El amor es solo para los valientes
A kilómetros del hogar de la madre de Harry, en el sillón de la casa que Louis y Eleanor comparten, el joven Tomlinson se queda sin habla. Intenta respirar, pero se le ha olvidado cómo hacerlo. Como tal, nunca había oído a Harry decir que estaba enamorado de él. Se sentía tan afortunado que no era capaz de moverse o emitir sonido alguno.
Harry, al no obtener respuesta, sigue hablando. Las palabras le queman en la garganta y necesita soltarlo todo.
—No te has ido de mis pensamientos ni un solo momento en todo este tiempo. Aprendí a vivir contigo en mi memoria, en mi mente y en mi imaginación. Pero estos meses que hemos estado hablando... Ha sido como volver a aquellos tiempos en los que estábamos siempre juntos, hablando de todo, siendo tú y yo y sin que importara nada más. No sabes lo mucho que deseo volver a aquella época. Éramos tan felices sin intentar poner etiquetas a lo que sentíamos. Ojalá nunca se hubiese dado cuenta nadie. Ojalá...
—Ojalá hubiese sido más valiente —le interrumpió Louis. Harry no dijo nada. No le culpaba, pero sí que le habría gustado que las cosas fueran diferentes.
Louis quería decírselo. Quería confesar que él tampoco había podido sacarse de la mente sus momentos juntos, todas las risas y las charlas en las camas que compartían hasta altas horas de la madrugada. Incluso la conversación en la que todo se torció se había reproducido multitud de veces en su cabeza, torturándole con todo lo que no dijo.
Louis Tomlinson quería ser valiente. Quería ser feliz. Quería atreverse a ser él mismo. Y quería hacerlo al lado de Harry. Ya era hora de decírselo.
—Ojalá te hubiese dicho que me daba igual todo con tal de estar contigo. Ojalá te hubiese confesado que estaba muerto de miedo, pero que yo también creía que si tú estabas conmigo podíamos superarlo. Ojalá hubiese entendido que el amor era solo para los valientes y que si quería quererte debía convertirme en uno. Ojalá haber sabido que, aunque fuésemos jóvenes, si queríamos un siempre solo teníamos que hacerlo posible. Que dependía de nosotros y de nadie más. Que el resto del mundo no era importante si yo confiaba en nosotros tanto como tú lo hacías. Lo siento mucho, Harry. Igual que siento por ti exactamente lo mismo que sentía hace cinco años, cuando te dije que te quería como algo más que a un amigo pero que me aterraba solo pensarlo. Cuando tú me dijiste que el amor podía con todo. Tenía que haberte hecho caso. Ya no soy aquel chico asustado e inseguro, pero sí soy aquel idiota enamorado. Y sé que no tengo ningún derecho a pedirte esto, sé que no me lo merezco. Pero estoy harto del miedo y ahora sé que esto que siento por ti es para siempre. Nunca me volvería a perdonar no haberlo intentado, salga como salga. No te voy a prometer que será perfecto, pero será real y pondré todo de mi parte para tratarte como debería haberlo hecho hace cinco años. Harry Edward Styles, ¿te gustaría concederme una segunda oportunidad para darte todo lo que mereces?
El mundo de Harry se detuvo ahí. Llevaba tantísimo tiempo esperando esto que se rehusaba a creer que fuera real. Probablemente fuera uno de sus muchos sueños. O una de las veces que se lo había imaginado. O tuviera alucinaciones. Cualquiera de esas opciones era más creíble que el hecho de que, tras cinco años, Louis por fin estuviera dispuesto a estar con él. Harry predijo que en algún momento estaría preparado pero, a medida que pasaba el tiempo, fue perdiendo la esperanza de que ocurriera. Al fin y al cabo, ¿qué posibilidades había de que ambos siguieran enamorados tantos años después? Habían conocido a muchísima gente y cualquiera podría haber ocupado ese lugar.
Harry pensó en aquel momento que le daría a Louis cualquier cosa que le pidiera. ¿Una segunda oportunidad? Le daría ochocientas oportunidades si con eso se asegurara de estar con él.
—¿Harry? Entiendo que te lo estés pensando. No te puedo ofrecer la seguridad de que vaya a funcionar. Entendería si eres tú el que ahora se echa atrás, me lo merezco.
Harry piensa en preguntarle si quiere ser su novio, pero decide que quizá es mejor idea ir despacio para no agobiarle. Además, quiere pedírselo bien, en persona y pudiendo darle después el beso que lleva esperando tantísimo tiempo.
También decide que va a dejar de torturarle ya y le va a dar una respuesta. Louis ha empezado a respirar demasiado rápido y teme que se ponga a llorar o se desmaye en cualquier momento.
—Lou, lo quiero todo contigo. Mi posición al respecto no ha cambiado.
—¿Entonces?
—Si tú quieres, no hay nada que me apetezca más que intentarlo.
—Pues intentémoslo.
Los dos sonríen tontamente. Tienen muchas ganas de verse, pero Louis sabe que antes tiene que librarse de su prisión. Entonces recuerda que hay cosas que no le ha contado.
—Oye, Harry, lo de Eleanor no es...
—Real, lo sé —le interrumpe. Deseaba tanto oírlo que no ha podido evitar adelantarse. A Louis no le sorprende que lo sepa. Harry le conoce mejor que nadie.
—Lo siento mucho, pero deberá seguir así por un tiempo. Poco, te lo prometo.
Pero Harry se adelanta de nuevo.
—Dos meses, también lo sé.
—¿Cómo lo sabes? —Está vez, sí que está sorprendido.
—Lo saben todos tus fans, ¿y crees que yo no lo iba a saber? Además, yo firme un contrato parecido. También me obligaron a vestir y actuar de cierta manera, ¿recuerdas? No pude ser libre hasta que me separé de ellos.
—Y ahora eres de las personas con más estilo del mundo.
—Lo llevo en el apellido —dice con chulería. Pero vuelve a ponerse serio rápidamente. —Lou, tranquilo, lo entiendo. No voy a presionarte para nada. Yo tampoco soy aquel niñato ingenuo, sé que las cosas son mucho más difíciles de lo que aparentan. A tu ritmo, amor.
Amor. Louis guarda silencio, demasiado ocupado en mantener la amplia sonrisa que se le ha formado en el rostro. Harry se la imagina y se derrite.
Cuando un rato después vuelve al salón con su madre, todavía sonríe tontamente. Ella lo nota y le da por aplaudir tan de repente que Harry se asusta. Los dos terminan riendo a carcajada limpia.
Al día siguiente, a Harry le duele la boca de sonreír y la tripa de reír. Nunca ha estado tan feliz.
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