17 segundos
Me alejo unos centímetros, él no dice nada, solo me observa y parece incrédulo con lo que acaba de pasar. Sus manos recorren mi cara y estamos más cerca pero esta vez no me muevo y él tampoco lo hace. Estamos unos diez centímetros alejados, él poco a poco se acerca a mí hasta que solo queda un centímetro entre nosotros. Son diecisiete segundos lo que tardo en acercar mis labios a los suyos otra vez porque parece que no puedo tener suficiente de él.
La regla de los diecisiete segundos.
A mí mente viene una conversación que tuve con Rafael, Henri y Sebastián una calida mañana hace algunos años atrás.
Años atrás...
Sonrió cuando llego a la cafetería y los veo sentados en las mesas de afuera compartiendo un café. Incluso desde la esquina puedo sentir su ego y su arrogancia.
-Pero miren a quienes tenemos aquí.-les digo con una sonrisa.
Sebastián me mueve una silla para que me siente.
-Mala junta, mala vida y mala fama.-les digo a Sebastián, Henry y Rafael sin señalar a ninguno en particular.
-Y tú eres mala mía.-me dice Sebastián.
-¿Cuál se supone que soy yo?-me pregunta Rafael.
-¿Cuál quieres ser?
Él piensa en lo que le acabo de preguntar.
-Mala junta.-responde él.
-Yo soy mala fama.-dice Henry.
-Creo que no tengo otra opción que ser mala vida.
Me rió y doy una mirada a la cafetería para ver a casi todas las mujeres mirando hacía la mesa y usando todos sus encantos para llamar la atención de algunos de los hombres aquí sentados. Obviamente ellos disfrutan de la atención, su ego se regodea de eso.
-Ya veo porque les gusta sentarse aquí afuera-les digo.-Su ego y arrogancia no caben en aquel lugar.
-No es muestra culpa ser irresistibles.-me dice mi hermano.
Henry se quita las gafas de sol un momento y observa a una hermosa rubia parada en la esquina del café.
-Bueno ¿Dónde es la despedida de soltero?-le pregunto a Sebastián. Él como padrino esta planeando la despedida de soltero de Rafael. Jamás creí que alguien podría conquistar el corazón de Rafael pero al parecer los milagros existen.
-En el bar irlandés por supuesto. No habrá desnudistas. Así que no tienes excusas para no venir.
-¿Vas a venir a la despedida de Rafael? Pensé que irías a la de Paula, hermanita.
-No me importa si hay desnudistas siempre y cuando haya comida. Rafael ha sido mi amigo por mucho más tiempo.
-Paula fue muy clara al decirme que nada de desnudistas.
No puedo evitar reír. Tomo uno de los panecillos que están en la mesa.
-¿Cómo lo supiste?-le pregunto a Rafael.- que ella era la indicada.
Paula es la prometida de Rafael, se conocen hace un año pero parecen no poder esperar para casarse. Paula es profesora de tercer grado, es muy dulce y fue muy fácil que nos agrade.
-Regla de los veinte segundos.
-Yo utilizo diecisiete segundos.- dice Sebastián.- La miro a los ojos, tomo su rostro entre mis manos y espero sentir esa conexión, si la siento, utilizó los otros tres segundos para acercar mis labios a los de ella.
-La regla de los 17 segundos.-dicen los tres al mismo tiempo.- Esperar y ganar.
-Y yo gané.-sonríe Rafael.
-Así que sentiste la conexión.
-Sentí más que eso, quería besarla a los cinco segundos pero hay que esperar y ver si la conexión dura o es solo algo pasajero. Un impulso biológico.
Sonrió mientas lo escucho hablar y anhelo sentir eso, lo que él esta describiendo, aquella conexión que va más allá del sexo. De reojo no puedo evitar mirar a Sebastián y mi sonrisa se hace más grande cuando me doy cuenta que él ya me esta mirando.
-En el bar irlandés a las ocho.-me dice Sebastián.-vamos a celebrar que en una semana este ex mujeriego ahora un hombre domado se va a casar.
Nunca llegamos a celebrar la despedida de Rafael, él fue al apartamento de Paula a la hora del almuerzo preocupado porque ella no contestaba sus llamadas y tampoco había ido a trabajar y descubrió que Paula se había ido. Sin una nota, nada, solo se fue y aún ahora seguimos sin saber la razón. Ella parecía muy enamorado de Rafael, eran una gran pareja. Después de eso Rafael la paso muy mal y volvió a sus aventuras de una noche.
