▫ [2.] Inseguridades ▫
*.*.*.*.*
La buena noticia era que Midoriya estaba allí. Después de todo, era él quien lo había guiado hasta la silla donde Shouto estaba sentado, esperando pacientemente para lo que sea que el chico pecoso había preparado ese día.
La mala noticia… era que estaba maniatado. Y desprovisto de su sentido de la vista por culpa de una bufanda roja que Midoriya utilizó de manera improvisada. Con las típicas palabras de «Oh, soy tan idiota. ¡Olvidé la máscara!» y otras cuantas disculpas y pedidos de perdón que Todoroki siempre recibía con una expresión suave y una sonrisa ligera. Para nada molesto.
Shouto no podía empezar a enumerar las cualidades de Midoriya Izuku porque simplemente estaba perdido por el chico. Sin embargo, estaba seguro de que “idiota” no figuraba dentro de esas cualidades. Un poco torpe, quizás. Algo atolondrado, posiblemente.
Adorablemente-comestible-y-completamente-encantador-y-fascinante; sí. Definitivamente, sí.
Así que allí estaba él, con una bufanda de lana alrededor de sus ojos, en uno de los peores veranos que habían golpeado a Japón en los últimos diez años. Sonriendo como imbécil.
Su “yo” de hace algunos años seguramente le habría dedicado un mirada de lastima —incluso aversión— y le hubiera reclamado por lo que estaba haciendo. Sin lograr entender la razón por la que estaba dispuesto a aceptar aquello sin ni siquiera intentar rehusarse.
Sin embargo, el Shouto que era en ese mismo momento, estaba seguro que le respondería que sencillamente se sentía feliz; que desde que Midoriya había llegado a su vida, había podido sentirse en paz. Liberado de los grilletes y del rencor burbujeante que había cargado en su corazón por años. Lo suficientemente loco para aceptar las tonterías de quien ahora era su mejor amigo, todo ello con una sonrisa que no le mostraba, ni lo haría, a nadie más en el mundo que a Izuku Midoriya.
¿Cómo no podía sentirse feliz?
—¡Ahora vamos a comenzar con la prueba de fe! —exclamó entonces Midoriya, terminando por fin con la zozobra a la que había expuesto a Shouto—. Si logras adivinar quién soy yo, de entre las cuatro personas que te abrazaremos, ¡ganarás el gran premio!
Bueno, eso no lo hizo feliz.
—Mido… —comenzó a reclamar, pero se quedó mudo cuando un par de brazos lo rodearon y le dieron un pequeño apretón. El gesto se le antojo suave, algo tímido y sin fuerza.
Por supuesto, Todoroki también sintió el pequeño gran problema que diferenciaba a hombres y mujeres a la altura del pecho. El espaldar de la silla sobre la que estaba sentado no era suficiente para confundirlo.
—Esa fue la primera persona, quizá fui yo, quizá no. ¡Tú nos dirás, Todoroki-kun!
—Midoriya… —intentó reclamar, esta vez con más fuerza, pero fue vilmente ignorado por el chico pecoso. Otra vez.
Fue abrazado por segunda ocasión. En esta oportunidad, el gesto le pareció algo robótico, nada relajado. La persona detrás parecía tener la intención de formar una “x” con los antebrazos más que abrazarlo.
Shouto se sintió muy, muy incómodo cuando lo reconoció.
—¡Y esa fue la segunda persona!
—Midoriya… —reclamó Shouto, con algo de hastío derramándose en su voz, pero fue acallado rápidamente.
—¡Puedes hacerlo, Todoroki-kun! —la voz de Izuku pareció sonar más nerviosa, incluso implorante. Todoroki parpadeó tras la bufanda, repentinamente desconcertado.
Chasqueó su lengua en respuesta. No le quedaba más que resignarse. Después de todo, había acudido con la ligera esperanza de que Izuku tuviera ya su respuesta.
Nadie podía culpar a Shouto por haberse sentido un poquito esperanzado, casi no podía cargar consigo mismo de la angustia que sentía.
Las siguientes dos personas que lo rodearon con sus brazos fueron mucho más sencillas de adivinar. La primera lo hizo amigablemente, con un par de palmaditas alegres en el hombro. Incluso escuchó una risilla ahogada tras de sí.
