36. Una oportunidad

La fogata es la actividad que más he esperado desde que empecé a organizar este viaje. Probablemente porque, en campamentos anteriores, disfruté inmensamente de las historias, los cánticos y los juegos que se hacen alrededor de ella.

Cuando llego, no se ve a ningún profesor por ahí. A pesar de figurar en el cronograma, esta es una actividad libre, ya que es exclusivamente de recreación e integración.

Mis compañeros ya están instalados alrededor del enorme fuego que se extiende hacia arriba y alumbra todo alrededor, con potentes destellos rojizos.

Están compartiendo anécdotas de años anteriores y riendo a carcajadas. Aparentemente, a Bruno se le había ocurrido prenderle fuego al basurero del curso y es por ello que la profesora de literatura se muestra siempre tan dura con todos.

—A mí no me hace gracia —Samantha lo regaña en voz alta—. ¡Por tu culpa casi expulsan a Lucas también!

Pero incluso Lucas se está riendo. Y Bruno no pierde la oportunidad de defenderse.

—¡Eres una pesada! —protesta — Ya fue suficiente con haber aguantado tus berrinches ese día, y todo porque a éste estúpido se le ocurrió jugar al novio contigo.

—¡Bruno! —Lucas lo regaña con la mirada.

Samantha se avergüenza y entristece al mismo tiempo. Sus dos supuestas amigas comienzan a cuchichear. Ella se recuesta por Lucas y le susurra algo, a lo que él niega con la cabeza y la rodea con su brazo.

Yo me estremezco ante la sola mención de ese antiguo noviazgo del que no sé nada. Y no puedo evitar seguir preguntándome cuál es su relación ahora. Sé que ya no son novios, pero siempre se los ve juntos. Ella a menudo va colgada de su cuello y es como si la historia entre ambos nunca se hubiera terminado del todo.

Aun así, tampoco formalizan nada.

¿Le habrá roto Lucas el corazón a Samantha, así como Bruno se lo rompió a Stacy?

Por un segundo, siento lástima por ella y, sobre todo, miedo de terminar así. Aferrada a él, sin poder soltarlo por completo. Inmersa en un juego que no parece tener intención de finalizar.

Me pierdo un momento en la danza del fuego sobre el aire, donde se mezcla con el humo que sube sin cesar.

Más tarde, comienzan a contar historias de terror. Son mis favoritas, así que pronto logro dejar atrás mis pensamientos.

El calor de la fogata nos ayuda a aguantar las bajas temperaturas de la noche. Las compañeras aprovechan la excusa del miedo que les produce la conversación, para acurrucarse contra sus novios. Algunos de los cuales traen mantas y se acomodan para continuar la velada.

A medida que avanza la madrugada, el sueño empieza a invadir de a poco el ambiente.

El murmullo generalizado disminuye cada vez más. Entonces me fijo en que Lucas se retira con un compañero, hacia las cabañas, y vuelve al cabo de un rato, con una guitarra acústica.

Sin decir nada, comienza a hacer sonar las cuerdas, en una melodía ligera y emotiva.

Unas cuantas chicas se incorporan, al ver que empezará a cantar.

Y, entonces, de manera imprevista, sus ojos se posan en mí y comienza a entonar su música.

"Esa" música.

Me sonrojo inmediatamente, no puedo evitarlo. Por fortuna, la luz de la hoguera, que ahora es tenue ya, debe servir para disimular el rubor de mis mejillas.

Enredo mis dedos y comienzo a juguetear con ellos, pero cuando levanto la mirada, él sigue observándome. No me saca la vista de encima a medida que avanza. Ni siquiera se fija en las cuerdas antes de acariciarlas, sabe los pasos de memoria, al igual que yo sé la letra. Y la sigo en mi mente. Claro que, en su voz, en vivo, se oye incluso mejor.

Sus ojos están fijos en los míos, como si nadie más estuviera allí.

Estamos solos los dos. No importa nada más. O al menos eso empiezo a sentir a medida que me invade esta intimidad que él me transmite con su mirada.

No puedo ocultar una breve sonrisa. Y me la devuelve al instante.

