44. Una llamada "de rutina"
—¡Lucas!
Julio me alcanza en la hora libre, cuando estoy de camino a ver a Brenda en nuestro lugar de siempre.
—¿Qué hay? —me detengo delante de él.
—Bruno me dijo que vas a pasar del partido de fútbol. ¿Te estás acobardando? —se burla.
—No, es sólo este dolor de cabeza, otra vez —vuelvo a usar la misma excusa de la semana pasada.
Mi amigo aprovecha para fastidiarme un momento más, pero luego se va para no atrasar el partido. Me despido de él y me dispongo a retomar mi camino, cuando Tadeo se ubica junto a mí y me sigue el paso.
—Hola, Lucas —me saluda, con las manos en los bolsillos—. ¿Vas a ver a Brenda?
—Sí —sujeto su hombro y lo guío hacia donde voy, porque es tan despistado que comienza a pisarme los talones—. ¿Y tú? ¿Vas a la cafetería?
—Ajá... Eh, estaba pensando... Te he visto hablar con Julio a menudo... ¿Son cercanos?
Asiento, sin entender su punto.
Conozco a Julio desde hace años, pero se supone que Tadeo también, ya que es su compañero de curso.
—Me pregunto si sabes con certeza cuáles son sus... preferencias —suelta, haciendo que me detenga de golpe y él termine, definitivamente, chocando contra mi hombro.
—¿Estás hablando en serio? —le pregunto, sin poder evitar ser tan obvio—. ¿Te gusta Julio?
—¡¡Shhhh!! —Tadeo me tapa la boca y, al percatarse de que eso ha sido demasiado, se aparta de nuevo, avergonzado—. Lo siento, es que... es un secreto.
Y más vale que lo sea. No conozco una persona más heterosexual que Julio. Hasta podría dudar de Bruno antes que de él.
—Mira, Tadeo... —intento pensar bien antes de decir algo que pueda herirlo.
Por supuesto que no puedo ser tan bruto en señalar que Julio no le haría caso en un millón de años. Especialmente si me está viendo así, con un leve atisbo de esperanza en la mirada.
Diablos. ¿Por qué tengo que ser yo quien se lo diga?
—Lucas, sé que él se pasa mirando chicas... —me explica, al notar que estoy vacilando—. Simplemente me preguntaba si, al ser próximo a él, pudieras saber algo que yo no sé.
Sí, sé algunas cosas más. Como que se ha tirado al noventa porciento de su curso y a la mitad del mío. Pero siempre son chicas. Y estoy seguro de que eso no es lo que Tadeo quiere escuchar ahora.
Pienso en una mejor manera de abordar la situación. Tal vez no deba ser tan directo. Si el problema es que Julio no es la persona indicada para él, puedo ayudarlo a encontrar a quien sí lo sea.
—Tadeo, olvida a Julio y ven conmigo —propongo, desviando mi camino y acompañándolo hasta la cafetería.
Él me sigue, aunque no muy decidido.
Ingresamos al enorme salón en el que la mayoría de los estudiantes está disfrutando de su almuerzo. Nos ubicamos en la fila y Tadeo se sirve la comida.
Yo, sin embargo, cojo algunos snacks para llevárselos a mi novia y luego lo guío hasta una mesa en la que hay dos personas. Saludo a ambos y me siento en uno de los lugares vacíos. Tadeo duda por un momento, hasta que le lanzo una mirada, comprende y se sienta a mi lado. Entonces lo presento ante ambos; Serena, una compañera de clase, y Pietro, su hermano. Tadeo los saluda con ánimos y me quedo un momento charlando con todos, para no hacer tan obvio el hecho de que estoy haciendo de cupido.
Al cabo de unos minutos, me despido y me dirijo corriendo hasta la cima de la escalera que lleva al laboratorio. Brenda me está mirando con el ceño fruncido y los brazos cruzados.
—Lo peor de todo, es que ya me estoy acostumbrando a que llegues tarde cada vez que nos vemos —me recibe con un reclamo.
—Esta vez, tengo una excusa —me justifico, a lo que rueda los ojos.
—Siempre tienes una, Lucas.
