16|Capítulo

➼|D I E C I S É I S
Viaje a la casa
de lago

¡Hurra!

No pensé, no reflexioné y mucho menos no medí las consecuencias de mis acciones. Creo que bien podría ser un ejemplo de ese tipo de personas que no piensan con la cabeza y se dejan llevar por sus impulsos.

¿Y cómo creen que terminaron?

No muy bien, me temo.

— No me jodas. —me miró. — ¿Estás hablando en serio?

Bueno, ese es Jack, sus reacciones son únicas e inigualables.

— Si no hablara en serio, no te lo estaría contando en primer lugar. — me relamí los labios mientras sacudía mi cabello con desesperación.

— ¿y…al menos besa bien?

— No me preguntes eso.

— ¿Y por qué no? — se encogió de hombros. — Solo me da curiosidad que al fin te hayas dignado a besar a alguien después de seis años. ¿Qué pretendías probar con eso? ¿Ser un cura inmaculado?

— Solo lo hice y sinceramente no entiendo por qué.

— Es un sí, entonces. — esbozó media sonrisa.

— ¿Un sí? ¿Un sí de qué? — lo miré con el ceño levemente fruncido. — ¿Podrías ser al menos específico?

— Si no la detuviste, solo podría significar una cosa, es como cultura general. — se acomodó más sobre el sofá.

Jack y yo estábamos en la sala de estar. Al parecer desde que llegué anoche sosteniendo un peluche de dudosa reputación, he sido el centro de atención. Hoy en la mañana casi me he caído de culo al notar a Jack a la par mía sobre mi cama, según sus argumentos, — que a mi parecer fueron excusas. — se moría de curiosidad por saber lo que había pasado.

— ¿Y qué es lo que significa exactamente?

— ¿Te sientes atraído por ella?

Negué con la cabeza. ¿Sentirme atraído por Cassie?, no, no lo creo. Más bien considero que me había dado el lujo de actuar de acuerdo a mis instintos, que por obvias razones, no son las más sensatas que digamos.

— Bueno, considerando que Cassie no es la chica más comunicativa…— suspiró con una de sus manos sobre la nuca. — tómalo como algo que sencillamente no pasó. Si ella no menciona nada de…bueno, eso. No tienes por qué hacerlo tú también.

— Tengo 26 años, no 16.

— Pues, deja de pensar como alguien que tiene 16, ¿Has oído la expresión de “deja de pensar con la varita”?

— ¿Varita?, Yo no, yo no pienso como…ah. — me detuve en seco mientras cerraba mis ojos. — Ayer cuando entré a la sala, noté que todos me miraban como si no me hubieran visto en años, me sentí tan estupido.

— En su defensa, venías con Cassie del brazo, cargando un enorme peluche casi del tamaño de Kriss y hablando francés. ¿Quién demonios entra así?

— Si, y Anna me miró como si eso fuera lo más raro del mundo. ¿Ella puede casarse, pero yo no puedo siquiera salir?, aunque bueno no debo enojarme de algo que evidentemente no existe.

Mierda lo dije.

— Y yo que empezaba a creer que Anna no te importaba. — suspiró con una reluciente sonrisa. A veces odio lo mucho que me conoce.

— Y no me importa. — recalqué. — es solo que… no quiero que cambie nada, es todo.

— Ella se va a casar. ¿Me puedes explicar cómo demonios cambiaría eso por un beso? Un beso que ni siquiera se lo has dado a ella, sino que a Cassie.

Y ese es el maldito problema, la quiero besar a ella, y me odio por no hacerlo. Jack me miró con detenimiento. Esta vez sus palabras eran rudas, no había ni una gota de burla en el timbre de su voz.

— Escucha, nada va a cambiar, al menos que tú decidas hacerlo y como obviamente no lo harás y te ves tan desesperado que empiezas a asustarme, solo te diré una cosa.

— ¿Y cuál es?

— Hiccup, no hiciste mal en besarla, en serio. — sonrió. —  y entiendo que lo te preocupa es que ella se confunda contigo porque tú no compartes el mismo sentimiento, aunque claro…como amigo debo decirte que no debes abstenerte a ser feliz con otra persona, solo porque no es “esa persona”

Entre abrí mi boca para decir algo, pero no salió nada, Jack lo notó y prosiguió a hablar.

