Nuevos tiempos, viejos miedos

Aunque sus apretadas agendas no les permitían hablar todo lo que les hubiera gustado, durante los siguientes meses se llamaban por lo menos una vez a la semana. A veces era Harry quien telefoneaba a Louis, asegurando que se había acordado de él por esto o por aquello, y ya pues aprovechaba para saber qué tal estaba. En otras ocasiones, era Louis quien daba el paso, pero no buscaba excusas. Le decía simplemente que quería escuchar su voz, porque no le salía mentir.

Quería hablar de las canciones de su disco, porque últimamente no podía parar de escucharlas en bucle. Quería preguntarle cuántos de aquellos versos tenían algo de ellos, algo de él. Pero no habría podido soportar que Harry le respondiera que ninguno, que eran imaginaciones suyas y que hacía tiempo que había superado su historia.

También quería preguntarle si él había entendido que la mayoría de las canciones del suyo propio también hablaban de ellos. Que había tardado años en querer lanzarlas porque se había desgarrado el corazón tratando de poner los recuerdos en palabras. Necesitaba saber si Harry entendía que con ellas le pedía perdón y le decía que nunca, jamás, olvidaría que podrían haberlo tenido todo, pero eran demasiado jóvenes como para saberlo.

A falta de dos meses para el gran día, Louis estaba preocupado por Harry. No le había llamado en toda la semana y cuando fue él quien lo intentó, nadie respondió. Mientras reflexionaba sobre ello, decidió meterse un poco en Twitter. Le llegaron varias notificaciones de gente que le mencionaba, pero una en especial llamó su atención.

"Solo dos meses para la libertad de nuestro Louis". El mensaje iba acompañado de varios emoticonos de manos aplaudiendo y corazones. Le parecía una locura que, sin haber mencionado nunca nada, sus fans sepan que no está a gusto con quien trabaja. Parece que le conocen mejor incluso que él mismo; vieron sus sentimientos por Harry antes de que él los aceptara y enseguida notaron que había algo más que amistad entre ellos, aunque trataran de disimular lo máximo posible y se engañara a sí mismo hasta aquel último día de inocencia.

Se puso a pensar en esa libertad de la que hablaba tanta gente. ¿Sería tan cómodo ser él mismo como pensaba o dejaría de gustarle a sus fans si cambiaba algo? No podía negar que seguía teniendo miedo. La diferencia era que esta vez estaba dispuesto a arriesgarse.

—Lou, ¿estás por ahí?

—Sí, aquí.

Eleanor acaba de llegar a casa y Louis corre a abrazarla. Ella deja sus cosas en el recibidor y se sienta en el sofá. Parece agotada, pero sonríe al notar a su amigo tan feliz.

—Me pregunto qué te hará sonreír tanto.

—¿No puede ser porque estás aquí? —Pregunta inocentemente, como si no hubieran estado desde que empezó 2020 emocionado por todo lo que implicaría en sus vidas. Además de por haber vuelto a hablar con él...

—Ya me gustaría a mí, pero esa sonrisa es la sonrisa Styles.

—No existe tal cosa — responde muy digno.

—No voy a discutir, estoy muy cansada. ¿Hoy has hablado con él?

—No, ha estado ocupado. Lo cierto es que últimamente está algo raro.

Louis no quería hablar de ello en voz alta porque eso significaría que ya no podía convencerse de que eran solo imaginaciones suyas.

Harry, por su parte, había vuelto a los viejos tiempos. Se acostaba pensando en Lou, soñaba con él y se despertaba imaginando que le tenía al lado. Aunque nunca se había olvidado del joven Tomlinson, sí hubo un tiempo en el que al menos no era un pensamiento frecuente a lo largo del día. Las giras, sus canciones, escribir, los conciertos, las entrevistas y todo lo que lo mantenía ocupado le habían dado un respiro al no tenerle continuamente al lado y ofrecerle otra cosa en la que pensar. Sin embargo, desde que habían retomado el contacto, su mente volvía a él una y otra vez. Era peligroso; ya le había costado una barbaridad aprender a vivir con el corazón roto. No quería volver a ilusionarse. Sabía que Lou seguía sintiendo lo mismo por él; las letras de sus canciones, su anhelo y felicidad cada vez que le llamaba, todas las veces que le decía lo mucho que le extrañaba... Pero también sentía eso la primera vez, cuando le había dado calabazas y le había rechazado sin intentarlo. Temía que aquello se volviera a repetir y Harry volviera a hundirse. No podía ser su amigo porque seguía completamente enamorado de aquel chico de ojos azules.

Esta última semana no se había sentido con fuerzas para oír su voz. Le habían enviado unas fotos de Lou con Eleanor cogidos de la mano cerca de la casa que compartían y le habían dolido tanto como la primera vez que fueron noticia. Siempre había sospechado que lo de Eleanor no era real. Hasta donde él sabía, solo eran amigos. El propio Louis le había dicho muchas veces en sus años en One Direction que ella era su mejor amiga. Hasta que Louis no se lo confirmara no se creería que era su novia y que la quería en ese sentido. Y Tomlinson nunca se lo había dicho, así que Harry sabía que solo era una tapadera. Aún así, dolía que todo el mundo pensara que estaban juntos. A veces, en alguna entrevista, Harry se descubría a punto de soltar algo tipo: Louis Tomlinson en realidad está enamorado de mí, ¿sabéis?

Por suerte, siempre lograba contenerse. Sabía que, si alguna vez salía a la luz, no tenía que ser así. Louis le odiaría si lo hiciera público sin consultarle. Y, dado que llevaban meses hablando y no le había dicho nada de que quisiera volver a intentarlo o de que siguiera sintiendo lo mismo, Harry tenía la sensación de que nunca pasaría.

El problema era que su cerebro lo sabía, pero su corazón lo negaba. Se aceleraba cada vez que él llamaba, latía con fuerza cada vez que escuchaba su nombre en sus labios y se saltaba latidos cuando soltaba uno de sus: echaba de menos esto. Harry era perfectamente capaz de imaginar su preciosa sonrisa en esos momentos. Eso tampoco ayudaba nada a dejar de pensar en él.

Estaba volviendo a ser completamente vulnerable y sabía que volvería a resultar herido. No quería. Prefería no tener contacto con él. Quizá, en diez años más, o puede que cien, consiguiera olvidarse de su sonrisa y lo que le hacía sentir.

Por eso no cogió el teléfono cuando llamó aquella tarde.

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