Capítulo XLVI
Oliver observó la habitación de tal modo que parecía que era la primera vez que estaba allí. Parecía que había pasado una eternidad desde la última vez que entró en la peluquería familiar. En pleno proceso de observación, deslizó los dedos por el respaldo del asiento donde Abby le había cortado el cabello. Ese recuerdo formaba parte de los que más atesoraba. En realidad, no existía recuerdo que hubiera compartido con Abby que no fuera importante para él. Todos lo eran, incluso en los que había sufrido.
—La peluquería solo para nosotros, me siento toda una clienta VIP —comentó Margo estirando los brazos hacia los lados, disfrutando de la ausencia de otros clientes y se detuvo a observar los varios productos que había frente a uno de los asientos de corte.
—Eres una clienta VIP, Margo —le aseguró Abby —Pero, Oliver es el más VIP de todos —le dedicó una sonrisa amorosa al chico que amaba, el que demostró alegría en su mirada.
—Estoy muy satisfecha de tener el segundo lugar —dijo con todo orgullo, se sentó en uno de los asientos y comenzó a girar lentamente —Ah, por cierto. Abby ayer vi...
A causa del repentino silencio, Abby la miró con curiosidad y confusión, incluso Oliver pareció intrigarse.
—No es nada, olvídalo —negó con la mano, mostrando una sonrisa despreocupada.
Abby habría insistido hasta sonsacarle fuera lo que fuera que quisiera decirle, pero en cuanto vio que negaba suavemente con la cabeza y movía los ojos varias veces en dirección a Oliver con toda discreción, supo que no quería que él lo escuchara.
Más tarde, cuando se encontraron a solas, Margo le confesó que había visto a su ex, dato que no le interesó a Abby. No es que sintiera resentimiento hacia él o le siguiera quisiendo, solo no quería verlo porque para ella ya solo era el pasado.
—Bueno, en ese caso, ¿qué tal si comenzamos ya? Ven, siéntate aquí para que pueda lavarte el cabello —se paró detrás del lavatorio.
—Vale, pero, por favor, lávalo solo una vez porque siempre que me lavan el cabello ahí me quedo con un dolor de cuello espantoso —ocupó el lugar frente al lavatorio y echó la cabeza para atrás.
—Te entiendo, a mí me pasa lo mismo —reconoció formando una pequeña mueca —Pero te prometo que no tardo nada.
Y así, tal y como había prometido, terminó lo más rápido posible, y una vez Margo se sentó en la silla de corte y la peinó, procedió a contarle las puntas, las que tenía un poco abiertas.
—Creo que eres una de esas poquísimas peluqueras que existen que realmente solo cortan las puntas. Si hubiera ido a otro salón, terminaría con el cabello a la altura de los hombros.
—Mis clientas suelen quejarse de eso. Por suerte, como mis padres han sido siempre mis peluqueros, nunca me ha ocurrido —admitió Abby con verdadero alivio, sin detenerse en su labor.
—Y encima te cobran una barbaridad.
En cuanto Margo comenzó a reírse, Abby se vio contagiada, mientras que Oliver apenas observada desde la silla que tenían a su izquierda.
—Es por eso que me siento muy afortunada de haberte conocido.
—¿Solo por eso? —Abby formó una mueca fingida de indignación.
—Por eso y por muchas más cosas. Sabes perfectamente lo mucho que te quiero —puso los labios como besugo y vio a Abby a través del reflejo, riéndose.
—Ay, mi Margo —se movió a su lado para poder pasarle una mano por el rostro, mirándole con mucho cariño, a lo que Margo sacudió las pestañas, haciendo carita de niña mimada.
—Si sigues hablándome con esa voz pastosa, me va a dar una sobredosis de azúcar, y tu Oliver se va a poner celoso —le señaló con el pulgar.
—No, yo... —el pobre bajó la mirada de immediato, incómodo y apenado a parte iguales.
—Margo, deja de hacerlo sentir incómodo —le apretujó suavemente la punta de la oreja, también apenada, especialmente por la parte de "tu Oliver".
—Bueno, lo intentaré, pero no te prometo nada. Que sea tan adorable me lo pone difícil —canturreó, al mismo tiempo que sacudía las cejas para arriba y para abajo, viendo a su amiga suspirar.
