Capítulo XXIX
—Sin duda vas a amar a Margo, Oliver —se dijo Abby a sí misma, sonriendo al imaginarse su primer encuentro, caminando de regreso a su habitación. — Oliver, lamento... — comenzó a decir, pero su voz se fue apagando conforme abría la puerta, deparándose con un absoluto silencio en el que se insinuaba apenas dos respiraciones tranquilas.
Se acercó con pasos de plomo a la cama, dejándose absorber por el agradable escenario que allí se presentaba. Oliver dormía plácidamente sobre el edredón y con una mano encima de Garfield. En la mascarilla, pudo apreciar un círculo húmedo que se había formado con su baba.
Abby no pudo dejar de sentir cierta angustia a causa de aquel pedazo de tela que tenía pegada a la cara, la que seguramente le causaba dificultad al respirar y le incomodaba al estar mojada.
—Pobrecito... — se le cristalizaron los ojos, pero se contuvo para no llorar.
Decidida a no quebrantar el hermoso silencio que allí constaba, abrió las puertas del armario con cuidado, tomó una manta de tacto suave y la extendió sobre Oliver.
—¡Ah!
Pese a que había tenido sumo cuidado, Oliver abrió los ojos repentinamente y se sentó, asustado, y miró a su alrededor, luciendo desconcierto. Por un momento se había olvidado de dónde estaba.
—Shh, tranquilo — la voz de Abby era para él una nana que le tranquilizó al instante — Solo te estaba tapando. Duerme tranquilo.
Pensó que Oliver se negaría, pero se sorprendió al ver que volvía a cerrar los ojos, acostándose de nuevo.
—Eso es —sonrió satisfecha, depositó una mano sobre su cabeza y comenzó a acariciarle —Tranquilo.
Oliver pudo sentir una paz genuina. Una que hace mucho que no sentía y había añorado tanto.
—Mamá...
Su madre había llegado a ser dócil con él. No en muchas ocasiones, pero lo fue, y en aquel instante, Oliver solo pensó en esos recuerdos tan agradables.
Ella le quería. Oliver sabía que su madre le quería, pese a que repitiera constantemente lo contrario. Pero Oliver sabía que su madre solo estaba herida, y por eso había llegado a comprender que le agrediera, porque esa era su modo de desahogarse.
***
—Mamá...
Estiró su brazo abarrotado y rozó la mejilla húmeda de su madre.
Una sonrisa estuvo a punto de apoderarse de los labios de Oliver, pese al dolor inmenso que padecía, pero cuando su madre alejó su mano con brusquedad, lloró en silencio.
Siempre hacía eso. Le dejaba solo, tirado en el suelo, y después regresaba a consolarlo por el daño que ella misma le había causado.
—Mamá...
Abrumado por la acidez de las lágrimas, Oliver abrió los ojos, deparándose con una habitación desconocida. Eso creyó, hasta que vio el dibujo de la caricatura de Garfield estampada en el colchón. Era la habitación de Abby, sin embargo, ella no estaba allí, ni tampoco Garfield. Estaba solo.
Tenía los golpes que le había causado su madre presentes en los brazos, como si le hubiera acabado de golpear.
—Estás solo.
Alexa apareció junto a él, aprovechándose de su estado de conmoción. Era evidente que estaba satisfecha por el terror que exhibían sus ojos.
Sin embargo, su voz no fue la única que escuchó. Pudo apreciar el rumor de la voz de Abby.
Al percatarse de que no estaba realmente solo, logró deshacerse de la presencia de Alexa.
Así que se alzó de la cama, sintiendo el cuerpo entumecido. Habían pasado quizás unas pocas horas o menos desde que había visto a Abby por última vez, pero ya la extrañaba.
Quería verla. Quería estar con ella.
Ojalá Abby se acercara a él en cuanto le viera y le diera un abrazo apretado. Ojalá le dijera que le quería.
Tras abrir la puerta, el rumor de su voz se hizo más notable.
Oliver se dejó guiar por su voz, hasta que se percató de la presencia de alguien más y frenó en seco, sintiendo al instante una oleada de pánico.
