45. ¡Ya sólo vete!
—¡No voy a permitir que ese tipo vuelva a conquistarla! —asegura mi amigo, una vez que ha terminado el ensayo y nos quedamos solos—. Ahora mismo iré a casa de Stacy y voy a invitarla a salir esta noche.
Parece cargado de optimismo y, sobre todo, decidido. Toma su chaqueta y se aleja hacia la salida.
—Ve por ella —lo aliento, emocionado. A pesar de que yo mismo tengo mis dudas con respecto a Malcom y, por supuesto, no se lo puedo decir a él.
No pasa ni un minuto desde que lo vi salir por la puerta, cuando Brenda ingresa y se apresura a mis brazos.
—¡Por fin se han ido todos! —exclama, enredando mi cuello y atrayéndome en un beso.
Aprisiono su cintura y la aferro a mi cuerpo, recorriendo la suavidad de su piel con mis dedos.
—Yo también te extrañé.
Por unos minutos olvido los celos que me produce la próxima llegada de su supuesto amigo. Sujeto su mano y la llevo hasta uno de los sillones que está hacia el fondo del salón. La siento en mi regazo y continuamos besándonos cariñosamente.
—¿Vamos a comer algo? —pregunta, enseguida.
—Sólo dame unos minutos más —le pido, mordiendo levemente su hombro descubierto—. Quiero que estemos a solas un rato.
—Eric podría venir... —murmura, sin embargo, no se aparta.
—No, me dijo que volvería tarde.
Ella suelta una débil risita y se deja conquistar por mis caricias.
Al cabo de un momento, estamos inmersos en un beso tan profundo que, casi sin darme cuenta, termino recostándola sobre el asiento, con mi torso apoyado sobre su pecho. Mis manos bajan hasta su cintura y las suyas se aferran a mi espalda con ansias.
Entonces, el ruido de la puerta de entrada nos deja helados.
—Lucas, ¿sigues aquí? —la voz de Bruno hace que Brenda suelte un gritito ahogado y esconda su rostro detrás de mi hombro.
—Shh —le susurro al oído y me quedo en silencio, para no alertar nuestra posición.
Giro mi cabeza disimuladamente, y me fijo en que él ha pasado directamente hacia el pequeño depósito donde guardamos los instrumentos. Me levanto con rapidez, aprovechando que no podrá vernos, y estiro a Brenda para que se oculte detrás del respaldo del sofá. Ella lo hace al tiempo mismo en que mi amigo vuelve con su bajo en la mano y me ve parado delante de la mesa frente a la que estábamos.
—Sí, aquí estoy —contesto a prisa, para disimular.
—¿Puedes creerlo? —comienza a acercarse a mí, por lo que me apresuro en moverme hasta donde está, para que no se acerque más. Mientras él continúa hablando—. Tuve que venir a buscar mi bajo, porque esta noche es el festejo de cumpleaños de una amiga de Stacy y a ella se le ocurrió que ejecute algo en la fiesta. ¡Ni que esto fuera un juego de niñas!
La esperanza que había mostrado antes de irse, parece extinta.
—Eso es terrible —finjo empatía mientras le coloco una mano en el hombro y lo volteo en dirección a la salida.
—Lo peor de todo es que me lo está haciendo apropósito. ¡Estoy seguro! —continúa quejándose, pero se deja llevar al menos un metro más, alejándose del área donde está mi novia.
¡Menos mal!
—Bruno, me encantaría hablar, sólo que ahora no puedo —intento excusarme, pero él no me escucha.
—El otro día, por ejemplo, tuve que acompañarla a comprar ropa... —prosigue—. Podía haber llevado a sus amigas, o a su hermana. Pero no, me lo pidió a mí. ¡A mí!
—Bruno...
—¿Sabes lo que es pasar la tarde entera ayudándola a elegir zapatos? ¡O tener que decidir si le quedaba mejor una falda roja u otra que también era roja! —se descarga— ¡Juro que era el mismo maldito color! ¡Pero ella aseguraba que era distinto!
