Intenta atrapar el viento

Campus de Harvard 2007

Mientras camino por el campus con un montón de libros en mis manos veo a Sebastián, uno de los amigos de Nicolás que también se ha vuelto mi amigo, sentado en el césped junto a una hermosa mujer. Me acerco a ellos y dejo los libros con cuidado en el suelo. Él me mira sorprendido pero cuando yo le sonrió él me devuelve la sonrisa.

-Hola, lamento interrumpir, solo quería saber como vas con tu problema de sífilis.

La cara de la hermosa morena después de escuchar eso no tiene precio. Muerdo mi mejilla para evitar reír. Sebastián me mira entre molesto y sorprendido.

-¡Tienes sífilis!-grita la chica.

Las personas que estan alrededor se voltean para mirar.

-Por supuesto que no, aquí mi nueva ex amiga debe estar algo confundida.

-Soy Amelia.-le digo a la morena.- Y no estoy confundida.

Veo a Nicolás y Rafael acercarse a nosotros.

-Sé que es un tema difícil pero no es algo de qué avergonzarse.-le sigo diciendo.- Lo importante es seguir el tratamiento.

-Hola a todos ¿Qué sucede?-saluda Rafael.

Me encojo de hombros.

-Solo le estaba preguntando a Sebastián por su problema de sífilis.

Nicolás se sienta a mi lado y besa mi mejilla. Lo veo esconder su cara en mi hombro para evitar reír. Rafael conserva la compostura y mira con fingida preocupación a Sebastián.

-Fue terrible, un caso muy serio.-dice Rafael dirigiendo su atención a la morena. Rafael finge estar muy afligido por Sebastián.- Todos estamos preocupados por él y siempre le decimos utiliza condón, con forro no hay preocupación, sin condón hay enfermedad de transición y ya ves.

-¡No tengo sífilis!

-Bueno, ahora no, ya te trataron pero lo tenías y no tienes que avergonzarte sobre eso, somos tus amigos y te apoyamos. Recuerda que siempre vamos a estar aquí para ti-le dice Nicolás.

La morena mira con horror a Sebastián antes de levantarse he irse. Cuando ella se va todos menos Sebastián nos empezamos a reír a carcajadas.

-Voy a conseguir nuevos amigos, lo digo en serio. Amigos menos idiotas.

Paso una mano por su cabello y lo despeino.

-Nos amas, no puedes vivir sin nosotros.

-Ella le va a contar a todos que tengo sífilis.

-Bueno en realidad tenías sífilis, ya te trataron ¿Recuerdas?

-Nunca he tenido sífilis.

Todos seguimos molestando a Sebastián un poco más con ese tema y para tranquilizarlo le prometo hacerle la misma broma a los demás. Todos se dejan de reír y ese es el momento de Sebastián para sonreír.

-Lo justo sería hacerle la broma también a Henry y Mark.-empieza a decir Nicolás.-si nosotros caemos, ellos también.

-Tienes que prometer que le harás esa broma a todos.

Los dejo divagar sobre como van a impedir que yo les haga la broma. Ellos creen que por ser más que yo me pueden ganar pero están muy equivocados.

-Me tengo que ir, ha sido una semana cansada y quiero dormir.-le digo mientras me levanto.

Nicolás me ayuda con los libros y me dice que me va acompañar.

-Nos vemos y no olviden utilizar condón. Recuerden, si lo hacen sin condón, incluso si hay amor también puede haber una enfermedad de transición.

Cuando Nicolás me presentó a sus amigos todos se pararon frente a mí con los brazos cruzados y me preguntaron cuales eran mis intenciones con su amigo, todos excepto Henry. Me gusta lo unidos que están y la forma en que se protegen entre sí. Aunque a veces son algo idiotas.

-Nos vemos mañana.-le digo a Nicolás.

Él saca un sobre de su abrigo.

-¿Qué es?-le pregunto con curiosidad.

-Me pediste que te escriba una carta.

Lo hice pero no esperaba que él lo hiciera. Él dijo que haría todo lo que los demás no habían hecho y yo le dije que podía empezar con escribirme una carta.

-Pero aún no la leas.

-¿Cuando la puedo leer?

-Mañana.

Él me da un beso en mi frente y se va.

Me quedo de pie en la puerta de mi dormitorio mirando aquel sobre de un papel muy bonito.

Saco el nuevo libro que compre pero no he tenido tiempo de leer. Tomo el libro y no puedo evitar sonreír ante el placentero olor a libro nuevo, aquel peculiar olor que tanta satisfacción me da. Abro el libro por la mitad e inhalo el aroma del libro. Sonrió y vuelvo a la primera página para empezar a leer. La historia me atrapa enseguida, no me sorprende, las historias de misterio siempre han sido mis favoritas. El romance me gusta levemente, a veces me recordaba aquello que jamás podré tener y eso me solía entristecer así que dejé de leer romance.

