lentamente al escuchar por vigésima vez el timbre de mi celular. Juro que sí es Jack, Elsa tendrá que quedarse soltera demasiado rápido como para poder asumirlo.
Había pasado la noche dando vueltas por la cama, había seguido sin conciliar el sueño y eso sinceramente me ponía de un humor tan malo, que me hacía querer abrir la ventana, — que estaba a mi derecha. — y saltar sin juicio alguno, pero, viendo la caída y la altura, se me pasaban las ganas considerablemente.
Vaya bajón de adrenalina.
Bajé las escaleras de la casa mientras me frotaba los ojos con mis manos. No escuchaba ningún ruido, ninguna parloteria, ni a Kriss cantando como princesa en la mañana, y eso ya era raro, a lo que empezaba a percibirse como aterrador, muy aterrador.
¿Scream eres tú?
— ¿Tortitas? — escuché una voz masculina mientras pasaba por la cocina en busca de un vaso de agua.
Gire mi cuerpo en su dirección y si que esperaba a Scream en lugar suyo.
— Depende, ¿Con veneno o sin veneno? — alcé una ceja. — Porque si es así te advierto que soy intolerante a todo tipo de químico ácido.
— Eres intolerante a todo, muchacho. — levantó la comisura de sus labios mientras volteaba una tortita sobre la sartén. — Sabes que ya he olvidado lo de golf, Hiccup. Solo quiero ser amable contigo.
— Definamos amabilidad.
— Tregua entre dos grandes hombres que han dejado el pasado muy atrás.
— Si, no creo que esa definición la hayan certificado. — entrecerré mis ojos en su dirección. El viejo ese hasta parecía buen sujeto dentro de la cocina, si estuviera Margaret aquí seguramente no habría usado la estufa.
— Como siempre un placer verte la cara de amargado, Hiccup. — sonrió, y qué sonrisa tan poco confiable.
— Te diría lo mismo, pero estaría mintiendo.
— ¿Siempre a la defensiva?
— Escucha, Agnar. — suspiré mientras sujetaba la mesa del comedor con ambos brazos. — Lo cierto es que, no he dormido nada anoche, he querido aventarme de la ventana por culpa de Jack, tengo hambre y encuentro la casa más sola que un cementerio donde pasean almas malignas.
— Pero si aquí estoy yo. — frunció el ceño, confundido.
— Pues por eso. — enfatice. — Solo no trates de ser amable, porque tus amenazas y tus tan apetecibles panqueques no creo que sean precisamente muestras de tu amistad.
— Puede que tengas razón. — vertió más de la mezcla sobre el sartén.
Pase una mano sobre mi cabello alborotado, y me senté en una de las sillas del comedor.
— Bien, ya que hemos aclarado ciertos aspectos, ¿Podrías decirme dónde carajo están todos y por qué estás tú aquí? — miré a mi alrededor, hasta el trasto con frutas parecía estar más en ambiente que esta casa.
— Uno, ten cuidado con lo que dices jovencito. — me señaló con su espátula a lo que entrecerré los ojos. — y dos, todos están afuera en el patio, me sorprende que no estuvieras ahí cuando llegué esta mañana temprano. Casi siempre eres tú al que me encuentro cuando vengo de visita.
— ¿En el patio? ¿Y eso qué significa? — Agnar levantó ligeramente los hombros. — Nadie me dijo nada acerca de una reunión en el jardín, ¿Haremos barbacoa y no me han informado?
Agnar puso todas las tortitas sobre un plato con fruta, me miró y se llevó una fresa a la boca.
— Buenos días, Hiccup. — salió de la cocina con sus tortitas recién hechas y con un delicioso sirope.
Maldita hombre, hasta su comida veo apetecible.
Me recosté sobre mi asiento repiqueteando la mesa con mis dedos. Anna no me dijo nada anoche sobre alguna extraña celebración para este día, aunque haciendo memoria, ni hablamos mucho de cosas concretamente importantes, el recuerdo me hace sonreír como un tonto y no evito soltar una pequeña risa.
— Pues que mala educación no avisar. — dije para mi mismo tomando una manzana del frutero.
Salí de la casa en mi pijama y con la cara de sueño. Sin embargo, no recordaba que el patio estuviera tan decorado, ni la piscina y mucho menos el puerto a la orilla del lago; eso me hizo poner una mueca mientras le daba una mordida a la manzana.