Parece que Stacy le está haciendo llegar al límite.
—Escúchame —hago un nuevo intento cuando lo veo acercarse a una silla, dispuesto a sentarse para seguir explayándose—. Necesito que hablemos luego...
—Pero, ¿sabes qué? —él se pronuncia más fuerte ahora—. ¡No voy a dejar que se salga con la suya! No le voy a dar el gusto de rendirme. Haré exactamente todo lo que me diga. Voy a ir a esa maldita fiesta, a ejecutar todas las músicas ridículas que se les ocurran. ¡Voy a tocar temas de Justin Bieber también si quieren!
—En verdad tienes que irte. Hablo en serio —insisto, procurando ser más claro, para lograr que se vaya antes de que Brenda pierda la paciencia al escucharlo hablar de su hermana.
Sin embargo, de nuevo, sus quejas se escuchan por encima de mis palabras.
—¡Y voy a hacerlo con una sonrisa! —Asegura—. ¿Quiere que les dé el gusto a sus estúpidas amigas? ¡Lo haré! ¿Quiere que me lleve bien con la loca de su hermana? ¡También lo haré! ¡Le mostraré que esta vez voy en serio!
—¡Bruno! —elevo la voz ahora, logrando que me mire—. ¡Ya vete! Hablaremos de esto otro día.
Su mirada se confunde de inmediato.
—¿Qué me vaya? ¿Por qué?
Trago saliva. No me deja más opción que decir una verdad a medias.
—Estoy con alguien.
Levanta ambas cejas y mira por encima de mi hombro, antes de llevar de nuevo la vista a mí.
—Pero si aquí no hay nadie.
—Sí, es sólo que está por allá —revelo, intentando restarle importancia—. Sólo hazme el favor de irte.
Procuro seguir arrastrándolo hacia la entrada, pero él se detiene en seco, mirando hacia el fondo del salón.
—¿Se está escondiendo de mí? —pregunta, cambiando su mirada asombrada por una divertida—. ¿Por qué? ¿La conozco?
Los nervios me invaden al ver que está, evidentemente, interesado.
—Sí... No... Digo, no importa eso.
Se suelta de mi agarre y da unos pasos más hacia el escenario. Entonces me aproximo a prisa y me coloco delante de él.
—Vamos, Lucas. Dime quién es —insiste, con un tono exageradamente divertido—. ¿Es Samantha? ¡No me digas que volviste a tropezar con la misma piedra!
—No, no es Sam —procuro disimular que estoy realmente intranquilo—. Y no insistas.
Mi amigo ni siquiera me está observando ya, pasa la mirada por todo el salón, buscando a alguien más.
—No entiendo por qué la escondes. ¿Es Vanesa? —insiste y, al segundo, suelta una carcajada de burla—. ¿O acaso no es una chica? ¿Es Francis?
—¡No! —respondo, realmente asqueado—. ¿Cómo vas a pensar que estoy con él?
Bruno se encoje de hombros.
—No sé... ¿Por qué más la ocultarías? —me mira ahora de forma acusadora.
Comienza a pasearse por el salón, mientras yo me quedo atontado.
—No seas pesado. ¡Ya sólo vete! —lo empujo entre risas en dirección a la salida.
Brenda me va a matar si la llega a descubrir, y ya no sé qué hacer para que se vaya.
—Está bien —acepta, al fin. Y mi pulso comienza a volver a la normalidad—. Me voy.
Suspiro aliviado.
—Gracias, nos vemos mañana —me despido.
Vuelve a donde está su bajo y toma el instrumento entre sus manos, dispuesto a salir. Hace un último recorrido al salón con la vista y la detiene en mí.
—De todos modos, no debe ser gran cosa —ladea la cabeza y levanta los hombros—. Ni que estuvieras con...