La puerta suena y a regañadientes dejo el libro sobre la cama y me levanto abrir la puerta. Sonrió cuando veo a Nicolás de pie con una bolsa de donas, chocolate caliente y su encantadora sonrisa.

-Buenos días.-me saluda.

Me hago a un lado para dejarlo entrar y lo veo acomodarse con familiaridad en mi cama. Hemos sido amigos por un mes y medio, es extraño y placentero ser su amiga. Aunque a veces no quiero acostumbrarme a él, aún siento que se va a ir en cualquier momento.

-¿Qué piensas hacer hoy?

-Bueno, tengo pensado ir a la tienda, luego pienso subirme en un cohete y dar una pequeña vuelta a la luna, ya sabes, lo normal en un domingo.

Señalo mi pijama y me siento en la cama, tomo la bolsa con las donas y tomo una de chocolate.

-Pensé que podíamos ir a la feria.

No puedo evitar hacer una mueca.

-No me gustan las ferias.

-¿Porqué?

Es una historia deprimente, siento que todas las historias de mi infancia van por ese camino.

-Tenía siete y mi padre me llevo a la feria junto con mi niñera, pero solo lo hizo porque él se acostaba con mi niñera. Estábamos en la fila para subir al carrusel y de pronto mi niñera se fue, no recuerdo su nombre o como era, pero recuerdo verla alejarse muy rápido y a mi padre seguirla. Los vi a los dos desaparecer entre la gente y me quede a un lado del carrusel esperando que mi papá regresé. Él no lo hizo. Era de noche y tenía frío, fui con uno de los guardias del lugar y le dije que estaba perdida. Llamaron a casa y la señora García atendió, ella vino por mi y me llevo a casa. Mi papá ni siquiera recordó que me había dejado ahí. Por eso no me gustan el carrusel.

Me recuerda que si me llego a perder y desaparezco nadie lo notaría. Nadie sentiría mi ausencia. Ni siquiera sería un recuerdo. Sería como si nunca hubiera existido. Nadie vendría a buscarme. No es algo que yo le diga a alguien, es la primera vez que lo cuento. No me gusta decirlo porque no me gusta ver la pena y lastima en la mirada de las personas. Eso es parte del pasado, no puedo hacer nada para cambiarlo y solo me queda seguir adelante.

-Yo lo notaría.-dice él como si hubiera escuchado mis pensamientos.- Yo notaría si no estás y te iría a buscar para llevarte a casa.

-¿Porqué?

-Porque me importas.

Le importo, es extraño saber que le importo a alguien. Extraño y agradable. De alguna manera me reconforta saber que si me llego a perder, él va a estar ahí. Tal vez y no sea verdad, quizás solo lo dice para compensar aquel mal recuerdo y hacerme sentir bien pero me permito creer que él realmente me va a venir a buscar.

-Creo que después de escuchar eso, es una buena razón para ir a la feria. Tienes que tener al menos un buen recuerdo.

-No lo sé.

-Todos vamos a ir.

Me encojo de hombros resignada y asiento con la cabeza. Él habla sobre lo mucho que le gusta la feria y me cuenta una anécdota con sus hermanas. Es obvio que son una familia muy unida. Que suerte tiene. A mí me gusta escuchar cuando habla de su familia.

-¿Ya puedo leer tu carta?-le pregunto.

Me termino de poner mis botas y empiezo a guardar algunas cosas en mi bolso.

-Bueno, si, ya es mañana.

Tomo el sobre que guarde con mucho cuidado en el primer cajón de mi mesita de noche. Sonrió con entusiasmo mientras abro la carta. Me siento en la cama, abro la carta y empiezo a leer.

Ella no es normal, a veces incluso dudo que sea real, no es un ángel, al menos no con esa mirada y sus comentarios sarcásticos. Creo que hay un pequeño demonio en sus ojos pero aún no es algo que pueda asegurar. Ella nunca a sido amada así que no sabe como amar o duda que alguien la pueda llegar amar. Ella es fuerte, tuvo que serlo y no cree en cuentos de hadas o finales felices, a veces puede ser algo cínica y presuntuosa, pero me gusta eso de ella. A ella le gusta leer novelas de misterio y bailar mientras se arregla, tiene listas de música para todo momento. Ella es hermosa y algo descarada. Ella es el amor de mi vida y mi futura esposa, solo que aún no lo sabe. Ella se llama Amelia Clarke y la amo.

Bajo la carta y lo miro a los ojos.

-¿Me amas?

-Si, te amo, Amelia.

-Bueno, gracias.

Creo que si le hubiera dicho eso a alguien más se hubiera enojado, me diría que hay algo mal conmigo y cosas así pero Nicolás no, él me sonríe.

-Sabía que dirías algo así.

-Creo que debes irte.

-Amelia...

-No, vete, en serio, Nicolás. Yo no puedo manejar esto del amor. Creo que es una mala decisión de tu parte.

Él pasa una mano por su cabello.

