46. Son los celos...


¡Sorpresa! A que no se lo esperaban 😉

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Estoy en la estación, con mamá y Stacy. Las tres comemos snacks mientras esperamos emocionadas al bus que trae a mi amigo.

No nos vemos desde hace meses y aunque lo he visto por Skype en una o dos ocasiones, no puedo esperar a tenerlo delante de mí.

Stacy se acomoda el moño que lleva en el cabello, por tercera vez. Me dirige una sonrisa tímida cuando encontramos miradas y yo cruzo los dedos para que la llegada de Malcom la haga olvidarse de Bruno de una vez por todas.

A decir verdad, nada me asegura que haya pasado algo entre ellos dos el año pasado. Y ella nunca me ha dicho que él le gustara. Sin embargo, siempre tuve la sospecha de que podría ser así. Tal vez fue por eso que me desconcertó completamente cuando me enteré de lo que sentía por Bruno.

Malcom y él no podrían ser más distintos.

Por fin, diviso a mi amigo atravesar las puertas de la terminal. No ha cambiado nada. Su cabello rizado cae rozando levemente sus lentes de marco grueso, que esconden sus pequeños ojos marrones. Y nos saluda con una enorme sonrisa.

—¡Oh, Dios! ¡No tienes idea de cuánto te había extrañado! —exclama al instante mismo en que me rodea entre sus finos brazos, levantando levemente mi cuerpo del suelo.

—¡Yo también! —le contesto, entusiasmada.

Malcom abraza también a mamá y a Stacy, y durante el camino, nos pone al corriente de los últimos acontecimientos en nuestra antigua ciudad.

Llegamos a casa y lo acompaño a instalarse en la habitación de huéspedes. Sería, más bien, un cuarto de servicio, debido al escaso tamaño que tiene y al hecho de que Eric normalmente lo usa para guardar viejos instrumentos, los cuales tuvo que llevar al depósito del bar por este fin de semana. Afortunadamente, a Malcom no le molesta para nada. Por el contrario, se muestra muy complacido de haber sido admitido a quedarse con nosotros.

Pasamos lo que resta de la tarde charlando. Y, luego de cenar con mamá y Eric, nos visitan unos amigos de Stacy, a quienes ella invitó para que conozcan a Malcom.

La noche se convierte rápidamente en un encuentro de juegos. Los chicos disputan un partido de cartas y beben refrescos. Stacy y yo nos alejamos a la cocina un momento, para preparar unos tentempiés.

—Bruno me escribió para venir. Le dije que estoy con mis amigos, pero continúa insistiendo —me comenta ella, mientras abre una bolsa de papitas.

—Es que siempre se esfuerza por ser un fastidio —me quejo.

—No es eso. Parece que la llegada de Malcom le molesta, o algo parecido. No ha parado de escribirme desde que sabe que está aquí.

Suelto una risa de burla, hasta que me doy cuenta de que algo similar me ocurre también.

—Ahora que lo dices, Lucas me ha escrito más de lo acostumbrado —pienso en voz alta.

Stacy ríe a carcajadas.

—¿Podría ser que estén celosos? —concluye.

Entonces suena el timbre y la dejo ocupándose de lo que falta, para ir a atender.

Como respondiendo a la pregunta de mi hermana, mi novio y su mejor amigo están ahí. Los miro a ambos levantando una ceja.

—Lucas, ¿qué se supone que hacen aquí?

—Hola, Pulga. Yo también estoy feliz de verte —ironiza.

Veo a Bruno mirar por encima de mi hombro, seguramente buscando a Stacy, así que cierro un poco más la puerta para impedirle la visual. Sus ojos se clavan en mí, entonces.

—¿Nos vas a dejar pasar? —pregunta, de mala gana.

—No —le contesto con suficiencia—. Mi hermana ya te dijo que no quiere verte hoy.