— Conmigo no debes mentir pedazo de idiota. — me sonrió mientras se dejaba deslizar sobre el sofá a mi lado.  — y yo no debo hacerlo contigo, y por eso me siento con la libertad de decirte que no te sigas enfrascando con alguien que evidentemente ya no está en tu radar amoroso.

— ¿Y por eso debo intentarlo con Cassie? — alcé una de mis cejas ante su comentario.

— No, y sé que no lo harás. — palmeó mi espalda con suavidad. Estaba tan vulnerable, tan perceptible a mis sentimientos, que me hacía sentir estúpidamente predecible. — A veces creo que eres demasiado para este mundo, Hiccup. Y por eso debes buscar la felicidad, porque no siempre te busca directamente a ti.

Ambos nos levantamos del sofá al escuchar unos pasos al otro lado del pasillo, volteé a ver a Jack quién me miraba con una expresión de «No se lo contaré a nadie, tranquilo», lo cual me tranquilizó un poco.

Pero la calma y la serenidad se fueron a la basura, otra vez.

— Los estaba buscando. — entró Anna con ambas manos al costado de su cintura. Jack y yo levantamos la mano en señal de saludo a lo que ella entrecerró los ojos con una facilidad impresionante. — Ya será hora de salir, no lo olviden.

— Perdón, ¿Olvidar qué? — pregunté no entendiendo un carajo.

— ¿No se lo has dicho? — Anna miró a Jack con una de sus cejas levantadas. — Jack, te dije que le avisarás. Elsa tiene razón contigo, ¿Cómo es que no te despiden?

— Te sorprendería la capacidad que tengo en mi trabajo. — bufó Jack mientras Anna seguía de pie con sus brazos cruzados sobre el pecho. — Además, se me ha pasado, lo siento. No es que fuera el fin del mundo.

— ¿Alguien puede decirme de qué estamos hablando? — interrumpí captando la atención de los dos. — ¿Hora de salida? ¿Para qué?

— 11:30 am, Casa del lago. — se limitó a contestar Anna sin dirigirme la mirada mientras nos dejaba nuevamente solos en la inmensa habitación. ¿Solo iba a decirme eso?

— Vaya, amanecimos enfadadas... — se burló mientras me golpeaba el hombro. — Ten cuidado.

— ¿Enfadada, por qué será?

Salimos de la sala y nos dirigimos a las habitaciones. Yo como siempre, sin saber qué demonios ocupar en ese tipo de salidas, me limité a guardar un par de camisetas, unos shorts, un par de zapatos y unas sandalias dentro de una triste mochila.

Si, lo sé. El sentido de la moda evidentemente no es mi fuerte.

Me metí a la ducha para darme un baño rápido como para no parecer un vagabundo abandonado en el centro de la ciudad, y salí con una toalla alrededor de mi cintura. 
— Debes estar bromeando. — murmuré al mirarme en el espejo, apoyándome con los brazos a los extremos del mueble.

Tenía los ojos levemente oscurecidos en la parte inferior, pareciera que no había dormido en días. Mi cabello, — ahora mojado. — me llegaba al puente de la nariz, no me lo había cortado en semanas, estoy seguro que se podía trenzar y peinar como toda una barbie.

Al echarle otro vistazo al espejo, escuché que golpeaban la puerta, traté de vestirme lo más rápido posible, solo me faltaba la camiseta y ya estaba listo, pero, las había guardado todas en la triste mochila que yacía en soledad sobre mi cama.

«Oh mochila, quisiera tu cordura para no hundirme en las garras de la vida solitaria.»

— Ahora no, por favor. — bufé mientras me acercaba a mi cama para abrir la estúpida mochila de una vez por todas.

Pero, los golpes no cesaron.

— Ya voy, dame un segundo. — grité al tratar de abrirla. Creo que el cierre ya no funcionaba.

— Solo soy yo, quiero avisarte…— entró a mi habitación y se volteó repentinamente al notar que estaba sin camisa. No pude evitar sonreír, daba ternura. — Hiccup, me hubieras dicho que te estabas vistiendo, no hubiera entrado así por así.

