¿Qué pasa con nosotros?
Yo no soy buena en matemáticas, los números siempre se me dieron fatal. Siempre me gustó más, literatura, ciencia e incluso historia. Soy muy buena en historia pero recuerdo que me costaba mucho recordar las fechas exactas de algunos sucesos. Cuando tenía lección de historia solía anotarme las fechas en la mano o en el brazo. Siempre me ha costado recordar fechas importantes, como cumpleaños, aniversarios y esas cosas, hay ocasiones donde incluso olvidaba mi fecha de cumpleaños. Pero recuerdo con exactitud la fecha en donde lo vi por primera vez. Fue un jueves a las tres y media en una soleada tarde de mayo. También recuerdo la primera vez que nos besamos, aquel inicio de año mientras los fuegos artificiales sonaban con fuerza e iluminaban el cielo. Nuestros labios a penas y se tocaron por más de unos segundos, ambos nos quedamos con ganas de más. Lo invite a mi apartamento esa noche y él aceptó. No me arrepiento de eso, no me arrepiento de hacer el amor con él. Sebastián Pierce fue mi primer amor, ahora al igual que antes de besarnos por primera vez, seguimos siendo muy buenos amigos.
-¿Porqué haces esto Sebas?-le pregunto mientras el taxi se mueve por la ciudad casi desierta a esta hora de la madrugada.
Yo estaba en mi casa, dormía plácidamente cuando mi teléfono sonó y su nombre en la pantalla brillo con una señal de peligro. Cuando contesté no reconocí la voz al otro lado de la línea. El barman me dijo que Sebastián estaba inconsciente en la barra del bar. Como buena amiga que soy, me cambié y tomé un taxi hasta aquel bar no muy lejos de la casa de Sebastián. Jaime, mi esposo y hermanos mayor de Sebastián, esta de guardia en el hospital. Él solía enfadarse con Sebastián por llamarme pero yo le dije que él y yo hemos sido amigos por muchos años, conozco a Sebastián antes que a él. A Jaime lo trataba de hola y chao, siempre me pareció alguien muy culto y me preocupaba decir algo estúpido. No fue hasta aquel viaje a Egipto que nos hicimos amigos y dos meses después empezamos a salir.
-Tienes que dejar de emborracharte.-lo regaño mientras nos bajamos del auto. El taxista muy amablemente me ayuda a llevarlo dentro de la casa.
Lo acuesto en el sofá y le quito los zapatos. Pienso en llevarlo a su cama pero él parece no querer cooperar. Así que lo dejo ahí y me siento en el sofá frente a él para cuidar que no se asfixie con su propio vómito.
-En serio, tienes que dejar de hacer esto.-le digo aunque él no me puede escuchar.
Jaime nunca supo de mi corta relación, si es que se le puede llamar así a lo que tuve con Sebastián. Nadie lo sabe, en realidad, nunca le dijimos a nadie y fue mejor así porque nunca llegamos a nada, él nunca quiso nada serio y yo tenía demasiados sentimientos hacia él en ese momento y me dolió mucho su rechazo aunque es algo que debí imaginar. Nunca nos hicimos promesas, nunca dijimos nada pero yo imagine muchas cosas y la realidad me golpeó con fuerza. Después de su rechazo me fui a mi viaje a Egipto y en aquel viaje también estaba Jaime, Sebastián le dio su pasaje a él. Así que de alguna forma Sebastián fue mi cupido. Han pasado casi tres años desde aquel viaje y yo llevo cuatro meses casada con Jaime. Nos casamos a los pocos meses que me lo propuso en una íntima ceremonia.
Cuando me despierto Sebastián aún sigue dormido en el sofá. El reloj marca las cinco y media, solo me dormí una hora y media. Me levanto para hacer un poco de café, lo necesito en este momento aunque no soy amante del café lo tomo en ciertas ocasiones y esta es una de esas ocasiones. Jaime llegará en unas horas de su guardia y tendré que explicarle otra vez porque salí en la madrugada a buscar a su hermano que estaba ebrio en un bar, desearía que fuera la primera vez o incluso la segunda vez que hace eso pero no es así. Es algo que se ha venido repitiendo desde hace algún tiempo. No entiendo porque lo hace, cuando le pregunto la razón, él evade la pregunta.
-Buenos días.-le digo cuando lo veo moverse en el sofá.
Él se sujeta la cabeza mientras se levanta. Le doy una aspirina y un vaso con agua. Lo veo tomar la pastilla aún con los ojos cerrados.
-Iré a preparar algo más de café.
