Capítulo 7

Esa misma noche...

Entusiasmada, arreglaba los últimos detalles de mi osito de peluche para Joey. Sonreí y me sentí tan contenta, con nuevas expectativas y pensé en él; recordé lo que me había dicho y me puse más contenta.

Miré el osito, ya terminado, cuando de pronto sonó mi celular y mi corazón se llenó de alegría.

Sonrió tierno.

_ Hola, niña mía.

_ Hola, mi vida.

_ ¿Cómo estás? ¿Mejor? ¿Pudiste terminar de archivar esos contratos? – sonreí.

_ Ya no volveré a archivar. Renuncié a ese estresante trabajo. – sonrió contento.

_ ¿Lo dices en serio, mi amor?

_ Si, de modo que ya no iré más a trabajar a ese horrible lugar.

_ ¡Qué bien, mi vida! ¡Te felicito!

_ Ahora si ya puedo respirar, mi Joey. Ese trabajo me tenía muy estresada.

_ ¿Y qué harás ahora? – volví a sonreír.

_ Quiero hacer lo que siempre me ha gustado. Volver a mi antiguo trabajo de parvularia. – sonrió con destellos.

_ ¿Parvularia? Me parece genial. Te imagino con tu delantal verde. Te ves muy linda y tierna.

_ Ojalá que puedas verme así pronto. – volvió a sonreír.

_ Así será y espero que tus nuevos proyectos se te cumplan, hermosa. Nada me haría más feliz que verte sonreír y que todo lo que te propongas se te cumpla.

_ Mi Joey. Ya teniéndote a mi lado soy inmensamente feliz. Con eso me basta y me sobra.– sonrió derretido.

_ Te amo, Cielo.

_ Y yo a ti. Estoy tan feliz de que me hayas vuelto a llamar.

_ Y lo seguiré haciendo, mi vida. Te llamaré todos los días, hasta que nos veamos.

_ ¡Ay! Mi Joey. Aún parece un sueño que me llames todos los días y que tengamos esto tan lindo.

_ No es un sueño, mi hermosa. Estamos juntos y así lo seguirá siendo. Me fascina hablar contigo, oír tu voz y que tengamos esto que tenemos. Estamos juntos.

_ Si, mi Joey. Te quiero mucho.

_ Y yo a ti, Cielo...

2 días después...

Más que feliz, me habían recontratado en un antiguo colegio, donde había trabajado como parvularia.

Salí del colegio y sentí que las cosas estaban volviendo a su curso para mí y sonreí de felicidad.

Caminé contenta por el parque y pensé en él y en que por fin volvería a trabajar en lo que me encantaba; enseñar y cuidar a niños.

_ Hola, mi Joey.

_ Hola, niña mía. Y cuéntame ¿Cómo te fue en la entrevista?

_ ¡Me contrataron! ¡Mañana comienzo a dar clases en el colegio Pumahue!

_ ¡¿En serio, Cielo?! ¡Es, es grandioso! ¡Te felicito!

_ Gracias. Estoy tan feliz. Por fin volveré a trabajar en lo que siempre me ha gustado.

_ Serás una excelente parvularia, Cielo, lo sé. Ansío ya verte con tu uniforme verde.

_ A mí igual, mi Joey.

_ Te amo.

_ Y yo a ti...

2 semanas después...

Así los días pasaron, Joey me llamó día y noche, y yo estaba sumergida en la más grande de las felicidades. Amaba escuchar su suave voz en mi oído.

Él estaba más fascinado que nunca...

Miró las nubes por la ventana; sonrió lleno de ansias, e ilusiones. Sabía que ya faltaba poco, para que el avión aterrizara, y sin dejar de sonreír, me llamó.

Yo estaba en el pequeño descanso con mis alumnos...

Ayudaba a unos niños a armar unos juegos didácticos y sonó mi celular. Sonreí al instante.

_ Hola, mi vida.

_ ¿Cómo está la maestra más hermosa de todas? – sonreí con cariño.

_ Bien. Ahora estoy en el descanso con los niños. - sonrió perdidamente.

_ ¿Puedes salir un momento largo? – sonreí con nervios.

