30. A veces, la verdad duele

Lucas y yo estamos fundidos en un abrazo tan profundo que ninguno de los dos dice nada. Sus brazos aferran mi cintura con ternura. El calor que me trasmite ha invadido todo. Me siento como si estuviera en un refugio, en una cueva a la orilla del mar, con una hoguera al costado y la arena colándose entre los dedos de mis pies. Mis ojos están cerrados y estoy segura de que los suyos también.

Nuestro contacto ha causado el efecto que buscaba. Está tranquilo, pacífico. Parece haber dejado de lado todo ese enojo que había mostrado últimamente.

Su rostro se mueve y su boca roza mi oreja suavemente, ocasionándome un cosquilleo que me hace estremecer. Suelto una risita involuntaria, mientras me aferro aún más a su cuerpo. Se me ha erizado la piel. Él se agacha un poco y ríe sobre mi cuello, haciendo que me sacuda aún más.

—Detente —le pido, entre risas.

—Lo siento, —se aparta de mí con cuidado y me mira a los ojos— por haberte tratado mal y besarte a la fuerza...

Ese beso... ¿Acaso fue otro de sus juegos?

Claro que lo fue. Me hubiese gustado creer que en verdad lo hizo por celos. Pero Stacy me contó que Bruno se acercó a pedirle otra oportunidad mientras yo no estaba. Así que es obvio que Lucas sólo me sacó de allí a la fuerza, para darle la oportunidad a su amigo de acercarse a mi hermana.

—Sé por qué lo hiciste, Lucas —le confieso, sin poder evitar llevar la vista abajo—. Y estuvo muy mal.

—Tienes razón, estuve mal —sus dedos sujetan con sutileza mi mentón y lo elevan hasta encontrar mis ojos con los suyos—. Y lamento mucho haber forzado un beso.

Se ve sinceramente arrepentido. Y, a pesar de la belleza de este momento, luce triste. Profundamente triste, como si el fondo de su alma se sintiera vacío.

Estoy por contestarle, cuando la puerta de la sala se abre.

—Lucas, ya está la cena —Eric enciende la luz y se detiene en nosotros—. Ah ¡Brenda! No sabía que estabas aquí —asegura.

Tiene una mirada que me dice que no le crea nada. Entrecierro los ojos, en reproche.

Lucas da un paso al costado. Parece bastante incómodo de que Eric nos haya encontrado tan cerca, en la sala en penumbras, iluminados solamente por la sutil luz del baño.

Me rasco la cabeza, cayendo en cuenta de lo embarazosa que es realmente esta situación. Principalmente porque ellos creen que Tadeo es mi novio y que detesto a Lucas.

—Bueno, vamos a comer —propongo, para salir de ese embrollo.

Apago el televisor, poniendo fin a la película que dejé por la mitad, y los tres pasamos al comedor.

—Hola, Lucas —mi hermana lo saluda con amabilidad.

—Hola, Stacy —él se sienta a un lado de ella, y yo al otro.

Comenzamos a comer y charlar animadamente. No puedo evitar percibir lo extraño de la situación. El chico que me gusta está aquí, sentado a la mesa con mi familia, hablando y riendo como si estuviera acostumbrado a nosotros. Y parece agradarles a todos.

En una noche se integra mejor de lo que lo he hecho yo en la familia de Tadeo, a pesar de cenar ahí a menudo.

Ni siquiera me había percatado antes de lo bien que, evidentemente, le cae a Eric. Bueno, es normal, comparten los mismos gustos musicales y la afición por ese arte.

Stacy bromea con él, se comportan como si en realidad fueran amigos. Sé que han compartido tiempo juntos cuando ella estaba con Bruno, pero esto parece hecho adrede.

—Esto está delicioso —reitera él, por quinta vez.

Mamá no deja pasar la oportunidad de cargar más su plato, al oír eso.

—Me alegra mucho que te guste tanto —le sonríe efusivamente.