—Cariño, tienes que dejar de comer tanto o terminarás como una foca —le dijo una mujer, riéndose —y yo no quiero una foca como marido.
Un grupo de voces se unieron en una carcajada, pero Oliver solo fue consciente del eco que pronunciaban unos pasos que se dirigían hacia él, pero no pudo moverse, aunque quisiera huir y encerrarse en la habitación de Abby.
En menos de un minuto, una mujer de piel oscura y ojos verdes surgió ante él y le miró. Tenía cierta semejanza con Abby, pero Oliver no fue capaz de percatarse de ello.
—Oh, buenas noches, cariño —aunque al principio lució sorprendida, no tardó en esbozar una sonrisa amable — ¿Has dormido bien?
Permaneció petrificado, observando la mujer en silencio, preparado para retroceder y correr si se acercaba demasiado.
—Oliver.
Cuando Abby apareció en la escena, Oliver sintió que se le relajaban los músculos, pero no disipó del todo el temor que sentía.
—Me alegra que hayas despertado — Abby se acercó a él y le dio el abrazo que él había ido a buscar, aunque no pudo disfrutarlo del todo —Siento haberte dejado solo antes —Se separó un poco para mirarle a los ojos, manteniendo las manos sobre sus hombros —Deje que te quedaras dormido sin comer. Soy un desastre.
—Ah, ahora ya sé de dónde escuché ese rugido de león.
La madre de Abby intentó apaciguar el ambiente con aquella broma, pero solo causó que Oliver sufriera un estremecimiento y bajara la mirada.
No soportaba su presencia, porque por ser madre, le recordaba a la suya. No podía observar su sonrisa tierna sin sentir dolor en el pecho.
—¿En serio escuchaste su estómago? —Abby lució alarmada —¡En serio, cuanto lo siento, Oliver! —juntó las manos en señal de disculpa.
Era evidente que estaban tratando de lograr que se sintiera cómodo, pero Oliver nunca podría relajarse en la presencia de aquella mujer.
—No te preocupes, Oliver —Abby envolvió su muñeca derecha con la mano — Ahora mismo te llevo un plato de comida a mi habitación.
Oliver asintió al instante, ardiendo en deseos de huir de la mirada de aquella mujer, la que no había dejado de mirarle.
Se dejó llevar por Abby a su habitación. Cuando ella cerró la puerta, por fin pudo respirar.
—Ahora regreso, ¿vale?
Asintió, un tanto aturdido por la tensión que acababa de sufrir y observó a Abby saliendo de la habitación.
Desde un principio, Abby supo que Oliver reaccionaría mal al conocer a su madre. No conocía las circunstancias de la muerte de la suya, pero tenía conciencia de que a él le afectaba la sola mención de la palabra "madre".
Ahora se arrepentía de no haber impedido ese encuentro, pese a que su madre se había portado como un amor.
—Cariño.
Abby salió de sus pensamientos y se deparó con su madre en la cocina, la que ya le había servido un plato de comida a Oliver y lo había puesto sobre una bandeja de madera, junto a un vaso de jugo de piña, un poco de pan y una manzana roja.
En su voz y su mirada evidenció una genuina preocupación. Su madre era sumamente emotiva, no había drama que no lograra que se le cristalizaran los ojos, y lo mismo sucedió cuando le contó lo poco que había vívido con Oliver. Le había hablado de él para pedirle permiso para invitarle a su casa, y también porque necesitaba del apoyo de alguien, y su madre era la mejor para ello.
—Quizás debería hablar con él —sugirió su madre, mirando hacia la habitación de su hija con preocupación.
A pesar de que su madre era una mujer hecha y derecha, temía empeorar la situación, y Abby se sintió un tanto reconfortada por saber que no era la única que se sentía así.
—No, mamá —negó con la cabeza —A Oliver no se le dan bien los desconocidos. Además, eres mi madre y eso...
Su madre estuvo a punto de decirle algo en lo que duró su silencio, pero Abby se recompuso, mostrando una sonrisa esperanzadora.
