¿Me amaste alguna vez?
Él me inclina más cerca de su cuerpo para susurrar en mi oído.
-No tienes una idea de cuanto extrañado esto.
Pero yo puedo hacerme una idea. Él se sorprende cuando nos hago girar y me siento encima de él con mi rostro a centímetros del suyo y mis manos sostienen sus manos sobre su cabeza con fuerza.
-Dilo.-digo contra sus labios.
Puedo ver el deseo en sus ojos, el anhelo y la desesperación de no saber que va a suceder después.
-Amelia.
-Dilo.
-Soy tuyo, Amelia.
Es mío, mío, porque antes de ella, antes que cualquiera, él era mío, siempre ha sido mío. Primero él fue mío y eso es algo que ella no me puede quitar.
Ella fue su amante, ella fue solo su amante. Yo soy su esposa.
Sus dedos recorren mi piel desnuda, él me envuelve entre sus brazos y me da una falsa sensación de seguridad. En este momento podemos fingir que nuestro matrimonio no ha colapsado, que seguimos bien. Sus labios buscan los míos y sus dedos recorren mi espalda hasta llegar a mi cintura. Me siento ahorcadas sobre él, Nicolás pasa una mano por mi cabello. Una sensación de deja vú me invade cuando pienso en todas las veces que utilizamos el sexo antes para evitar tratar nuestros problemas.
-Eres tan hermosa.-dice él contra mi cuello.-mi hermosa chica descarada.
Me aparto lo suficiente para mirarlo a los ojos. Hace tiempo que no me llama así.
La puerta de la habitación se abre en ese momento y las tres hermanas de Nicolás están de pie en la puerta, yo me sobresalto y me aparto de Nicolás mientras intento cubrirme con la sábana pero la sábana se enreda en mis piernas y me hace rodar hasta el piso.
-Estoy bien.-digo mientras me levanto del piso con la sábana envuelta en mi cuerpo.
Veo a Nicolás cubrir su desnudez con la almohada.
-Es por esta razón que ustedes tienen prohibido el acceso a varios lugares.-nos dice Gianna.- Y no sé porqué se cubren, no es la primera vez que los vemos en esta situación.
-Tener sexo con tu ex esposa ¿Cómo es eso sano?-le pregunta Miranda a Nicolás.
Me sorprende un poco lo que ella acaba de decir.
-Yo soy su esposa.- les digo mientras les muestro el anillo en mi dedo anular.- No estamos divorciados.
Sus expresiones no tienen precio, Ana mira con incredulidad a Nicolás, Miranda lo mira enojada y estoy segura que en su cabeza esta soltando un par de maldiciones, mientras que Gianna mueve su cabeza en señal de desaprobación.
-¡Engañaste Amelia con tu secretaria!-gritan Ana y Miranda.
-Por eso me fui, él la beso mientras yo esperaba por él.
Gianna conoce esa parte de la historia. Por lo visto Nicolás no hablo con ella sobre lo que sucedió y las dejó asumir que nos habíamos divorciado.
-Les dije que fue mi culpa él que ella se fue.
-Sabíamos que era tu culpa, Amelia es demasiado para ti. Nunca la mereciste y ahora acabas de probar mi punto.
Miranda se cruza de brazos y mira muy enojada a su hermano mayor. No puedo evitar sonreír por la forma en que ellas me defienden, nunca tuve una relación así con mi hermana y es agradable saber que hay alguien cuidando mi espalda.
-Deberías decirle a mamá, estaba pensando en darte el anillo.-le dice Gianna a Nicolás.
Me siento en el filo de la cama.
-¿Puedo estar ahí cuando se lo digas?-le pregunta Ana.