—Hace tiempo que no como una buena comida casera —se lleva un pedazo de papa a la boca.

—¿A tu madre no le gusta la cocina?

Oh, no.

Me quedo helada al oír eso. Lucas también.

Continúa masticando en silencio y, luego de tragar, contesta.

—Mi padre suele cocinar, a veces —logra evadir la pregunta con naturalidad y, afortunadamente, mamá no insiste.

Terminamos de comer y ayudamos a levantar la mesa. Él no se comporta como un invitado más. Se pone de pie y nos da una mano. De hecho, es el primero en ayudar a mi madre a lavar los platos.

—Creo que mamá se está enamorando de Lucas —bromea Stacy, mientras se los escucha conversar con ánimos en la cocina.

Suelto un suspiro.

—Espero que sea la única aquí en hacerlo —pienso en voz alta, sin querer.

Ella me mira, indignada.

—No me gusta él, me gusta Bruno —contesta.

Y yo no lo decía por ella.

Eric trae el postre y nos sentamos de nuevo a la mesa.

Adoro la tarta de frutas. Es mi favorita, así que me sirvo un pedazo enorme.

—Ah, casi lo olvido —apunta Stacy—. Antes de fin de año, se realizará una exposición de danza.

—¡Qué buena noticia! —le contesto animada, mientras ella asiente reiteradas veces.

Sé la importancia que le da a su curso de danza. Especialmente desde este año, ya que el instituto al que acude es más prestigioso que el que teníamos en nuestra antigua ciudad.

—¿Irán a verme? —pregunta, enmarcando una sonrisa.

—Claro, cielo —le contesta mamá, orgullosa.

—Estoy muy emocionada, será muy bonito —continúa mi hermana—. Al inicio, cada padre le entregará una rosa a su hija.

Suspira ilusionada y yo me emociono por dentro.

Eso significa que veré a papá ese día.

O es lo que pienso, hasta que ella clava la vista en Eric y prosigue.

—Lo harás. ¿Verdad?

Él se conmueve por su petición, pero yo inclino la cabeza, sin comprender.

¿Le está ofreciendo el lugar que debería ocupar mi padre?

—¡Claro! —Eric se hincha como un pavo real y yo siento que me lleno de ira en un segundo.

—¿Y eso? —pregunto, enfadada—. ¿Por qué no se lo pides a papá?

Todos se sorprenden por mi comentario.

¿Es en serio? Lo extraño aquí es que ella le pida algo como eso a alguien que no es su padre.

Stacy se encoge de hombros.

—Porque prefiero que lo haga Eric —contesta, con naturalidad.

Arrugo la expresión. Me pongo de pie y descargo las palmas de las manos sobre la mesa.

—¿Estás loca? ¡Papá lo haría con gusto!

—No lo creo —responde ella, con esa mirada indiferente que pone cada vez que hablamos de él.

¡Me saca de mis casillas!

—¡Estás siendo injusta! —Me dejo invadir por la ira—. ¡Para eso tienes un padre!

Ella se pone de pie también, frunciendo ahora el ceño.

—¿De verdad? —Pregunta con ironía—. ¿Hablas del mismo padre al que invitaste a verte interpretar a la bella durmiente y no se dignó en aparecer?

Ahora sí golpeo la mesa con el puño. Mamá suelta un gritito asustado.

—¡Es que no tuvo tiempo! —lo defiendo.

—Chicas... —Eric intenta intervenir, pero ninguna de las dos le hace caso.

Stacy suelta un bufido.

—¡¿Acaso no ves que nunca tiene tiempo para nosotras?! —está gritando ahora—. No voy a estar como tú, llamándolo siempre, invitándolo a las actividades para que nunca aparezca. ¡Yo quiero que Eric esté ahí! —insiste—. Para mí, él se ha ganado ese lugar.

Estoy a punto de replicar, cuando Eric nos interrumpe, haciéndose oír.