— Joder, Hiccup. — sentí una mano sobre mi hombro. — Ya era hora que te levantarás, he entrado a tu habitación temprano y me has aventado una almohada en la cara.
— Pues agradece eso, porque tenía más cerca mi zapato. — lo mire. — ¿Qué es todo esto?
Señalé los globos, serpentinas y obsequios que yacían sobre una mesa cerca de la piscina. Un paso más y se echaban a perder.
— ¿No has visto mis mensajes? — preguntó con el ceño fruncido. No sabía qué responder, pero como siempre pareció notarlo. — No los has visto, genial.
— Mi cerebro no funciona sin café. — enfatice. — Son como 10 años de amistad y sigues sin entenderlo.
Le dí otra mordida a la manzana.
— Hiccup, hoy es el cumpleaños de Timmy. El hermano menor de Anna.
— ¿Su cumpleaños? — él asintió. — ¿Por qué nadie me ha dicho nada? Siempre soy el último en enterarme de todo.
— Mira que lo he intentando, hasta Anna fue avisarte esta mañana, pero, tienes el sueño más pesado que las pesas que levanto en el gym.
— Jack, tú no vas al gym.
— Adelante, Hiccup. Quítale lo divertido a la vida. — ironizó alzando una de las cejas. — Mejor sube a vestirte, dudo que esos pantalones cuadriculados con camisa blanca te sirvan de mucho. — golpeó mi hombro. — te he dejado algo decente sobre tu cama, espero y te guste el azul.
Guiñó uno de sus ojos, a lo que sonreí agradecido. Jack puede ser un tonto, patético, entrometido y poco inteligente; pero tiene un buen corazón. Muy en el fondo.
— ¿Qué harías sin mí?
— Lo mismo, dudo que algo cambie sinceramente. — Camine de regreso a la casa, pero me detuve en el marco de la puerta — Pero, no voy a negar que te debo una, Jack.
— ¿Cerveza en el bar de siempre cuando estemos de nuevo en Nueva York?
— Eso no se pregunta.
— Contigo no se sabe, siempre he creido que el inteligente de esta relación soy yo.
Negué con la cabeza mientras subía las escaleras rumbo a mi habitación, vi a Agnar y a toda su familia reunida en la sala, incluyendo a Tadashi y a sus padres. Trate de no hacer ruido, pero el hombre de rubia cabellera solo se limitó a mirarme mientras subía al segundo piso.
Cerré la puerta conmigo adentro de mi habitación, y como Jack había dicho, tenía sobre la cama una camisa azul oscura con unos shorts deportivos negros. ¿Cómo no había empacado nada?, cierto, soy un hombre de pocas cosas.
Me estaba poniendo la camiseta por los brazos, cuando noté un pedazo de papel sobre el tocador de mi habitación. No hacía falta adivinar quién era.
— Pecosa entrometida. — suspiré pasándome los dedos sobre mi cabello, lo que me recordó que necesitaba un corte de inmediato. — ¿Ahora te crees escritora, eh?
Desdoblé el papel.
"Tienes dos lecciones en la vida, Hiccup: Dejar de molestar o morir"
— Poética como siempre. — mordí mi labio inferior guardando el papel en mi bolsillo. — pero nah, no lo suficiente.
Volví a bajar a la sala de estar mientras me ponía un par de lentes oscuros, no importa la poca visibilidad que tenga, aquí se respeta el flow amigos míos.
— ¿Esa no es la camisa de Jack? — Mérida clavó sus ojos sobre mi.
— Si, genial. Yo también he dormido bien. — le sonreí.
— Cool. — alzó una de sus pelirrojas cejas. — Sinceramente me da igual de quién sea la camiseta, aunque te queda mejor a ti. — me inspecciono con cautela. — Al menos tú no pareces pitufo con tanto azul en el cuerpo.
— ¿Pitufo, qué pitufo? — Elsa se acercó alegremente. — ¿Esa no es la camisa que le compré a Jack para su cumpleaños?
— La verdad que he perdido la cuenta de los obsequios que le das al tipejo ese. — acomode los lentes por encima de mi cabeza. — Pero, si. Es su camisa.