— Pues…— traté de arreglar el maldito cierre que evidentemente no aportaba colaboración alguna.— de todas formas hubieras entrado.

— ¿Tienes problemas? ¿Quieres que te ayude?

Ahora sí quería hablar. Vaya ironía esa.

— No, estoy bien. — deje de ver la maldita mochila para concentrarme en ella.

Anna vestía un vestido de verano color blanco, con su cabello hecho moño en la parte superior de su cabeza, con unos cuantos mechones que decoraban su rostro y hacían textura con sus pecas. No sé cuanto tiempo me tomó verla hasta que escuche que carraspeó la garganta.

— Bueno, solo venía a avisarte que salimos en 10 minutos. — sentí su mirada sobre mi torso desnudo, lo que me hizo esbozar media sonrisa.

— ¿Algo bueno que ver? — relamí mis labios al enunciar cada palabra.

— ¿Qué? ¿Cómo? — noté que se tensaba de inmediato, mientras que yo finalmente lograba abrir la mochila para buscar la maldita camiseta.

— Qué si hay algo bueno que ver. Ya sabes en el lago. — suspiré mientras me mordía el labio inferior. — Estoy evaluando las posibilidades de ir o no ir, y no son muy favorables.

— Pues es un lago…— la escuché suspirar mientras daba vueltas por la habitación. — Ya sabes, una casa, una piscina, aire fresco, y una muy linda…— paró en seco para verme con atención. — ¿Qué soy, tu reportera turística?

— Si quieres el puesto, te lo doy. — murmuré mientras levantaba ambos brazos para ponerme la camiseta. — Pero, voy a necesitar de tus guías privadas cuando lleguemos al lugar.

Bien, demasiado directo. ¿Qué estoy haciendo?

— Puedes pedírselo a Cassie. — señaló lo obvio. — Dudo que te diga no.

— ¿A Cassie? — mordí el interior de mi mejilla. — ¿Por qué se lo pediría a ella?

— No lo sé. — se encogió de hombros mientras me miraba tomar otra camiseta de la mochila. — Hasta puedes pedirle consejos de vestimenta.

Me reí al escucharla. No sé por qué, pero me sentía con ganas de molestarla un poco, quizás Jack tenía razón, quizás Anna no sentía nada por mi; pero, todo eso se encerraba en un tal vez, porque, la forma en la que me mira, en la que se tensa cuando estamos solos, en la comodidad que tiene de hablar conmigo y la facilidad que tengo para hacerla sonrojar, no se resume en una simple amistad y sé que no soy solamente un amigo.

Sé que dije que me alejaría, pero, ¿No fue él, el quién me dijo que buscara la felicidad?

Pues esto me hace feliz.

— Puedes ayudarme tú. — comenté para sacarme la camiseta por los brazos. — creo que el amarillo no me favorece, ¿Quizás negro? ¿Qué opinas? La opinión de una amiga es muy importante.

Sentí la mirada de Anna recaer nuevamente en mi, y por un segundo me di el lujo de verle los labios, tan suaves, tan limpios, tan perfectos. ¿Seguirán teniendo el mismo sabor a dulce después de tanto tiempo?

— Eres un tonto. — la escuche bufar mientras caminaba hacia la puerta. Me apresure a cerrarla antes que ella pusiera un pie fuera de la habitación.

— ¿No estás enfadada? — le pregunté seriamente, mientras recostaba todo el peso de mi cuerpo en mi brazo apoyado a la puerta.

Anna miró a todas las direcciones posibles, evitando mis ojos. «¿Te pongo nerviosa Anna?»

— Yo no estoy enfadada.

— Bien. — deje la puerta nuevamente abierta. —  Te veo abajo. No tardaré..

Le dije para ponerme esta vez la camiseta negra que había agarrado recién. Escuché los pasos de ella a lo largo del pasillo y decidí salir de mi habitación con la mochila enganchada a mis brazos.

Esto será divertido.


Anna Smith.

Salí de la maldita habitación del estupido ese. Sentía que las piernas me empezaban a temblar, y tenía mucho calor, espero que sea efecto del ardiente verano. Cruce unos cuantos pasillos antes de salir de la inmensa mansión por completo.