Tomo su rostro entre mis manos y veo sus ojos, él entiende porque lo estoy haciendo, no dice nada, no aparta sus manos. Él mira mis ojos color avellana así como yo me sumerjo en sus ojos grises, tan grises como las nubes cuando está a punto de llegar la tormenta. Y lo siento, siento la conexión y él también por la forma en que sus ojos se dilatan. Ya hemos hecho esto antes, la mañana después de la primera vez que estuvimos juntos. Pensé que tal vez aquella conexión había desaparecido o ya no era tan intensa pero me equivoque. Es aún más fuerte.
Ya han pasado los diecisiete segundos...
-No te necesito.-le digo.
Él se aleja de mí obviamente herido por mis palabras.
-No te necesito, seguí sin ti pero... te quiero. No voy a mentir sobre mis sentimientos, no voy hacer lo que tú hiciste. Te quiero.
Le digo te quiero, no un te amo. Por que un te amo pesa más, mucho más.
No es como si decirle que aún lo quiero haga alguna diferencia. Yo también amo a Jaime, él es mi esposo y no tengo planeado dejarlo por alguien que no tuvo la valentía de decirme que me quería, de luchar por mí, por un nosotros. No sería justo para Jaime, no sería justo para mí.
-Fuiste mi primer amor, te amo pero lo nuestro no va a suceder.
-Lo se, Hazel, sé que no hay un nosotros pero no quiero perderte ¿Aún podemos ser amigos?
-Dame tiempo, Sebastián, déjame poner mis sentimientos y pensamientos en orden. Déjame ordenar mi caos.
-Te sientes como en casa con tu mente desordenada.
-¿Me estás llamando loca?-le digo y no puedo evitar curvar mis labios en una sonrisa.
-Si, estas loca Hazel Donovan, pero eso ya lo sabes.
El silencio reina en la habitación después de eso.
Me levantó de la cama lista para irme, él esta bien, no necesita mi ayuda y yo debo volver a casa. Casa. Mi casa, donde me espera mi buen esposo, esposo al que acabo de engañar. Me siento mal pero no por engañar a Jaime, me siento mal porque a pesar de todo no me arrepiento del beso. Debería estarlo, muy arrepentida pero no lo estoy. Soy una mala persona, una adúltera mala persona.
-Déjame ser claro, yo tampoco te necesito Hazel, pero no tienes una idea cuanto te quiere en mi vida. Te quiero tanto que me conformo con ser tu amigo, porque es solo eso lo que me puedes ofrecer. Así que lo tomo, realmente tomaré cualquier cosa que me ofrezcas.
No me giro porque siento que si lo hago y veo sus ojos grises voy a correr a sus brazos y tirar mis votos matrimoniales por la ventana.
-Volveremos a ser amigos Sebastián, como antes. Solo amigos. Solo dame tiempo.
Tomo con fuerza el filo de la puerta antes de salir porque necesito sujetarme de algo. Mis piernas se sienten débiles después de escuchar lo que él me acaba de decir.
Reviso mi teléfono y veo que tengo un mensaje de Jaime avisándome que tuvo que ir al hospital por una emergencia. Él fue a salvar vidas porque eso es lo que hace, es un buen hombre que salva vidas. Hay fines de semana que va atender gratuitamente a personas en albergues o lugares en la calle, porque así es Jaime, un buen hombre que no merece ser engañado. No me siento con ánimos de ir a casa ahora, no quiero entrar y lo primero que voy a ver será la foto del día de nuestra boda. Ambos felices y emocionados por estar casados. No quiero ir y ver las fotos que decoran la chimenea, hay una en particular que quiero evitar. Una foto donde estoy en medio de Jaime y Sebastián, recuerdo que aquella foto fue tomada en el cumpleaños de Mila. Recuerdo que empezaba a salir con Jaime cuando tomaron aquella foto, también recuerdo que aún tenía sentimientos por Sebastián. Sentí que todo estaba un poco caótico en ese momento pero ahora esto va más allá del caos.
La llave se encuentra debajo de la maceta, como siempre, abro la puerta y vuelvo a poner la llave en su lugar. Entro en el apartamento de Ciara, las luces están apagadas, aún falta al menos media hora para que amanezca y Ciara nunca ha sido una persona madrugadora. Dejo mi bolso en la mesa y busco algo dulce que comer. Siempre hay algo dulce en el apartamento de Ciara. Saco un enorme pedazo de pastel de chocolate
-Pastel de chocolate eres justo lo que necesito en este momento.
Me siento en el sofá con las piernas levantadas. Me recuesto sobre el brazo del sofá y empiezo a comer el pastel que esta delicioso.
-Tienes un minuto para convencerme de no llamar a la policía.-la voz de Kate, la compañera de Ciara, me hace sobresaltar y la cuchara cae contra el plato.
-¿Qué haces despierta a esta hora?
-¿Qué haces tú en mi apartamento a esta hora?
Ella tiene un punto.