El cuarto abrazo, sin embargo… fue agresivo, tosco y nada memorable. Todoroki creyó que en realidad lo estaban rodeando para partirle el cuello. No se sintió intimidado, en absoluto, pero sí que entendió la amenaza implícita.
Hasta pudo escuchar su típica frase amenazadora en su mente.
Se preguntó qué, en el infierno, Midoriya había hecho para convencer a esas personas de que aceptaran su tonta dinámica —sobre todo la última, Shouto no superaría su sorpresa en lo que le quedaba de vida—. Sólo esperaba que no hubiera vendido su alma al diablo o algo parecido, por más que aquello sonara probable.
—Y… ¡Y ahora! —gritó Izuku. En definitiva, su voz se había roto en medio de la frase. Sonaba nervioso, asustado y fuera de órbita. Shouto decidió que no lo dejaría escapar hasta que le respondiera qué le sucedía.
Aunque claro, también lo maniataría hasta que le contestara a la otra pregunta que le había hecho hace un par de días. Así mataría dos pájaros de un tiro.
Sí, aquello sonaba como un pago justo por aquella bochornosa situación.
—Ahora… tienes que decirnos cuál de las cuatro personas que te abrazamos, fui yo.
Shouto se congeló.
¿Qué?
¡¿Qué?!
¿A qué rayos estaba jugando Midoriya? Aquello debía ser la peor broma que le habían hecho en sus 18 años de existencia. Izuku no podía pretender que Shouto siquiera cayera en esa trampa tan absurda. Era como si Midoriya quisiera que…
Oh.
Soltó un suspiró cansado, tenso. Deseando que el repentino miedo que se había colado en su ser no se notara en su voz cuando hablara. Deseando que, al final, las cosas salieran como él quería.
De otra forma, terminaría con el corazón destrozado.
—Bien, si no tengo de otra… —Shouto resopló, moviendo sus dedos y apretándolos entre sí con fuerza. Implorando—. Si no hay más remedio, diría que fue la primera persona.
Silencio.
Su respuesta de seguro tomó por sorpresa a todos los presentes. Podía sentir dagas fulminantes picándole el cuello, incluso escuchó un débil —aunque indignado— «imbécil» detrás de él.
No pudo importarle menos, no cuando escuchó el sollozó débil que Izuku falló en disimular.
—Ah. Eh… ¿Estás seguro? —le preguntó temblorosamente. Sonaba tan inseguro, tan afligido, que a Shouto le dolió el alma. Le molestaba que Izuku desconfiara hasta ese punto de sus sentimientos.
Apretó sus labios entre sí de manera rígida y nada suave; no quería gritar. Entre tanto, Izuku completó su pregunta
—¿Es tu respuesta definitiva?
—No sé —le respondió él. Su tono de voz le recordó al idiota indiferente que solía ser. Tan brusco, tan insensible. Aquel ser de corazón congelado que Izuku había enfrentado con las manos desnudas y una sonrisa de héroe—. No estoy seguro de nada.
Esperó unos cuantos segundos más, tratando de calmar los latidos frenéticos de su corazón, antes de añadir lo que quería. Con la cabeza girada en dirección a la voz de Izuku.
—Pero si me abrazas tú, tal vez pueda darte la respuesta que mereces.
Izuku no necesitó más que eso para lanzarse sobre él. Shouto pudo respirar con tranquilidad cuando sintió el peso reconfortante del chico pecoso sobre sus piernas. Sintiendo su mejilla húmeda contra la piel de su frente. Disfrutando de los brazos temblorosos que lo rodeaban, y deseando desesperadamente poder corresponderle.
Incluso tuvo ganas de llorar cuando sintió los sollozos y temblores que Midoriya dejó de disimular.
La palabra “idiota” definitivamente no encajaba dentro del vocabulario que Shouto utilizaría para definir a Midoriya Izuku; sin embargo, era la palabra perfecta para describirse a sí mismo. Idiota, jodidamente idiota, por hacer llorar a una de las personas que más amaba en el mundo.
—Izuku, por amor a Dios desátame y déjame abrazarte.
Los siguientes minutos —o tal vez fueron horas— lo compartieron entre gimoteos y brazos que se negaban a soltar el cuerpo del otro. Shouto lo sintió tan cerca y tan pequeño que no quiso dejarlo ir en lo que le quedaba de vida.
