Y el mundo colapsa
https://youtu.be/_Dat9CRV800
Samuel.
Sus manos están dentro de los bolsillos de su enorme abrigo negro. Estoy seguro que ella no lleva guantes porque siempre los olvida o los pierde. Tiene un cajón con guantes impares. Cuando ella me ve me sonríe. Tiene una de las sonrisas más dulces que he visto.
—Llegas tarde —le digo antes de besar su frente.
Acomodo su gorro gris que hace resaltar sus claros ojos azules.
—Esta será la última vez, lo prometo —me dice ella.
Pero dudo mucho que sea así, Vivian Blake tiene un don para la impuntualidad.
—Feliz aniversario —le digo.
Saco el par de guantes que compré para ella de mi bolsillo y tomo sus manos para ponerlos. Tiene dedos delicados de pianista, ella debería ser más cuidadosa con sus manos. Es tan talentosa y debería cuidar mejor sus manos.
—Veremos cuanto tiempo demoras en perder estos guantes.
—Lo hago porque sé que tú siempre compras un par de guantes para mí.
Le pregunto sobre su día y ella me empieza a contar con entusiasmo sobre lo que hizo hoy, me deleito escuchándola. Ella me pregunta todo el viaje en auto hacía donde vamos, me dice que no le gustan las sorpresas. Cuando detengo el auto ella mira emocionada alrededor.
—¿Por qué estamos aquí? —me pregunta ella.
Estamos fuera de la ciudad.
—Para ver las estrellas. Recuerdo que me dijiste que una vez fuiste a ver las estrellas con tu papá y es tal vez el único buen recuerdo que tienes de él antes que se fuera.
La llevo hasta la manta rodeada de lámparas blancas, hay una cesta de picnic y un telescopio.
—Esto es hermoso, Samuel.
Ella me rodea con los brazos y me besa.
—Gracias.
Nos sentamos en la manta y saco la botella de vino, el pan, queso y las copas. Vivian me empieza hablar con fascinación sobre las estrellas y las constelaciones, recuerdo que supe que la amaba aquella noche cuando la vi sentada mirando las estrellas.
—Es fascinante —le digo.
—Pero no las estás viendo.
Ella frunce levemente el ceño y yo acerco mis dedos a su frente para alisarlo.
—Por qué de todas las estrellas la única que me importa y veo, eres tú. Ninguna estrella para mí brilla más que tú.
Ella se aleja del telescopio y se acerca a mí.
—Te amo —susurro contra su cabello cuando ella se recuesta en mi pecho.
Ella se pone tensa entre mis brazos y es normal, es la primera vez que le digo te amo.
—Te amo —le digo de nuevo.
Ella se sienta sobre la manta y me mira. Muerde su labio y creo que no dirá nada. ¿Por qué tiene tanto miedo de lo que siente por mí? ¿Por qué le tiene tanto miedo al amor?
—¿Te vas a ir? —me pregunta— Porque al final todos se van.
—No voy a ir a ningún lado.
—Yo... te —ella trata, pero nada sale de su boca.
Miro a Vivian que mueve sus dedos de aquella extraña manera que solo hace cuando esta nerviosa. También empieza a tartamudear un poco, a mí me resulta adorable, pero a ella le molesta mucho. Pongo una mano sobre la de ella y Vivian sacude la cabeza, esta algo apenada.
—Está bien. Lo dirás cuando puedas. Tómate el tiempo que necesites, esperaré por siempre si es necesario.
Paso mis dedos por la palma de su mano y ella mira hacia el cielo un momento antes de mirarme a los ojos.
—Pero no sería justo si tuvieras que esperar —me dice ella y agacha la cabeza para mirar nuestras manos unidas.
—Oh, mi querida Vivían Blake. ¿No te han dicho? La vida rara vez es justa. Además, no sería justo si te obligara a decir eso, si amas a alguien, todo lo que quieres es que se sienta cómodo.
Me acerco a ella y le doy un beso en su frente y otro en su mejilla, ella cierra los ojos un momento. Vivían me mira con una sonrisa en su rostro.
—Acabas de decir que me amas. Yo debería ser capaz decir lo mismo.
Ella dice aquello con un ligero puchero.
—Yo nunca negaría que te amo —le digo. Ella me sonríe—. Te amo Vivian Blake y esperaría por siempre solo para escucharte decir lo mismo, solo si llegas a sentirlo. Sin presión, pero no me puedes privar del placer de decirte cuanto te amo.
—¿Por qué me amas?
—Vi un gran vacío en tu alma y tú viste lo mismo en la mía.
Ella me sonríe.
—Juntamos tu soledad y la mía para hacernos compañía.
Hay mucho por lo que tengo que expiar.
Sin embargo, todas las intenciones de disculparme se dispersan en el momento en que un par de manos increíblemente suaves y familiares agarran mis dos muñecas. Las manos separan mis manos de mi rostro, dejando mi mirada sorprendida para encontrar la mirada de Vivían.
—Las luces están apagadas —dice ella casi en un susurro y yo entiendo a qué se refiere.
