Guarda silencio un momento

Me siento junto a Rafael en el banco frente al hermoso mesón de su mini bar. Él sostiene un vaso de cristal entre sus manos. No me mira cuando me siento.

-Un trago por tus pensamientos.-le digo.

Él me da una media sonrisa y mira por encima de mi hombro en busca de los demás.

-Solo estamos tú y yo, los demás están afuera.

Él deja el vaso sobre la mesa y saca algo de su bolsillo y lo pone con fuerza sobre el mesón. Reconozco el anillo, yo lo ayude a escogerlo. Yo fingí ser Paula para ayudarlo a practicar el discurso con el que le pediría matrimonio. No sabía que ella había dejado el anillo cuando se fue, él jamás lo dijo.

-Lo sabes ¿Verdad? La razón por la que ella se fue.

-Lo sé.

Él observa el anillo que tanto tardamos en escoger y mi mente vuelve aquella tarde cuando entramos en aquella joyería para escoger el anillo. Él dijo que yo debía ir porque necesitaba una opinión femenina y de buen gusto, también fueron con nosotros Henry y Sebastián, obviamente ellos no podían faltar.

Observo con mucha atención la hilera de anillos frente a mí. Me siento nerviosa y algo ansiosa. Paso mi vista de un anillo a otro sin saber cual elegir. Esto es una decisión muy difícil. El encargado me mira ansioso esperando que tome una decisión.

-Y bien ¿Cuál te gusta?-me pregunta Rafael por quinta vez.

Tres pares de ojos me observan esperando una respuesta.

-Creo que si dejan de presionarme puedo elegir.

Les hago una seña para que se alejen un poco de mí y vuelvo a observar los anillos. Pienso en Paula y cual le puede gustar, un anillo de compromiso es una gran decisión, no puedo creer que Rafael este dando este paso.

-Vamos, Hazel, solo dinos cuál te gusta.-me presiona Sebastián.

Claro a él no le llama la atención nada de esto de la boda pese a que estoy segura que él será el padrino. Siempre padrino, nunca el novio, suele decir él con orgullo. No le llaman la atención las bodas, las relaciones o las cosas románticas ¿Tendrá algún hueso romántico en su cuerpo? Tal vez solo necesita a la mujer adecuada, igual que Rafael encontró a Paula, tal vez Sebastián encuentré alguien que lo haga entusiasmarse con la idea de escoger un anillo de compromiso.

-Ese.-señalo un anillo y todos se inclinan para observar el anillo que estoy señalando.

-Es el que había elegido.-dice con emoción Rafael.- ¡Me voy a casar! ¡Tengo un jodido anillo!

Me da un sonoro beso en la mejilla.

-Tranquilo Romeo, aún tiene que aceptar casarse contigo.-le dice Henry mientras le da una palmada en su espalda.

Rafael llama al encargado de la joyería y señala el anillo sin ocultar su emoción.

-Ella va aceptar, tengo un buen discurso y practique con Hazel por horas. ¿Verdad que es genial Hazel?

-¿Cómo lo soportas  tanto tiempo?-me pregunta Sebastián.

Él se recuesta en la vitrina y lo veo observar los anillos.

-Me convenció con pastel de chocolate.-les digo.- Pero Rafael tiene razón, es un buen discurso.

Lo cambió alrededor de unas veinte veces porque quería que fuera especial y represente lo que siente por ella, le dije que se lo tome con calma que tampoco son sus votos matrimoniales pero él seguía cambiando una y otra vez hasta que dijo las palabras correctas.

-Amelia también lo escucho una vez y le gustó. Y es Amelia, si a ella le gustó tiene que ser bueno.-les dice Rafael

Amelia también es abogada, ella junto a su esposo Nicolás, fueron a la Universidad con Sebastián, Henry y Rafael. Los cinco son muy buenos amigos. Amelia y su esposo tienen su propio bufete, Clarke&Mayer. Escuchado de ella pero no he tenido el placer de conocerla.

-Ahora solo necesitas la aprobación de nosotros.-le dice Henry mientras señala a Sebas y después a él.

-La única aprobación que necesita es la de Paula y estoy segura que la va a obtener. Ahora  sean buenos amigos y no hablen. -les digo.

Cuando salimos de la joyería Rafael nos habla de como piensa pedirle matrimonio. Habla de la cena en aquel jardín botánico, de las luces y la comida, habla del vino e incluso del postre. Nos habla de cada detalle que repaso con mucha atención varias veces porque quiere que todo sea perfecto.

Aquella noche todo salió lo más cercano a la perfección pero nada de eso importa ahora, el anillo que con tanto esmero y amor él buscó, ahora descansa sobre su palma y solo le trae recuerdos amargos de una relación que fracaso. Nadie se imagino que ellos iban a terminar así, ni Sebastián en todo su cinismo y poca fe que tiene en el matrimonio hubiera imaginado algo así. Si las cosas hubieran sido diferentes ellos ahora probablemente estarían casados y con dos hijos. Ese anillo estaría en la mano de para quien fue comprado y al verlo solo traería buenos recuerdos. En el mundo alterno de los hubiera todo luce perfecto.