Minutos después, con el cabello ya seco, Margo se analizó el corte en el espejo y le dio el visto bueno.
—Como siempre, no decepcionas. —le tendió una nota de veinte euros, la que Abby guardó en la caja admistradora.
—Muchas gracias, me satisface escucharlo.
—Bien, ahora me tengo que ir, que dentro de una hora tengo que ir a currar —se lamentó —Otro día más soportando a clientas que me piden la talla M cuando en realidad con XL.
—Mucho ánimo, Margo —Abby le puso la mano sobre un hombro.
—Con un abrazo me sentiré mejor —formó una mueca de niña pequeña, que se esfumó en cuanto Abby le dio su maravilloso abrazo —Bien, energia recargada a la mitad. Para completarla necesito un abrazo tuyo.
Oliver se seguía mostrando un poco incómodo a causa de la cercanía de Margo o cualquiera otra persona que no fuera Abby, pero aún así le daba un abrazo cuando se lo pedían, excepto a su padre, que era la persona con la que le costaba más relacionarse.
—¡Energía completamente recargada! —antes de afastarse, lo apretujó y le dio un beso fugaz en la frente —¡Ya estoy lista para enfrentar lo que sea! ¡Nos vemos después mis queridos bombones de chocolate y avellana! ¡Os quiero con todo mi corazón!
Así de exagerada era siempre que se despedía. Todo un amor.
—Es una pena que tenga que trabajar tanto.
El comentario de Oliver, hizo que Abby sonriera con verdadero entusiasmo. Que apreciara tanto a Margo era en verdad muy satisfactorio, pero lo mejor de todo era que le dijera cómo se sentía.
—Sí, pero así es la vida de todos una vez nos hacemos adultos. Creemos que la infancia es agotadora, pero es peor cuando crecemos y tenemos que cuidar de nosotros mismos, aunque bueno, yo tengo la suerte de trabajar con mis padres y vivir con ellos —admitió con verdadero alivio.
Oliver no podía decir que su infancia hubiera sido sencilla, de hecho, había sido todo lo contrario, y estaba seguro que el futuro tampoco lo sería. Era un hecho que más tarde o temprano tendría que comenzar a trabajar, y no era las tareas lo que lo angustiaban, si no el tener que soportar a las personas.
—Eh, tranquilo —como siempre, Abby notó su angustia y se acercó a él para darle un abrazo —No tienes que preocuparte, sabes que tienes un puesto aquí asegurado para ti. No vas a tener que soportar a jefes malhumorados.
Escucharlo era todo un alivio. Sin duda lo era, pero, eso no borraba del todo la angustia que le carcomía. Seguiría teniendo que lidiar con las personas.
—Abby... La gente siempre me mirará raro por la mascarilla, y si me la quito...—la retiró de su rostro, dejando ver la quemadura y una mueca de tristeza —Será mucho peor...
Abby quiso asegurarle que todo estaría bien, que nadie comentaría nada al respecto ni le mirarían mal, pero eso sería mentirle. No todos pensaban igual que ella, Margo, sus padres o Sara. Estaba segura de que algún cliente comentaría al respecto, y no serían halagos, al igual que lo harían de la mascarilla.
—Tienes razón, siempre habrá alguien que comente algo al respecto, directamente o en susurros, pero, —encuadró su rostro con las manos y le miró a los ojos con cariño —no eres el único del que comentan, Oliver. La gente siempre tiene algo malo que decir de los demás. Incluso a mí me sucedió, lo sabes.
—Pero tú eres muy bonita, Abby, no tienen ninguna razón para decir algo malo de ti, porque no lo hay.
De inmediato, el corazón de Abby comenzó a latir con locura y un estremeciento le recorrió todo el cuerpo. Que la halagara de aquella manera no era nada bueno para su corazón y mucho menos para su auto control. Las ganas de besarlo y acariciarle se elevaban por encima del cielo.
—Bueno...—Abby se aclaró la garganta, sintiéndola seca —No todas las personas piensan como tú. Al igual que yo no pienso igual que esas personas que hablan mal de ti. Porque para mí, eres hermoso, Oliver.
Tanto la mirada como las palabras de Abby eran del todo sinceras, y Oliver lo sabía, pero se le hacía difícil, por no decir imposible, aceptar que aquella palabra pudiera describirlo, cuando al mirarse al espejo, se topaba con la definición de fealdad.