Las manos de Vivían se mueven de mis muñecas para ahuecar mi rostro, sus delgados dedos tan suaves acarician mi piel y se sienten como un toque de gasa. Sus pulgares descansan justo debajo de los huecos de mis ojos.
—Las luces han estado apagadas por mucho tiempo —hay un toque amargo en su voz—. Pero tú no estabas, mi mundo colapsó y no estabas, no había nadie, Samuel y estaba asustada. ¿Dónde estabas? Yo estuve ahí para ti, siempre dando lo mejor de mí y tú no estuviste para mí. Me pregunté en medio de aquella oscuridad. ¿Dónde se supone que esta mi final feliz? ¿Por qué yo no merezco un final feliz?
Algo grueso se aloja profundamente en mi garganta, y tengo que aclararme la garganta dos veces. Ella se merece algo mucho mejor, ella siempre se mereció algo mejor que yo. Pero yo lo intenté, incluso cuando ella estaba físicamente presente, pero su mente estaba a millas de distancia. Incluso cuando le costaba demostrar su amor o decirme que me ama. Yo luché por nosotros y nuestro matrimonio incluso aunque ella siempre tuvo un pie en la puerta lista para irse.
—Las luces estaban apagadas y tú no estabas.
Niego con la cabeza y levanto las manos para tomar las dos de Vivían.
—Todo era ruinas y tú no estabas.
Ella tiene las manos frías. Sus manos estaban frías en nuestra primera cita, también estaban frías cuando las sostuve entre las mías en nuestra boda en las Vegas. Sus manos estaban frías cuanto me daba el café en la mañana. Sus manos son frías, pero sus labios siempre fueron cálidos, al igual que su mirada. Sus claros ojos azules siempre me hicieron sentir calidez y paz. Sus manos son frías, pero sus abrazos podían calentar mi alma. Sus manos podían estar frías, pero su sonrisa iluminaba todo dando una extraña sensación de calidez y bienestar.
—Tú me dijiste que yo era especial y te creí. No me habían dicho antes que era especial o yo me había sentido de aquella manera, entonces cuando tú me dijiste que yo era especial te creí porque necesitaba hacerlo, necesitaba que algo bueno sucediera en mi vida. No me han sucedido muchas cosas buenas, entonces cuando te conocí creí que era la forma que tenía la vida de recompensar todo lo malo que me había pasado. Tú me sonreías de una forma que nadie me había sonreído antes y creí que no podía ser más feliz. Estaba enamorada de ti con cada parte de mi ser, te amaba tanto.
No Vivian, tú querías que yo fuera el indicado, tú querías amarme. Tú nunca me amaste a mí, amabas quién tú creías que yo era, amabas la imagen que te hiciste de mí y yo traté de mantener esa imagen porque quería hacerte feliz, pero no la pude sostener por mucho más tiempo y cuando las grietas aparecieron tú te alejaste. Nunca quisiste conocer al verdadero Samuel. Me mirabas y veía en tu mirada como esperabas que yo fuera el indicado.
Querías ser amada, pero tenias miedo de amar.
—Eres especial, Vivían y no porque yo o alguien más lo diga, eres especial por el simple hecho de ser tú. ¿Cuándo vas a entenderlo? No necesitas la aprobación de los demás. Vivían no puedes decir que amas a alguien, sí primero no te amas a ti, porque al hacerlo, jamás estarás dándolo todo. Dices que me amabas, pero siempre te costaba admitirlo, demostrarlo y con cada mínimo error que yo cometía, tú te alejabas. Me culpas por irme, pero tú te habías ido mucho antes que yo.
Tal vez ella nunca lo admita, pero en el fondo ella ansia la aprobación de sus padres, en especial el de su madre y con su madre jamás aprobó lo nuestro, Vivian tampoco lo hizo.
—Yo te amaba...
—¿Eso era amor? No, Samuel, eso no era amor, si tú amas a alguien no lo lastimas, no lo dejas cuando llega algo mejor. Me dejaste.
¿Qué quería ella que hiciera? ¿Qué me quedará con ella esperando eternamente que su madre me apruebe para que ella pueda amarme? ¿Cómo era eso justo para mí?
Uno no elige de quién se enamora. Jamás besé a Rachel o intenté algo con ella mientras estaba casado, pero no era justo para nadie seguir adelante con un matrimonio donde ya no había amor. Vivían se merecía algo mejor que eso, ella merece alguien que la ame completamente, alguien donde ella vaya siempre primero y yo merecía lo mismo. Pero Vivian siempre pone barreras a su alrededor, ella no se da cuenta que lo hace. Pero construye muros y aleja a las personas, de esa manera ella siente que no la pueden lastimar. Todos se van, dice ella y entonces ella los aleja primero para según ella, aminorar el dolor de la perdida. Pero nunca se permite amar por completo, siempre pone limitaciones en el amor.
Ella se alejó e hizo que yo me aleje, y después me culpó por irme.