-Un barco que se hundió antes de zarpar.-dice Rafael con amargura.- Eso es lo que somos. No naufragamos, no nos perdimos en el mar, no. Jamás logramos salir del puerto.

Sigue mirando el anillo mientas bebe todo el contenido de su vaso, cuando el vaso esta vacío lo vuelve a llenar. Bueno, al menos esta bebiendo en su casa donde lo podemos vigilar y asegurarnos que esta a salvo.

-Habla con ella.-le digo.

-Si tú estuvieras en mi situación ¿La perdonarías?

Ni siquiera sé que hacer en mi situación ¿Cómo podría saber que hacer en la situación de alguien más? No encuentro una manera fácil de responder esa pregunta porque no la hay. Por un momento me pongo en su situación e imagino a Jaime abandonándome sin ninguna explicación. Imagino el dolor, la desesperación y la impotencia. ¿Lo perdonaría? Probablemente si, pero no creo que pueda volver a confiar en él. También sé que si le cuento la verdad él no volverá a confiar en mí.

-No importa lo que yo haría y lo sabes. Tomate tu tiempo, consulta con tu almohada y no bebas demasiado. Cuando las aguas se calmen ve y habla con ella, lo necesitas, necesitas respuestas. No tienes que perdonarla, no te digo que lo hagas, solo te digo que vayas y la escuches.

Le doy un ligero apretón en su brazo.

-Dulce Hazel, no sé que hacer con mi vida.

-Si te sirve de consuelo, no creo que alguien lo sepa.

Él se ríe y yo me rio con él.

Salgo de la casa y veo a Sebastián hablando con una mujer. No puedo ver su cara pero su melena roja brilla incluso en la oscuridad. Lleva un vestido negro con falda tuvo que le llega a la altura de las rodillas y muestra sus perfectas piernas. Escucho la risa de Sebastián y veo lo cómodo que está con aquella mujer. ¿Quién es ella? La mujer pelirroja se mueve un poco y puedo ver su rostro, es hermosa ¡Por supuesto que lo es! No podía esperar menos de Sebastián. Los pómulos de ella parecen haber sido esculpidos con paciencia. Ella gira un poco su cabeza y sus ojos verdes se concentran en mí y una sonrisa pícara aparece en su rostro.

-Hola.-me dice ella.

Sebastián se gira para ver a quién se esta dirigiendo la pelirroja y una media sonrisa aparece en su cara cuando se da cuenta que soy yo.

-¿Cómo está Rafael?-me pregunta la desconocida.

La veo caminar con mucha gracia hasta mí. Sebastián la sigue detrás como perro faldero. No es que me importe, porque no me importa, él puede seguir y hacer con su vida lo que quiera.

Ella mueve un poco su elegante abrigo rojo y pone una mano en su cadera mientras espera mi respuesta.

-Bien.-me limito a responder.

-Vaya, gracias por tomarte la molestia de darme los detalles, no deberías molestarte. Es muy amable de tu parte.

Sebastián trata de ocultar una sonrisa ante la respuesta sarcástica de su amiga. ¿Quién se cree ella que es?

-Es por ese tipo de comentarios que en los juzgados te llaman Reina Malvada.

Lo que me faltaba, no solo es hermosa sino que también es abogada. Sebastián y ella seguro tienen mucho en común.

-Como si me importará.-le dice ella.- Me han llamado cosas peores.

Miro hacía los autos que hay y me doy cuenta que no está el auto de Jaime. Sebastián sigue mi mirada.

-Lo llamaron del hospital, me pidió que te lleva a casa.

-No es necesario, no deberías privar de tu compañía a tu amiga.-le digo.

La pelirroja sonríe ante mis palabras.

-La amiga ya se tiene que ir, porque la amiga tiene un esposo que la espera en casa. Y la amiga tiene su propio auto y maneja muy bien.

¿Sebastián tiene algún fetiche por las mujeres casadas?

-¿Estás casada?

Ella no pasa por alto el tono de sorpresa en mi voz. Yo miro hacia su mano izquierda y en su dedo anular veo los dos anillos, un hermoso anillo con un enorme diamante y otra argolla que también tiene unas incrustaciones de diamantes.

-Bueno, mi matrimonio esta pasando por algunos problemas pero hasta donde yo recuerdo si, estoy casada.

-Felizmente casada.-dice Sebastián.

-Podemos omitir el felizmente y lo dejamos solo en casada.

Sebastián se ríe.

-Soy Amelia Clarke-Mayer.-me dice ella mientras extiende su mano.- No necesita decirme quien eres, mi amigo Sebastián ya hizo los honores. Es un gusto Hazel Donovan.