—Sólo voy a saludarla un momento. Además, Lucas y yo estamos de camino a una fiesta mucho más divertida que esta. De hecho, ¿sabes a quién pasaremos a buscar? —me hace una mueca de burla—. A Samantha.

En ese momento, Stacy sale de la cocina y nos ve, así que se acerca a nosotros.

—Bruno, te dije que nos veríamos mañana —lo reprocha y comienzan a discutir en voz baja. Así que aprovecho para tomar a Lucas del brazo y hacerlo entrar al pasillo.

—¿Me puedes explicar qué ocurre?

—Nada —él lleva la vista lejos de la mía—. ¿Acaso no puedo venir a verte un momento?

—No me dijiste que vendrías, y ahora me entero de que vas a salir con Samantha.

—Tú hiciste una fiesta aquí, no me invitaste y tampoco me dijiste nada —se queja.

Estoy a punto de explicarle que no es una fiesta, sino un encuentro entre amigos de Stacy. Pero la voz de Malcom nos interrumpe.

—Brendy, pensé que necesitaban ayuda con esos snacks —mi amigo se aproxima por el pasillo y veo a Lucas rodar los ojos, antes de girarse hacia él.

—Tú debes ser Malcom —le extiende la mano, aunque se nota que lo hace de mala gana—. Soy Lucas.

Él responde al gesto, pero lo veo algo cortado y observa a Lucas con alto interés.

—Así que tú eres Lucas. Al fin le puedo poner un rostro a la persona que me aconsejó aprender a... ¿Cómo habías dicho esa vez que me escribiste desde el celular de Brendy? Ah, sí. Aprender a quererme un poco más y no arrastrarme tanto.

Mi novio suelta una risa graciosa y veo asomarse a su rostro esa mirada de superioridad que acostumbra mostrar, antes de contestarle.

—Bueno, me pareció lo correcto. Siendo que te dejé en visto mil veces y tú seguías escribiendo —se burla—. Espero que haya servido de algo. Aunque lo dudo.

Malcom fuerza una sonrisa y yo muevo el pie hasta ubicarlo disimuladamente sobre el de Lucas y presionar con todas mis fuerzas.

Afortunadamente, Stacy nos interrumpe en ese momento.

—¡Malcom! Ven, te presento a Bruno.

Mi amigo se acerca a ellos y Bruno se presenta como su novio, a lo que Stacy aclara que no lo es. Yo, mientras tanto, le lanzo a Lucas una mirada de que se comporte, pero él pasa de mí, porque no le saca la vista de encima a Malcom. Enseguida se arrima un poco a mi oído y susurra.

—Sam no va a ir a la fiesta. Bruno lo dijo sólo para molestarte.

—Está bien... —le hablo bajo también—. ¿Y podrías no hacerle comentarios desagradables a mi amigo?

—Pero si fue él quien sacó el tema —se defiende, con una sonrisa victoriosa, ganándose otra mala mirada de mi parte.

—Entonces, ¿cuáles son los planes para mañana? —Bruno habla en voz alta ahora—. A Lucas y a mí nos encantaría acompañarlos.

Sí, claro.

—Podemos ir todos juntos al cine, por la tarde —propone Stacy—. Y por la noche nos encontramos en el bar.

—¡Perfecto! —el otro finge emoción.

Malcom no parece muy convencido y, a decir verdad, yo tampoco lo estoy.

Se despiden de nosotras y entonces volvemos a la sala, para continuar con el resto de la velada.



Pasamos la mañana siguiente recorriendo universidades para que Malcom las conozca. Al final, se decide por la misma a la que yo pretendo asistir, por lo cual me pongo muy contenta y comenzamos a planificar todo lo que haremos el año siguiente y los lugares que visitaremos.

Llegada la tarde, Lucas pasa a buscarnos en su camioneta y Bruno va en el asiento del acompañante, por lo que Stacy, Malcom y yo nos ubicamos detrás.

