Capitulo 10

"Siempre sucede que cuando dos personas están bajo la influencia de la más violenta, la más insana, la más ilusoria y la más fugaz de las pasiones, se les pide que juren que seguirán continuamente en esa condición excitada, anormal y agotadora hasta que la muerte los separe."

Casa de campo Abbadie, otoño de 1815.

La convivencia entre Lysandro y Juliette paso de cordial a amable después de esa semana posterior de la boda. Lo cual fue un alivio para Juliette.

Lysandro había comenzado a leer los libros de bienes del condado de Snowdon, despues de todo debía de administrarlo por algún tiempo antes de que pasara a manos del hijo de Juliette.

Juliette siguió con sus tareas cotidianas administrando la casa de campo, sabía que cuando tuviera que tomar la administración de todas las casas no tendría problemas. Ya tenía práctica en eso, conocía a todo el personal y sabía llevar una casa a la perfección.

Durante el día no se miraban, pero durante la cena terminaban conversando y pasando momentos agradables. Lysandro creía que Juliette realmente era inteligente, divertida y bella.

Una noche después de la cena, Juliette subió a ver al bebé y después de dejarlo durmiendo en su cuna y darle instrucciones a la niñera salió tarareando una melodía en voz baja.

Bajo las escaleras con gracia y miro luego que provenía del despacho donde solía Lysandro trabajar.
Tocó la puerta y entro cuando él le dió permiso.

- Creí que irías a dormir después de cenar - comento haciendo conversación.

- Lo haré. - afirmó pero parecía escribir algo - pero quería escribir algo antes de olvidarlo -

- Bueno... Entonces subiré a mi habitación - se despidió ella.

- No, espera. Quédate un poco conmigo - dijo Lysandro sin verla.

Juliette camino hasta sentarse sobre un fino sillón de cuero y suspiro. No entendía que pretendía Lysandro al retenerla allí.

- supongo que puedes ayudarme con una duda - murmuró desde el escritorio y extendió un mapa sobre este.

Juliette ladeó la cabeza y volvió a ponerse en pie hasta que llegó a su lado - ¿con que puedo ayudarte? - preguntó tranquila.

- Es sobre los límites del condado - señaló una parte sobre el mapa y Juliette presto atención.

Durante algún momento de la conversación Lysandro volteo su mirada a Juliette y se quedó en silencio observándola. Hipnotizado por el movimiento de sus labios.

Ella sintió la insistente mirada y se puso más nerviosa aún. Le hormigueaba la piel, sentía desbocado el corazón, y el maldito se limitaba a mirarla fijamente, sin mover un solo músculo ni salvar lo que quedaba de distancia entre ellos.

Sólo la miraba.

- ¿Lysandro? - susurró

Él sonrió, una sonrisa leve, perspicaz, una sonrisa que a ella le hizo estremecer toda.

- Me gusta cuando me llamas por mi nombre -dijo él.

-¿ah si? P-pues... es un lindo nombre- reconoció ella. Él le puso un dedo sobre los labios.

-Shh... No me digas eso. ¿No sabes que eso no es lo que le gusta oír a un hombre? - agregó sonriendo

-No tengo mucha experiencia con hombres. - Respondió ella temblando

-Bueno, eso sí es algo que a un hombre le gusta oír. -termino por confesar.

-¿? - preguntó ella, dudosa.

Sabía que los hombres desean inocencia en sus esposas, pero claro, Lysandro no iba a casarse con una mujer como ella. Literalmente su padre lo compro para ella.

Él le pasó la yema del dedo por la mejilla. Una suave bocanada de aire pasó por los labios de Juliette, al ahogar una exclamación. La iba a besar.

Hace semanas que el la había besado, incluso ella pensaba que se trataba de un sueño. Sin embargo, en ese instante tenía la certeza de que él la iba a besar. Pero, ay, cómo deseaba eso. Se le escapó una risita ahogada.

¿A quién quería engañar? Se había pasado las últimas semanas recordando cómo era estar en sus brazos, y no sabía si lograría pasar el resto de sus días sin tener por lo menos un recuerdo más. Él subió lentamente el dedo de la mejilla a la sien y desde allí lo pasó por su ceja, alborotándole el suave vello, y continuó hasta el puente de la nariz.

-Qué bonita -musitó

La única respuesta de ella fue acelerar la respiración.

-Creo que te voy a besar -susurró él.

-¿Crees? - inquirió nerviosa.

-Creo que tengo que besarte - justifico él, con una expresión como si no creyera lo que decía - Es como respirar; uno no tiene mucha opción en el asunto. -

Terminó la distancia. El beso de Lysandro fue terriblemente tierno. Sus labios le rozaron los de ella en una caricia ligera como la de una pluma, de un lado a otro con la más levísima fricción. Se sujeto de los hombros de él, pensando por qué siempre con él se sentía tan desequilibrada y rara.