Me abrí paso entre ambas chicas para salir por la puerta trasera que llevaba al tan decorado jardín. Estaba Agnar y su esposa entablando conversación con Leonel y Samantha, Timmy daba vueltas alrededor de la piscina con una enorme arma acuática, hasta Hans estaba del otro lado con la misma chica con la que lo había visto en la fiesta de compromiso, aunque se veía algo tenso, su mandíbula estrecha lo hacía denotar bastante.
— ¿Mejor?
Asentí, Jack pasó por mi lado en dirección al puerto donde se encontraban los demás chicos, al parecer estaban hipnotizados con unas motos acuáticas amarradas a la orilla.
— ¿Genial, no? — Tadashi se detuvo frente a mí con una charola de bocadillos.— ¿Quieres uno?
— ¿No ha venido Frederick a hacerte compañía? — agarré un bocadillo de la charola.
— Nah. — Dejo la charola en una mesa al lado nuestro. — le he dado estos días libres, a veces me pregunto qué lo detiene para no renunciar.
— Tú. — se hizo presente una voz ya conocida por todos. — Te cuida desde los diez años Tad.
— Es eso o está enamorado de Margaret. — me encogí de hombros. — No te ofendas amigo, pero tú entre la mujer que amas…No hay de dónde elegir precisamente.
Anna entrecerró los ojos en mi dirección, yo esbocé media sonrisa de boca cerrada mientras me ponía los lentes nuevamente.
— Puede que así sea. — me miró el pelinegro alegremente.
— O puede que no.
Anna le dió un pequeño beso en la mejilla a Tadashi para irse con las chicas que rodeaban al pobre Timmy en la mesa de regalos. Anna juega muy sucio, pero yo lo hago todavía peor.
— ¿Quieres que te ayude en algo? — le pregunté al notar como volvía a sujetar la charola.
— No, estoy bien. — sonrió. — Aunque puedes decirle a Anna que suba por el obsequio de Timmy a la habitación, lo he guardado en el armario.
Me dejó con el muy importante recado, y nunca había estado más que satisfecho.
Camine por medio del patio para llegar a Anna, ella usando vestidos veraniegos como ya era costumbre, no pude evitar sonreír mientras me acercaba a ella.
— Quita tu sonrisa. — gruñó.
— De acuerdo.
— ¿Qué quieres? — me dió la espalda para ordenar unas cosas.
— ¿Por qué piensas eso?
— Porque eres así de predecible. — enfatizó.
Eso de ocupar esa palabra ya era algo familiar.
— Eso me dolió. — me lleve una mano al pecho. — solo venía a decirte que tu novio dice que subas a la habitación y vayas por el regalo de tu hermanito.
— Es cierto. — se giró hacia mí dándome un montón de serpentinas. — cinco en cada árbol, que cuelguen y se vean presentables.
¿Qué?
— ¿Disculpa? — alcé una de mis cejas mientras levantaba todo el desorden que yacía ahora sobre mis brazos.
— Capaz de escribir cosas pero no para poner serpentinas en los árboles.
— Soy capaz de otras cosas.
Anna rodó los ojos dispuesta a regresar al interior de la casa, pero la sujeté de la muñeca asegurandome que los demás estuvieran lo suficientemente ocupados para no notarlo.
— Prefiero morir. — siseé relamiéndome los labios.
— ¿Morir? — preguntó confusa.
— No pienso dejar de molestarte pelirroja amargada. — la solté de mi agarre. — Primero muerto.
Anna se tomó unos segundos para entender lo que le decía, aunque pareció acordarse cuando le sujeté el brazo y le puse el papel que ella me había dado en la palma de su mano. Le dediqué una sonrisa de boca cerrada y busqué el primer árbol disponible para colocar la ostentosa serpentina.
Un pino, otro pino, otro pino más y la serpentina aún no se acaba. La fiesta del pequeño Timmy parecía toda una celebración, yo ni recuerdo la última vez en que celebré el mio.
Pase unos de mis brazos secando el sudor de mi frente y note que los chicos estaban atormentando significativamente a Cassie, quien se encontraba con ellos a orillas del lago.
— …por eso eres como eres. — le miró. — un aburrido, y además un completo pitufo.
— ¿Pitufo? — pregunté con una leve sonrisa. Sonrisa que se evaporó cuando los ojos de Jack se clavaron como dagas en mi.
— Lo he escuchado por ahí. — soltó con obviedad Cassie mientras se sentaba sobre la moto acuática.