—¿Cómo estuvo la mañana? —pregunta el idiota, fingiendo amabilidad como siempre.

—¡Agotadora! —exclama Stacy—. No sabía que escoger una universidad podría ser tan difícil. Y ni siquiera soy yo quien va a asistir a ella.

Malcom ríe, mientras mi novio pone en marcha el motor y comenzamos a movernos.

—Bueno, al menos ya lo hemos decidido —comenta mi amigo—. Y no puedo esperar a mudarme aquí para empezar.

—Yo no puedo esperar hasta las vacaciones y tú piensas en empezar la universidad —se burla Bruno y Lucas acompaña su risa.

—Bueno, para ustedes es fácil decirlo —se defiende él—. Han sido compañeros de Brendy durante el año entero. Yo, sin embargo, me muero por volver a serlo.

La repentina clavada de freno que hace Lucas logra que todos nos balanceemos hacia adelante, de golpe. Ha detenido el auto en medio de la calle y se gira hacia nosotros, con desconcierto.

—¿Tú también vas a estudiar leyes? —le pregunta a Malcom.

El otro asiente, tan sorprendido como lo estamos todos.

—Lucas, ten más cuidado —le aconsejo—. Podías habernos lastimado.

Pero él no solo ignora lo que acabo de decirle, sino que lleva la vista a mí.

—Es que, Brenda, no me dijiste que también escogerías tu universidad. Y pensé que eso era algo que haríamos juntos.

—Tú no vas a ir a la escuela de leyes —me defiendo de inmediato.

—No, pero que estemos en carreras distintas no significa que no podamos ir a la misma universidad —lleva la vista adelante, de nuevo y mueve el auto.

No puedo creer que me esté diciendo esto, delante de todos, y sólo por sus celos infundados.

Me cruzo de brazos y enfoco la vista en la ventana, ignorando la mirada atónita de mi amigo.

—¿Y a este qué le pasa? Yo soy tu mejor amigo, ¿por qué escogerías universidad con él? —Malcom suelta el comentario, pero no le respondo. Lucas tampoco lo hace, aunque lo veo apretar el volante con rabia.



Llegamos al centro comercial y elegimos una película de acción. Stacy hace todo lo posible por que el ambiente no se sienta pesado, luego de lo que ocurrió en el auto. Yo me dedico a ignorar a mi novio y concentrarme en mi amigo, quien me toma de la mano e ingresa conmigo a la sala de cine, mientras los demás se detienen a comprar palomitas de maíz.

Stacy y Bruno se acercan un momento después y se acomodan al otro lado de Malcom.

—¿Y Lucas? —les consulto, porque ya va a empezar la película.

—Estaba esperando su compra —su amigo se apresura en justificarlo, pero Stacy me lanza una mirada que me hace pensar otra cosa.

Volteo hacia la entrada y lo veo ingresando con un cesto de palomitas, una bebida y una chica a su lado, con quien está conversando. Aparentemente, Malcom sigue mi mirada.

—Parece que tu amigo consiguió una "amiguita" —comenta, enfatizando con los dedos.

—Lucas consigue chicas hasta cuando está dormido —agrega Bruno, para burlarse de mí—. Si alguien llegara a ser su novia, tiene que saber que el puesto viene con cuernos incluidos.

Stacy lo regaña por lo bajo y yo sólo puedo cruzarme de brazos y esperar. Lucas se ubica a mi lado un minuto después y me acerca los refrigerios.

—También te traje golosinas —coloca unos caramelos frutales en mi regazo.

—Gracias —respondo seca—. ¿Y esa chica quién era?

Los adelantos comerciales ya empezaron, así que no me arriesgo a que Malcom me escuche reclamándole a mi supuesto amigo sobre sus andanzas.

—Una amiga —él acerca sus labios a mi oreja y me da un beso—. ¿Por qué Malcom te toma de la mano a cada rato?