No que pretendiera hacerlo, eh.
—¿Por qué hiciste todo esto? —le preguntó eventualmente, con los ojos cerrados y la nariz enterrada entre sus rizos verdes. Sintiéndose contento por el simple hecho de existir en ese exacto momento.
—Yo… no lo sé —suspiró el pecoso. Shouto sintió que negaba contra su hombro. Sus suspiros resbalaron por el pecho de Shouto, provocando que un escalofrío lo recorriera de esquina a esquina, haciéndolo sentir algo ansioso. El que Midoriya estuviera sentado sobre él tampoco ayudaba mucho, pero no había manera en que se alejara del pecoso—. Supongo que me sentía inseguro. También un poquitín asustado y paranoico.
La luz del sol hace rato que se había ocultado en la lejanía, tras las olas del mar que yacían extrañamente en calma. Shouto decidió que no le importaría caer al vació que había tras él —porque estaba sentado a la orilla de un acantilado, ¿qué demonios?— si con eso conseguía que Izuku confiara aunque sea un poquito más en él. En Shouto y sus sentimientos.
—¿Es sobre la pregunta que te hice hace un par de días? Porque si te sientes incapaz de responder ahora, te prometo que no me molestaré. Puedo ser lo suficientemente paciente por ti. Además…
—Todoroki-kun —lo interrumpió Izuku, su voz sonó categórica. No había ni rastro de inseguridad en sus palabras—. Llevo años con una respuesta en mi corazón, fue tu pregunta la que terminó atrasándose un poquito.
—¿Quieres decir…?
—Sí —le interrumpió de nuevo. Shouto se congeló en su lugar—. Sí, sí, malditamente sí que quiero ser tu novio y algún día casarme contigo. Incluso he planeado el nombre de los primeros dos hijos que adoptaremos, además…
Shouto no le dejó continuar, le robó el alma y la esencia y todo lo que era y no era el héroe Deku, Izuku Midoriya, con los labios.
Deslizó los brazos bajo las axilas de Izuku y lo apretó tan fuerte como era humanamente posible, temeroso de que desapareciera. Temeroso de que aquello fuera solamente una ilusión e Izuku solamente lo estuviera besando en su imaginación.
No lo soportaría. Se pondría a llorar como un niño.
Pero decidió darle el beneficio de la duda a la vida. Se permitió confiar y creer, porque la felicidad que le embargaba le daba esperanzas. Tal vez habría podido volar por el tamaño de su fe y la seguridad de que tenía a Midoriya Izuku entre sus brazos.
Tan infantil y ridículo como sonaba eso.
—No desaparecerás en el siguiente segundo, ¿cierto? —le susurró Midoriya contra los labios. Rayos, quería besarlo otra vez. Y otra vez más—. Por favor, dime que no te irás y que todas mis inseguridades fueron una estupidez.
Shouto respondió todas sus preguntas y pulverizó todas esas inseguridades entre beso y beso.
Cuando decidieron que era hora de volver a casa, Shouto se sorprendió al ver a Kirishima y Bakugou, caminando juntos, a lo lejos. El pelirrojo parecía dar pequeños saltos mientras guiaba el camino, con una de las manos de Katsuki firmemente sostenida.
—¿Debo asumir que tú tienes que ver algo en el hecho de que Kirishima le haya perdonado la última salvajada a Bakugou? —le preguntó a Izuku, con un poco de curiosidad.
Izuku dirigió su mirada hacia el objetivo de interés de Shouto, su sonrisa ampliándose e inflando sus mejillas.
—Supones bien, Sho-chan.
Shouto tuvo que aceptar que, aquel momento y aquella forma de llamarlo, eran los mejores regalos que le pudieron haber dado en la vida.
*.*.*.*.*
Debo admitir que me reí cuando "Shouto se congeló". Ah, ironías de la vida. XD
En fin, desde que tengo que aceptar que newyorkblues, una de mis escritoras favoritas, está leyéndome, además de que parece que le gustó la primera parte, siento que me dará algo.
No me creo mi vida ahora mismo.
Lo bueno es que está resultando sencillo escribir sobre estos tórtolos. En definitiva, ellos nacieron el uno para el otro. <3
En fin...
¡Hasta mañana!
(Si logro terminar </3)
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