Esta música no la hizo para mí. Lo sé, porque nos llevábamos pésimo cuando la compuso. Sin embargo, ¿por qué me permito a mí misma sentirme tan fascinada por su encanto?

Me pongo de pie de golpe, intentando no sentir todo lo que siento ahora. No pensar en él. No seguir cayendo rendida a sus pies.

Y me cuesta demasiado. Los sentimientos que me produce me hacen tanto daño, que el dolor de mi tobillo pasa a segundo plano. Entonces me muevo hacia el bosque, para internarme en su terrible oscuridad.

Estoy segura de que me ha seguido con la mirada. Pero no me importa.

Ya no puedo estar aquí.

Salgo a un claro y me recuesto contra un árbol. Me quedo allí, en compañía únicamente de grillos y luciérnagas, obligando a mi respiración a que se ralentice.

La luna se muestra enorme en el cielo. El viento acaricia mi cabello como intentando aliviar mi espíritu y devolverme la calma que su canción me ha robado hace un momento.

Estar enamorada de Lucas destruye todas mis defensas. Me hace sentir inútil. Absurda. Poniendo como prioridad a alguien que nunca me verá de esa manera. Y no lo puedo culpar, soy yo quien se dejó conquistar así.

Abrazo mi cuerpo y dejo que mis ojos se pierdan, durante un momento, en la lejanía que se desliza por delante.

Entonces, al cabo de unos minutos, escucho el crujido de unas hojas detrás de mí.

Él rodea el árbol en el que estoy apostada, mirándome con atento interés. Se ubica delante de mí y acaricia mi brazo con el dorso de la mano.

—¿Estás bien? Te fuiste de repente —susurra, muy cerca.

Sus ojos me observan curiosos, como intentando ver dentro de los míos. Así que desvío la mirada. No quiero ser tan transparente.

—Lucas... —dejo salir la duda que tengo en la cabeza— ¿Por qué cantaste tu canción delante de todos?

Sus labios se curvan levemente al costado.

—No es mi canción... —contesta, algo avergonzado—. Es tuya.

Sus palabras me aprietan el pecho. A pesar de saber que me está tirando un verso, sonrío involuntariamente.

—Sí, claro —replico irónica, entrecerrando los ojos—. Me odiabas en ese entonces.

Sus dedos continúan pasando delicadamente sobre mi brazo.

—¿Lo hacía? —finge confusión—. No recuerdo haberte odiado en ningún momento. Además, yo tampoco supe, hasta un tiempo después, que la había escrito pensando en ti.

Levanto una ceja.

—No inventes —me quejo—. Ya dime, ¿por qué la cantaste?

Lleva los ojos arriba, al notar que no le creo.

—¿Acaso no era eso lo que tenía que hacer? —Pregunta, como si estuviera convencido de ello—. Fue la apuesta que hicimos.

Suspiro.

No entiendo de qué va su juego ahora.

—Sí, pero tú no perdiste —replico—. Los dos lo hicimos.

O, más bien, la competencia se suspendió cuando me caí al suelo y me torcí el tobillo.

Su sonrisa se ensancha y se aproxima un poco más. La mano que está tocando mi brazo se desliza hasta aferrar mis dedos tiernamente.

—Entonces, si los dos perdimos... —inclina un poco la cabeza— Eso significa que yo también debo cobrar mi premio.

Ahora ya entiendo qué es lo que busca.

Por un segundo me olvido de cómo se hace para respirar. Mis ojos se cierran cuando noto que su boca se aproxima a la mía. Pero él no junta del todo nuestros labios, me roza despacio, con cuidado, y su suave aliento me toca. Acaricia mi frente con la suya, su nariz se apoya sobre la mía y una mano se arrima a mi cintura, mientras la otra continúa envolviendo mis dedos.

Me apremia esta insoportable necesidad que tengo de él.

Cada toque, cada muestra de afecto suyo, me va matando despacio.

—Hazlo ya —le ruego, sin importarme nada.

Si él no se aproxima, tendré que hacerlo yo, para terminar con esta tortura.

Me deja deseándolo unos segundos más. Lo siento sonreír sobre mis labios.

—Pero será hasta que yo me detenga —susurra, con la voz ronca—. No te permitiré hacerlo a ti.