—Porque es mi amigo. Tadeo lo hace todo el tiempo y nunca te ha molestado —susurro, recostándome levemente por su hombro.

—Por obvias razones —responde.

—Brendy, este es el adelanto de la segunda parte de aquella película que vimos el año pasado —Malcom llama mi atención, señalando la pantalla—. Se va a estrenar en unos meses. Deberíamos venir a verla, una vez que yo viva acá.

—Sí, claro —contesto, al reconocer la saga.

—Yo les acompaño, también quiero verla —Lucas le lanza una mirada desafiante y estoy segura de que no tiene idea de qué se trata.

A la mitad de la película, estoy tan concentrada en las escenas, que casi no me doy cuenta cuando mi novio pasa su brazo por detrás de mi cintura y lo deja allí. Y no lo advierto hasta que él comienza a pasar su boca por la base de mi cuello y el hueco de mi hombro.

—Lucas... —susurro, intentando que Malcom no se percate—. No hagas eso.

—No me gusta tener que fingir que sólo soy tu amigo —susurra en mi oído.

—Pero si lo hacemos todo el tiempo.

Giro mi rostro levemente hacia él y aprovecha para darme un corto beso. Me sonríe por un momento, hasta que su expresión cambia a una de hastío.

—Oye, ¿podrías dejar de hacer eso? —le está hablando a Malcom, ahora.

—¿Disculpa? —mi amigo se vuelve hacia nosotros—. ¿De qué estás hablando?

—Hace rato que me estás golpeando con cada movimiento —Lucas mira su brazo que me está rodeando y ha quedado del lado de mi amigo.

—No me di cuenta —se excusa el otro—. Además, no pasaría si no estuvieras abrazando a Brendy.

—¿Y tú me vas a decir qué hacer? —Lucas agacha el torso más hacia él y yo lo detengo con un movimiento de la mano.

—Lucas, por favor.

Él lleva la vista a mí, con ambas cejas levantadas.

—¿Y qué hay de él?

—Compórtense —les pido.

Entonces coge con mayor énfasis mi cintura y me atrae más, con la clara intención de molestar a Malcom. Suelto un suspiro y me dedico de nuevo a la película.

No puedo creer que se estén portando como unos tontos.

El resto de la tarde transcurre en armonía y estoy empezando a pensar que ya ha pasado lo peor entre ellos. Hasta que se nos ocurre comer algo antes de regresar e ingresamos a una pizzería.

—Tenías razón en que ese Lucas es un idiota —me dice Malcom cuando estamos cargando condimentos en los vasitos.

—Es lo que pensaba antes, pero no lo es —lo defiendo, sin dudar—. Y agradecería que te lleves mejor con él.

Lucas está ayudando a Stacy y a Bruno a acomodar la comida en la mesa.

—Es obvio que quiere algo contigo —continúa—. Y no me gusta para ti, Brendy. Te mereces a alguien mejor.

—Lucas no es como crees —sentencio, para cortar la conversación, porque no me gusta que me hable mal de él.

Tomo las cosas y me acomodo en la mesa.

Nos pasamos la cena recordando épocas anteriores. Stacy cuenta unas anécdotas comparando su curso anterior con el de ahora y resaltando el hecho de que se la pasa mucho mejor este año. Por lo que yo me apresuro en aclarar que conmigo es todo lo contrario. Y todos reímos durante un buen rato.

—Ya, hablando en serio —Malcom interrumpe la conversación, dirigiéndose exclusivamente a Lucas y Bruno—. ¿Cómo es que ustedes dos son amigos de Brendy y no la han ayudado a integrarse?

Plantea la pregunta como una curiosidad suya, no reclamando ni nada por el estilo. Y no parece agradar a Lucas, a quien veo fruncir levemente el ceño.

—En primer lugar, yo no soy amigo de Brenda —aclara Bruno, ganándose una mala mirada por parte de Stacy—. Y no es culpa nuestra que la mitad del curso no la soporte y la otra mitad tema acercarse a ella.