_Eh sí, claro. Solo tengo que pedir permiso ¿Por qué? – sus ojos brillaron y volvió a sonreír perdidamente enamorado.

_ Porque quiero que vayas al aeropuerto, Cielo. Estoy a poco de llegar a Santiago. - el corazón se me aceleró. No lo pude creer.

_ ¡¿Qué?! ¡Vienes viajando para acá, amor mío! – se puso más feliz.

_ Si, mi Cielo. En unos pocos instantes más, estaré ahí contigo.

Sorprendida, me llevé la mano a la boca. Me morí de la emoción y alegría; pensé, una y otra vez, que él por fin estaría aquí, que yo al fin lo vería, y que estaríamos juntos.

Sin dejar de sonreír, pedí permiso y salí, casi corriendo, del colegio para ir a recoger el oso de peluche a la casa, el que le había hecho a Joey con mis propias manos.

No tuve tiempo de sacarme el delantal verde, y me fui con el puesto y mi coleta, hasta el aeropuerto, solo con la ilusión de que vería a Joey.

Tras sus gafas de sol, miró toda la gente pasar frente a él. Hacía un rato que había llegado; sonrió y pensó en nuestro anhelado reencuentro, y vibró de ilusión, y de amor.

Soltó un suspiro y pensó en mí con amor...

<< Al fin estoy aquí, María del Cielo.>>

Contento e ilusionado, salió a dar una vuelta fuera del aeropuerto, esperando por mí.

Sin dejar de sonreír, vio de pronto a un tipo que vendía rosas y se le acercó.

Miró todos los ramos de rosas y le llamó la atención uno en especial.

Lo escogió y lo compró con cariño.

Nerviosa y feliz, llegué al aeropuerto y lo busqué con la mirada. Vi a mucha gente.

No veía a Joey, y comencé a buscarlo. El corazón me latió todo desesperado. Ahora sí que estaba nerviosa; suspiré, me di vuelta junto a la baranda y me tomé ansiosa la coleta.

<< Solo quiero verte mi amado, Joey. >>

<< Espero que llegues pronto y pueda al fin estar a tu lado. >>

Sonrió con destellos al verme al fin. Se sacó los lentes; el corazón se le alborotó, y yo de espalda, con mi delantal verde, me miró todo enamorado.

Se me acercó, llevando con él, el ramo de rosas.

Otra vez suspiré, y de pronto, escuché oí su suave voz detrás de mí.

_ Hola, María del Cielo.

Me di vuelta y me llené de felicidad. El corazón saltó en mi pecho y Joey me sonrió perdidamente. Yo también le sonreí, con mi amor saliéndoseme por los poros. Era mi amado Joey.

Lucía muy guapo.

_ Joey, eres tú, mi Joey. – le dije toda emocionada, y él más que feliz, no dejó de sonreírme.

Miré el ramo de rosas que sostenía.

_ Si niña mía, aquí estoy. Te dije que regresaría por ti.

_ Mi Joey.

_ Estás realmente preciosa, igual, o más, que la última vez que nos vimos. – le sonreí con vergüenza.

_... – no dejó de mirarme con destellos.

_ Estás rosas son para ti. Las compré especialmente para ti.

Me dijo un poco tímido y me entregó aquel tierno ramo de rosas, el que me pareció hermoso al instante.

_ Oh, Joey. Están hermosas.

_ Qué bueno que te gusten. – miré las rosas con cariño y aprecio.

_ Me fascinan las rosas.

_ Entonces estas serán las primeras, de muchas, que te regalaré.

Lo miré perdidamente.

_ Que tierno eres.

_ Mi hermosa. Estoy tan feliz de que al fin pueda verte. Ahora estoy aquí contigo. – le acaricie su mejilla.

_ Yo también estoy muy feliz, mi Joey. Al fin estás aquí conmigo. – también acarició mi mejilla y yo lo miré idiotizada.

_ Te amo, mi María del Cielo.

_ Y yo a ti, mi Joey.

Nos sonreímos, él se perdió en mi perdura sonrisa, y yo en sus intensos ojos celestes.

_ Hay otra cosa más que te traje, hermosa. – le sonreí.

_ ¿Qué otra cosa, amor?

_ Ahora lo verás...