La madre de Nicolás esta pensando en darle el famoso anillo que no quiso que yo tenga. Seguro y cree que su hijo esta buscando ahora a la elegida, la mujer correcta para él. No voy a negar que duele un poco saber que ella decidió darle el anillo ahora. La verdad se siente extraño saber que él y yo ya no vamos a estar juntos, que él va tener un anillo que se lo dará a su siguiente esposa y que esa será la correcta. Siento una extraña molestia en el pecho y muerdo mi labio inferior para no llorar, sería estúpido llorar por eso ahora.
-Iré hablar con mi madre.-me dice él mientras se levanta de la cama y se empieza a cambiar.
Estaba tan concentrada en mis pensamientos que no me di cuenta que sus hermanas ya no están en la habitación y la puerta esta cerrada. Yo también me levanto de la cama y me empiezo arreglar.
Él me da un beso en la frente antes de salir.
A lo largo de los años, Nicolás me ha dado muchos anillos, el primero fue aquel hermoso anillo con esmeraldas que me dio para Navidad. La primera Navidad que pasamos juntos. Fuimos inseparables desde que nos conocimos, creo que yo también lo ame desde que lo vi. Es verdad que nunca he rogado por nada en mi vida, pero en mi mente le rogaba que me ame, que no me deje de amar. Estos meses me llené de miedos e inseguridades, no era yo, no pensaba con claridad. Y fue por eso que decidí ponerle punto final. Pero somos Amelia y Nicolás, no hay un final para nosotros, tenemos demasiada historia como para olvidar todo en un instante. Lo amo y lo extraño pero al mismo tiempo siento que no puedo seguir a su lado. Ya nos hemos hecho demasiado daño
-Se supone que era yo.
Él esta sentado solo en el porche de la casa. Parece perdido en sus pensamientos sin ser consciente de lo que sucede a su alrededor. Tomo una botella de vino y salgo de la casa, cierro la puerta despacio y me siento a su lado. Dejo la botella en medio de los dos. Él toma la botella sin mirarme y le da un gran sorbo.
-Creo que tu mamá tiene razón.-le digo.
Él deja la botella con cuidado y me mira con una media sonrisa que no alcanza a llegar a sus ojos azules.
-Esa es una frase que jamás creí escucharte decir. Puedo saber en que tiene razón mi madre.
Esta vez es mi turno de beber de la botella. Le doy un ligero sorbo.
-Sobre el anillo de la familia.
-No me sorprende que sepas sobre el anillo.
El anillo que ha pertenecido a la familia Mayer por cuatro generaciones y debía ser de Nicolás para dárselo a la mujer que ama. Pero cuando él fue a pedir el anillo su madre le dijo que no porque yo no era la adecuada para él. No me importó en ese momento, no me importó por mucho tiempo, hasta que estuve sola en una habitación a muchas millas de distancia de él. Fue ahí cuando empezó a importar, cuando me puse a pensar en todo y en que tal vez ella tenía razón y no era yo. Tal vez nunca fui yo y solo me empeñe en serlo, tiene sentido, nunca fui amada y me aferre a la primera persona que me dijo te amo. No mire nada más.
-Ella tiene razón, nunca fui la correcta para ti. Creo que nunca podría serlo. No importa toda nuestra historia o lo que nos sucedió, nunca fui yo. Creo que no me amabas realmente, tal vez confundiste la pasión con amor, el deseo y lujuria con amor hacía mí. Esta bien, puedo entenderlo.
No lo hago pero él no necesita saber eso. Él no necesita saber cuanto me duele decirle esto, el esfuerzo que hago por no llorar y como debo morder el interior de mis mejillas para evitar sollozar.
-Si me hubieras amado, si me hubieras amado tanto como dices, no estaríamos aquí. Creo que en algún punto te diste cuenta de eso, tal vez por eso dejaste de venir a casa o fue por la muerte de nuestro bebé. Solo desearía que me hubieras dicho en ese momento, cuando empezaron tus dudas. Nos habrías ahorrado mucho dolor.
