Quisiera condenarte a lo que soy.

Que escribas cartas en la oscuridad, en tu mente, con la tinta del dolor.

Quisiera verte llorando en las esquinas, con la tristeza escurriendo por tu alma; con el latido de la muerte susurrando en la calma. 

Quisiera que clamaras al cielo por mi nombre, que lo gritaras cada noche. Subiendo entre las estrellas, para convertirse en lo que anhelas. En lo que piensas, lo que deseas.

Me gustaría que patalees, pero en lo interno. En tu cuarto te encierres y te vuelvas eterno. Quiero que sangres mientras sonríes, que confieses y te humilles.

Quiero verte empapado de invierno, derretida tu primavera, congelada la vida. Verte preguntando si volverás a ser el mismo. Si te han puesto un oscuro hechizo.

Pero entre querer y desear, solo me queda el resignar. 

El invierno solo a mí llegó a parar y para ti, tan solo el adiós. Quizá un solo copo te llegue a rozar.