Lo vi agacharse frente a su equipaje, y yo curiosa, me miró y me sonrió. Sacó su chaqueta de cuero, con botones dorados y yo no lo pude creer; era la chaqueta suya, que a mí me encantaba.

_ ¡Por Dios! ¡Es tu chaqueta, la que a mí tanto me gusta!

_ Así es y como sé que es tú favorita, te la quiero regalar con todo mi cariño.

_ No lo puedo creer.

_ Jejeje.

Yo más que sorprendida, Joey me miró por un instante.

_ Te ves realmente linda con tu uniforme de parvularia. – me derretí por completo.

_ Gracias. Era lo que yo quería, ser una parvularia.

_ Y te queda perfecto. Me alegra tanto que se te haya cumplido lo que tanto querías.

_ Y todo gracias a ti.

_ No, solo tú te esforzaste para llegar a dónde estás y estoy orgulloso.

_ Mi Joey.

_ Te amo.

_ Y yo a ti.

Sin más sostuvo mi rostro en sus manos, y yo con el corazón a punto de salírseme, del pecho, Joey me besó.

Me sentí volar, y él besándome, me tomó por la cintura, y yo sostuve su cabeza con cariño.

Me sonrió con ternura.

_ ¿Acariciarás mi cabello como la última vez que nos vimos? – recordé aquello.

_Si, todas las veces del mundo.

Nos sonreímos y yo le acaricié su cobrizo cabello con todo mi amor. Joey me sonrió, amándome con locura.

Nerviosa, recordé mi presente, para él, y volví a sonreírle, ahora con nervios, emoción y pudor.

_ Yo también tengo algo para ti, Joey. – volvió a sonreírme.

_ ¿Un regalo para mí?

_ Si. Espero que te guste.

Le sonreí más nerviosa y saqué el osito de peluche. Se lo entregué con vergüenza.

Me lo recibió con cariño y luego me miró fijo. Me amó perdidamente.

_ Es un osito de peluche.

_ Si... yo lo hice ...- mis mejillas se ruborizaron - ¿Te gusta?

_ Está muy bonito. Se nota que lo hiciste con mucho cariño.

_ Así fue... - le dije apenada y él me sonrió tierno y miró con aprecio el osito.

_ Me gusta mucho. Es un regalo muy tierno, María del Cielo.

_ Mi Joey.

_ Nunca, nadie, me había regalado algo así, y que ese alguien, seas tú, me fascina. Te amo demasiado.

_ Y yo a ti, mi Joey.

Me sonrió y otra vez acarició mi mejilla, lo que yo amé.

Contemplé, derretida, sus lindos ojos celestes, las facciones de su rostro, sus labios y me dieron unos deseos incontrolables de besarlo otra vez.

_ Te quiero tanto, mi Joey.

_ Mi niña hermosa. Ven aquí.

Me colocó, todo atento, su chaqueta, que ahora era mía; ahí yo más me derretí. Me quedó bastante grande, pero a mí no me importó, y ambos nos sonreímos, y Joey me miró fijo. Sonrió de oreja a oreja.

_ Si, era para ti. Te queda bien.

_ Bueno, me queda un poco grande, pero es un detalle.

_ Jejeje. – me abrazó – Quería que solo tú la usarás y así será.

_ Te amo, Joey.

_ Y yo a ti. Por fin estoy a tu lado mi hermosa, María del Cielo, y esta vez, será para siempre.

_ Yo también quiero que estés conmigo, siempre.

Le dije y lo miré toda enamorada. Joey más que realizado, me sonrió y me cargó en sus brazos.

Me dio vueltas y yo, inmensamente feliz, le sonreí.

_ Te prometo que estaremos siempre juntos.

_ Lo sé. Te creo, mi Joey.

Volvió a sonreírme, y sin soltarme de sus brazos, yo coloqué mis brazos en sus hombros.

Sin importarnos nada, nos besamos largamente haciendo notar, a los cuatro vientos, nuestro amor.

Los dos contentos, salimos del aeropuerto tomados de la mano. Yo usando su chaqueta, él me miró, me sonrió tierno, y ambos sin dejar de sonreír, iniciamos así nuestra historia juntos, la que inició por teléfono aquel día, en que él me llamó.

Fin.

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