En ese momento él supo que tenía que tenerla. Había una conexión entre ellos, un vínculo extraño, inexplicable, que nunca antes había sentido en su vida.

Debía ser realista, Nina se había marchado, se había desvanecido en el aire, Juliette era muy real. Ella era su esposa. Deseaba una mujer a la que pudiera ver, tocar. Y ella lo necesitaba. Tal vez ella no lo comprendiera todavía, pero lo necesitaba. Le cogió la mano y le dio un tirón, haciéndola perder el equilibrio, y la estrechó contra él cuando ella cayó sobre su cuerpo.

Lysandro Ainsworth! - gritó ella por la sorpresa de su acción.

- Lysandro - corrigió él con los labios en su oído.

- Suélt...

- No te vayas - insistió él.

-Lysandro -cedió ella al fin -Yo...

- Shh. La silenció con la boca, mordisqueándole la comisura de los labios. Cuando ella se ablandó y se relajó en sus brazos, él se apartó un poco, justo lo suficiente para mirarla a los ojos. Sus ojos eran color avellana y bajo esa tenue luz parecían más oscuros y profundos.

- creo que ya deberíamos pensar en volver a Londres -le susurro.

Ella lo miró sorprendida. Apareció un extraño silencio unos instantes y Lysandro no pudo contener más lo que pasaba por su mente.

- Sé mía - continuó él, con la voz ronca y urgente - Se mía ahora mismo. Sé mía eternamente. Lo único que quiero eres tú. -

Ella escasamente tuvo tiempo para ahogar una exclamación cuando los labios de él descendieron sobre los suyos con exagerada pasión. Ése no era un beso como los anteriores; era violento, de necesidad.

Le devoraba la boca con evidente pasión; sus manos parecían estar en todas partes, sobre sus pechos, alrededor de la cintura e incluso debajo de la falda; las deslizaba por su piel, acariciando, tocando, frotando.

La tenia tan fuertemente apretada contra él que ella pensó que podría dejar de respirar.

- Te deseo - dijo él ásperamente, buscando con los labios la hendidura de la base de la garganta - Te deseo ahora mismo, te deseo aquí. -

-Lysandro...

- Te deseo en mi cama - exigió él

Y ella era tan débil, que se entregó al momento, arqueando el cuello hacia atrás para que él tuviera más fácil acceso. Era tan agradable sentir sus labios en la piel, produciéndole estremecimientos y hormigueos. La hacía desearlo, desear todas las cosas que no podía tener y maldecir las que podía.

Y sin saber cómo, de pronto estaba sobre el escritorio y él entre sus piernas. Una pequeña parte de su mente seguía funcionando y le decía que tenía que decir no, tenía que poner fin a esa locura, pero, Dios la amparase, no podía. No todavía.

Llevaba tanto tiempo soñando con él, tratando de recordar el aroma de su piel, el sonido de su voz. Habían sido muchísimas las noches en que las fantasías con él eran lo único que le hacía compañía. Había vivido de sueños, y no era una mujer a la que se le hicieran realidad muchos. No deseaba perder ese todavía.

-Lysandro -susurró con entrega, acariciándole los sedosos cabellos

Al parecer sus murmullos lo alentaron, y la mano que llevaba rato haciéndole cosquillas detrás de la rodilla empezó a deslizarse hacia arriba, acariciándole y apretándole la suave piel del muslo.
La misma creación la habían hecho delgada, no rellenita y curvilínea como estaba de moda, pero a él no pareció importarle. De hecho, sintió más acelerados los latidos de su corazón y notó que la respiración le salía en resuellos más roncos.

- Juliette, Juliette, Juliette - gimió él, deslizándole frenético los labios hasta volver a encontrarle la boca - Te necesito - Apretó contra ella las caderas - ¿Sientes cómo te necesito? -

- Yo también te necesito - susurró ella, deseando poder decir que lo amaba.

Y sí que lo necesitaba. Dentro de ella había un fuego que llevaba años ardiendo suave. Con los dedos de una mano él manipuló botones de la espalda de su vestido.

- Voy a quemar esto - se quejó al batallar para abrirlos, acariciándole la piel de la rodilla con la otra mano - Eres la esposa perfecta -

Ella se puso rígida. Él se las había arreglado para decir aquello que le recordaba por qué estaba ahí, por qué él la estaba besando. Eso no era amor, ni ninguna de las tiernas emociones con que había soñado.

Era pura lujuria.

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Odienmeeeee :v

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