—Bueno, le tengo que llevar la comida o se morirá de hambre.
Tomó la bandeja de inmediato y dejó a su madre allí, sumida en sus pensamientos.
¿Qué decirle? No lo conocía, y lo poco que sabía era lo que le había dicho su hija. Sonaba fácil eso de darle la mano a una persona y arrancarla del suelo, ¿pero qué hacer cuando esa persona se niega a tomarla y solo busca hundirse? ¿Arrastrarle? ¿Y llevarle a dónde?
La mujer sintió que se le ponía la piel de gallina al recordar a su hija contándole la escena donde pilló a Oliver con un cuchillo con el que pretendía quitarse la vida.
Abby se sentía sofocada por la preocupación, pero mantuvo una sonrisa amable en los labios cuando entró de nuevo en su habitación.
El agradable aroma de la comida hace rato que se había apropiado del apartamento, pero Oliver, que había estado sumido en sus pensares, apenas lo identificó cuando Abby entró con la bandeja.
Estaba cabizbajo, sentado en el borde de la cama, y alzó la mirada con cierto temor, hasta que tuvo la certeza de que la madre de Abby no estaba.
—No tengas prisa. Come tanto cuanto quieras —le dijo, dejando la bandeja sobre su regazo —Dentro de un buen rato vendré a ver si ya terminaste, pero tocaré a la puerta antes de entrar. Te lo prometo.
Oliver observó el apetecible aspecto de la comida, que junto al aroma que desprendía, le hizo recordar que tenía el estómago vacío.
—Gracias... — se esforzó en decir.
—Después me dices qué te pareció. Espero mis merecidas cinco estrellas.
Tras darle una palmadita en la cabeza, salió de la habitación y cerró tras de sí, dejándolo en la soledad.
Antes de quitarse la mascarilla, estuvo unos segundos mirando en dirección a la puerta, poniendo atención a cualquier ruido. Escuchaba el rumor de las voces y pasos, pero ninguno se acercaba a la habitación, por lo que se descubrió la quemadura.
—Eres tú el que desagrada a los demás, no lo olvides.
Alexa estaba sentada junto a él, sacudiendo las piernas fuera de la cama. Mirándole con aquellos ojos tan claros como el cielo, que nada tenían que ver con el tono oscuro que empleaba.
—Eres desagradable para mí, para tus compañeros, para tu tía, tu padre, tu madre y para todo el mundo. Incluso para A.bby. —pronunció su nombre pausadamente —Ni siquiera sé cómo tienes la osadía de presentarte en su casa y molestar a sus padres. Molestar a su madre.
No podía quitarse de la cabeza la mirada de la madre de Abby. Al principio, tuvo la sensación de que le miraba con compasión, pero ahora que lo pensaba con detenimiento, quizás lo que había sentido era odio.
A causa de ese pensamiento, un temblor comenzó a apoderarse de su cuerpo, haciendo que la bandeja se sacudiera en su regazo. Un nudo se le había formado en el estómago, quitándole el apetito.
—No eres bienvenido en esta casa. ¿Cómo te atreves siquiera a pensar en comer?
No quería prestarle atención, pero era imposible ignorar a Alexa, aunque fuera solo una ilusión.
—Lo siento mucho, señora.
Oliver alzó la mirada y se encontró con la madre de Abby y la suya. La madre de Abby estaba de pie, mirando a la suya, que estaba frente a ella, con la cabeza agachada.
—En verdad lamento que tenga que soportar la presencia de mi despreciable hijo.
—Lo lamentamos profundamente —su tía apareció de repente y se sumó al pedido de disculpas.
—No pretendía molestarte, mamá — Abby surgió tras la espalda de su madre, mostrando un profundo arrepentimiento en su mirada — Es que no tenía otro lugar a donde llevarle, y no puedo dejar que se suicide, porque si le dejo, voy a cargar con el peso de su muerte toda mi vida. —sonaba muy angustiada —Te prometo que en cuanto se recupere, me desharé de él.
