Capítulo 3
No ser amado es una simple desventura. La verdadera desgracia es no saber amar.
Albert Camus
Casa de Campo Abbadie,
Agosto de 1814.
Juliette estaba sentada en la mecedora del cuarto de niños, donde ella solía pasar los días de verano jugando cuando los adultos estaban en reuniones o fiestas. Sin embargo, ahora era diferente, tenía entre sus brazos a un bebé de escasos 2 meses; con sus dedos le hacía suaves caricias y susurraba palabras cariñosas. Se sentía tranquila, casi aseguraba que no necesitaba nada más.
Alguien llamó a la puerta, interrumpiendo el momento de paz que tenía Juliette en compañía de George, el pequeño bebé que Nina había abandonado sin tentarse el corazón.
— Pase — dijo mientras acurrucaba al bebé entre sus brazos.
— disculpe Señorita Juliette, tiene visitas — se escuchó decir a la mucama.
— ¿visitas? — preguntó ella confundida, su madre había viajado a Londres a pasar unos meses con su padre e intentar calmarlo. Nadie más le había escrito, a excepción de...
— ¡Juliette Abaddie! — se escuchó el grito de Rosalya subiendo vigorosamente las escaleras — quiero respuestas y las quiero ahora —
— Oh dios... — blasfemo entre dientes Juliette y le hizo una señal a la mucama para que tomara el bebé.
Camino hasta el pasillo donde estaba Rosalya con los brazos cruzados y el entrecejo fruncido.
— yo... — murmuró Juliette buscando las palabras correctas para lo que iba a decir a continuación.
— ¡cielo santo! Es verdad — exclamó Rosalya mientras se cubría con una mano la boca — tienes un bebé aquí —
Juliette bajo la mirada — sí, es inútil mentirte... Tengo un bebé aquí —
Rosalya alzó una ceja y la miro analizandola — Juliette... ¿cómo se hace un bebé? — le interrogó.
(N/A: En esa época las mujeres no tenían conocimiento de cómo funcionaba su cuerpo, cuando iban a casarse, las madres les explicaban a las hijas un día antes de la boda que debían obedecer a lo que el futuro esposo solicitará. Y de esta forma descubrían su sexualidad.)
Juliette alzó la mirada y miro a Rosalya, sabía que la había atrapado en su mentira.
— Juliette... Bajaremos al salón azul, pedirás té y algunos sandwiches, porque muero de hambre... — murmuró — y me dirás todo lo que en realidad está sucediendo — sonrió amable — después, me dejarás pasar al cuarto de niños para conocer la razón de que decidieras ensuciar tu nombre —
Juliette correspondió a la sonrisa — no te va gustar para nada lo que te diré —
Londres, Julio de 1814
La casa principal del Conde de Snowdon era un caos total y no era porque la servidumbre fuera incompetente o la Condesa no fuera apropiada para él.
El conde se encontraba furioso, el mayordomo de la casa principal, un hombre mayor que lo había visto prácticamente crecer, era de su entera confianza y este le era totalmente leal.
Le había comentado que días anteriores, escuchó a la servidumbre hablar sobre la Señorita Juliette, un rumor obsceno y sucio.
— Mi señor — murmuró el mayordomo.
— ¿si? — preguntó levantando la mirada de lo que leía en su escritorio.
—Escuche a la gente de la cocina, hablando sobre la señorita Juliette — menciono preocupado.
— ¿qué cosa? — preguntó el conde sumamente intrigado
— dicen que ha nacido un infante en la casa de campo —
— Imposible, Juliette no está casada y mi esposa es incapaz de semejante cosa — exclamó molesto el conde.
— Yo solo le menciono que sucedió — dijo el mayordomo mientras se marchaba.
El conde inmediatamente envío una carta a su esposa exigiendo que volviera a Londres, si Juliette le había mentido, su esposa se lo diría.