— Por Dios, a mi no me quitas el sueño con eso, Cassie. — se cruzó de brazos mientras la miraba fijamente. — Solo, no quiero lidiar con un cadáver flotando en medio del lago.
— Tranquilo no lidiarás con ello. — sonrió. — porque quizás el cadáver que flote sea el tuyo.
Jack se pasó la mano por el rostro totalmente exasperado. Los demás trataban de no reírse de la situación.
— La moto acuática es menos peligrosa que la verdadera. — agregó Eugene. — Si te caes, al menos lo haces en agua. Mueres si no sabes nadar.
— Vaya dato perturbador. — Kriss rodó los ojos mientras tomaba zumo de naranja.
¡Hemos dejado la limonada atrás!
— ¿Y esas motos? ¿La han rentado? — señalé trás mío a la familia de Anna quién brindaba alegremente con una botella de Champán.
— Te sorprendería lo que hace Agnar con su dinero. — comentó Cassie. — Aunque esto de la motos, ha sido idea del pequeño.
— ¿Timmy? ¿Por qué lo haría?
Pregunté confundido y un poco desorientado noté que todos volteaban detrás mío. Venían en nuestra dirección Agnar y Leonel con el pequeño Timmy de la mano, — quién sonreía de una manera bastante maliciosa. —, ambos se detuvieron frente nuestro.
— ¿Lindas no? — preguntó Leonel señalando una de las motos. Todos asentimos como cobardes sumisos. — Son de último modelo, me sorprende que hayan aceptado a rentarlas tan a la carrera.
— El dinero hace maravillas. — sonrió Agnar a la par. — la gente hace tonterías por obtener un poco de eso.
<<El burro hablando de orejas>>
— ¿Ya les han dicho? He tenido que ir en busca de un short para el agua. — llegó un muy emocionado Tadashi con un salvavidas en su torso.
¿Pero qué…?
— Aún no hijo. — lo miró Leonel. — Estaba a punto de hacerlo, pero me parece más apropiado que lo haga el hombre que ha inventado tan divertida atracción.
Agnar sonrió y miró a todos con amabilidad, bajo su vista al pequeño Timmy que estaba más emocionado que nunca en su vida.
— Hay niños que les gustan las carreras de autos, los videojuegos o las carreras de caballos. — miró a su hijo con orgullo. — Pero, a Timmy le fascinan las competencias de motos acuáticas.
Todos quedaron en completo silencio, hasta las chicas que habían estado con Anna en unas sillas blancas se habían reunido alrededor nuestro.
— Esto es sencillo. — explicó. — Son seis motos acuáticas para seis competidores. Los que quieran apostar por parte del público visualizador, pasar sus aportaciones a mi esposa, quién asegurará sus esperanzas por el competidor a quien deseen apoyar…
— Esto parece los juegos del hambre, una versión retorcida y moderna. — me susurró Jack al oído a lo que asentí como un idiota.
— Son tres vueltas al perímetro del lago. — prosiguió. — Y tal como el ajedrez, cada apostador elegirá al participante como su avatar. Si ganas, pues te quedas con el dinero que hayan apostado por ti y si pierdes…— miró a su hijo para que continuara.
— Se llevarán la deshonra de haber perdido una carrera demasiado infantil, porque ha sido organizada por un niño de 12 años. — se señaló a sí mismo.
— Tengo una pregunta. — levantó la mano Kriss viendo de reojo a los otros. — han comparado la conmovedora carrera con un juego de ajedrez, ¿no? ¿Qué significa eso?
Timmy lo miró esbozando una sonrisa de oreja a oreja.
— Porque los que mandan son los apostadores. — mostró en su mano un par de audífonos inalámbricos.
×
— Esto me da mal rollo. — me quejé poniéndome el salvavidas por el torso. — ¿Y sin camisa? Es una broma.
Miré a mi alrededor, desde que habían elegido a los competidores habíamos entrado al agua. Agnar eligió a Tadashi, cómo es que no me sorprende; Leonel escogió a Jack, quien accedió haciendo un puchero; Hans entró a la competición a causa de Iduna, Eugene entró a la carrera por qué Punzie es una buena apostadora, — dicen que sus viajes a las Vegas son épicos. —, Kriss fue elegido por Mérida, diciendo que perder nunca había estado en sus planes y que esta no sería la excepción. Por último estaba yo, que fuí seleccionado por el monarca de la celebración.