— Aquí estás. — me abrazó. — ¿Les ha dicho al ojete de allá arriba? — preguntó Tadashi mientras le daba órdenes a unos sujetos de cargar las camionetas.

— Si, ha dicho que no tarda mucho.

— Pues ojalá. — se burló mientras me observaba por un instante. — ¿Estás bien? Te noto
algo nerviosa.

¿Nerviosa?, confundida más bien.
Dime que no he dicho eso en voz alta.

— Estoy bien, tranquilo. — lo sujeté del rostro acariciando con las llemas de mis dedos cada facción suya. — es solo el calor, me da dolor de cabeza, es todo.

Tadashi me miró y presionó sus labios sobre mi frente, me indicó con una mirada que iría por unas cosas para la casa del lago. Pasaron los minutos y ya nos encontrábamos todos dentro de las camionetas.

En el camino no pude evitar mirar hacia el asiento del copiloto, — dónde iba Hiccup con la maldita camiseta negra. —, odio la manera arrogante que posee, la sensación que me ha estado ocasionando desde el día en el que fuimos a la prueba de música. Odio el sentimiento que volcó en mí, al saber que Cassie lo había besado, recuerdo como anoche se había escabullido hasta mi habitación para narrarme con lujo de detalles como la había pasado con él.

Odio haberle comentado lo de la pizza y sus gustos casuales.

Odio sentirme así.

Odio que él me haga sentir así.

Y sé que no debo odiarlo, porque no debo sentir nada hacia él.

Levanté mi mirada al escuchar los comentarios de todos al ver lo hermosa que era la casa del lago de la familia de Tad, y es que era cierto. La propiedad era maravillosa, tenía dos pisos, ventanas grandes como para iluminar toda la casa sin la necesidad de encender las luces, era blanca por fuera y con un grado de más intensidad por dentro. Le rodeaba el inmenso lago de Serpentine y un frondoso bosque de pinos a su alrededor. 

Te hacía sentir fresco en pleno verano, y eso ya era mucho desear.

— ¿Les gusta? — preguntó Tad al salir de la camioneta. — Mi padre se lo obsequió a mi madre de regalo de bodas.

— Es hermosa. — murmuró Hiccup al levantar la mirada. Tuvo que bajarse el par de gafas que andaba para contemplar la vista. — ¿Hace cuánto que no la visitan?, se ve que el carril por el que venimos no ha sido utilizado por mucho tiempo.

— Desde el verano del año pasado. — contesté mientras guardaba uno de mis mechones tras la oreja. — Tad y su familia la usan cada verano.

Hiccup se limitó a solo mirarme, para luego subirse las malditas gafas. Es que lo odio.

— Bueno, ¿Qué estamos esperando?, entremos. — sonrió Tadashi mientras me sujetaba la mano. — Espero que se diviertan mucho, me hace ilusión si les soy sincero.

Sentí las pisadas de todos al seguirnos, no dejé de escuchar comentarios de asombro y felicidad, sí, es lo que provocaba esta propiedad. Tadashi, — quién es muy organizado. — se había tomado el tiempo de asignar habitaciones para todos, así que, los siguientes 15 minutos se destinaron a eso. Una vez aclarado todo, subí a mi habitación para desempacar un poco y tener el mayor orden posible. Lo sé, soy tan extraña.

— ¿Puedo entrar? — murmuró Tadashi metiendo la cabeza por la puerta.

— Has metido la mitad de tu cuerpo. — bromeé. — Ya has profanado esta habitación.

Comenté mientras doblaba algunas prendas y las guardaba en unos cajones. Tadashi con una leve sonrisa se dio paso por la habitación, recostandose en la cama; sentí su mirada sobre mi espalda mientras seguía con la tarea de guardar mi ropa.

— ¿Sabes que cuándo estemos casados, ya no tendré que pedirte permiso para entrar a tu habitación? — lo escuché hablar con voz grave. Me giré lentamente para poder mirarle los ojos. — No sabes cuanto espero poder hacerlo, sin siquiera preguntar. 