Lo primero que hago es pasarle la bolsa de papas fritas que le traje, porque sé que, si quiero calmarla, tengo que calmar su estómago primero. Ella la recibe gustosa y se dispone a devorar su contenido. Cuando termina, la rodeo con mis brazos y le cuento lo que ocurrió con su amigo.
No puede creer que yo me haya prestado para algo así y se ríe a carcajadas.
—Te dije que intentaría conseguirle un novio —le recuerdo.
—Pero, ¿cómo puedes estar seguro de que a Pietro le gustan los chicos? —me pregunta—. Yo no tenía idea.
—Bueno, era mi compañero en el club de literatura... —comienzo a explicarle, mientras me recuesto en el escalón en el que ella está sentada y apoyo mi cabeza sobre su muslo—. Al inicio del semestre me escribió un poema y lo leyó delante del grupo entero.
Brenda se queda con la boca abierta.
—¿Bromeas?
Niego.
—Para mí, fue el segundo día más vergonzoso del año.
Nuevamente, se echa a reír.
—¿El segundo? ¿Y cuál fue el primero? —consulta, acariciando mi cabello.
—El primero fue el día en que a "alguien" se le ocurrió mostrar, frente a todo el curso, un video en el que yo salía cantando la música que había escrito pensando en ella.
—Fue bastante gracioso, en realidad —se burla—. Además, tal vez ese "alguien" no sabía que había sido tu musa.
Se agacha y comienza a besar mi boca con deseo. Levanto una mano y aferro su nuca, para que no se aparte de mí. Nos disfrutamos entre caricias silenciosas durante unos minutos, y luego ella incorpora el torso de nuevo.
—Iré a traer algo más de comer —anuncia.
—Voy contigo —me levanto para que ella pueda ponerse de pie, pero me detiene enseguida.
—Tú quédate —solicita—. Si vas, seguro que alguien te encontrará y tendré que esperarte de nuevo.
Me acomodo y me resigno a ser yo quien deba esperarla esta vez. Mientras no está, aprovecho para escribir a Vane, preguntando a qué hora tendremos ensayo. Luego, hablo un momento con Gloria, para saber qué tal salieron algunos estudios que se estuvo haciendo. Me está contando que todo va perfecto, cuando de improvisto, el celular de Brenda comienza a sonar a mi lado. No puedo evitar fijarme en la pantalla y leer el nombre de Malcom.
¿Y ese qué quiere?
Me despido de Gloria rápidamente y tomo el otro aparato. Sé que no debería hacerlo, pero no puedo evitar el impulso de contestar. Convenientemente me quedo en silencio, para darle a él la oportunidad de hablar.
—¡Hola, Brendy! ¿Cómo estás?
¿"Brendy"? ¿En serio?
—Hola, Brenda no está ahora —respondo con suficiencia—. ¿Tienes algún mensaje que dejarle?
Me contesta un silencio que me dice todo.
Jamás se esperó que un hombre atendiera el celular de ella.
Se toma unos segundos para volver a hablar, pero esta vez, su voz suena seca y cortante.
—No. Sólo era una llamada de rutina.
La sensación de victoria inunda todo mi ser. Mientras Brenda aparece por la escalera y estira su mano para tomar el aparato.
—¿Es Stacy? —pregunta, mientras lo aleja de mi rostro.
—No, amor. Es tu amigo Malcom —respondo en voz bastante alta, para asegurarme de que él lo oiga a través del aparato.
Brenda se alegra, cuando tiene el móvil contra la mejilla, y empieza a hablar con él. Al comienzo le hace las preguntas frecuentes para saber cómo está y qué andan haciendo unas cuantas personas más, que no tengo idea de quienes son. Yo no dejo de observarla en los pocos minutos que dura su llamada. Se nota que le pone muy contenta esa conversación. Tanto que, un momento después, comienza a dar saltitos de efusividad.
—¿De verdad? —le pregunta, emocionada—. ¡Claro que sí! Sabes que puedes hacerlo cuando quieras. ¡A mamá le va a encantar la noticia!
Entonces, él le habla durante unos minutos más y luego, me quedo atónito al escuchar lo que ella le contesta.
—¿Lucas? Es mi amigo, ahora. Ya lo conocerás y estoy segura de que te caerá bien.