—Eres hermoso. —Abby lo obligó a que dejara de mirarse en el espejo y la mirara a ella —En verdad lo eres, Oliver, y también es una realidad que te amo —era consciente de que le había prometido que no le incomodaría de nuevo con lo que sentía, pero era imposible mantenerlo en silencio para siempre, y mucho menos cuando no paraba de crecer.
La ansiedad que ella sufría por besarlo era tanta, que Oliver la notó de inmediato. Era imposible no hacerlo. Y ésta pareció crecer en el momento que él rompió toda distancia y recargó los labios sobre los suyos, haciendo imposible que Abby siguiera conteniéndose.
Aún con un poco de cordura latiente, ella movió los labios con suavidad. Oliver se quedó inmóvil durante unos instantes, pero comenzó a seguirle el ritmo segundos después. Lo hacía con torpeza, evidenciando su inexperiencia, pero para Abby fue el mejor beso que había dado en toda su vida, y sin duda el que la hizo más feliz, y habría seguido así hasta quedarse sin aliento, pero no fue capaz de seguir.
—Oliver, no, —le puso una mano sobre el pecho y lo alejó suavemente, mirándole con seriedad —no tienes que hacer esto por obligación, cuando te pedí que no quería que me correspondieras solo para satisfacerme, lo dije en serio. Lamento si te sentiste obligado a hacerlo solo porque te dije que te amo, pero en verdad no lo hice con esa intención. Jamás te lo pediría.
Después de aquel contacto, Oliver sentía el cerebro como estumecido y a parte de los labios hinchados, no sentía otra parte del cuerpo, excepto la locomotora tralando su pecho, así que le costó mucho escuchar todo lo que le dijo.
—No, yo... —al mover los labios al hablar, lo sintió extraños, como si no fueran los suyos —No lo hice pensando en eso... Yo... Solo quise hacerlo...
Abby abrió mucho los ojos, sintiendo al mismo tiempo un pinchazo en el corazón. Estaba empezando a ilusionarse, y mucho, y temía estar adelantándose antes de tiempo.
—¿Por qué lo hiciste entonces? —mantuvo las manos pegadas al costado, temiendo que si se atrevía a tocarle tuviera el impulso de besarlo otra vez. Y en esa ocasión no lo haría con tanta tranquilidad.
Oliver la miró a los ojos de tal forma que parecía querer adentrarse en ellos para hallar la respuesta a aquella cuestión. Le pareció tan confundido, que Abby estuvo a punto de decirle que no tenía que responderle y olvidar el tema, porque lo que menos quería era incomodarlo. Aunque a ella le iba a ser imposible aquel momento. Sin embargo, Oliver volvió a reducir la vaga distancia y la besó de nuevo.
Cualquier cuestión o miedo, pasó al olvido en la cabeza de Abby y le abrazó por el cuello para besarlo mejor. Era un beso sencillo, pero el corazón estaba en su límite de locura y el cuerpo le temblaba a no más poder. No podía creer que aquello estuviera sucediendo.
Existió cordura al principio, pero al cabo de unos minutos, Abby dejó que el corazón la gobernara, hasta tal punto que Oliver se vio obligado a alejarse y se llevó dos dedos al labio inferior, el que ella le acababa de morder.
—Ah, ¡lo siento! —si Oliver estaba ruborizado, no era nada en comparación a cuanto lo estaba Abby —¡En verdad lo siento mucho, Oliver!
—Está bien... No me has hecho daño —el tono de voz fue menguando a lo largo de la oración, y fue subiendo la mano por el rostro hasta que se escudó los ojos con ella.
—Sí, pero no debí hacerlo... Ay, qué vergüenza —se llevó las manos a la cara con tanta brusquedad que causó un sonido semejante al de una bofetada —En verdad lo siento...
Un silencio tenso se apropió del ambiente. Oliver no sabía qué decir, y Abby estaba demasiado avergonzada para pensar en algo inteligente.
—Bueno... ¿tienes hambre? —fue lo único que se le ocurría decir a Abby después de tres eternos minutos en silencio, pero en cuanto vio los labios hinchados de Oliver, volvió a sentir la sangre calcinándole las mejillas.