Me levanto del sofá y de reojo lo veo levantarse y caminar hasta su habitación. No es un hombre que hable mucho por las mañanas y mucho menos cuando tiene resaca. Pienso en llamar a Rafael, el mejor amigo de Sebastián, para que se quede con él pero Rafael es un hombre fiestero y seguro también se fue de fiesta o aún sigue de fiesta. La siguiente en la lista es Mila, la hermana menor de Sebastián y Jaime, pero ella esta de viaje. Tomo mi teléfono y le mando un mensaje a Jaime diciéndole que estoy aquí y que estaré en casa pronto. No sé si él ya salió de su guardia pero necesito avisarle antes que llegue y no me encuentre.
-Te ves casi humano.-le digo a Sebas cuando él entra en la cocina.
Lleva el torso desnudo y no puedo evitar admirar su buen físico y recorrer los tatuajes en su torso. Tiene un nuevo tatuaje. No puedo seguir observando aquel nuevo tatuaje porque él se coloca una camisa azul.
-No me vas a dar los buenos días.
-No estoy de humor Hazel Donovan.
Se sirve un vaso de café y se queda de pie cerca de la cafetera.
-Yo tampoco estoy de humor Sebastián Pierce.
-No te pedí que fueras por mí.
Él usualmente esta de mal humor pero esta mañana es peor que un grano en el trasero.
-¿Pero que te pasa?-le pregunto.- No, no me pediste que fuera, no hubieras podido aunque quisieras porque estabas inconsciente en aquel bar. La historia se repite, a sido lo mismo desde hace algún tiempo. ¿Porqué lo haces? Quiero ayudarte.
-No me puedes ayudar, Hazel.
Veo como su espalda se tensa cuando coloco mi mano en su hombro. Lo veo moverse y apartarse de mí. Hemos sido amigos por años. Lo conocí gracias a mi hermano mayor, Henry, ambos estudiaban derecho en la Universidad y son buenos amigos. Henry también se preocupa por él. Él único que parece no preocuparse por Sebastián es Sebastián.
-¿Qué sucede Sebastián? Sabes que puedes contar conmigo.
-Claro, porque somos amigos.-dice él entre dientes- los mejores amigos del puto mundo.
Su tono es casi mordaz.
-Lo somos.
Él se gira y en su mirada no hay el enojo que esperaba ver, luce cansado. Trato de acercarme de nuevo a él pero una vez más, él vuelve a retroceder.
-¿Quieres saber lo que me pasa?
-Si.
-Tú, Hazel, eso es lo que me pasa. Tú eres mi maldito problema.
Me quedo quieta en medio de la cocina sin entender de qué esta hablando él. ¿Porqué yo soy el problema? ¿Que hice yo?
-No entiendo.
-¿Qué es lo que no entiendes?
-Porque soy yo el problema.
Él se ríe sin un gramo de humor. Es una risa llena de cinismo. Se gira y pienso que va a dejar la cocina pero se queda quieto y después de un largo momento en silencio se gira y se acerca a mí. Pone sus manos en mis mejillas y antes que yo pueda procesar lo que esta pasando sus labios están sobre los míos. No sé parece a nuestro primer beso, aquel suave roce de labios, ese beso fue casi inocente. Tampoco se parece a los besos que vinieron después, besos llenos de deseo. Este beso es diferente, sabe diferente pero me estremece como todos nuestros anteriores besos y no debería ser así.
Lo empujo con fuerza para que se aparte de mí.
-¿Pero qué estás haciendo?-le grito.
-Te acabo de besar.-me responde él.
No hay arrepentimiento en su voz.
-No puedes hacer eso, no lo vuelvas hacer. Soy la esposa de tu hermano.
-¿Crees que lo he olvidado? Ese es mi problema, Hazel, que todos los días recuerdo que eres la esposa de mi hermano. Que es él quien acaricia tu piel todos los días, que son sus labios los que besan los tuyos. Que despiertas todas las mañanas en sus brazos y que tus te amo son para él.
Lo miro un momento esperando a que me diga que es una broma. Que solo esta bromeando pero él se queda mirándome sin decir nada más. Sus hombros caen casi con alivio, tal vez porque llevaba mucho tiempo cargando con aquellas palabras. Pero no puedo sentir pena por él, esto es su culpa. Él me dijo que no me amaba de aquella manera, que lo nuestro debería ser solo una amistad.
-¿Cómo te atreves a decir todo esto ahora? ¿Cómo te atreves a culparme? Tú fuiste quien me alejo, tú me dijiste que no había futuro para nosotros. No puedes venir ahora y decirme todo esto ¿Que quieres? ¿Qué pensaste que haría? Tal vez creías que correría a tus brazos y dejaría a mi esposo, pero eso no va suceder.
Mis palabras lo lastiman, tal y como sus palabras me lastimaron hace años. Pero yo oculte mi dolor con una sonrisa y le dije que no pasaba nada, que yo entendía que él no me amaba y que por supuesto podíamos ser amigos. Pero Sebastián no oculta lo dolido y molesto que está.