Sin embargo, Malcom no se ha interesado en Bruno, ni siquiera mientras este hablaba. Está esperando la respuesta de Lucas y ambos se observan fijamente. Mi novio tiene la espalda cargada contra el respaldo del asiento, un codo sobre la mesa y se sostiene una mejilla con el dorso de la mano.

—Hasta donde yo sé, Brenda no tiene interés en integrarse. A ella tampoco le caen bien nuestros compañeros —le contesta, pero no lo hace con mucha convicción.

—No lo creo —replica mi amigo—. A ella le encanta llevarse bien con la gente.

Lucas incorpora el torso hacia la mesa, adoptando una posición un poco menos relajada.

—Tiene amigos en quinto año —se justifica, aunque lo noto indeciso, como si las palabras de Malcom lo hayan hecho reflexionar al respecto, pero fuera incapaz de admitirlo.

Ninguno de los dos deja de observar al otro y siento una especie de duelo entre ambos. Stacy y Bruno parecen percibir algo similar, porque los tres nos quedamos callados, mientras ellos continúan.

—No es lo mismo, si la gente con la que compartes clase te hace a un lado. Además, por culpa de eso, se quedó sin una fiesta de cumpleaños, que es lo más importante para ella. ¿No es verdad, Stacy?

Mi hermana asiente levemente, pero Lucas no mueve la vista hacia ella. Su semblante se ha vuelto totalmente deslucido y mira a Malcom como si le resultara insoportable.

—No tenemos que hablar de esto ahora —intervengo, para evitar una confrontación.

Mi amigo me muestra una satisfactoria sonrisa.

—Lo sé. Lo siento, Brendy. Sólo me gustaría que ellos fueran conscientes de que, si en verdad te aprecian, deberían conocerte mejor.

Lucas se pone de pie, visiblemente humillado y atormentado.

—Tal vez es mejor que nos vayamos —comenta, con el rostro tieso de rabia—. Bruno y yo tenemos un concierto que ofrecer.

—¿Nos disculpan? —pregunta Stacy entonces—. Brenda y yo iremos un momento al baño.

Asiento y ella me toma de la mano y me guía por un pasillo del costado. Ingresamos al servicio. Stacy se detiene delante del espejo y comienza a acomodar el moño de su cabello.

—¿Me parece a mí, o Lucas y Malcom están por sacarse los ojos el uno al otro? —comenta, como quien no quiere la cosa.

Estoy segura de que sólo me trajo aquí para hablar de ello.

—No sé qué es lo que les ocurre —me descargo—. Se supone que vinimos para pasar un buen rato. Y no han dejado de mandarse indirectas y mirarse mal.

—Son los celos —ella suelta una risita—. Aparentemente, Bruno y Lucas se estuvieron haciendo ideas con respecto a Malcom, incluso antes de que venga.

—Pero Bruno se está comportando, dentro de lo que puede... —resalto, muy a mi pesar.

—Sí, pero es porque yo le dije que Malcom siempre tuvo interés en ti.

Frunzo el ceño.

—¿Por qué le dijiste eso? ¡Se lo debe haber contado a Lucas! Aunque... Bueno, pensándolo bien, yo también le dije a Lucas que creo que hay algo entre Malcom y tú. Pero no me creyó demasiado.

Ella me observa a través del espejo y suelta una risa que me hace reír a mí también.

—¿Crees que debamos suspender la ida al bar? —le consulto.

Es verdad que la situación parece ir cuesta abajo.

—No, no lo creo. Sólo le pediré a Bruno que trate de mantener las cosas en calma entre ellos dos.

Pedirle a Bruno que procure evitar un enfrentamiento es como pedírsele al mismísimo demonio.

Me da un abrazo y volvemos por el pasillo en dirección a los demás. Entonces, cuando estamos acercándonos, unos gritos llaman nuestra atención y me hacen correr a toda prisa.

