Yo soy la sombra y tú eres la luz
2007 campus de Harvard
¡Mierda! Si mi madre estuviera aquí ahora me estaría regañando por estar maldiciendo tan temprano en el día. Cómo si existiera un manual de horas apropiadas para maldecir y si eso existe ¿A quién mierda se le ocurrió? Por suerte para mí, mi madre no esta aquí ahora. Bueno, si ella estuviera aquí estoy segura que ya hubiera encontrado mi aula y después me regañaría por ser inútil y no poder hacer nada, y si no fuera suficiente con el regaño me va a comparar con mi hermana mayor, Rebeca. Mi perfecta y odiosa hermana mayor, el orgullo de la familia.
-¡Mierda!-vuelvo a decir cuando el mapa del campus golpea mi cara por el viento.
Otoño es mi época favorita del año ¿Porqué me traicionas así otoño?
-Hola.-escucho una voz y estoy segura que es a mí a quien se dirige pese a que no puedo ver nada por el mapa en mi cara.
-Hola.-le respondo.-Te vas a quedar ahí o me vas ayudar.
El enorme mapa parece tener vida propia y parece querer salir volando lejos de mí. ¿Qué te hice maldito mapa?
-Bueno si lo pides con tanta amabilidad por supuesto que te ayudo.
El extraño sujeta una de las esquinas del mapa y yo tomo la otra, juntos logramos doblar el mapa.
-Mira que bien lo hicimos, somos un gran equipo.-me dice el extraño con demasiado entusiasmo.
El viento mueve mi cabello rojo y las mechas hacen cosquillas en mi cara. Busco una liga en mi gabardina roja y me recojo el cabello.
-Gracias extraño.
El hombre extraño me mira con una enorme sonrisa y se balancea hacia delante mientras estira su mano y coloca una mecha de mi cabello que se ha soltado de mi coleta, detrás de mi oreja.
-Quieto ahí galán, que no te he dado la confianza para que me andes tocando.
Empujó su mano y él se ríe por mi comentario. Lo veo guardar sus manos en los bolsillos de su abrigo negro. Sus ojos azules me miran con curiosidad y diversión.
-¿A dónde quieres ir?
-A una estúpida conferencia sobre el derecho de los niños...
-Y su protección especial.-termina él por mí.- Yo voy hacía allá, vamos juntos.
Yo no confió en las personas, soy muy quisquillosa en ese sentido, la última vez que confíe en un hombre como él, que grita rompecorazones por todas partes, fue en la fiestas de bienvenida a la que asistí con Stella. No conocía a nadie y ese apuesto hombre se acercó a mí con una cálida sonrisa y una bebida en su mano. Me dijo algo sobre la música, no recuerdo bien pero recuerdo que su comentario me hizo reír. Confíe en él y le di mi número, él prometió llamar, yo esperé su llamada. Stella dijo que no debería hacerme ilusiones y yo no suelo hacerlo pero con él lo hice, esperé y esperé pero él no llamó.
-Soy Nicolás Mayer.
-Es un gusto.
-No vas a decir tu nombre.
Muevo mi cabeza.
-¿Porqué?
-Aún no decido si eres digno de saber mi nombre.
Él se ríe y me detiene un momento para mirarme, me mira fijamente y después de lo que parece ser una eternidad continuamos caminando hacía la conferencia.
-Oh Diosa del cabello rojo, espero que al finalizar el día me encuentres digno de ti y me digas tu nombre o no voy a poder seguir con mi vida.
-Por mí te puedes morir, ni siquiera te conozco.
Él se lleva la mano al pecho y hace una mueca de dolor fingiendo que mis palabras le han afectado.
-Que cruel eres mujer, muy cruel.
Me cruzo de brazos y espero a que él termine con su drama antes de tomar su brazo y jalarlo hacia el edificio.
-Vamos, te daré el honor de sentarte a mi lado. Solo si prometes no hablar.