—Vivian, no es que ella sea mejor que tú, jamás lo vi de esa manera y te lo dije, una y otra vez, pero no escuchas. Ella no es mejor que tú o más bonita que tú, pero me enamoré de ella, tal vez porque ella me vio realmente.
—¿Qué quieres decir con eso? ¿Ahora tú eres la víctima? ¿Crees que todo es mi culpa? ¿Cómo fue mi culpar? Yo era tu esposa, prometiste no lastimarme y la elegiste a ella antes que a mí. Decidiste salvarla y ayudarla, pero qué crees, Samuel, salvar a Rachel no te iba devolver a tu mamá. Salvar a Rachel no iba hacer la diferencia. Yo estaba ahí, yo también te necesitaba, pero yo no fui suficiente para ti. ¿Acaso no estaba lo suficientemente rota para que te quedarás? ¿Acaso necesitaba drogarme para llamar tu atención? ¡Me dejaste! Me dejaste sola y fuiste a salvar a Rachel, pero no hiciste un buen trabajo con eso porque ella murió. No pudiste salvar a tu mamá y tampoco a tu nueva esposa. ¿En qué te convierte eso?
Vivian está siendo deliberadamente cruel, dice todo aquello para lastimarme y lo consigue, ella sabe que me está lastimando y sigue retorciendo el puñal en mi pecho. Y me sorprende porque ella no es vengativa, cruel o mezquina. No me importa que ella me convierta en el villano de su historia, Vivian necesita a alguien a quien culpar.
—Yo te amaba, pero tú nunca fuiste digno de mi amor, Samuel Graham.
Ella no me amaba, al menos no de la manera que ella cree, ella no quería estar sola y confundió eso con amor. Le tenía miedo a la soledad. Paso años tratando de complacer a su mamá, años tratando de ser la hija perfecta. Años tratado de entender porque su padre se fue cuando ella tenía diez. Pero ella no me amaba, ni siquiera podía decirlo en voz alta, yo le dije que estaba bien, que yo podía esperar. Una parte de mí se decía que era normal que ella tenga miedo a decir te amo, todas las personas a las que ella les ha dicho eso la dejaron. Pero sabía que ella no me podía amar porque ella se negaba a conocerme realmente, a ver más allá del caballero con la brillante armadura que ella quería que yo fuera.
—¿Fue Rachel digna de tu amor? A veces creo que estabas con ella porque le hacía bien a tu ego, por tu necesidad de ayudar a una damisela en apuros.
No me acerqué a Rachel porque me recordaba a mi madre, como médico he visto demasiados casos así, pero Rachel era diferente. Me acerqué a ella porque ella me miró a mí, porque ella quiso conocerme realmente. Ayudé a Rachel porque la amaba y la amaba porque era Rachel. Si fuera alguien más, cualquier otra persona, tal vez no la hubiera mirado o ayudado de la forma en que lo hice. Me enamoré de ella y sé que estuvo mal, yo estaba casado, yo le hice promesas a Vivian, pero uno no elige de quien se enamora. Siempre amaré a Vivian, pero ella nunca me dejó conocerla y jamás se permitió conocerme.
Éramos dos extraños cuando las luces se apagaban. Quizás si nos hubiéramos conocido, si realmente lo hubiéramos hecho, yo jamás me hubiera enamorado de Rachel, pero son demasiados hubieras.
—Te veo, Samuel y pienso en lo fácil que es salir herido cuando uno ama a alguien y esa persona no sabe cómo amar.
—¿Por qué ahora puedes decir te amo con tanta facilidad? Es verdad que nunca fui digno de tu amor, pero tú jamás sentiste que debías amarme porque yo no tenía la aprobación de tu mamá. Tú me hacías sentir que no era digno de ti, que incluso era el segundo mejor para ti, Vivian y sentía que si me hubiera quedado a tu lado jamás podrías encontrar al indicado, aquel hombre que realmente merezca tu amor y que cuente con la aprobación de tu mamá.
—Oh, bueno, que persona tan altruista resultaste —me dice con sarcasmo.
No podía amarte en la oscuridad, Vivian, no podía seguir fingiendo que era aquel hombre perfecto que querías que sea. Tú querías ver solo lo bueno que hay en mí, no a mí, no todo lo que yo soy. Tú solo querías mi parte buena, aquellas partes jodidas no las querías porque tu vida ya estaba llena de eso y yo lo entendía, pero yo si te quería complemente. Incluso aquellas cosas que a ti no te gustaban, yo las amaba. Pero había un abismo entre nosotros cuándo se trataba de amar, un abismo que jamás pudimos cruzar.
—Tenía algo que decirte, Samuel, pero no lo vales, voy a permitirme ser egoísta en este momento y callar.
Ella empieza a caminar despacio hasta la puerta como si luchará con aquello que tiene que decirme, veo que una parte de ella quiere hablar, pero otra parte solo quiere alejarse de aquí.
—No me llames, no me busques. Para ti, yo estoy muerta. Adiós, Samuel Graham.
Ella se va y la puerta se cierra dejándome para poder revolcarme en mi soledad y miseria preguntándome que tenía ella que decirme.
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