Subo mi mano libre por su pecho y la acomodo en su hombro. Lo atraigo un poco más, abrumada por el deseo. Él termina por juntar el pequeño espacio entre nuestros cuerpos y toma mi boca con sutileza.

Una placentera ola de calor desciende por mi cuerpo, al instante mismo en que comienza a besarme lenta y delicadamente, de a poco, como cuando quieres disfrutar al máximo de cada sensación. Su mano suelta la mía y sube hasta sujetar mi rostro. Entonces rodeo su nuca con mis dedos e intensifico más el contacto. Le da un leve mordisco a mi labio inferior y acto seguido, su lengua busca mi interior y abraza la mía con deseo. Todo mi cuerpo tiembla entre sus brazos. Los apresurados latidos de su corazón acompañan al mío.

No me suelta, intenta atraerme cada vez más, aunque es imposible. Sus manos se aferran a mi espalda, sin saber de dónde sostenerme ya. Entonces, una de ellas se cuela por debajo de mi blusa y parece calmarse sobre la piel de mi cintura.

Separo un poco mis labios de los suyos y dejo que el aire me llegue de nuevo. Respiro por un instante, pero él vuelve a cerrar el espacio y continúa besándome como si no necesitara respirar siquiera.

—Lucas... —intento detenerlo y no me escucha.

Sube sus dos manos y sostiene mi rostro, para que no me aparte más.

—Hasta que yo me detenga —me recuerda, susurrando sin alejarse.

Vuelve a invadir mi boca con el calor de su lengua y me siento débil de nuevo. Me dejo llevar, pero ya con miedo. Miedo de todo lo que me está haciendo sentir otra vez.

Nunca me ha besado de esta manera.

Y no puedo más. Esto que siento por él me agobia.

—Si es por ti, no vamos a parar nunca —insisto, separando mi boca de la suya—. Basta, Lucas.

Abre los ojos también, angustiado.

—¿Por qué te detienes? —me reclama—. Quiero esto y tú también.

No suelta mi rostro, y el suyo luce lleno de ansiedad.

—Tengo novio —le suplico con la mirada, para que no se acerque de nuevo.

Niega insistentemente.

—No es por él —asegura— Dime la verdad.

Aprieto los ojos con fuerza.

—No sigas, por favor.

Ahora recuesta su frente contra la mía. Se está conteniendo las ganas de besarme de nuevo, se nota en su expresión.

—Termina con él —me ruega—. No puedes negar que sientes cosas por mí.

Tiene razón, pero no puedo. No así.

Su boca acaricia la mía una vez más, de improvisto. Recibo su beso por un segundo, pero agacho la cabeza antes de que me invada de nuevo esa sensación tan adictiva que me genera.

No puedo demostrarle que está en lo cierto.

—Sólo te molesta que esté con Tadeo —replico—. Me quieres ahora que sabes que no me puedes tener.

Sus manos me rozan con tanto anhelo que ablandan todo dentro de mí. Yo también me aferro a las partes descubiertas de su piel. Necesito apreciarlo con todos mis sentidos.

—No, no es así —insiste, sin sacarme de encima sus ojos dilatados—. Me ocurre hace tiempo y fui un imbécil al no decírtelo antes.

¿Hace tiempo?

Eso no le voy a creer.

—Sé bien lo que estás haciendo —lo acuso directamente, porque estoy comenzando a frustrarme—. Las mentiras, las chicas, todo es parte de tu juego.

Se muestra confundido, arrugando la expresión.

—¿De qué estás hablando? —levanta los hombros en señal de incredulidad.

¿En serio va a querer tomarme por tonta?

Exhalo un bufido, llevando los ojos al cielo.

—Dices que quieres estar conmigo desde hace tiempo... —recalco— Bueno, empecemos por la vez que te vi con una chica en el bar —le recuerdo—. ¿Yo te gustaba cuando eso?

Se queda callado por un momento, meditando sobre qué contestar.

—Sí —afirma luego, con seguridad—. Pero quería sacarte de mi cabeza.

Levanto una ceja.

—Qué conveniente... —ironizo—. Pero, supongamos que te creo. ¿Y qué hay de Susana, nuestra compañera?