-Ese es mi otro problema, Hazel, sé que no vas a dejar a tu esposo. Mi perfecto hermano mayor, mi buen ejemplo a seguir. Porque de todos los hombres que hay en este jodido mundo, tú tenías que enamorarte de él.
-Uno no elige de quién se enamora.
-En eso tienes razón.
No podemos regresar el tiempo y hacer como si esto no hubiera pasado, no podemos retroceder un poco más y evitar que todo esto suceda. Él hizo su elección, él me soltó y yo encontré alguien que me ama. ¿Me quería en aquella época? Si lo hacía no entiendo porqué me mintió ¿A qué le tenía miedo?
-Me tengo que ir.
-Por supuesto, tu esposo te espera en casa.
Ignoro su tono sarcástico y voy a buscar mi bolso y mi abrigo. Empiezo a caminar hacia la puerta.
-¿Aún seguimos siendo amigos?-me pregunta él cuando estoy a unos pasos de la puerta.
Pero yo no respondo, su pregunta queda flotando en la casa mientras yo me alejo. No puedo responder eso ahora, decir que su confección no me afectado sería una gran mentira, por supuesto que me afecta, es Sebastián, fue mi primer amor, fue mi primera vez. Aquel hombre que amé y rompió mi corazón.
Cuando llego a casa Jaime aún no ha llegado. Camino hasta nuestra habitación y me cambio por algo más cómodo. Debería dormir un poco pero no tengo sueño ahora. Hay un mensaje de Ciara mi hermana menor, ella aceptó cuidar a Maise, nuestra pequeña sobrina hija de Henry. Maise solo tiene tres años, cumplirá cuatro en dos semanas. Usualmente soy yo quien se queda con Maise, pero Ciara insistió en cuidarla para poder pasar tiempo con su única sobrina. En el mensaje de voz puedo escuchar el pánico cuando Maise se ha despertado en la madrugada y se ha rehusado a volver a dormir. Estoy segura que Ciara pensará dos veces antes de aceptar cuidar a Maise.
-Hola, hermanita ¿Cómo estás? ¿Tienes algo planeado para hoy? Si la respuesta es no, podríamos llevar a Maise al acuario. Avísame.
Después de dejarle aquel mensaje a Ciara. Dejo el teléfono en la mesa y me siento en el sofá con las piernas levantadas. Veo la foto de Maise que tengo en casa, adoro a Maise. Siempre me pongo a pensar en lo difícil que debe ser para ella crecer sin una mamá. La mamá de Maise murió poco después que Maise nació, Henry quedó devastado y se centró en el trabajo, aún lo hace. Es abogado de negocios internacionales de una gran compañía y esta constantemente viajando.
Escucho el auto de Jamie y la puerta del garaje al abrirse pero no me muevo. No sé si debería contarle lo que sucedió ¿Cómo reaccionará él? Que pregunta tan estúpida, es obvio que se va a enfadar con Sebastián y esta en todo su derecho pero yo no quiero ser la culpable que ambos hermanos se peleen. Tal vez decirle sea una mala idea, solo fue un beso, no volverá a pasar.
-Buenos días, amor.
Lo veo entrar en la casa con un ramo de tulipanes, mis flores favoritas. Me da un beso en la mejilla y me entrega el ramo de tulipanes antes de sentarse a mi lado.
-Me trajiste flores ¿Estoy olvidando alguna fecha especial?
Él se ríe y mueve su cabeza.
-Solo quise traerle flores a mi hermosa esposa porque sé que adoras cuando lo hago.
La culpa crece dentro de mí. Jaime es un buen hombre, demasiados bueno y yo no puedo lastimarlo.
-¿Qué sucede?-me pregunta él.
-¿Cómo sabes que sucede algo?
-Te conozco.
Recuerdo que una de las primeras conversaciones reales que tuvimos, fue sobre el señor de los anillos. Fue espontanea y agradable. Me dijo que le gustó mi lado nerd. Después de aquella conversación todo transcurrió con naturalidad. Hemos estado juntos por dos años y llevamos cuatro meses de casados. Soy feliz, no voy arriesgar mi felicidad por un beso.
-Estoy bien.
Mi teléfono suena sobre la mesa y me levanto para revisar el mensaje es de Sebastián.
S: ¿Aún somos amigos?
Miro el mensaje por un largo tiempo sin saber que responder.
H: ¿Me amabas?
Envío el mensaje sin darme tiempo para arrepentirme.
S: No de la forma que merecías.
Jaime pasa a la cocina y me habla sobre el hospital y un caso interesante que tuvo. Él es cirujano especializado en cardiología. Yo sigo mirando el teléfono. Y después de pensarlo un momento respondo su mensaje.
H: No, al menos por ahora, no podemos ser amigos.
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