-Comiendo pastel de chocolate.
-Nuestro pastel de chocolate ¿Qué paso?
-¿Cómo sabes que paso algo?
Ella se sienta en el sofá individual y me mira como si la respuesta fuera obvia y realmente lo es. Estoy en casa de mi hermana menor en la madrugada comiendo pastel de chocolate en la oscuridad y sola. Es muy obvio que sucede algo.
-Te quedan quince segundos para decir algo en tu defensa.
-¿Me vas acusar de allanamiento de morada?
Ella mueve la cabeza, toma la cuchara y se lleva un pedazo de pastel a la boca.
-No, por comerte nuestro último pedazo de pastel de chocolate.
-Es un crimen imperdonable.
-Lo es.
Ella se recoge sus largos rizos rubios en una coleta desordenada y también recoge sus piernas sobre el sofá.
-¿Qué haces despierta a esta hora?
-Estudio Derecho, Hazel, tengo mucho que estudiar. Estamos en exámenes y el tiempo es oro. No tengo vida.
Ella me mira esperando a que yo responda la pregunta que me hizo antes.
-¿Conoces la regla de los diecisiete segundos?-le pregunto.
-Si, por supuesto.
-¿Lo has sentido? Hablo de aquella conexión que va mas allá del sexo. Si el sexo es sorprendente pero aquella conexión, es... única, especial.
Ella mueve la cabeza y juega con su coleta.
-No, aún no lo he sentido. ¿Estamos hablando de mi vida sexual? Por que te lo dije hace un momento, estudio derecho y estoy en exámenes, mi vida sexual es nula. Olvidé la última vez que tuve sexo, creo que he vuelto a ser virgen, lo juro.
No puedo evitar reírme ante las ocurrencias de Kate.
-No, es solo que.- como puedo explicarle si yo aún no lo entiendo.
Paso una mano por mi cabello y le hago una seña para que lo olvide pero estoy segura que ella no lo va a dejar pasar. También sé que no le dirá a mi hermana porque Kate sabe guardar un secreto. También es aquella persona a la que acudiría si tuviera que esconder un cadáver. Mila es la persona que me ayudaría a matarlo y Ciara es la que crearía el plan. Hubo un tiempo, cuando Paula aún estaba con Rafael que ella hubiera sido la que nos haría entrar en razón. A veces pienso en ella y en porque se fue.
-¿Eres feliz con Jaime?-su pregunta me toma por sorpresa.
-Si lo soy, amo a Jaime.
-Te creo que lo amas, pero a veces la felicidad y el amor suelen tener conflictos. Estar con la persona que amas no asegura que seas feliz.
Termino de comer el pastel en silencio, Kate llena el silencio con una plática casual sobre sus exámenes y como va en la Universidad. Agradezco el cambio de tema y me permito distraerme con su conversación, le cuento mis años de Universidad y lo mucho que me estresaba, incluso por cosas muy insignificantes.
-Ella es la hija de oro.-nos dice Ciara mientras entra en la sala.-Buenos días hermanita, ¿Qué haces aquí tan temprano?
Ella se sienta a mi lado y me da un beso en la mejilla.
-No soy la hija de oro.-ella pone los ojos en blanco ante mis palabras.- Y vine porque quise. Tú también vas a mi casa cuando yo aún duermo.
-Si eres la hija perfecta, admítelo Hazel. Siempre hacías todo lo que mamá y papá decían, no le puede decir que no a mamá. Calificaciones perfectas e incluso una beca.
Resoplo.
-Necesitaba la beca, no teníamos para pagar la Universidad.
Ciara a veces no lo entiende, era muy pequeña y sus recuerdos de la infancia no son buenos. Pero pasamos por épocas muy malas. Papá estuvo varios meses sin trabajo y cuando consiguió trabajo el dinero no era suficiente. Yo me esforzaba en los estudios por que era lo mínimo que podía hacer después de ver el esfuerzo que hacían mis padres por darme una buena educación.
Henry también era buen estudiante y consiguió una beca deportiva para estudiar derecho.
-No te enojes, es verdad, solo lo hacías por ayudar a mamá y a papá. Sabes que no conecto mi lengua con mi cerebro en la mañana. Lo siento.
-Entonces deberías quedarte callada.-le dice Kate.
-Que grosera eres Kate.
Ciara le saca la lengua a Kate y Kate solo la ignora.
Escucho a Kate y a Ciara discutir pero no presto atención a su conversación. Pienso en si debo o no decirle a Jaime lo que sucedió, decirle que besé a su hermano y que su hermano me había besado antes. Decirle que aquel hombre del que le hable, aquel hombre que fue mi primer amor y rompió mi corazón es su hermano menor, Sebastián Pierce.
¿Qué debo hacer?
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