Capitulo 17
Las verdades que nos golpean más fuerte, son casi siempre las que nos empujan hacia el destino.
Londres verano de 1816.
Juliette estaba en el jardín jugando con el niño de ya un año de nacido, hacia sus primeros intentos de caminar y le parecía simplemente adorable. En realidad, ya no le dolía tanto pensar en las palabras de Lysandro, estaba considerando escribirle para que aclarar todos los puntos importantes del contrato una vez más.
Miro al niño con cabello albino y los ojos idénticos a los de la madre de Lysandro, aunque deseara no pensar en él, le resultaba muy dificil. Suspiro y le sonrió al pequeño niño que hacía todo lo posible por atraer la mirada de la mujer, que para el siempre había sido su madre.
La ama de llaves se encaminó hacia donde estaba ella y tosió para atraer la mirada de Juliette.
— Lady Juliette, su esposo quiere verla — dijo un tanto incómoda, pues todos los sirvientes sabían de antemano la situación que había orillado a Juliette a vivir con sus padres esas semanas.
Ella la miro y pensó en la posibilidad de pedirle que se marchará, pero después creyó que no debía prolongar las cosas, aparte sus padres no estaban y era una excelente oportunidad para poner todas las cartas sobre la mesa. Definitivamente Lysandro Ainsworth debía saber que con Juliette Abaddie no iba a jugar.
— Pásalo al salón rosa, ahora voy — dijo mientras tomaba al niño en brazos para llevarlo con la Nana.
La mujer asintió y se retiró, Juliette le sonrió al pequeño — vamos a ver qué novedades trae tu padre, esperemos y estos días lo hayan hecho pensar bien — le susurro al pequeño.
Lysandro se sintió extraño esperando en la puerta de la casa Abaddie, pero no tenía valor para exigir entrar, no después de lo que había dicho. La ama de llaves regreso — Espere en el salón rosa — le indico ella moviéndose para que pasará, Lysandro se sintió ligeramente aliviado, pero las mujeres del servicio le dedicaron algunas miradas que lo incomodaron. Tuvo que esperar cerca de 30 minutos en el sillón del salón rosa, al parecer, Juliette se estaba tomando su tiempo para ir a su encuentro.
Lysandro metió la mano en uno de los bolsillos del saco nervioso, quería decirle todo, quería hacer en esta ocasión las cosas especiales, a menos de que Juliette estuviera renuente, iba totalmente dispuesto a recuperar el amor de su esposa. Miro en delicado anillo que había comprado para ella, Juliette no llevaba un anillo de bodas, porque él no quiso comprarle uno cuando se casó con ella, no lo sintió necesario en ese momento, pero ahora todo era diferente para él.
Cuando Juliette entro al salon rosa, Lysandro levanto la mirada para verla, descrubrio entonces que verla era una sensación extraña y maravillosa. Era estimulante. Era como si el mundo de repente se hubiera abierto para él. Claro. Lo entendió. Entendió todo lo que necesitaba saber, y estaba justo frente a sus ojos, la necesitaba a ella.
Se puso de pie y le sonrio, pero lo hizo como cuando evidentemente vas a pedir disculpas por una travesura. Juliette entrecerró los ojos y se cruzó de brazos, ni siquiera se acercó a él.
Entonces fue obvio para Lysandro que Juliette no estaba dispuesta a dejarlo pasar tan fácilmente.
— Juliette... — susurro su nombre casi de forma suplicante para ella
Ella enajenó una ceja — Lysandro, me alegra de cierta manera que vinieras, estaba pensando en escribirte. —
— ¿ah si? — respondió el mientras rascaba nervioso su nuca, seguramente ella lo hecharia después de reclamarle. — si piensas que estuve con Nina, no fue así, te lo juro —
— Lo sé, te han estado vigilando — dijo ella aparentemente tranquila, con esto se aclararon un par de cosas para Lysandro. La primera era con relación a los mozos que últimamente se encontraba a la salida de todos los lugares a donde iba y la segunda era que Rosalya tenía razón cuando le dijo que no tenía idea de los alcances que tenía Juliette cuando se enojaba. Se estremeció un poco por su descubrimiento, pero aún así decidió seguir adelante, no desistiría por solo descubrir que su esposa no era para nada amable y dócil cuando de enojaba.