Entonces, se queda tieso. Como si una idea le hubiera golpeado de lleno la cabeza.
—¿Con quién? —pregunto, y me arrepiento al instante, al ver su expresión cargada de asombro.
—Con nadie, olvídalo —dice y cruza la puerta, cerrándola tras de sí.
Eso estuvo cerca.
—¿Crees que nos haya descubierto? —Brenda sale de su escondite y se aproxima a donde estoy.
—No lo creo. No lo dejaría pasar, si lo hubiera hecho —la tranquilizo entre mis brazos.
Ella asiente y se recuesta contra mi pecho.
—Tenemos que tener más cuidado —me advierte.
Luce bastante alterada, se nota que se ha llevado un susto.
—Lo sé, pero no puedo ir a tu casa y tampoco tenemos muchas opciones de lugares en los que estar.
Junto mi boca con la suya, para que deje de pensar en ello. Y la puerta se abre de golpe, a mis espaldas.
—¡Lo sabía! ¡Sabía que había algo entre ustedes!
Mi amigo entra dando grandes pasos, hasta llegar junto a nosotros.
Brenda y yo nos apartamos, sobresaltados, pero ya es tarde. Bruno comienza a reír a carcajadas.
—¡Esto es tan absurdo que me da gracia! ¡Y querían hacer creer a todos que se odian! ¡Por favor!
—Bruno... —me tapo los ojos con las manos, suspirando.
Espero a que el tornado que es mi novia se disponga a enfrentarlo. Sin embargo, ella se queda helada.
—Estaba seguro de haberlos visto besándose el día de su cumpleaños, pero pensé que fue idea mía —continúa el otro, ahora se dirige a mí—. ¡No creí que tuvieras tan malos gustos!
—Déjala en paz —le pido.
—¿Es con ella con quien te pasas mensajeando últimamente? —recuerda, entre risas—. ¡Sabes que está loca! ¡Tú mismo lo has dicho mil veces!
Entonces, Brenda sí frunce el ceño, furiosa.
—Si tú no le callas la boca tendré que hacerlo yo —me reclama.
La contengo entre mis brazos, para que no se abalance sobre él. Tiene la cara completamente colorada, no sé si por la rabia o la vergüenza de que nos haya descubierto.
Bruno intensifica su risa cuando ella responde a su acusación. Se está riendo tanto que no puedo evitar contagiarme.
Después de todo, una parte de mí se alegra de ya no tener que esconderlo delante de él.
—¡Por favor, dime que tan sólo te la estás tirando! —suplica mi amigo, sin dejar de mirarla con expresión de burla—. Si es así, podría entenderlo.
—¡Es un idiota! —ella intenta zafarse de mí, para golpearlo—. ¿Ves por qué lo detesto?
—Bruno, ya déjala —le pido, atrayendo a Brenda más hacia mí—. Es mi novia.
Los ojos de mi amigo se abren al mismo tiempo que su boca.
—¡No puede ser! —su asombro es opacado solamente por esa mirada maliciosa que no deja de lanzarnos a ambos—. ¿Has perdido la cabeza? ¡Ja! ¡Esto tiene que ser una joda!
—Juro que te odio —Brenda no deja de mirarlo con rabia, aferrada a mi brazo.
—¿Estás segura? —se burla él—. ¡Porque te recuerdo que también habías dicho que odiabas a Lucas! Tal vez me quieres en secreto.
—Ya basta —la defiendo, pero no puedo evitar hacerlo entre risas, a lo que ella me responde con una mirada molesta.
Bruno me coloca una mano en el hombro.
—Tu novia... —repite—. No sé si felicitarte o vomitar. ¡Oh, no puedo esperar a contárselo a Stacy!
—¡No! —Brenda se aparta de mí y lo mira amenazante—. ¡No puedes decírselo a nadie!
Él le lanza una mirada maliciosa.
—¿Me estás pidiendo que le mienta a tu hermana?