— Pues no esperarás mucho. — me acerqué. — Ya solo faltan tres semanas.

— Tres semanas. — repitió como si estuviera aceptando forzosamente a creerlo. — Te queda bien el blanco, juega muy bien con tu cabello.

Sonreí al escucharlo, su madre me había regalado este vestido veraniego, y sabía que hacía buen contraste con mi cabello pelirrojo.

— Gracias. — me acerqué un poco más para poder depositarle un pequeño beso sobre sus labios. — Bien, ahora que estás de buen humor…— lo escuché gruñir con ambas manos sobre mi cintura. — Temo decirte que tendré que pedirte que salgas de mi habitación.

— ¿Y por qué si se puede saber? — se sentó sobre la cama mientras me soltaba el cabello que tenía hecho en un moño.

— Porque debo cambiarme. — remarqué con obviedad. — y tú, si más lo recuerdo, deberías estar con tus amigos, abajo.

— Odio que sepas todo. — sonrió apoyando su frente sobre la mía. — ¿Puedes dejarte el cabello suelto?, así me gusta más. — me besó nuevamente, y con un movimiento rápido se levantó de la cama rumbo a la puerta.

Me quedé sentada por unos minutos pensando, ¿Por qué comenzaba a dudar? ¿Cómo podría siquiera cambiar a Tadashi por otro?, pero no era cualquier otro, es Hiccup, y eso mandaba al carajo todos los argumentos válidos que tenía mi buena conciencia.

Negué muchas veces el irremediable hecho de volver a ver a Hiccup, porque ¿Qué probabilidades había de poder verlo otra vez?, y mirenme, tratando de ser amiga del chico que me rompió el corazón, dando consejos a otra chica para que se acerque a él y me estoy mordiendo las uñas mientras describo todas esas posibilidades cuando debería estar allá abajo disfrutando del día soleado.

Maldición, quiero algo de beber.

Bajé las escaleras mientras acomodaba sutilmente la pieza que cubría el traje de baño que me había puesto, era uno muy bonito y nada exhibisionista. Al llegar al enorme comedor que te daba una maravillosa vista del exterior por sus altos ventanales, observé que estaban reunidos casi todos alrededor de la isla de la cocina.

—  Sigo sin creer que sepas preparar un mojito. — murmuró Punzie con los brazos apoyados sobre la mesa.

— Bueno, mientras estudiaba en la Universidad, trabajé medio tiempo como bartender en uno de los bares de la ciudad. — explicó Tad con ambas manos sacudiendo un pequeño vaso metálico con mucha rapidez. — No se me daba del todo bien, pero me gustaba.

Noté que Jack le murmuraba algo al oído a Hiccup, haciendo que este rodara los ojos con desagrado.

— No te subestimes. — me acerqué a todos ellos. — Tad ha sido el mejor bartender que he conocido en mucho tiempo, es muy bueno aunque lo niegue.

— Tú lo dices porque eres mi novia. — me miró mientras servía el cóctel en un vaso de vidrio.

— No, lo digo porque es cierto. — le aseguré con una leve sonrisa.

Tadashi me sonrió complacido, sacudió su cabeza para dirigir su atención nuevamente a los demás.

— ¿Para quién era el…

— Esto está delicioso, aunque bien podrías agregar más ingredientes, querido sobrino. — siseó Cassie quién había bebido el cóctel en tiempo record.

— Mojito. — Terminó Tad de parafrasear, para que todos rieran al unísono.

×

— ¿Ya te he dicho lo bueno que está?

Preguntó Cassie por vigésima vez al notar a Hiccup con short, sin camisa y el mismo maldito par de gafas.

— Cass, tranquila. — bromeé para concentrarme en la vista del lago. — Estamos en un hermoso lugar, rodeados de la maravillosa naturaleza y ¿no puedes dejar de ver a Hiccup por lo menos cinco minutos?

— No, no puedo.

Murmuró con la vista en su pierna derecha, repleta de bloqueador solar. Traté de cerrar los ojos para luego acomodarme sobre la silla blanca, necesitaba tomar un poco de sol.

— No vas a hacerlo. — escuché murmurar a Jack cerca del pequeño puerto que había a la orilla del lago. — Serás idiota, Hiccup.