Entramos en el edifico pero él obviamente no se queda callado me habla sobre los amigos que ha hecho hasta ahora y de su compañero de habitación un tal Mark. También me habla sobre Sebastián, Rafael y Henry. Henry. No puede ser el mismo Henry que conocí en la fiesta y dijo que me llamaría, hay demasiados Henrys, no puede ser él por que el Henry del que me habla Nicolás no suena al imbécil que no me llamó. Tal vez fui solo un reto para él, un juego del momento, una apuesta, de todas formas ya no me importa.
-Hablas mucho.-le digo.
En las pocas horas que lo conozco me doy cuenta que es una persona que habla mucho. Pero no me molesta, sus historias me entretienen e incluso consigue hacerme reír a carcajadas cuando me cuenta lo que les sucedió ayer en un bar cerca del campus. Y él vuelve a pronunciar aquel nombre, Henry y mi mente regresa aquella noche y a la forma en que él me sonrió. Creí que le gustaba, creí que realmente había una conexión entre los dos pero no fue así.
-Te invito un café.-me dice él.
Caminamos despacio fuera del edificio cuando la conferencia termina. Él se ofrece acompañarme hasta mi dormitorio aunque yo insisto que no quiero que lo haga.
-¿Porqué debería aceptar?-le pregunto.
-Porque es café gratis, ningún estudiante rechaza café gratis.
No puedo argumentar nada contra esa lógica.
-Bien, joven, vamos por ese café.
Él sonríe y me da su brazo, yo muevo mi cabeza y él asiente con la cabeza antes de empezar a caminar hasta la cafetería. Para mi sorpresa no hablamos mucho mientras caminamos hasta la cafetería.
-Sabes, estuve a punto de no ir aquella conferencia. Mis amigos salieron media hora antes y tenía planeado ir con ellos, pero mi madre llamó y tuve que contestar. ¿Te das cuenta? Si hubiera salido media hora antes tal vez no nos hubiéramos conocido.
Él abre la puerta de la cafetería y suena una campana cuando la puerta se abre, él hace una seña para que entre. Es un lugar pequeño y tranquilo. Me gusta. Nos sentamos en una mesa alejada.
-Nos hubiéramos visto en clases. -le digo.
-Si, pero quién sabe cuando hubiera podido hablarte.
-¿Entonces crees que fue el destino?
-Algo así.
-Yo creo que has visto demasiadas películas románticas.
Él es demasiado soñador, yo nunca he sido soñadora, siempre mantengo mis pies en la tierra, eso me evita caídas dolorosas. Pero él habla sobre destino, suerte y esas cosas, cosas de las que yo desconozco.
-Este es el mejor café que he probado hasta ahora.
Mi café tiene un toque de avellana que me encanta. No hay nada mejor que un café en esta época del año. Le doy un sorbo a mi café y me recuesto en la silla para observar al hombre frente a mí. Tiene el cabello algo despeinado, pero parece que ese es el estado natural de su cabello y reconozco que me gusta. Sus ojos son de un azul claro que me recuerda a las cálidas tardes de primavera. Espalda ancha y brazos fuertes, tal vez ha sido nadador o ha practicado algún deporte en la secundaria.
-Me estas juzgando con la mirada.-me dice él.
-Lo hago.
-¿Porqué?
- Los hombres como tú son peligrosos, eres un soñador, las mujeres no saben que esperar de un soñador. De un chico malo uno sabe a qué atenerse, sabe que esperar. Pero los hombres como tú son una apuesta demasiado arriesgada. Sueñan y prometen el mundo, todo a su alrededor parece perfecto, hacen que las mujeres se enamoren con sus encantos y sueños de verano, pero se aburren y van en busca de otros sueños. Rompen la imagen perfecta que habían pintado y se van.
Los hombres como él y Henry te hacen sentir especial por un momento y después se alejan, no vuelves a saber de ellos. Yo debería saber muy bien eso, debí saber que Henry no llamaría, debo saber que Nicolás se aburrirá de mí. No sería la primera vez que sucede pero no es algo que Nicolás deba saber.