—¡Lo has hecho un millón de veces! —se queja.
—Sí, pero he decidido ser sincero con ella —se defiende, el otro—. No voy a mentirle por ustedes dos.
—¡Te estoy diciendo que es un secreto! —Ella ha perdido la paciencia, como era de esperarse—. ¡Así que cállate la boca, si no quieres lamentarlo!
Acerca su rostro al de Bruno y lo amenaza con la mirada.
—Luces tan brava cuando te comportas así —se burla él—. Pero ya no puedo tomarte en serio, Brenda. No desde que sé que te derrites en los brazos de mi amigo.
Ella se gira hacia mí, histérica.
—¿Vas a quedarte allí sin hacer nada?
—¿Y qué quieres que haga? —mi respuesta, en lugar de calmarla, la descontenta más.
—De hecho, no tienen que hacer nada —Bruno nos interrumpe—. El que hará algo seré yo. Iré a hablar con Stacy.
Sé que sólo lo dice para fastidiarla, pero Brenda se toma su provocación muy literal.
—¡No! ¡No puedes ser tú quien se lo diga! —exclama—. Si alguien lo hará, seré yo.
Se dirige a prisa a la puerta y la atraviesa sin mirar atrás.
Bruno se parte de risa, al observarla. Yo lo miro, con los ojos entrecerrados y, cuando ya no la ve a ella, él vuelve la vista a mí. Nos observamos en silencio por unos segundos, hasta que vuelve a hablar.
—Así que... La loca, ¿eh?
—No vuelvas a llamarla así —le pido.
Me muestra una sonrisa ladina, agacha la cabeza y la mueve de lado a lado con los ojos cerrados.
—¿Cómo te va a gustar ella? Habiendo tantas que no están mal de la cabeza.
—No está loca —lo miro, intentando recobrar la seriedad que sus burlas me sacan—. Si quieres que te diga la verdad, es a mí a quien ella trae loco.
—Estás loco, en eso estamos de acuerdo —asiente, entonces parece pensárselo mejor— No me lo creo. Si estaban tan bien odiándose—medita un momento más, antes de continuar—. Aunque, para mí estaba claro que se traían algo entre manos, pero no pensé que... ¡Diablos, es Brenda de quien estamos hablando!
Evidentemente, le cuesta asimilarlo.
—A mí también me costó creerlo, cuando empecé a verla de otra manera —me recuesto contra una columna, a su lado—. Pero me hace muy feliz, ahora.
—Y, ¿por qué quieren mantenerlo en secreto? —Indaga, pero mientras pienso en qué decirle al respecto, saca sus propias conclusiones—. Ah, claro. Te da vergüenza que se sepa que te gusta.
Me descoloco.
—¿Qué? No, no es eso.
—¿Entonces? —sus ojos se abren, ofendidos—. No me digas que es a ella a quien le da vergüenza... ¡Qué caradura!
—Bruno, no —lo detengo, antes de que siga haciéndose ideas—. No se trata de eso. Sólo hemos decidido hacerlo así, por diferentes razones.
Prefiero resumirlo de esa manera. No le puedo decir la verdad sobre Tadeo, por supuesto. Y tampoco quiero tener que improvisar.
Se mantiene un momento en silencio, hasta que vuelve a tomar la palabra.
—¿La quieres? —me pregunta, de la misma manera en que yo le pregunté sobre Stacy una vez.
—Sí —contesto sin dudar.
Parece convencerle la seguridad de mi respuesta, porque su expresión se torna un poco más seria. Analiza mi rostro durante unos instantes, por lo que aprovecho para advertirle sobre la discreción que debe mantener.
—Bruno, en verdad no queremos que nadie se entere de esto —insisto—. ¿Puedo contar contigo?
Suspira, llevando una mano a la cabeza.