—¡Repite lo que dijiste, imbécil! —Lucas tiene a Malcom sujeto de la remera y apoyado contra la pared.

—¡Lucas! —tomo su brazo e intento apartarlo, pero está ejerciendo bastante presión contra él—. ¿Qué estás haciendo? ¡Déjalo!

Él lleva la vista a mí por un segundo, pero la vuelve a clavar en los ojos de mi amigo.

—¡Repítelo! —le ordena.

—Que Brenda no te importa —contesta el otro—. No eres bueno para ella.

¿Qué? Ni siquiera sé cómo hicieron para llevar la conversación hasta ese ámbito.

Lucas se aprieta los labios, con rabia y lleva el puño hacia atrás, con la clara intención de descargarlo sobre mi amigo.

—¡¡No!! —pego un grito.

Gracias al cielo, su puño se detiene. Y no porque él lo haya querido, sino porque Bruno ha estirado una mano y lo ha sujetado con mayor fuerza.

—Tranquilo, Rocky —lo estira hacia atrás—. Si lo golpeas, ella no te hablará nunca más.

Lucas se deja apartar, a pesar de que no ha disminuido su rabia. Su otra mano suelta la remera de mi amigo y yo vuelvo a respirar de nuevo.

—¡Desde hace rato me está insinuando que no la conozco! —se queja, dirigiéndose a Bruno—. ¡¿Y ahora asegura que tampoco la quiero?!

—¿Qué te importa lo que él diga? —Bruno le coloca ambas manos en los hombros e intenta calmarlo—. ¡Sólo es un pobre inútil!

—¡Sí, pero a ella le importa!

—¿Así es como resuelves las cosas? ¿A los golpes? —Malcom se aproxima un poco más, para encararlo de nuevo—. ¡No eres bueno!

—¡Malcom, basta! —le pido, ubicándome entre ambos.

—¿Y tú sí? —le pregunta Lucas, mientras yo coloco ambas manos en su pecho, para que se mantenga en donde está—. ¿Tú sí te crees lo suficientemente bueno para ella?

—¡Cálmense de una vez! —insisto, totalmente frustrada ya.

—Es que, Brendy... Esperaba más de ti —mi amigo me coloca mano en el hombro, para que lo mire—. ¡No puedo creer que él sea tu novio!

Me quedo congelada por un segundo, con la boca abierta. Hasta que giro el rostro de nuevo hacia Lucas.

—¡¿Se lo dijiste?!

Él me observa, algo arrepentido, por más que su furia no disminuye.

—¡Estaba insinuando que nunca mirarías a alguien como yo! —intenta justificarse. Pero su excusa sólo hace que me moleste más.

—Eso no importa. ¡Te pedí que no lo hicieras!

—¿Por qué? —pregunta Malcom—. ¿Por qué me lo ocultaste?

—Porque no confía en que no se lo digas a su madre —Lucas aprovecha para atacarlo—. Porque sabe que eres un estúpido.

—¡Pero yo no se lo diría a nadie y lo sabes, Brendy! ¿Acaso no confías en mí?

—Sí lo hago —le aclaro—. No se trata de eso.

—Entonces, ¿por qué no me lo dijiste? —insiste él.

Intento hablar, pero me doy cuenta de que no tengo justificación alguna. Al menos nada que pueda decir en voz alta. Lucas me observa atento, intentando descifrarme y su rostro me muestra desconcierto.

—¡Ya cállense los dos! —sentencio y ambos me obedecen, tal vez porque mi voz suena pesada de tanta angustia que tengo encima—. Estoy cansada de esto. ¿Podemos volver a casa?

Stacy asiente, me rodea con un brazo y comenzamos a caminar hacia el estacionamiento del centro comercial. Mi hermana adelanta el paso, alejándonos un poco del resto y se dedica a hablarme de lo que hay en las vidrieras, para distraerme. Sin embargo, mi humor está por el suelo, sin mencionar lo molesta que estoy; especialmente con Lucas, por haber hecho exactamente lo que le pedí que no hiciera.