-No puedo asegurarte que no vas a salir lastimada porque no sé lo que va suceder mañana, tampoco tú puedes asegurar que no me vas a lastimar. Pero te puedo asegurar que haré todo lo que esta en mis manos para no hacerte daño y si uno de los dos va a salir herido, me asegurare de ser yo.
Como explicarle a este extraño que si algo he aprendido a lo largo de los años es a no esperar nada de nadie y así no me van a lastimar, aprendí a no confiar y a no creer en promesas huecas porque las personas son expertas en ellas. Como decirle que mis padres nunca me permitieron creer en cuentos de hadas o finales felices así que todo lo que él me dice me suena a fantasía y cosas imposibles.
-Tus palabras no son suficiente para que yo pueda confiar en ti.
Ahora quien me juzga con la mirada es él.
-Me estas diciendo que no te vas a enamorar por miedo a que rompan tu corazón.
-Si, el juego del amor tiene apuestas demasiado altas para mi gusto.
-Que triste manera de vivir.
No es el primero en decirme eso, pero no querer salir lastimada es mi forma de vivir. Es como me hicieron mis padres, es lo que hay y a lo que estoy acostumbrada. A veces quisiera dejar caer las barreras y querer sin miedo a que me dejen, a que se den cuenta que no me aman lo suficiente, sin miedo a que me mientan. Pero entonces conozco a alguien como Henry, que parecía perfecto, me hace confiar en él, solo para después romper mis ilusiones y eso me recuerda por que no dejo caer mis barreras y porque no apuesto en el juego del amor.
-Tienes miedo a no ser amada, amar y que no te amen de la misma manera.
Suelto una risa.
-Nunca he sido amada en la vida, que no me amen es la menor de mis preocupaciones. Pero no creo en los para siempre o finales felices, todos se van y prefiero ahorrarme todo ese drama y dolor.
Pero él no lo entiende, no puedo hacerle entender lo que es no ser amado por tus padres, las personas que biológicamente te deberían amar. Él no sabe lo que es ser un error y crecer escuchando como no fuiste deseada, así que él no puede entender porque no creo en los cuentos de hadas o en el amor.
-¿Alguna vez han roto tu corazón?-le pregunto.
Él me da una media sonrisa antes de responder.
-Si.
-¿Qué pasó?
-Ella confundió sus sentimientos y creyó que me quería.
Es fácil confundir muchos sentimientos con el amor, a veces incluso no es amor lo que mantiene a una pareja junta, es la costumbre o el miedo a estar solos.
-¿Qué es lo que quieres?-me pregunta él después de un extraño momento en silencio.
-Solo quiero ser feliz en un mundo que está empeñado en dar lo peor.
¿No es acaso eso lo que quieren todos?
-Ahora dime, Nicolás ¿Qué es lo que quieres?
-Besarte.
-Sé que quieres besarme.
-Tal vez lo haga al finalizar esta cita
Hay demasiada seguridad en él e intuyo que esta muy familiarizado en el tema de las citas. Tal vez y yo tenía razón y solo soy una más de su colección. Ya puedo imaginar a Nicolás poniendo en su agenda. Colección de otoño-citas para café: la pelirroja del mapa.
-Esto no es una cita.
-¿Entonces que es?
-Dos personas que se juntaron a tomar un café.
Pero una simple taza de café se volvieron dos. Cuando nos dimos cuenta el reloj marcaba las siete y media. Después de mirar la hora ambos nos sonreímos con complicidad. Nos levantamos de la mesa y salimos de la cafetería. Él insiste en acompañarme hasta mi dormitorio.
Nos detenemos frente al edificio donde están los dormitorios.
-Gracias por el café y por una tarde agradable.
-¿Eso es todo?-me pregunta él y suena algo decepcionado.- ¿Aquí nos despedidos?
Asiento con la cabeza.