—Sí, claro. Sólo la estaba molestando. Y no dudes de que lo seguiré haciendo —me vuelve a ver con esa mirada de burla de antes—. ¡Esto es tan absurdo que no lo puedo dejar pasar!
Nos reímos y conversamos al respecto durante unos minutos más. A pesar de que Brenda no le cae nada bien, se muestra más tolerante de lo que hubiera esperado.
—¿Samantha lo sabe? —hace la pregunta en la que no quiero pensar, pero sé que es inevitable hacerlo.
—No —suspiro—. Y no tengo idea de cómo decírselo.
Ladea la cabeza, pensativo.
—Cuando se lo vayas a decir, no dudes en avisarme —propone, y por un segundo creo que me va a dar su apoyo—. ¡Porque quiero grabar su expresión para reírme por el resto de mi vida!
—Bruno, sabes que ese no es un tema del que me pueda reír —le aclaro.
Me aparto hasta la pared y me siento en el suelo, recostando la espalda contra esta. Él percibe mi preocupación y se ubica a mi lado.
—¿Hasta cuándo vas a dejar que Samantha decida sobre ti?
Coloco mi cabeza entre mis rodillas. Hace tiempo que necesitaba hablar con mi mejor amigo de todo esto.
—No es así —intento expresar—. Tú sabes mejor que nadie que nuestra relación es complicada.
—Quien es complicada es Samantha —se queja él—. ¡Dile que no la quieres y ya! No tiene sentido alargarlo.
—Sabes lo que ocurrió el año pasado, cuando terminé con ella...
—Sí, se pasó llorando como una pobre diabla. Pero, ¿eso qué? No puedes vivir tu vida atado a ella, sólo porque se le ha metido en la cabeza que es una princesa y tú su príncipe azul. Sólo dile: "Mira, éste príncipe se enamoró de la bruja loca del cuento".
Me pongo de pie y me alejo.
—Me equivoqué —expreso, en voz alta—. No puedo hablar contigo de esto. No lo vas a entender.
Él suelta un bufido.
—No quieres hablar conmigo de esto. ¡Porque te digo lo que no quieres oír, Lucas!
Afortunadamente, Brenda y Stacy cruzan la puerta, interrumpiendo nuestra conversación.
—¡Lucas! —Mi cuñada se acerca a mi encuentro y me da un abrazo—. ¡Me encanta que estés con ella! ¡Eres el mejor chico del mundo!
—Gracias —replica Bruno, con ironía. Y mi novia le lanza una mirada triunfal.
—¡Esto es genial! —exclama Stacy cuando se aparta de mí—. ¡Podemos volver a salir juntos los cuatro!
—¡Ni en broma! —Brenda se rehúsa, sin dudar.
Charlamos un momento más, hasta que Stacy se despide, porque debe ir al cumpleaños de su amiga, y se lleva a Bruno, dejándonos a Brenda y a mí solos.
—Parece que Stacy se lo tomó muy bien —comento, al notar que ella sigue estresada.
—Pues sí. Hasta creo que ahora le gusta más la idea de volver con Bruno —rueda los ojos—. Y yo que pensé que ya se estaba olvidando de él.
—A mí me gusta la idea de que vuelvan...
Ella hace una mueca de desagrado.
—Aún me quedan esperanzas de que se enganche con Malcom, ahora que viene. ¡No puedo esperar hasta mañana!
Fuerzo una sonrisa, porque la suya es tan linda que no quiero ser tan mal novio en hacerla desaparecer.
Ella inclina la cabeza, en una expresión de gracia mezclada con reclamo.
—Podrías disimular más que no te agrada incluso antes de conocerlo.
—No es que no me agrade —insisto. Aunque la verdad es que no lo hace—. Pero ya sabes lo que pienso de él.
—Te aseguro que, una vez que se conozcan, te va a caer muy bien.
Asiento, para no contradecirla más. Después de todo, Malcom sólo estará aquí durante un fin de semana.
¿Qué podría pasar?
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