Los tres caminan en silencio y, cuando ya estamos instalados en la camioneta, Malcom le da una breve caricia a mi muslo.

—Lamento haber discutido con tu novio —murmura. Pero me lo dice a mí. Sus disculpas no van dirigidas a Lucas, quien ahora nos observa desde el espejo retrovisor, con una mueca de hastío. Y yo evito contestarle para no agravar la situación.

Bruno y Stacy hablan de cosas triviales durante el camino a casa. Pero nadie más expresa una sola palabra.

Una vez que llegamos, Lucas baja detrás de mí e intenta detenerme, a mitad del camino que lleva a la entrada principal.

—¿Podemos hablar?

Su petición no suena muy cordial. Por lo que volteo, mirándolo con molestia, al momento en que Stacy y Malcom cruzan la puerta que da al recibidor.

—¿Sobre cómo ignoraste lo que te pedí e hiciste lo que quisiste? —me quejo.

—¿Te enojas conmigo y a él no le dices nada? —replica—. Si se lo dije fue porque estaba insoportable.

Intenta tocar mi brazo, pero lo aparto con un movimiento.

—Tú eres mi novio, Lucas. Eres tú quien me debe explicaciones, no él.

A pesar de lo molesta que estoy, intento no alzar la voz, para evitar que alguien nos escuche desde casa.

—El problema es que no soporto a tu amigo —expresa, pero enseguida se corrige—. No, el problema es que él no quiere ser sólo tu amigo.

—¿Otra vez con eso? Si vas a ir por ese lado, no tenemos nada más que hablar.

Él deja escapar un suspiro de fastidio.

—¿Sabes? Al comienzo creí que no te dabas cuenta de lo que él siente por ti. Pero ahora entiendo que siempre lo supiste.

No puedo creer que me esté acusando de algo así.

—No empieces con eso —me quejo.

—Si no es verdad, ¿por qué no respondiste su pregunta? —presiona—. ¿Por qué no le dijiste la razón por la cual se lo ocultaste?

—Porque no tiene sentido seguir ahondando en el tema —me defiendo, de la mejor manera que se me ocurre.

Él suelta un bufido y niega varias veces.

—Se lo ocultaste porque sabías que le atormentaría enterarse de nuestro noviazgo.

Lo que dice no es verdad. Esas no fueron mis razones. Malcom no siente nada por mí.

Estoy segura de todo ello. Sin embargo, las palabras no encuentran salida de mi boca, así que lo ataco con las únicas armas que tengo.

—¿Y me lo dices justamente tú? Porque eso es lo que haces con Samantha.

Se encoje de hombros y su gesto me hace enfadar aún más.

—Sí, pero al menos yo acepto que Sam siente cosas por mí y que no me gustaría lastimarla. No pongo como excusa a mi madre.

Ruedo los ojos y volteo, alejándome a paso decidido hacia la entrada. Vuelve a tomar la palabra cuando me he movido unos metros.

—Me siento un estúpido...

—¡Pues tal vez es porque lo eres! —afirmo, antes de cerrar la puerta con fuerza.

No detengo el paso hasta llegar a mi habitación, a pesar de que Malcom intenta detenerme. Tomo una toalla y me meto a la ducha. No tengo ganas de ir al bar, no creo que pueda pasar bien esta noche. Sin embargo, sé que, a pesar de todo, Lucas no va a dejar de lado su concierto. Y eso implica como siempre miles de chicas a su alrededor. Así que me saco la ropa y dejo que el agua intente relajarme, al menos un poco.

Trago saliva y contengo mi llanto todo lo posible, pero enseguida entiendo que nada podrá aplacar la frustración y la rabia que me transmite haber tenido nuestra primera pelea de novios.

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