Se quedó serio viéndola, analizando lo que ella hacía, pensando en las palabras apropiadas para empezar a hablar. — vine a pedirte perdón — Juliette abrió la boca para reprochar, pero el no la dejo hablar. — No por haber hecho caso omiso a tus sentimientos hacia mí por casi cinco años, eso ya no tiene caso mencionarlo, porque a pesar de todo lo que me esforce por ir lejos de ti, el destino me empujo hasta quedar aquí, suplicando tu perdón — Juliette abrió los ojos con sorpresa, no esperaba esa clase de palabras. — Juliette, todo lo que te dije en el baile fue producto de mi impotencia por sentir que todos me ocultaron algo que realmente era importante — dijo tranquilo — y no lo justificó, debí haber hecho el intento de escucharte todas las veces que deseaste decirme que ese bebé era mío — hizo un gesto de algo parecido a dolor — solo me has confirmado, que no merezco ser tu esposo, ni tampoco merezco tu amor —
Juliette, como siempre a pesar de su enojo, era demasiado noble, demasiado condescendiente. Sentía que no aguantaría mucho más en su postura de fortaleza. — No, no lo mereces — reprocho ella, Lysandro bajo la mirada avergonzado — desafortunadamente para mí, siempre he estado a disposición de tus deseos — agrego y Lysandro la miro nuevamente con esperanza de poder decirle lo que realmente quería.
— perdoname — murmuró Lysandro con un tono de voz que ella no reconoció — por favor Juliette, perdona todo lo que te he dicho, yo... — se quedó en silencio unos instantes, perdido en los ojos avellana de ella, perdido en el castaño de su cabello, oh dios, como deseaba saber cómo era su cabello sin ese peinado, poder acariciarlo.
— ¿tu? — inquirió ella sin dejar de verlo, sentía que empezaba a temblar por los nervios, estaba segura de que el diría que la amaba, pero se detuvo.
Lysandro camino hasta sujetar las manos de ella, no traía guantes y sentir sus manos le encantaba, no dejaba de mirarla a los ojos — yo te amo Juliette, no sé cómo pasó, ni porque, pero estoy enamorado de ti —
Juliette se sintió desarmada, las piernas le temblaron y se sonrojo, no se imaginó nunca una situación así, donde Lysandro le confesaba su amor incondicional. Antes de que ella respondiera a las palabras de Lysandro, este se acercó a besar la comisura de sus labios.
Si tuviera que escribir él la historia, pensó Lysandro mientras abrazaba a Juliette, el capítulo terminaría aquí. Sin ningún rastro de intimidad o seducción, y ninguna pista de la infinita lujuria que se apoderó de él en cuanto Juliette lo abrazó y levantó la cabeza.
— Por favor Juliette, te necesito — susurro cerca de los labios de ella, entonces fue cuando el deseo también se apoderó de ella, también lo necesitaba.
Juliette sonrió y se separó de él comenzando a caminar hacia la puerta, antes de salir le dedicó una mirada que le dijo todo, eso era una clara invitación a su habitación. Lysandro sonrio y camino detrás de ella.
Para Lysandro era obvio que no estaba escribiendo la historia, la estaba viviendo y tan pronto y estuvo delante de la puerta de la habitación de Juliette, la levantó en brazos y se la llevó a la cama, le pareció mucho mejor así.
—Te amo —le susurró, mientras la tendía encima del colchón. Llevaba el pelo recogido, pero necesitaba ver cómo era su cabello, paso sus dedos buscando los broches y los quito, una melena castaña y ondulada. Suspiro extasiado. Lysandro quería acariciar cada mechón y dejar que se entrelazara entre sus dedos. Quería notarlos en su piel, cómo le hacían cosquillas en los hombros y le caían por el pecho. Quería sentirla toda por todo su cuerpo, y quería hacerlo cada día durante el resto de su vida.
Se subió a la cama y se colocó un poco a su lado, un poco encima de ella, y se obligó a tomarse un momento para saborear, disfrutar y dar gracias. Ella lo estaba mirando con todo el amor del mundo reflejado en los ojos, y le daba una lección de humildad, lo dejaba sin palabras.
Ahora estaba con alguien. Le pertenecía a alguien. El y su vida entera eran de Juliette, ya no eran sólo suyas. Lo que hiciera o dijera significaba algo para otra persona. Si le hacía daño o la decepcionaba una vez más, jamás se lo perdonaría.
—Estás muy serio —susurró ella, que levantó la mano para acariciarle la mejilla. Tenía la mano fría y él se volvió para darle un beso en la palma.
—Siempre tengo las manos frías —dijo ella como si quisiera hacer que la conversación siguiera.
Él sonrió. —Lo dices como si fuera un secreto terrible —
—Los pies también — dijo ella aún sonriendole
Él le dio un pequeño beso en la punta de la nariz. —Prometo pasar el resto de mi vida calentándote las manos y los pies —
Ella sonrió; aquella enorme, preciosa y magnífica sonrisa, que a menudo se convertía en una enorme, preciosa y magnífica risa. —Prometo...