—¡Tampoco tengo nada con ella! —se justifica enseguida.

—Ah, ¿no? —replico, con desconfianza—. ¿No la coqueteaste delante de mis narices, regalándole un CD e invitándola a un concierto tuyo?

Suspira, pensativo. Lo estoy poniendo entre la espada y la pared. Pero debe saber que no me olvido de nada. No voy a dejar pasar todo eso.

—Sí, fui un tonto —agacha la cabeza sobre mi hombro, por unos instantes—. Pero quiero estar contigo, Brenda.

Niego, procurando mantener firme mi postura.

Me está comenzando a angustiar y temo dejarme llevar por sus palabras.

—¿Y Samantha? —pregunto, al fin. Estuve guardándola para el final, porque sé que no tiene excusa con respecto a ella.

Sujeta mi cintura con más ímpetu.

—Ya te dije varias veces que Sam no...-

—No es tu novia —termino su frase—. Lo sé. Pero eso no significa que no sea nada.

Se acerca de nuevo a mi boca y, esta vez, desvío el rostro.

No voy a dejar que me convenza con besos cuando, obviamente, lo que busca es evitar explicarse.

Pero es rápido y, al notar mi rechazo, baja la boca a mi cuello de inmediato. Me estremezco sin poder impedirlo, al sentir las caricias que sus labios le hacen a mi piel. Intento apartarlo con la mano, pero termino aferrándome más a su hombro, cuando su lengua hace contacto con una zona delicada debajo de mi oreja. Se me escapa un leve jadeo.

—¿Qué hay de Samantha...? —insisto, procurando con todas mis fuerzas recuperar la compostura.

Su boca cesa el contacto, pero se mantiene en silencio, sin soltar la posición en la que está. Su respiración me eriza los cabellos en la nuca.

—Sam es mi mejor amiga —murmura, pero no lo dice con tanta seguridad como cuando habló de las demás.

—¿Sólo eso? —replico con sarcasmo.

Suspira audiblemente, de nuevo.

Está buscando la manera de expresarse. Claramente, no esperaba que yo la trajera a la discusión.

—Es complicado —contesta, sin más.

¡Pues claro que es complicado!

—A ver, explícame —insisto.

Enreda ambas manos entre las mías y las aferra con fuerza.

—No sé por dónde empezar... Y sé que tampoco me vas a creer.

Ahora vuelve a subir su rostro al mío, observándome con miles de dudas plasmadas en él.

—Fuiste su novio, Lucas —lo miro como diciendo que deje de querer verme la cara.

—Eso fue el año pasado —sentencia, seco—. Ya se terminó.

—Ella no parece pensar lo mismo —me explico, mostrándome firme—. Vive colgada de tu cuello, me ataca todo el tiempo —entonces recuerdo lo que hizo de venida, en el bus—. ¡Le dijiste "te quiero"! ¿Crees que no lo oí? Y te acarició apropósito, delante de mí, para demostrarme que le perteneces.

—Sí, pero...

La rabia me inunda de nuevo.

No puedo creer que espere que yo simplemente pase por alto esa relación tan extraña que tiene con ella.

—Y tú se lo permites —le reclamo. Tal vez no tengo derecho de hacerlo, pero me molesta que me quiera convencer de lo contario, cuando toda la evidencia está a la vista—. ¡Si sólo fuera tu amiga no haría esas cosas!

Aprieto con furia sus manos, que siguen entrelazadas a las mías.

El observa mis ojos con cuidado, por unos momentos.

—Sí, lo permito —acepta, derrotado. Sabe que todo lo que dije es cierto—. Pero Sam es una de las personas más importantes para mí. Y ya la he lastimado demasiado.

Está dolido por lo que me confiesa. Lo veo en su mirada, en sus gestos, en todo. Se nota que ella le importa de verdad.

Y yo estaba en lo cierto... Él le rompió el corazón.

Ahora se arrepiente, pero el daño ya está hecho y ella no lo supera aún.

Así como me aterra que ocurra conmigo.

Yo no quiero terminar como Samantha.

No puedo permitir que Lucas me rompa el corazón, porque si lo hace, no me recuperaré.