-Vamos a dejarlo en manos del destino. Me dijiste antes que creías en eso, yo no lo hago pero voy hacerlo esta vez. Si el destino quiere nos vamos a volver a encontrar y si esta en manos del destino que sepas mi nombre, entonces así será.
-Bien vamos a dejarlo al destino.-me dice él- ¿Tienes un par de dados?
Lo miro de forma extraña por aquella pregunta y niego con la cabeza. ¿Para que voy a ir por la vida cargando un par de dados? ¿Qué persona cuerda hace eso? Él me sonríe y me hace una seña para que lo espere y sale corriendo. Me quedo parada afuera de mi dormitorio sin saber que hacer o que acaba de pasar. Después de varios minutos regresa con un par de dados en la mano.
-Henry tenía dados.-me dice.
Ese nombre otra vez.
-¿Henry Donovan?-me atrevo a preguntar.
-Si, también estudia derecho ¿Lo conoces?
Así que Henry y Nicolás son amigos ¡Vaya suerte la mía!
-No.-miento.
Me siento algo avergonzada de contarle lo que sucedió en aquella fiesta.
Él llama mi atención moviendo los dados frente a mí con una enorme sonrisa. No puedo evitar reírme de su entusiasmo.
-Di un número. -me pide.
-Siete.
-Bien, si saco un siete me dirás tu nombre.
Muerdo mi labio mientras pienso en si debo aceptar este extraño y loco juego.
-Bien.
Su sonrisa crece y mueve los dados un par de veces antes de lanzarlos al aire. Los veo caer hasta el suelo y moverse un poco hasta que quedan quietos.
-¡Siete!
Él levanta sus ojos azules hacia mí y espera a que yo cumpla mi parte del trato.
-Soy Amelia Clarke.
Estiro mi mano hacía él y Nicolás la toma con una sonrisa.
-Ven a una cita conmigo.-me pide él.
La esperanza brilla en sus ojos azules mientras espera a que yo responda.
-No puedo ese día, tengo que ir al velorio del pez dorado del sobrino, hijo de un amigo lejano que es vecino del lechero que le llevaba leche a una tía en Illinois.
Él se cruza de brazos y veo determinación en sus ojos. No se va a rendir fácilmente eso lo puedo asegurar.
-No dije que día.
-Se murió toda la familia de peces dorados, hay un velorio por día, así que estaré muy ocupada.
Él se ríe pero puedo ver que algo en él cambia. Sus mirada se vuelve algo triste y me siento mal por eso. Tomo los dados y los muevo en mis manos.
-Di un número.-le pido.
Él sonríe entendiendo a donde quiero llegar.
-Seis.
-Bien, si sale seis, voy a una cita contigo.
Muevo los dados antes de lanzarlos y dejarlos caer al suelo.
-Mala suerte.-le digo.- El destino te dice que no esta vez.
Veo la decepción en su mirada y una pequeña parte de mí también se siente decepcionada. ¿Porqué me siento así? Creo que es mejor de esta manera. Pero me pongo a pensar que tal vez si estaba en nuestro destino encontrarme con él, aunque no creo en tal cosa. La razón de eso, aún no la sé.
Pongo los dados en su mano.
-Una última oportunidad.-le digo.
Él empieza a mover los dados en sus manos pero yo lo detengo y él me mira confundido.
-No me importa lo que digan los dados.-le digo.- Saldré en una cita contigo. El sábado a la seis.
Le doy un rápido beso en su mejilla y sin decir nada más salgo corriendo hacia la puerta del edificio.
-¿Cómo puedes correr con esos tacones?
-Es un don.
-Nos vemos el sábado.
No me giro y sigo corriendo. Cuando llego a mi dormitorio, Stella, mi compañera de habitación me mira con una sonrisa.
-Te llamaron.-me dice ella.
-¿Quién?
-Henry Donovan.
¿Acaso eso también es una señal del destino? ¿Porqué me llama justamente ahora?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top