— Hiccup, ¿Me escuchas? — sonó por medio de los audífonos. — aquí estoy, por las butacas improvisadas.
Busque con la vista al pequeño quien estaba sentado entre los demás apostadores.
— Se que lo he preguntado bastante…— hice una mueca al sentir el sol quedándome la espalda. — Pero, ¿Por qué me elegiste a mí?, ¿No tienes un cuñado?
El niño río por medio de los audífonos, casi imaginé su sonrisa burlona.
— Te he visto conducir una motocicleta Hiccup. Me acuerdo cuando venías a casa por la noche y te ibas, cuál rápido y furioso cuando papá te sorprendía con Anna…
— Valiosos recuerdos.
— Además, están veinte mil dólares en juego.
Abrí los ojos como dos platos enormes, ¿Había dicho veinte mil?
— Tú silencio suena a sorpresa. — bufó. — no es la primera vez que apuesto, no soy tan estúpido.
— Entiendo, pequeño mafioso. — sonreí de lado mientras encendía el motor de la motocicleta. — Solo refrescame la memoria, ¿Quieres?
— Vale. — suspiró. — tienes que hacer todo lo que te diga, si te ordeno ir a la derecha lo haces, si te digo que gires a la izquierda lo haces, si te pido que ladres como perro…
— Lo hago, vale lo he pillado.
— Cada apostador tiene un dron que le permite visualizar el campo de juego desde el cielo. — advirtió. — Si hay un obstáculo en el agua, te lo haré saber. Tranquilo.
— ¿Cuál fue su presupuesto para esto?
— Lo que no ganarías ni en 10 años de trabajo.
— ¡Los competidores deben acercarse a la salida de arranque! — anunció Anna por un megáfono a la orilla del lago. Con esas gafas que tenía hasta parecía intimidante.
— Suerte, aunque no lo necesitas muchachon. — hizo resonar la última palabra con gracia.
— Timmy…
— ¿Te han dicho amargado alguna vez?
— Si alguien lo ha hecho no ha vivido para contarlo. — sonreí al decirlo, mientras me colocaba en la salida de arranque.
No pude evitar mirar de reojo a Jack que tenía un semblante preocupado.
— Espero que mi cadáver no flote este día por el lago. — comentó acelerando el motor para calentarlo un poco. Negué con la cabeza varias veces al pensar que estábamos jugando un juego de un niño de 12 años.
Vaya dicha.
— Les desearía suerte, pero voy a patearlos a todos. — Anunció Tadashi mientras ajustaba el salvavidas a su torso.
— Que ego tan grande. — le mire. — Pero el mío es peor.
Posicioné ambas manos sobre el maneral dándole una pequeña aceleración.
— Son tres vueltas al lago amigos míos. — Anna hablaba por el megáfono. — El primero que llegue a la meta gana la jugosa cantidad recolectada por los apostadores. Suerte a todos.
Dejó el megáfono por un lado y tomó con ambas manos una bandera roja que ondeó tres veces.
— ¡En sus marcas, listos y fuera!
Los motores sonaron abruptamente, haciendo que miles de gotas de agua salieran disparadas al poco público que tenía la novedosa carrera privada.
Tadashi iba encabezando la fila, después iba yo y el resto. Desde que he llegado, no he hecho nada bien, pareciera que Londres acabará con mis tan imprescindibles talentos, pero esta vez no, no será así y menos si yo lo permito.
— Hiccup. — volvió a sonar la voz que empezaba a creer estaba dentro mi cabeza. — Te están pateando el trasero de adulto que tienes.
— Nadie lo hace sin mi consentimiento. — bufé dándole un leve tirón al acelerador.
Pasaba a ser el primero en la fila.
— Muy bien,sigue así. — mencionó. — Hiccup, tres en punto a tu izquierda.
Giré la cabeza levemente viendo como Jackson trataba de rebasarme.
Terrible error.
— O aceleras o te mato.
— No tienes por qué ser tan grosero jovencito. — esbocé media sonrisa recuperando el primer lugar, giré levemente mi cabeza para notar a un Jack frustrado por dejarlo en tercer lugar en la fila.
Ya había dado la primera vuelta, solo me faltaban dos.
— Esto es genial, podría comprarme una de estas.