Sonrió cuando ella dice su nombre. No es una amiga de Sebastián con la que tendrá sexo después, es su amiga Amelia quién conocen desde la Universidad.

Tomo mano y me siento mal por haber pensando mal de ella sin saber quien era. Me siento mal por sentir celos cuando no debería hacerlo.

-Amelia, la amiga de la Universidad.-le digo.

Ella mueve su cabeza.

-Bueno, entre otras cosas.

-Es abogada de divorcios.-me dice Sebastián.-Deberías pedirle una tarjeta. Más vale prevenir antes que lamentar.

Ella busca en su chaqueta y saca una pequeña tarjeta y me la entrega.

-Gracias pero no la necesito. Estoy felizmente casada.

-¿Cuantos años de casada tienes?

-Meses.

Ella asiente lentamente.

-Por supuesto, aún estás en la etapa de la luna de miel.

Ella y Sebastián comparten una extraña mirada ¿Qué le contó él sobre mí?

-Bueno, fue un gusto verlos pero debo irme. Nicolás ya debe estar en casa.

Ella le da un beso en la mejilla a Sebastián.

-Mantenme informada pero la próxima vez recuerda que yo vivo al otro lado de la ciudad cuando decidas llamarme por una emergencia.

-Bueno, tú sabías donde estaba él.

-Yo lo sé todo, Sebastián, incluso cosas que prefería no saber.

Ella se gira hacia mí pero no besa mi mejilla solo me da un leve movimiento de cabeza.

-Dile a Rafael que Nicolás y yo lo vendremos a visitar uno de estos días.

Ella se despide con la mano y camina con elegancia hacia su Mercedes negro.

-No hubo beso en la mejilla para mí, creo que no le caí muy bien.

Le digo en son de broma tratando de no crear un silencio incómodo.

-¿Ella siempre es así?

-¿Una bruja? No, suele ser peor.

-¿Cuantos años lleva de casada?

-Siete. Nicolás y ella se conocieron la segunda semana en su primer año de Universidad. Conectaron de inmediato y se volvieron inseparables desde ese momento. Se conocen desde hace doce años.

Doce años, tanto tiempo. ¿Llegaré a conocer a Jaime por doce años?

Sebastián me guía hasta su auto y yo lo sigo en silencio pensando en la mujer pelirroja y su matrimonio de siete años. Algunos se consideran afortunados si llegan a pasar el año de casados y otros si al menos llegan a los tres, ellos van siete.

-En serio, guarda su tarjeta, es la mejor abogada de divorcios que conozco.

-Que gracioso.

Estoy distraída en mis pensamientos y no estoy pendiente del camino así que me sorprendo cuando Sebastián detiene el auto cerca del Boston Harbor. ¿Cuánto tiempo lleva manejando?

-¿Qué estamos haciendo aquí?-le pregunto.

Él no responde mi pregunta y solo se baja del auto. Lo veo caminar hasta el muelle. Respiro hondo antes de bajar del auto y caminar hasta donde él está. Hemos venido aquí antes.

-Desde aquí podemos ver el faro.-me dice él.

Me señala el faro y yo sonrió.

-Lo veo. ¿Qué hacemos aquí Sebastián?

-Esperar el amanecer.

-¿Porqué?

-Hace mucho que no compartimos un amanecer juntos. Lo extraño y que mejor que ver el amanecer aquí.

Lo veo guardar sus manos en los bolsillos de su abrigo y yo hago lo mismo. Ambos nos quedamos en un cómodo silencio mientras miramos hacía el horizonte esperando el amanecer.

-No comprendía sabes, la importancia de amar y ser amado. Pero entonces llegaste tú y todo cambió.

El cielo se empieza aclarar poco a poco.

Sé hacia donde van los cometarios de Sebastián, sé porque me dice eso.

-No lo digas.

Mi voz es una súplica. No lo miro porque si lo hago no voy a poder seguir pidiéndole que no lo haga, que no me diga aquello. No puedo escuchar eso en este momento, no ahora que estoy nadando en un mar de confusión tratando de entender que es lo que quiere mi corazón.

-Tengo que decirlo, Hazel porque no decirlo me esta torturando.

Puedo sentir la agonía en su voz.

-Por favor, no digas que me amas.

- No son mis pensamientos los que me están matando, son mis sentimientos los que me están devorando. Así que tengo que decirlo.

-Estoy casada con tu hermano, lo amo.

Soy un tornado y tú también eres caos ¿Porqué no lo puedes entender? Nunca vamos a llegar a ningún lugar. Nuestra relación esta destinada a fracasar.

-No lo amas, al menos no de la forma que me amas a mí.

-Y tú, ¿Qué sabes sobre el amor?

-Tal vez no sepa sobre el amor pero sé sobre ti y para mí, el amor y tú son lo mismo.

-Por favor...

-Te amo.

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