— Es vivir, anciano. — replicó el castaño mientras caminaba en dirección a la piscina, de ahí al pequeño puerto hacía un camino lineal, perfecto para…

No, ¿Enserio va hacerlo?, vaya infantil ese.

Hiccup se quedó quieto con la vista en dirección al lago, apoyó uno de sus pies tras de él para tener mayor resistencia y corrió como si no hubiese un mañana, literalmente.

— ¿No piensan venir grupo de aburridos? — gritó al salir del agua. Un par de mechones se le pegaban a la frente, a lo que él de manera casi instintiva apartó con una de sus manos.

— Me toca. — se señaló Jack asimismo, mientras se quitaba la camiseta azul que traía consigo. Un par de pasos, y pum ¡Ya estaba en el agua!

Creo que a todos les agradó la actitud libertina del muy cretino, porque a los segundos todos estaban saltando al lago en medio de un mar de carcajadas y risas inigualables.

— ¿No serás aguafiestas, Anna?

— ¿Yo?, No lo creo. — respondí a la alarmante pregunta. Hiccup que estaba flotando sobre sí mismo con la ayuda de sus antebrazos solo me miro atento.

— Pues demuéstralo.

Sonrió al mismo tiempo que peinaba su cabello hacia atrás. Me quité la pieza que cubría mi traje de baño, me coloqué en el mismo sitio en el Hiccup había tomado impulso, e hice lo mismo, pero multiplicado por mil.

— ¡Joder, esta fría! — solté al sentir el agua helada abrazando mi cuerpo. Traté de mover las manos para mantenerme a flote, pero fue inutil.

— ¡Hey! ¿Estás bien? — sentí unos fuertes brazos rodear mi cintura. Volteé a mirar y encontré los ojos esmeraldas más dañinos que había conocido.

— Si.

— ¿Puedes…?

— Claro que puedo nadar, Hiccup. — remarqué, alejándome de su toque.

— De nada. — esbozó media sonrisa mientras se sumergía nuevamente.

Pasamos así quizás por media hora, no me acordaba lo grandioso que se sentía estar rodeado de la gente que más amas en el mundo, es una sensación que no cambiarías por nada, porque no habrá nunca siquiera algo que se iguale a eso.

El atardecer se estaba haciendo presente, creo que no me he tomado el tiempo de comentarles que esta es mi parte favorita del día, sentir los últimos rayos, como si fuesen un recordatorio que volverán a salir horas después, no sé, te daban esperanzas de algo, quizás que no todo está perdido después de todo. 

— Aquí estás. — sonrió levemente mientras se sentaba al lado mío. Ya había salido del lago unos minutos antes, pero seguía empapada. — ¿Quieres compañía?

— Nunca te diría que no.

— Me alegro por ti, Anna. — me miró con la misma sonrisa agradable, como una sonrisa de hermandad. — Me alegra que seas feliz, después de todo por lo que pasaste, tus estudios, tu trabajo de medio tiempo como…

— Ya te dije que ser asistente bibliotecaria no fue un trabajo.

— Es lo mismo. — Elsa rodó los ojos al mismo tiempo que encogía los hombros tenuemente. 

— También estoy orgullosa de ti. — le sonreí apoyando mi mejilla sobre su hombro. — ¿Sabes que eres la hermana que nunca tuve, no?

— Vale, ¿Qué quieres contarme? — la miré confundida, ella por su parte seguía mirándome de una manera sería, pero con una sonrisa, ¿Quién hace eso?

— ¿Quién dice qué quiero contarte algo?

— 10 años de amistad me respaldan. — esbozó media sonrisa mientras dirigía su vista al lago, que hacía contraste con los colores anaranjados del atardecer. — ¿Se trata de Hiccup, no?

— No lo sé. — me encogí de hombros.

— Vale, se trata de Hiccup. — se enderezó confirmando todo con un solo comentario, ¿Soy así de predecible?

— Es solo que, no sé qué me pasa. Me sorprendió verlo por primera vez, después de tantos años no fue tarea fácil. — suspiré mientras me relamía los labios por un momento. — y ahora que Cassie quiere estar cerca de él todo el tiempo me hace sentir rara.

