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Que vuelva el ánimo de quinceañera, aquel que me dejaba desvelarme  en las estrellas. El que creía en las palabrerías austeras, aunque caminaran con cencerro en trincheras. 

Que vuelva mi corazón de durazno que se deleita en una sonrisa, no ve a los bandidos, se muere de risa. Camina sin pena, no le da vuelta a la brisa. 

Que vuelva la suerte de una ignorante y el sonido de violines desfilando andantes. Una inocente fantasía errante.  Qué vuelva la ilusión de que esos corceles sean los propios y coronas brillen bajo el opio.

Que vuelvan las ganas de que esto sea cierto, predicar por el desierto, que lo que siento no es incierto. Pudiera ser una divina perdida. Una pequeña mentira.

Que vuelva el romance y no me deje arrastrar por este trance. El que me dice que no avance, porque nadie quiere de mí aliarse.

Que vuelva el cielo azul en mi cabeza y la inocencia, la pureza.

Que vuelva la certeza de que lo que digo no es más que un delirio en mi cabeza.

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