—Sólo quieres tenerme... —murmuro. Me abruma un terrible desconsuelo.

Sus manos sueltan las mías y abrazan mi cintura, atrapándola con intensidad.

—Sí, quiero que seas mía —besa mi mejilla varias veces y comienza a descender por mi piel—. ¿Qué hay de malo en eso?

Su boca se desliza ahora con cuidado sobre mi hombro, provocándome más temblores y obligándome a cerrar los ojos.

—Que no es suficiente —comienza a trabarse mi voz, sus caricias me superan—. No sientes más que eso.

—Sí lo hago —susurra ahora sobre mi clavícula.

—Lucas, no estás enamorado de mí —le confieso, al fin, mi mayor temor. No pretendía hacerlo, pero él no parece querer dejarme ir.

Y yo sí estoy realmente enamorada.

Detiene, de repente, todo movimiento. Su boca se queda debajo de mi cuello y siento su respiración entrecortada. Lo único que se mueve es su pecho, que se llena y vacía entre pausas que parecen eternas.

Acaricio el cabello que cae sobre su nuca, lo atrapo con impulso entre mis dedos.

Entonces se incorpora y encuentra mis ojos con los suyos.

—Lo que siento por ti no podría ser más fuerte —asegura, sin sacarme de encima la mirada—. Si dices que no es amor, entonces no sé qué diablos sea.

Mis ojos comienzan a aguarse, sin que pueda evitarlo.

¿Por qué trae tantas dudas a mi cabeza?

Yo estaba tan segura de apartarlo, de no dejarme convencer.

Y ahora...

Junta sus labios con los míos otra vez. Cierro mis ojos y lo disfruto de nuevo, pensando en que probablemente sea la última vez.

Me estoy muriendo por él.

Me supera, me siento tan débil, sumisa.

La ternura de su boca sobre la mía, la manera en que aprieta mi cuerpo contra el suyo, invadiéndome con su calor, su dulzura. Siento que nada me puede pasar cuando estoy entre sus brazos. Comienza a besarme con mayor intensidad, pero lo contengo. Giro el rostro y me regaña con la mirada.

Entonces sube una mano y la desliza desde mi frente hasta mi mejilla. Me roza el rostro delicadamente.

—Dame una oportunidad —me pide, muy cerca de mi boca. Toma mi mano y la coloca sobre su pecho— Brenda, te estoy hablando con el corazón.

Sus latidos son acelerados, le dificulta respirar.

Niego, con la garganta apretada.

No debo dejarme llevar por sus palabras, por dulces que sean. Estoy muy confundida y debo pensar mejor en esto.

Su relación con Samantha, cualquiera esta sea, está presente aún.

Además, está Tadeo. Ese falso noviazgo lo estoy llevando adelante por él, y debo enfocarme en eso, mientras dure.

—No puedo...

Lucas echa la cabeza hacia atrás y aprieta los ojos con angustia, aparentemente derrotado.

Se ha quedado sin palabras. Y yo también.

Vuelve a verme y se mantiene así por unos segundos. Agacho la cabeza y me dispongo a retirarme por donde llegué.

Me duele todo por dentro.

Todo.

Me lleno del valor que necesito y me alejo en silencio, dejándolo allí.

Y entonces me empapan las lágrimas, porque yo estaba tan segura de no dejarme llevar por él. Y ahora me ha llenado de dudas.

Quiero darle esa oportunidad. Lo quiero más que nada.

Y parecía hablarme con sinceridad. Aun así, no me puedo lanzar a sus brazos sin pensarlo bien.

Necesito estar completamente segura de que en realidad me quiere tanto como yo a él.

Debo asegurarme, y que me lo diga no basta, si sus actos me demuestran otra cosa.

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¡Hola! Sé que nos quieren matar un poquito después de éste capítulo, pero tengan en cuenta que estoy de viaje y aún así nos esforzamos en publicar, para no dejarlas esperando más días 😊

Les quiero avisar que voy a estar en el avión durante muchas horas, por lo que no voy a poder contestar la mayoría de los mensajes. Lo haré cuando esté en tierra de nuevo.

¡Gracias como siempre! Mil besos y abrazos 😘

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