Clic

Louis se tumba apoyando la cabeza en las piernas de Harry y, al ver que este guarda silencio, continúa hablando.

—Ósea me parece genial que quieran estar con alguien. Pero, ¿y si eso termina con la banda? ¿Y si dejamos de ser amigos porque encuentran cosas más importantes para ellos? Estoy desvariando, ¿verdad, Harold?

Harry sonríe por varios motivos. El primero, que Louis esté preocupado por si van a seguir juntos. Está claro que esta amistad que han formado ha ayudado a los cinco chicos a ser más felices. Aunque pocas cosas son para siempre, espera que esta sí lo sea. El segundo, que le llame Harold. Nació como una broma y ahora se lo toma como algo cariñoso entre ellos. El tercer motivo es que le tiene entre sus piernas y aunque es una posición habitual entre ellos y común entre amigos, Harry no se cansa de cualquier tipo de contacto con él.

Decide que seguir manteniéndose en silencio solo va a agravar los pensamientos trágicos de su amigo, así que intenta tranquilizarle.

—Lou, tranquilo. Somos amigos y eso no va a cambiar cuando tengamos pareja.

Por mucho que Harry quisiera fingir, simplemente no le salía decir novia.

Imaginar a Harry con pareja, con alguien que no fuera él mismo, enfadaba mucho a Louis. No podía pensar siquiera en que cualquier otra persona pudiera estar así, apoyado en sus piernas y mirando hacia arriba para encontrarse su cara, su sonrisa y esos ojos. Simplemente no le entraba en la cabeza. Pero no se lo iba a decir, porque ni él entendía qué significaba eso.

Bueno, en realidad sí lo entendía, pero estaba demasiado asustado como para expresarlo en voz alta. Se supone que no podían estar juntos, ¿no? En el contrato que firmaron se prohibía cualquier relación amorosa entre los integrantes de la banda para evitar conflictos que pudieran acabar con ella. En aquel momento todos se rieron de aquella cláusula, pero años después varios de ellos la maldecían.

Louis tenía la necesidad de romper el silencio y, a su vez, quitarse una duda que le había carcomido desde que empezó a sospechar que sus amigos estaban pensando en alguien de esa forma.

—A lo mejor es que me estoy quedando atrás porque no me he fijado en ninguna chica. Incluso Zayn, aunque no diga nada, sonríe más que de costumbre. Eres mi última esperanza, Harold. ¿A ti te interesa alguna chica?

La pregunta parece inocente y propia de dos buenos amigos. Pero tanto el que la hace como el que la recibe sienten cómo su corazón se salta un latido. Se instala el silencio hasta que Harry reacciona, dándose cuenta de que, por primera vez en mucho tiempo, no tiene que mentir sobre este tema.

—No, Lou. No me gusta ninguna chica.

Es totalmente cierto, porque lo que le gusta realmente es un chico con una sonrisa preciosa que ahora mismo parece aliviado. Harry debe convencerse de que Louis solo está así porque a él no le gusta nadie y le alegra que a su amigo más cercano tampoco, así no es el único que parece que no tendrá novia pronto. Debe meterse en la cabeza que el alivio que ve en sus ojos no se debe a que le alegra que no le guste nadie del sexo femenino, lo que no le excluye a él.

Louis intenta convencerse exactamente de lo mismo.

—Bien, entonces cuando estos tres nos abandonen por las chicas, al menos nos tendremos el uno al otro.

Harry intenta callarse, pero se le escapa.

—Tú siempre me vas a tener, Louis.

El aludido sonríe tontamente y Harry se derrite. Se siente el ambiente ligeramente cargado por lo que no se dicen. Aún así, los dos están tan cómodos que permanecen así: charlando de cosas sin demasiada importancia durante toda la tarde. Hasta que, de repente, Louis decide empezar una batalla de cosquillas. La lucha deja a Harry a horcajadas encima del mayor, que se revuelve. Sus caras quedan muy juntas y Harry no puede evitar bajar sus ojos hacia los labios de su amigo. Este se da cuenta y, de repente, los engranajes de su cerebro hacen clic.

—Harry — susurra sin moverse un ápice de donde está —. ¿Te gusta alguien? No una chica, sino alguien en general.

En aquella posición, sintiendo todo el cuerpo de Louis debajo suya, no puede mentirle.

—Sí —murmura en el mismo tono.

—Creo que a mí también.

No sabe de dónde ha sacado la valentía para decir eso. Esa frase no ha pasado por su cerebro, ha ido directa desde su corazón hasta sus labios y no ha podido frenarla.

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