Mire a Elsa que seguía sin apartar la vista del lago, creo que noto mi mirada sobre su rostro porque se volteo casi al instante.

— No puedes culparla.

Bueno, eso me hizo reír.

— Creo que no.

— Sabes que Hiccup tiene derecho a estar con quien quiera ¿no?

Asentí.

— Hiccup es alguien…extraño. — sonrió al decirlo. — pero no es un mal tipo, espero y no te incomode su presencia en todo esto de tu boda.

— No, no lo hace. — enfatice. — Es solo que sigo sin creer que esté aquí. Nunca pensé verlo otra vez, y mucho menos en estas circunstancias.

— Si lo piensas Anna, nunca hay buenas circunstancias. Ni buenas ni malas. — suspiró. — Solo deja que el momento fluya, independiente si es bueno o malo.

— ¿Sabes que eres la persona más sabia que he conocido?

— Y yo creo que eres demasiada buena para este mundo, Anna. — me miró con esa ternura en sus ojos. — Me alegro que la felicidad haya llegado a ti, porque casi nunca te busca directamente.
Se levantó de la silla sin antes dedicarme una sonrisa y entrar donde estaban todos los demás.

La noche prosiguió normal, Leonel y Samantha cocinaron la cena con la ayuda de Kristoff, — que según él había aprendido mucho de Margaret. — , bromearon por casi toda la comida, mientras que, sin poder evitarlo dirigía mi vista hacía un castaño al otro extremo de la mesa, al cual sorprendía mirándome ocasionalmente.

Estaba cansada, agotada y demasiado frustrada como para conciliar el sueño, había pasado casi dos horas hablando con Tadashi antes de irme a la cama, me había comentado lo feliz que se había sentido esta tarde rodeado de sus amigos y familiares, eso me daba ternura, porque Tadashi era un buen chico. 

Salí de mi habitación con mi habitual pijama, — unos pantalones de algodón con una camisa de tirantes.— y me arropé con mi bata mientras bajaba las escaleras en dirección al pequeño puerto a las orillas del lago.

— Es una mala idea…—  canturree mientras me sentaba sobre la crujiente madera.

Cerré mis ojos y sentí la helada brisa de la noche que recae sobre la superficie del lago.

— Al parecer los locos siguen levantándose a la misma hora. — escuché detrás mío, sintiendo rechinar la madera por cada paso que daba.

— Callate. —  rodé los ojos al escucharlo.

Giré mi cabeza en su dirección. Hiccup sonreía de una manera casi alarmante mientras con su mano derecha sostenía aquella libreta que no me había dejado ojear la noche pasada.

— ¿No puedes dormir?,pensé que tanto ejercicio te habría dejado agotada.

— Pues piensas mal. — levanté mi mirada, y me encontré a mi misma viendo como Hiccup mordía un bolígrafo pensando en qué decir.

— Ya sé. Insomnio por falta de amabilidad.

— Eres un genio.

— Siempre. — sonrió. — ¿Puedo sentarme?

Señaló el lugar vacío que había a la par mía. Yo solo me encogí de hombros volviendo mi vista al lago con detenimiento.

— En mi clase de psicología de la Universidad. — comenzó a hablar mientras se quitaba los calcetines que arropan sus pies. — Dicen que no puedes ser uno con la naturaleza, si no puedes dejarte llevar por lo que ella te transmite.

— ¿Y eso qué significa?

— Pensaba que entre los dos, tú serías la más inteligente. — entrecerró los ojos mientras se apoyaba con su brazos al borde de la madera.  — Debes dejarte llevar, Anna.

— Si en la medicina me dejara llevar, Hiccup. Cortaría venas en lugar de arterias. — suspiré con la mirada en mis pies. — 10 años de cárcel como mínimo.

— Si, haré como que te he entendido. — sonrió mientras se quitaba la camisa blanca que traía consigo.

— ¿Qué haces?

— Lo que la naturaleza me transmite. — se encogió de hombros con simpleza.

— ¿Y eso, es?

— Un baño de medianoche. — me guiñó uno de sus ojos, mientras se dejaba caer sobre la superficie cristalina.