Londres, Agosto de 1814
La madre de Juliette recién llegaba a la casa principal, donde su esposo el Conde de Snowdon le esperaba impaciente. Tan pronto ella llego, el mayordomo le indico que su esposo esperaba en la biblioteca.
Evangeline, era una mujer de nobles sentimientos y muy paciente. Principales cualidades que enamoraron a Anthony, su esposo, un caballero galante, amable y servicial, pero con un carácter de poca paciencia y explosivo.
— ya volví Anthony, ¿que es eso tan urgente que querías hablarme? — dijo tranquila la condesa mientras se sentaba en el sillón disponible.
— Evangeline... hay rumores de que mi preciosa Juliette... Ensucio su honor — menciono preocupado.
La joven mujer, que apenas iba a cumplir sus 41, suspiro con tristeza y miro a su esposo que apenas rebasaba los 44.
— Juliette... Ella — murmuró apenada — Ella... Se enamoró — se limitó a decir.
El conde alzó la ceja interrogante y miro a su esposa — ¿quién mancho a mi dulce Juliette? Me encargaré personalmente de ese bastardo — menciono furioso.
— Nadie — le miro la condesa con semblante apenado.
— Evangeline, no entiendo nada — dijo él mientras caminaba de un lado a otro en la sala de la biblioteca.
La mujer suspiro pesado, sabía que no podía guardarle el secreto a su esposo, lo necesitaba para que le ayudará a cargar lo que venía.
— Juliette está enamorada de... Lysandro Ainsworth — dejo salir la mujer.
Su esposo se giró a verla, aun dudando de lo que había escuchado —¿Qué? ¿El hermano del Duque de Bouillon? ¿El que esta encaprichado con esa cantante de soprano? — Preguntó furioso a su esposa, frunció más el entrecejo, como si no fuera posible — ¿y eso que tiene que ver con todo esto? —
— Todo — se aclaró la garganta buscando las palabras correctas — La cantante... Tuvo un hijo de él —
El conde la miro entendiendo a donde iba todo esto — ¡No! — Exclamó — No debiste permitir eso... Un bastardo no se adopta como si de un cachorro se tratase — le regaño — todo Londres habla de que Juliette tuvo un hijo... —
— Juliette no quiso dejarlo desamparado, ella decidió ensuciarse por el amor que le tiene a él — menciono la condesa.
— Es ilógico... ¡Juliette actuó de forma absurda! — El conde se sobo las cienes — iré a matar maldito... Él debe hacerse responsable de sus bastardos — dijo decido.
La duquesa se puso de pie — ¡no! El señor Ainsworth no lo sabe... Y Juliette no quiere que lo sepa, dice que no le importa vivir en el campo para siempre, con tal de proteger a ese niño —
— maldición... — murmuró el conde para que no lo escuchará su esposa.
— si te estoy diciendo esto... Es... Porque evidentemente, Juliette debe casarse con el señor Ainsworth, ella lo ama tanto... — dijo suplicante la condesa.
— pero es un hecho que él a ella no, y cuando sepa que cuida ese niño... Le repudiara — le reclamó el hombre.
— Por favor Anthony... — suplico ella — Sé que tú puedes como hombre arreglar esto —
— si, lo haré... Lo mataré — murmuró —
— ¡no! Eso mataría a Juliette — exclamó ella
— Veré cómo arreglar esto... — se sentó en el sillón y suspiro —Nunca creí que Juliette me pondría en una situación así... Incluso creí que terminaría casándola con el señor Castiel o el señor Nathaniel de forma obligada... Pero... ¿Lysandro Ainsworth? —se sobo el puente de la nariz — Esto es demasiado para mí... No tengo a quién pasar mi título de Conde... No tenemos familiares, mi única opción era pasarlo al esposo de mi hija... — sonrió triste — el condado de la familia Abaddie termino —
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¿tienen alguna teoría loca o petición especial?
Besos~!
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