-¿Tienes miedo? Esta bien sentir miedo pero no puedes dejar que el miedo te impida enamorarte, no puedes dejar que el miedo te impida admitir eso que estas empezando a sentir por mi

Él me mira por un momento y camina hasta la puerta.

-Mira, no quiero presionarte o hacer que sientas lo mismo por mí, no pretendo eso. Pero, Amelia, si amas a alguien debes decirle, debes ser valiente y decirle lo que sientes, no importa si tu amor no es correspondido, tú debes decirlo.

Cuando la puerta se cierra suelto el aire que he venido conteniendo y vuelvo a leer la carta. Es dulce, me gusta. Dejo la carta en la cama y tomo mi bolso, salgo a caminar un momento. Llego a un pequeño parque y me siento en una banca.

¿Cómo explicarle a él que tengo miedo de amar? Él no entiende que no solo es mi miedo de permitirme amarlo, también es el miedo de no saber como amarlo a él. Tal vez me niego a ver que de alguna forma mis padres y su forma de criarme si me dejaron algo dañada. No sé como amar, que cantidad de amor es correcta y como se da. Crecí creyendo que era normal que mis padres no me quisieran, dolió algunas veces pero ignore eso. Tal vez no debí ignorar esos sentimientos, tal vez si me hubiera permitido sentir eso ahora no tendría miedo de dejar que Nicolás me ame y de decirle que yo también lo amo. Por que lo hago.

Si amas a alguien debes ser valiente y decirlo.

Unas cuantas gotas de lluvia empiezan a caer, levanto mi cara para dejar que algunas gotas caigan sobre mí. Paso mi mano por mi rostro y veo a los niños correr moviendo sus manos en el aire, escucho sus risas mientras corren intentando atrapar el viento. Sonrió al verlos. Ellos siguen corriendo ignorando que no pueden hacer eso, ellos no se rinden. Hay niños que estan saltando lo más alto que pueden porque quieren tocar el cielo y ver de donde sale la lluvia. Otros intentan morder el agua que cae del cielo, intentan atraparla entre sus pequeños dedos. Se los ve tan felices intentado cosas que no son posibles, ellos ríen y no les importa nada más.

-Yo también quiero eso.-digo para mí.

La lluvia empieza a caer con fuerza y la gente busca refugiarse de la lluvia, yo debería hacer lo mismo pero en su lugar me veo corriendo hasta el edificio de dormitorios de Nicolás. Estoy empapada pero no me importa, sigo corriendo porque las palabras de Nicolás vienen a mi mente.

Si amas a alguien se lo dices, tienes que ser valiente y decirle, no importa si tu amor no es correspondido, no importa si tienes miedo, tú debes decirlo.

Toco su puerta con fuerza. Mi ropa esta goteando y tiemblo por el frío. Cuando él abre la puerta me mira sorprendido y me hace pasar de prisa.

-Amelia estás empapada.

-Gracias por decir lo obvio, Nicolás. Ahora deja de ser tan observador y dame algo para cambiar mi ropa mojada o voy a morir congelada.

Me quito la ropa y él me pasa un abrigo con el logo de la Universidad y un pantalón de chándal que yo dejé aquí.

-¿Qué estás haciendo aquí Amelia?

Este es el momento.

-Me senté en una banca del parque y mire a los niños jugar, una ligera lluvia empezó a caer y mire como los niños corrían intentando atrapar el viento, intentando morder la lluvia, intentando alcanzar el cielo. Ellos no saben que no pueden hacerlo, ellos solo ríen y lo intentan de todas formas, ellos intentan atrapar el viento y tocar el cielo con sus dedos. Yo también quiero intentarlo, no importa que sea imposible, yo quiero hacerlo.

Los niños lo hacen, incluso cuando se dan cuenta que no pueden hacerlo, ellos siguen intentando. Intentan, fallan y aún sonríen porque al menos lo intentaron. Nosotros los adultos nos ahogamos en un vaso con agua por temas insignificantes. Sentimos que no podemos hacer algo cuando vemos el menor obstáculo. ¿Por qué no podemos ser como aquellos niños he intentar atrapar el viento? ¿Cuando perdimos aquella valentía de intentarlo todo?

Pongo mis manos heladas por haber corrido en la lluvia, en sus mejillas. Él sonríe y pone sus manos sobre las mías.

-Te amo, Nicolás Mayer. Te amo y necesitaba decirlo, porque si amas a alguien se lo dices, no importa que pase después o si tu amor no es correspondido, tú debes decirlo. Y aquí estoy diciéndole a mi futuro esposo cuanto lo amo.

Él me mira sorprendido. Varias emociones pasan por su rostro y veo como una parte de él no cree esto y entiendo su razonamiento.

-No lo dije antes por que tenía miedo, nunca nadie me amado antes, eres la primera persona que dice que me ama y estaba asustada. Tenías razón, tenía miedo de lo que siento por ti.

Él sonríe y toma mi rostro entre sus manos con cariño y me besa. Besa mis labios con delicadeza y se siente como el beso correcto.

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