Levanto una ceja, en dirección a ella. Pero no lo nota porque ni siquiera me está mirando y no lo hace hasta que pone fin a la conversación.
—¿Amigo? —le pregunto, intentando disimular el disgusto que me causó su errada declaración.
Pero ella no borra la sonrisa que le quedó tras esa charla.
—No me mires así —me reclama, mientras se acerca y rodea mi cuello entre sus brazos—. No le puedo decir que eres mi novio. No aún.
—¿Por qué no? Ni siquiera vive en esta ciudad.
—Es que esa es la buena noticia —asegura— ¡Va a venir a la capital!
Si esa es la buena noticia, que nadie me diga la mala.
La observo sin decir nada porque, obviamente, no me encanta la idea como a ella.
—Así que no puedo decirle la verdad sobre ti, porque podría meter la pata delante de mi familia. Malcom nunca fue bueno para guardar secretos —continúa—. Tengo que avisarle a mamá. ¡Stacy se va a poner muy contenta! ¡Lo adora!
¿Mi cuñada lo adora? Definitivamente esto cada vez me gusta menos.
Intento dejar pasar el disgusto que me genera, pero ella no me ayuda, porque su euforia no ha disminuido. Toma de nuevo su celular y llama a Margaret.
—Hola, mamá. No vas a creer quién estará aquí durante un fin de semana entero... ¡Malcom! —anuncia, antes de darle siquiera el tiempo para adivinar y lo próximo que dice termina por descolocarme del todo—. Y quiere quedarse con nosotros, en casa.
Me siento de nuevo en un escalón y sostengo mi cabeza entre mis manos, intentando adaptarme mentalmente a esta nueva situación que se me está presentando.
Brenda corta la llamada y se ubica a mi lado.
—Mamá está muy feliz—comenta, a lo que respondo con un leve gruñido—. ¿Te pasa algo?
—Pues me alegro de que lo notes —comento, sarcástico—. Creí que sólo estabas pendiente de Malcom...
Su mirada se torna divertida.
—Lucas, ya hemos hablado de esto —me recuerda—. No tienes que ponerte celoso de él.
—Es lo que había pensado antes —replico, con la mirada puesta en la pared—. Pero se trata del tipo que, obviamente siente algo por ti, y ahora me vengo a enterar de que se va a quedar a dormir en tu casa.
—Ya te dije que no siente nada por mí —sentencia.
—Sí, claro. Primero aseguró que sólo era una llamada de rutina y, coincidentemente, luego se transformó en una llamada de "me voy a la capital para verte" —ironizo—. Está claro que tomó esa decisión porque yo atendí tu celular.
—Lucas...—ella se arrima y enlaza mi brazo, por un lado—. Malcom va a venir a buscar una universidad, porque quiere estudiar en la capital el año que viene. No tiene nada que ver conmigo o contigo.
—En ese caso, que se quede a dormir en mi casa —propongo, como último recurso.
Ella comienza a reír.
—¿En tu casa? Ni siquiera te conoce —se burla—. Estás armando un berrinche en vano. No es como si fuera a dormir en mi habitación. Además, es mi amigo de infancia. ¡De chicos hemos dormido juntos un millón de veces!
Eso se sintió como una bofetada. Sí, una justo aquí, en mi cara.
—Me refería a los tres juntos, con Stacy —se apresura a aclarar, al notar mi rostro desencajado—. De hecho, tengo la sospecha de que el año pasado hubo algo entre ellos dos.
No luce muy convencida, tanto que me hace dudar. Después de todo, siempre me dio la impresión de que ese tipo siente algo por Brenda. Y no dejaré que ella me convenza de lo contrario. No voy a bajar la guardia con él.
Parece entender que no me agrada para nada la idea de la venida de ese tipo, porque evita hablarme de él los días siguientes. Y me olvido por completo de su existencia. Hasta el jueves, cuando me encuentro en el bar esperando el ensayo y su hermana llega de improvisto.
—Hola Stacy, Bruno debe estar por llegar —anuncio, asumiendo que ha venido a verlo a él.
Sin embargo, ella me devuelve el saludo y pasa de largo hacia la oficina de Eric. Al ver que está vacía, regresa junto a mí.
—¿Eric salió? —pregunta, algo apurada.