Sentí cada gota caer sobre mi bata, mientras buscaba con la mirada a Hiccup que seguía sin salir a la superficie.

«Anna, las sirenas asesinas no existen.»

— Sabes que eres rara ¿no? — sentí que mi alma volvía al cuerpo al escucharlo hablar. Estaba flotando cerca de la orilla, nuevamente muchos mechones decoraban su frente.

— Y tú eres un estupido. — mencioné llevándome la mano al pecho. Ojalá la sirena asesina se lo hubiera llevado. — Sabes que es peligroso lo que acabas de hacer ¿no?

—  La vida es peligrosa. — remarcó con una de sus cejas levantadas. — pero depende de la perspectiva de cada quién.

— Pareces muy inspirado esta noche.

— ¿Por qué lo mencionas? — preguntó con los ojos cerrados mientras dejaba caer agua sobre su cabeza.

— Venías a escribir.

— Puede ser.

— ¿Y por qué no lo has hecho? — me mordí el labio inferior con curiosidad. Hiccup miró con detenimiento ese pequeño detalle, lo que me hizo apartar la mirada casi al segundo.

— Hay cosas más importantes. — murmuró nadando hacia mi dirección con una voz ligeramente grave, más de lo habitual. Eso me hizo tragar pesadamente.

— ¿Sabes que has quedado vulnerable, Haddock? — le pregunté mientras me levantaba y acomodaba mi bata de dormir.

— ¿Por qué lo estaría? — se burló el muy canalla.  Muy confiado para su propio beneficio. 

Camine unos pasos en dirección a dónde él había dejado su libreta de anotaciones, la tomé con una de mis manos y se la mostré juguetonamente.

— Déjame ver. —  empecé a caminar en dónde había estado sentada. El pequeño libro tenía muchas anotaciones, me pregunto ¿Qué tipo de versos escribía?

— Suelta eso. — lo escuché canturrear mientras sacudía su cabello a causa de la humedad.

— No.

—  Anna…

— ¿Si, Hiccup? — lo miré de reojo, noté como su mirada se desviaba por un segundo a la parte superior de mi pijama que había sido desprotegida por la bata de dormir.

Maldita bata.

— Te lo diré una vez más. — se relamió los labios al sentir una gota de agua bajar por su labios. — Suelta eso, Anna.

— Y yo ya te he dicho que no.

Le dí la espalda para empezar a leer el primer escrito, no les voy a negar que mi curiosidad por este libro creció aquella noche que lo ví escribir en la cocina. 

— Veamos qué dice…—  ojeé el primer párrafo. — “El amor es más que un sentimiento, y duele más que cualquier dolor….” — No terminé de decir porque escuché cómo Hiccup había salido del agua, y todo empapado se dirigía a mi dirección.

Me dedicó una leve sonrisa y sin dudarlo me sujetó con uno de sus brazos y alejó la libreta sosteniéndola en el aire, más arriba que mi cabeza. Maldita estatura de los hombres.

—Te dije que la soltaras, Anna. — murmuró sobre mi frente. Sentí su aliento sobre mi piel en esa pequeña fracción de segundo.

Subí mi mirada hacia sus ojos, los cuales no se concentraron en mí, así que me dí el lujo de verlo con más detalle. Había olvidado lo impresionante que es su físico, su torso, sus brazos, sus manos…todo en él es simplemente perfecto. Cada gota, cada pequeña gota lo recorría con lentitud sobre su piel expuesta, esa es la característica más sorprendente de la piel humana, la impermeabilidad.

— Hiccup, yo… — titubeé, no lograba concentrarme. Él bajó la mirada hacia mí, gruñendo como respuesta. — creo, creo que debemos entrar.

— ¿Tienes frío? — sujetó ambos brazos al lado de los míos. Dios su toque es otra cosa, necesitaba entrar y evitarlo de una vez por todas.

— No.

— ¿Cuál es el problema entonces? — preguntó mientras inspeccionaba mi rostro con mucha discreción. Bajé mi mirada hacia sus labios, los cuáles relamía a cada segundo, como si le faltara algo y quisiera ser atendido.

— Tú.

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