Tal vez todos los te amo eran mentira, de todas formas ¿Qué se yo sobre el amor? Nunca nadie me amado antes, no debí creer que él sería diferente. Tal vez las relaciones no son para mí. Al parecer tengo algo que hace que las personas se vayan. Todos al final se van, ya debería estar acostumbrada a eso. Acostumbrada a que nadie me ame. Bueno, yo lo estaba hasta que llegó Nicolás con sus dulces palabras y sus promesas extraordinarias.
-Nunca habías dudado de mi amor hacía a ti.-me dice él.
Me encojo de hombros y le doy otro sorbo al vino. Desearía tener algo más fuerte que beber.
-Es solo un anillo, Amelia, no significa nada para mí.
Él saca el anillo de su bolsillo y lo deja cerca de la botella de vino.
-Me lo dio hoy.
Observo el anillo que varias veces estuvo en mis pensamientos estos meses. Paso mis dedos por mis propios anillos de boda.
-Nunca entendí la importancia de un anillo de compromiso, el peso que tiene en un matrimonio. Tu mamá lo sabía y por eso no te lo dio. Sabía que tus te amo hacía mí tal vez solo querían decir que te gustaba tener sexo conmigo.
Deslizo con cuidado mis propios anillos de boda y los sostengo en mi palma. Veo la marca en mi dedo que han dejado las argollas. Mi mano se siente extraña sin los anillos.
-Después de recibir el correo de Gianna dónde ella me contaba que te quedaste con tu secretaria, me senté sola en mi habitación con una botella de vino. Cuando la botella estaba casi por terminar no podía dejar de pensar ¿Soy tan fácil de reemplazar? ¿Porqué ya no me ama? ¿Me amó alguna vez? ¿Porqué nadie me ama? ¿Qué hice mal? ¿Era demasiado exigente? Tal vez él empezó a odiar mi color de cabello y las pecas en mi cara, tal vez es porque nunca aprendí a cocinar, quizás le molesta lo obsesiva que puedo ser con ciertos temas. ¿Porqué no me ama el hombre que yo amo?
Aprieto con fuerza los anillos en la palma de mi mano, los aprieto tan fuerte que me lastiman, raspan mi palma y unas pequeñas gotas de sangre salen del pequeño corte. Parece incluso poético ver aquellos anillos manchados de sangre.
-Tal vez por eso al final no luchaste por mí, si me hubieras amado, habrías luchado pero no lo hiciste me dejaste luchar sola y nuestro matrimonio me agotó. Creí que yo podría salvarlo pero me di cuenta que se necesitan dos para que un matrimonio funcione.
Yo luche por nuestro matrimonio aunque una parte de mí sabía que era una batalla perdida. Incluso seguí aferrándome a la idea que íbamos a estar bien, que él iría por mí pero de nuevo él nunca llegó. Él se quedó con Rose. ¿Porqué ella? Tardó doce años en descubrir que no era yo. El problema y la razón por la cual me duele toda esta situación es que yo aún sigo creyendo que es él, que él es el único y el elegido. Pero ahora él tiene un anillo que le dará a la "elegida" a la mujer correcta y esa persona no soy yo. Tal vez no sea Rose, tal vez es alguien más pero de todas formas me duele no ser yo.
Nicolás ¿Vas a venir esta noche?
¿Porqué siempre llegas tarde?
Nicolás, lo olvidaste otra vez.
Nicolás ¿Vienes a cenar esta noche?
Olvidaste mi cumpleaños.
Es nuestro aniversario y no llegaste.
Nicolás...
-Amelia, te amo, siempre lo hecho y siempre lo haré. No eres solo alguien que conocí al azar con quien tengo sexo casual, eres mi esposa y te amo, amo todo de ti, incluso aquellos detalles que me exasperan, los amo. Amo las pecas de tu cara y extrañado contarlas mientras tu duermes, amo todo de ti, la forma que dices mi nombre y lo gruñona que algunas mañanas. Te elegiría mil veces, esperaría toda la vida por ti, haría cualquier cosa por ti. No pienses que no eres amado, lo eres, yo lo hago. No dejes que ese pensamiento se aloje en tu cabeza.