Como su madre no estaba para nada contenta, Abby dirigió una mirada de odio a Oliver, el que se limitó a bajar la cabeza, incapaz de soportar que ella sintiera por él lo mismo que los demás.
—Esta es la realidad —intervino Alexa, repitequeando los dedos de su mano sobre uno de sus hombros— Abby solo está contigo porque no quiere cargar con el peso de tu muerte. ¿En verdad creíste que te quería? En ese caso, ¿por qué no finges estar bien? Verás que no tarda nada en dejarte de lado.
—Ella me quiere. Abby me quiere.
Pensó que si lo repetía. Que si apretaba los párpados con fuerza, las voces e imágenes se desvanecerían. Que se convencería de que... Abby le quería de verdad, pero por más que trataba de creer, las palabras de Alexa tenían mayor sentido.
Abby apenas era una chica desafortunada que lo había conocido en el peor momento; un momento que la había comprometido a cargar con semejante lastre. Se había visto obligada a formular palabras que en verdad no sentía. A darle abrazos que no quería darle. A desperdiciar tiempo con él.
Fingir que estaba bien. Eso era lo que tenía que hacer para saber si Alexa estaba en lo cierto.
Así que, a pesar de que no tenía ánimos para comer, tomó el tenedor y comenzó a vaciar el plato. Los alimentos pasando por su esófago eran como agujas, y caía como bombas en su estómago.
El malestar, ocasionado por la profunda depresión, le causó arcadas, pero se contuvo y continuó llenándose la boca. Apenas se detuvo cuando ya no quedaba casi nada en el plato.
No estaba acostumbrado a comer tanto, así que su estómago no lo toleró y le gritó que lo expulsara todo, así que Oliver apretó la mano contra los labios, tratando de no vomitar.
—Hazte a la idea de que se irá, porque eso es lo que hará — comentó Alexa con malicia, viéndole con falsa empatía — Y entonces, lo harás. Terminarás con tu dolor de una vez por todas. Total, no le haces falta a nadie en este mundo.
El rostro de Oliver se arrugó por el llanto y las arcadas.
Alexa tenía razón. Abby se iría. Lo sabía, y ni siquiera era necesario de una prueba. En cuanto viera el plato vacío, suspiraría con alivio y le diría adiós. Y Oliver miró el plato con pánico, arrepentido de haber creído que aquello era una buena idea.
Podía soportar el saber que Abby lo veía como una obligación, pero no podría soportar que le dejara solo. No quería volver a estar solo. No podía regresar a sus antiguos días.
Sin querer, dejó escapar un sonido amargo por la boca, mientras seguía viendo el plato vacío, con los ojos abnegados de lágrimas. No podía contener el llanto.
Estaba perdido. Había cavado su propia tumba.
Abby se iba.
—¿Oliver?
Miró el plato y luego a la puerta, varias veces, cada vez sintiendo mayor terror. Entonces, recordó la quemadura y agarró la mascarilla, la que trató de ponerse, pero por el agudo temblor que se había apropiado de sus manos, los tirantes se le escaban de entre los dedos.
En el proceso, trató de decirle a Abby que no entrara, pero apenas un estúpido sonido le salió de la boca.
—¿Oliver?...
Entonces, la puerta comenzó a abrirse lentamente, demasiado lento, tan lento, que le hizo parecer que estaba atrapado en una película de terror.
—¿Oliver estás...?
Abby no tuvo tiempo de completar su interrogante, ya que de un momento a otro, Oliver pasó junto a ella y la empujó al querer pasar, causando que se mordiera la lengua. En cuestión de segundos, probó el sabor metálico de su sangre, pero no pudo detenerse a pensar en eso.
—¡Oliver!
Llegó justo a tiempo para ver a Oliver inclinándose en el lavajillas para vomitar con la mascarilla puesta.
Aquella imagen le rompió el corazón, a ella y a los dos restantes testigos.
//A decir verdad, me duele con solo imaginarlo :(
Espero que os esté gustando la historia, pese a lo depresiva que es.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top