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Ni siquiera él podía comprender todos los sentimientos que florecían de su pecho cada vez que pasaba tiempo con la familia de su mejor amigo.
Era como entrar a una burbuja en donde todo iba bien y nada malo pudiera pasar. Era mágico.
Jimin deseaba mucho permanecer en aquella burbuja, sintiéndose tan ligero, dejándose llevar.
"Yo le ayudo, Krystal." Sugirió Jimin con una sonrisa, siempre servicial.
"No, eres mi visita." Respondió con una sonrisa, como se notaba que en algún momento de su vida Krystal había sido modelo. "Soobin me ayudará, tu quédate quieto."
Jimin asintió, soltando un suspiro por los nervios que empezaban en su estómago al ver de reojo al amor de sus amores. Frente a él estaba el hombre que había amado desde que descubrió su sexualidad, el hombre que era dueño de cada uno de los pensamientos de Jimin. El padre de su mejor amigo.
Jeon Jungkook.
"Y…" Comenzó a hablar, sintió como su corazón caía a su estómago, podría temblar como un chihuahua. "¿Cómo has estado Jimin? Ha pasado tanto tiempo."
"No ha pasado mucho." Soltó una risilla. "Solo dos meses."
"Eso es mucho." Sonrío. "Sobre todo cuando eres un viejo como yo. Un día es dos años."
"¿¡Viejo!?" Hizo un gesto de sorpresa, contuvo su risa y miró a los ojos de Jungkook. "Si tan solo tiene 39."
"¿Tan solo?" Sonrío de lado, Jimin se sonrojo. "Ya pisó los cuarenta, si soy todo un viejo. De todas formas, hablábamos de ti, no de mí. ¿Cómo te ha tratado la vida?"
No me trata bien. Pensó.
"Ahí vamos, trabajos, exposiciones y exámenes. Ya sabe."
"Soobin me comentó que te esfuerzas mucho, me alegro." Con el simple cumplido Jimin se sonrojo.
Migajas que lograban alborotar su corazón, le creaba ilusiones que jamás podrían plasmarse en las hojas de su vida, pero el anhelo mantenía a su corazón cuerdo. ¿Qué sería de él si no se ilusionara por una vida con Jungkook?
¿Qué sería del hombre sin el sueño? ¿Sin el anhelo? Se perdería en la infinidad de la angustia y el vacío.
"Gracias." Susurró. "¿Cómo le ha ido a usted?"
"Ya sabes, papeleos, viajes, idiomas y demás. Es muy interesante y a la vez monótono, lo mejor del trabajo son las vacaciones."
"Soobin me comentó que tal vez ¿podría cambiarse a una institución en Busan?"
"Ah, sí. Estoy postulando a un cambio, será con un sueldo no taaan jugoso, pero con tal de estar con mi familia." Se encogió de hombros mirándole a los ojos.
Que suspiro hubiera soltado si no fuera raro hacerlo, un hombre que renuncia a su avaricia por su familia hacía que su corazón latiera como loco.
"Que bueno." Susurró mirando sus manos, tener los ojos grandes y redondos de Jungkook le volvía rojo como tomate. "Será bueno tenerlo más tiempo por aquí."
"Claro." Asintió, Jimin sabía que diría algo más pero la presencia de Krystal le arrebató el momento.
Jungkook se levantó de su asiento y ayudó a su esposa con los dos platillos que traía, dos rebanadas de pie de limón. La pareja era un amor y a la vez una patada en su estómago.
Cuánto daría por estar en el lugar de Krystal, por ocupar aquel pedazo de corazón de Jungkook.
"Come, tu favorito." Le dijo Soobin sentándose a su lado.
"Gracias chefcito." Sonrío dándole una cucharada al postre.
Lo que resto de la noche se paso entre risas y una conversación muy familiar, era el cielo mismo cenar con la familia de su mejor amigo. Uno por el ambiente tan cálido y dos por poder estar cerca de Jungkook.
Aquel hombre que había sido el único que le dio cariño sin pedir nada más, aquel que limpió sus lágrimas y le felicitó por sus logros. El único.
El amor de su vida, como lo había catalogado Jimin desde que a los quince años descubrió que su mundo se movía cuando Jungkook le sonreía.
Cuando el reloj marcó las once Soobin y Jungkook lo llevaron a su casa, Jimin iba en el asiento de atrás pero de vez en cuando se topaba con la mirada del papá de su mejor amigo.
Habrá sido por seguridad, por hacerlo parte de la charla, pero el corazón de Jimin no lo comprendió de esa forma. Y estaba tan mal encontrar esperanza en cada gesto, estaba mal ilusionarse con una vida al lado de un hombre casado. Pero nada en su vida estaba bien, ¿qué más da si se ilusiona con Jungkook?
No saldría de su cabeza y corazón, no le haría daño a nadie más que a él mismo. Porque su corazón se rompía cuando veía las muestras de cariño que el amor de su vida le demostraba a su esposa, hasta lloraba de impotencia por no poder compartir sus días azules con Jungkook.
"¿Nos vemos mañana?" Pregunto Soobin.
Jimin asintió. Amaba pasar tiempo con su mejor amigo, pero no negaría que postergaba sus deberes solo para ver a Jungkook. "Mañana."
"Bueno, ya vete a dormir." Bromeó Soobin ganándose un pequeño empujón por parte de su papá.
"Bien merecido." Rió Jimin mirando a Jungkook. "Buenas noches, señor Jeon."
"Buenas noches, Jimin, me saludas a tus papás." Sonrío.
"Bye, Minnie." Le dijo su amigo, ondeando su mano.
Jimin salió del auto, cerró la puerta y una vez más miró a Jungkook, le ondeó la mano y observó cómo padre e hijo se fueron.
Soltó un suspiro al darse la vuelta para mirar su grisácea casa. Era deprimente volver ahí cuando había sido llenado de colores en la casa de los Jeon. Pero era lo que era.
Y mientras iba hacia su casa explicó uno de los sentimientos que nacían de su pecho cuando estaba con los Jeon.
Celos.
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