— ¿Para dar una vuelta en el mar congelado de Nueva York? — cinismo, este chico habla como si tuviera cincuenta años. — concentrate, estás a punto de llegar a completar tu segunda vuelta.
Segunda vuelta, completada.
— No me equivoqué en elegirte. — siseó Timmy con entusiasmo. Por el audífono se escuchaban gruñidos, quizás de los demás apostadores.
— Tu error hubiera sido no elegirme. — sonreí con la mirada sobre la superficie cristalina.
— ¡HICCUP, ACELERA!
En el momento en el que escuché gritar a Timmy en mi tímpano, sentí la presencia de otra motocicleta a la par mía.
Tadashi.
— AGNAR TE ENVÍA SALUDOS. — gritó al lado mio. Carraspeó la garganta, establecer una conversación así, te puede dejar bastante afónico.
— ¿LISTO PARA VER MI TRASERO AL LLEGAR A LA META, HAMADA?
— ¿Y TÚ, PARA VER EL MIO? — se inclinó más a su maneral acelerando consigo.
— HICCUP, ACELERAAAAAAA. — gritó totalmente eufórico el chico del cumpleaños, gruñí como respuesta posicionándome al lado de Tadashi.
Era la última vuelta, no iba a dejarme vencer tan fácilmente. Por un momento era él el primero, en otros momentos era yo y así seguíamos de manera consecuente, logré visualizar la última curva para dar por finalizada la carrera, entrecerré los ojos fijamente en el camino, había un pequeño gran obstáculo.
— Eh, Hiccup…
— Puedo hacerlo. — siseé viendo el conjunto de algas que habían salido a flote. — He visto un programa de juegos extremos.
— Pues que pasada de programa. — bufó. — No me importa que perdamos, frena un poco y rodea. Prefiero tenerte vivo que un puñado de dinero.
— Pues estaré vivo y tendremos un puñado de dinero.
Levanté las comisuras de mis labios, acelerando un poco más; cuando estuve quizás a unos trescientos metros del obstáculo, frené con precaución, haciendo que la moto acuática se levantará y saltará encima de las algas.
Sonreí al haberlo hecho, nunca me había sentido tan vivo.
— ESTAS LOCOOOO. — escuché gritar al pequeño emocionado.
Retomé la aceleración y con la ayuda que me había dado el haberme impulsado, logré finalizar la carrera en primer lugar.
— Siempre te apoyé, estadounidense idiota. — vi aplaudir a Cassie quién estaba sentada en el puerto de la casa.
— Hiccup Haddock ha ganado la carrera. — avisó Anna. — El apostador Timmy Smith suma otra victoria en su lista de privilegiados.
Bajé de la motocicleta y caminé directamente a las tribunas improvisadas, — que eran sillas blancas veraniegas. —. Todos me felicitaron, pero quería oírlo del apostador que me había conducido a la victoria.
— Timmy.
— Hiccup.
Ambos nos miramos como dos hombres de negocios obstinados.
— Ven aquí mocoso dictador. — lo abracé fuertemente. De la familia de Anna, el chico era quién me caía mejor que nadie. — Feliz cumpleaños, campeón.
— Felicidades por no morir ahogado ahí dentro. — señaló con su cabeza el lago, de dónde salían los demás chicos que recién llegaban a la orilla.
— Te doy el dinero recaudado. — me sonrió. — Las reglas son reglas, y yo soy un hombre justo y de negocios.
Negué con la cabeza.
— Quedatelo. — me quité el salvavidas del torso. — Es tu cumpleaños y no me llevaré el protagonismo en tu día.
— ¿Osea que me lo pedirás después?
— Puede ser. — sonreí levemente. — así que no lo mal inviertas.
— Eres el mejor.
Me abrazó una última vez y se fue junto a su madre con todo el dinero de las apuestas. Dios, habían creado a un monstruo apostador.
— Lo has hecho bien. — me giré al escuchar a Agnar. — Nada mal para un chico neoyorquino.
Sonrió y se dirigió junto a su hijo y su esposa.
— Este chico neoyorquino es capaz de mucho. — sonreí al ver a todos completamente felices. — Pero, el mundo no está preparado para tanto.
Y ahí, por primera vez en mucho tiempo, volvía a sentirme vivo.
Porque todo sucede por una razón, y yo la estaba empezando a encontrar.
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