—Ah, sí... Tengo hambre —no era verdad, pero él tenía la misma necesidad de aligerar el ambiente.
—¡Perfecto! —juntó las manos de immediato y se giró en dirección a la puerta —¡En ese caso iré a buscar algo para comer! ¡Regreso en un momento!
En cuanto Abby salió del local, soltó el suspiro más profundo y largo de su vida, y Oliver se dejó caer en una silla de corte sintiéndose más exhausto que nunca, y al cabo de un rato, se miró al espejo y se tocó los labios, sintiéndose tan atontado como si recién hubiera acabado de despertar. El corazón seguía latiéndole a mil por hora y parecía que iba a seguir así un buen rato.
Al contrario que la primera vez, Oliver era plenamente consciente de que le había gustado mucho aquel contacto, y aunque le apenara reconocerlo, quería que volviera a suceder, e incluso no le importaría que Abby le mordiera otra vez...
—¿Qué?... —se frotó el rostro, incapaz de seguir mirándose al espejo porque de repente se sentía como todo un demente. ¿Cómo podía desear que Abby le mordiera? ¿Qué le estaba sucediendo?
Pensó que en el tiempo de esperara, lograría serenarse, pero en cuanto vio a Abby entrando, el corazón volvió a encenderse, si es que en algún momento se había calmado, y su primera reacción fue mirarla a los labios. Lo había hecho con tanta indiscreción que Abby lo notó y en un descuido dejó caer la bolsa de plástico.
—¡Ay, no, qué torpe soy! —soltó una risa tonta y se agachó para recoger la bolsa —¡Espero no haberme cargado nada! —husmeó en el interior de la bolsa más por la necesidad de hacer algo que por el interés en saber si no se había dañado nada.
—Abby, lo siento... Sé que no debí hacerlo...
—¿Eh?...
La inesperada disculpa de Oliver, hizo que toda vergüenza se disipara de Abby, convirtiéndose en confusión, especialmente por el tono triste que había empleado. Al asumir que se disculpaba porque lo había solo para contentarla, hizo que se le encogiera el corazón.
—Pensé que podía hacerlo, pero no... No puedo... —negó con la cabeza, incapaz de mirarla a la cara —Esto no está bien, Abby... No solo es por mi cara, mi cuerpo entero está llena de cicatrices y marcas asquerosas que...
—Espera.—Abby pasó del espanto a la seriedad —¿Me estás diciendo que fue un error porque asumes que me va a desagradar tu cuerpo?
—Abby, no tienes ni idea de cómo...
Oliver estaba tan centrado en pensar en el aspecto de su cuerpo, que no escuchó los pasos de Abby y por ello se quedó pasmado en el momento en que le alzó el rostro y le besó con intensidad, abrazándole por el cuello para apretujarla contra ella.
—¡Abby, no...! —tuvo la necesidad de alejarse para explicarle que estaba mal y que se iba a arrepentir para siempre si seguía insistiendo en que quería relacionarse con él de aquella manera. Tenía que hacerla entrar en razón.
—Oliver, lo único que necesito y quiero saber es lo que sentiste cuando me besaste —mantuvo su semblante a la altura de la mirada, encuadrando su rostro con las manos.
—Me gustó... —confesó, cerrando los ojos. En aquel momento no estaba apenado, pero sí incómodo, porque la idea de que su relación pudiera avanzar más le revolvía las tripas, y todo porque no aceptaba las fallas grabadas en su piel.
—Entonces, ¿me amas?
Cuando Abby le besó por primera vez, realmente había estado confuso respecto a lo que sentía por ella, pero ahora lo veía todo con claridad. Estaba enamorado de Abby. ¿Cómo no podía estarlo después de que ella le cuidara tanto y le protegiera incluso de sí mismo? Era su luz en medio de tanta oscuridad.
Antes de asentir comenzó a llorar, y las lágrimas fluyeron con mayor intensidad cuando Abby sonrió y volvió a besarle.
//Cuando comencé a escribir esta historia, nunca pensé que el romance solo se desarrollaría al final, y bueno, la verdad es que me gusta más así. Le di mayor importancia a los traumas de Oliver que al terreno romántico. ¿a ustedes les parece bien? Ojo, no estoy diciendo que así termina la historia, pero sí estamos cerca del final, uno o dos capítulos más y listo. ^.^
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