—¿Quererme incluso si me quedo calvo? —sugirió él en tono juguetón, Lysandro no solía hacer muchas bromas, pero le pareció que era un buen momento para quitar la ligera tensión que flotaba en el ambiente.
Ella río bajo —Hecho. — susurro ella acariciando su cabello.
—¿Y jugar al cricket conmigo aunque no te deje ganar? — siguió jugando con su cabello
—No estoy tan segura — murmuró ella y Lysandro asintió
—¿Y...? —Hizo una pausa—. En realidad, ya es todo. —
—¿De veras? ¿Nada acerca de la devoción eterna? — pregunto ella sin dejar de verlo directo a los ojos
—Va incluida en lo de quedarme calvo — sonrió vivaz
—¿Amistad para toda la vida? — dijo riendo
—Con el cricket — dijo convencido
Ella se rió. — Lysandro Ainsworth, eres un hombre fácil de querer en ese caso —
Él dibujó una modesta sonrisa. —Lo intento para ti... — susurro para acercarse a besarla, pero ella volvió a hablar.
—Tengo un secreto — susurro cuando estaban apunto de besarse
—¿Ah sí? ¿otro más aparte de que cuidas a mi hijo cómo si fuera tuyo? —Se humedeció los labios — Me encantan los secretos —
—Acércate —ordenó Juliette
Él se acercó — Más —
Lysandro pegó la oreja a los labios de Juliette —A tus órdenes — ronroneo para ella.
—Soy muy buena jugando al cricket — susurro burlona. Él se echó a reír. En silencio; un temblor que le recorrió el estomago, los pies y la espalda. Y entonces acercó su boca a la oreja de ella. Cuando la rozó, dejó que la calidez de su aliento la estremeciera. Y luego susurró: —Yo soy mejor.
Ella le tomó la cara entre las manos y se la giró, de modo que volvian a estar frente a frente. Ella suspiró, un sonido de felicidad maravilloso. Lysandro quería pasarse la vida entera rozando los labios de ella.
—¡Espera! —exclamó él, de repente, mientras se separaba de ella. Casi lo había olvidado. Ese día había acudido a su casa con un objetivo—. Quiero hacerlo otra vez.— Ella ladeó la cabeza y lo miró muy extrañada y confundida.
—Cuando te pedi que te casaras conmigo no lo he hecho como Dios manda —le dijo.
Ella abrió la boca para protestar, pero él se la tapó rápidamente con un dedo. —Shhh —dijo— Sé que esto va contra todos tus instintos naturales, pero ahora vas a estar callada y a escucharme — le ordenó y Juliette asintió, con los ojos brillantes.
—Tengo que volver a preguntártelo —dijo Lysandro—. Sólo voy a hacer esto una vez... bueno, al parecer varias, pero sólo con una mujer y tengo que hacerlo bien —
Y entonces se dio cuenta de que no sabía qué decir. Estaba bastante seguro de que había planificado algo, pero ahora, mirándola a la cara y viendo cómo lo miraba y movía los labios, en silencio...
Se quedó sin palabras.
Era un hombre de palabras. Escribía libros, conversaba sin ningún esfuerzo y ahora, cuando más importaban las palabras, no tenía ninguna. Pero es que no existían, pensó. No existían palabras suficientemente buenas para lo que quería explicarle. Cualquier cosa que le dijera no sería nada comparado que lo que sentía en su corazón. Pero iba a intentarlo. Nunca jamás había estado enamorado de esa forma, ni siquiera con Nina, y no tenía pensado volver a estarlo, pero, en ese momento, mientras la tenía entre sus brazos, iba a hacerlo bien.
—Te pido que seas mi esposa —dijo—, porque te amo. No sé cómo ha sucedido, pero sé que es de verdad. Cuando te miro...—
Tuvo que parar. Tenía la voz ronca, se ahogaba y tuvo que tragar saliva y darse un momento para eliminar el nudo de emoción que se le había formado en la garganta.
—Cuando te miro —susurró— lo sé. —
Y se dio cuenta de que, a veces, las palabras más sencillas eran las correctas. La amaba, la adoraba y lo sabía, y no había que darle más vueltas.
—Te amo — dijo — Te adoro—Le dio un tierno beso—. Te amo y sería un honor que me concedieras el privilegio de pasarme el resto de mi vida haciéndote feliz —
Ella asintió con los ojos llenos de lágrimas —Sólo si tú me dejas hacer lo mismo —susurró ella.
Él la volvió a besar, esta vez con más pasión —Será un placer — susurró con una sonrisa en los labios.
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Me sangran los dedos. Lo siento, pero quería que tuvieran un lapsus de felicidad.
¿Les ha gustado?
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