Suelto una risa carente de cualquier emoción, una risa hueca igual a mi felicidad en estos meses. Lo miro a los ojos y aún creo ver amor en ellos o tal vez solo me estoy mintiendo y veo lo que mi corazón anhela ver. Mientras estaba en Londres anhelaba tanto que él me amara, deseaba con todas mis fuerzas saber que él me ama e iba a luchar por nosotros.
-¿Tan poco me conoces que crees que voy a morir por falta de amor? Crecí sin que nadie me ame, crecí sabiendo que mi madre quiso abortarme, sabiendo que mi padre le pidió que lo hiciera. No voy a morir por falta de amor, he vivido sin amor antes y puedo hacerlo ahora. Yo me amo lo suficiente para no necesitar el amor de nadie más.
Te necesito a ti, lamentable tú no me necesitas a mí, no soy yo la correcta, nunca lo fui. Nos dejamos engañar demasiado tiempo con la fantasía de las almas gemelas y el cuento con final feliz. Esta es la vida real, las cosas no suceden así.
-¿Todo eso es por este anillo?-me pregunta él enojado.
Toma mi mano y me lleva hasta el auto.
-¿A dónde vamos?-le pregunto pero él no me responde y solo me abre la puerta del lado del copiloto.
Me siento muy cansada y no digo nada, tampoco lucho para bajarme del auto. Solo dejo que él me lleve a donde quiera. Después de todo que mal nos puede hacer, ya estamos rotos, estamos más allá de poder solucionar nuestros problemas.
Nos detenemos en el puerto y lo veo bajarse del auto. Yo me bajo y lo sigo hasta donde él esta parado.
-¿Te arrepientes de haberte casado conmigo?
Él me mira con exasperación.
-Por supuesto que no, Amelia, jamás podría arrepentirme de eso. Fui feliz a tu lado, aún lo soy a pesar de todo. Amelia, quiero que entiendas eso, que veas que soy feliz contigo, que no eres alguien a quien se puede reemplazar. Que aún sigo queriendo correr hacia a ti, que no sé que sucederá mañana entre nosotros pero sé que te voy amar, pase lo que pase, porque un amor como el que siento por ti, no desaparece. Amelia, tú eres la elegida, la única a quien amo.
Él me enseña el anillo que le dio su mamá y lo lanza con fuerza al agua. Suelto un jadeo de sorpresa al ver lo que acaba de hacer.
-Mi madre no quiere que te lo de y por lo visto ese anillo te ha hecho pasar amargos momentos, así que no lo quiero, es solo un maldito anillo, no significa nada para mí. El anillo que tienes en tus manos lo elegí yo, gaste todos mis ahorros e incluso trabajé horas extras para conseguirlo. Ese anillo significa todo para mí, no este, este es solo algo que mi familia ha tenido por años. Si tú no puedes tener el anillo, nadie debe tenerlo. Tú eres la indicada, tú eres a quien amo, ¿Acaso no lo puedes ver? Estoy perdido sin ti, Amelia, te amo tanto que estoy de pie aquí rogando que me des otra oportunidad. Ya no hay anillo, no hay nadie por ahí que espera recibirlo, no hay nadie que podría ser la "elegida". Eres tú a quien amo, siempre has sido tú y siempre serás tú.
Vuelvo a mirar el agua en donde fue arrojado ese anillo. Nicolás acaba de tirar años de tradición sin siquiera parpadear. Su madre estará furiosa con él y se pondrá aún peor cuando se enteré que lo hizo por mí, que él no esta buscando a una indicada por que él cree que la indicada soy yo. Cuando escuché que él tenía el anillo todos mis miedos volvieron a mí. Creí que ahora que él lo tenía se lo daría a la mujer correcta. Pero él no quiere a nadie más que a mí. Pero ¿Qué quiero yo?
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