—Sí, tenía una reunión con un productor. Me avisó que volverá tarde.
—Está bien, gracias —se despide y se dirige hasta la puerta de salida, pero una vez allí, parece recordar algo y se vuelve de nuevo—. Lucas, ¿puedo pedirte un favor?
—Claro —me encojo de hombros.
Ella parece animarse. Se aproxima hasta donde estoy y se sienta a mi lado. Junta ambas manos sobre sus rodillas y me sonríe.
—Ustedes tocarán aquí el fin de semana, ¿no?
Asiento, hago a un lado la guitarra y me giro hacia ella.
—Verás, un amigo vendrá de nuestra antigua ciudad y queremos traerlo aquí el sábado —comienza a explicar. Me imagino que con "queremos" se está refiriendo a Brenda y ella. Pero, por supuesto, mi novia no me ha comentado nada sobre esa idea—. Nos gustaría que pase unos días maravillosos. ¿Puedo contar contigo para que se sienta a gusto?
Me rasco la cabeza, percibiendo lo irónico de ese pedido.
—Digo, presentarle a otros amigos y hacer que se sienta cómodo esa noche —agrega, explicándose mejor—. Ya sabes, tú conoces a muchas personas. Eso sería genial.
—Sí, por supuesto —contesto, simulando que no detesto a ese tipo—. Cuenta con eso.
Supongo que tendré hacer un esfuerzo para llevarme bien con él.
—Gracias, Lucas —me muestra una agradable sonrisa—. Sabía que podía contar contigo.
Se pone de pie como para retirarse, cuando Bruno ingresa por la puerta principal.
—Hola, linda —se acerca hasta nosotros y pasa sus brazos por encima de los hombros de ella, y yo me sorprendo, porque Bruno jamás se ha mostrado tan cariñoso con alguien—. ¿Viniste a ver nuestro ensayo?
Logro percibir un rastro de ilusión en la voz de mi amigo. Pero ella hace una leve mueca de hastío y se aparta sin disimulo.
—Sólo vine a buscar a Eric, pero ya me voy. ¡Nos vemos! —me da un beso en la mejilla y se aleja sin delicadeza, perdiéndose tras la salida.
Me cruzo de brazos, observándolo con curiosidad. Él continúa mirando el espacio por el que ella acaba de desaparecer.
—Te la está poniendo difícil, esta vez —comento.
—No, sólo está fingiendo —se justifica.
Pero a mí no me pareció ningún teatro. Suelto un bufido, al darme cuenta de lo que está ocurriendo entre ellos dos.
—¿Qué? ¿De qué te ríes? —pregunta ofendido.
—Es sólo que nunca te vi así por una chica —me burlo—. Hace tiempo que están mal, y tú sigues insistiendo, siendo que siempre te gustó lo fácil.
Él se recuesta por la pared y suelta un suspiro. Se pasa una mano por el cuero cabelludo, lleno de dudas.
—¿Crees que me estoy arrastrando?
—No —me acerco y le coloco una mano en el hombro—. Creo que te estás esforzando por recuperarla, y eso está bien.
Entonces recuerdo lo que me dijo Brenda con respecto a Stacy y ese tipo Malcom, y sé que es mi deber decírselo a mi amigo.
—Bruno, tenemos que hablar —anuncio, pero me cuesta un poco decírselo, al ver que en realidad parece estar pasándola mal. Él me observa, esperando que continúe—. ¿Stacy te ha dicho algo sobre Malcom?
—Sí, es el tipo que va a venir a buscar universidad o algo por el estilo —contesta—. ¿Qué hay con él?
—Pues, aparentemente hubo algo entre ellos dos el año pasado —revelo sin vueltas, porque no tiene sentido alargarlo.
Bruno me mira, extrañado.
—¿Estás seguro? Stacy me dijo que él está loco por su hermana.
Mi silencio le contesta y nos quedamos mirándonos, durante segundos que parecen eternos. Yo confirmo lo que ya sospechaba, y mi amigo acaba de enterarse de lo que, evidentemente, a Stacy "se le pasó" decirle.
Siento que quiero matar a alguien. A Malcom, para ser específico. Y Bruno parece pensar lo mismo.
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