—Brenda... Para mí sería un gran honor hacerlo —asegura—. No tienen que pelear.

Le lanzo una mirada irritada.

—¡Lo que tú quieras no importa! —contradigo—. Deberías entenderlo de una vez... ¡No eres nuestro padre!

—¡Brenda! —mamá me reclama, dolida.

Eric se muestra deshecho por mis palabras. Stacy se acerca a su lado y lo abraza.

—Para mí, sí lo eres —le susurra ella con cariño.

Todo hierve en mi interior. Me retiro a grandes pasos en dirección a la calle, histérica. Cruzo la puerta, apretando los puños y continúo sin detenerme durante al menos media cuadra. Comienzo a disminuir el paso y entonces siento que alguien viene detrás de mí.

Volteo la vista. Lucas está a solo unos pasos.

Me puse tan nerviosa allí dentro que ni siquiera fui consciente de que él presenció el espectáculo que armé. Mucho menos me iba a dar cuenta de que salió detrás de mí.

—¿Por qué me sigues? —le pregunto, de mala gana.

—Bueno, es de noche y eres una chica... —le lanzo una mirada agraviada—. Y no estoy diciendo que no te puedas defender —se apresura en aclarar—. Pero tampoco voy a dejar que andes sola.

Ahora siento vergüenza por la escena que lo obligué a presenciar.

Cruzo los brazos y continúo a paso lento durante más de dos cuadras. Él se limita a acompañarme en silencio.

Llego a la plaza del barrio y me ubico en un columpio. Lucas se queda de pie, observándome.

—¿Qué? —pregunto, llevando la vista a él.

Me muestra una leve sonrisa, comprensiva.

—Hace sólo dos horas me estabas hablando sobre lastimar a la gente que nos quiere... —pronuncia.

Aprieto la cadena del columpio con fuerza y desvío la mirada.

—No es igual—me defiendo.

Él se sienta a mi lado.

—A ver, dime por qué no.

—Esta cosa no nos va a sostener a los dos —le advierto erróneamente. Las cadenas son demasiado gruesas como para no hacerlo. Además, es un columpio compartido, es obvio que está preparado para ello.

Él advierte que solamente quiero desviar la conversación.

—Eric siempre me habla de ustedes dos —insiste—. ¿Acaso no te das cuenta de que en verdad te aprecia?

—Sí, lo hago —le aclaro—. Y yo también lo aprecio, pero tengo razón en que no es mi padre.

—Tal vez para ti no —sugiere—. Pero Stacy parece pensar lo contrario.

—Sólo porque ella era más pequeña cuando papá se fue —repito la justificación que tengo grabada en la cabeza.

Él se acerca un poco más.

—Brenda... No se trata de eso —mueve mi cabello con una mano, ubicándolo detrás de mi oreja. Y yo disfruto el contacto, con una inclinación de la cabeza.

—Tú no podrías entenderlo...

Se queda en silencio por unos instantes y luego contesta.

—Justamente, lo entiendo porque estoy en una situación similar a la de ella —él me habla dulce, sincero, con mucha delicadeza para no hacerme enojar. Llevo mi vista a la suya y continúa—. ¿Sabes que Gloria es lo más parecido a una madre que tengo?

Asiento levemente. Se nota que ella también lo quiere demasiado.

—Y digo que es lo más parecido a una madre, porque no sé qué se siente tener una —continúa—. Pero estoy seguro de que eso es lo que ella significa para mí.

—¿Por qué? —indago, para entenderlo mejor.

—Siempre se ha ocupado de mí. Los mejores recuerdos que tengo son junto a ella —comienza a explicar, con una sonrisa que delata la evocación de lindos momentos en su mente—. Cuando era niño, pasaba horas enteras jugando en su oficina, en el estudio. Y no hubo una sola vez en que me haya enfermado, sin que esté pendiente de mí. De hecho, me prepara una sopa de pollo horrible y tengo que fingir que me encanta.

Reímos a la par.

—Yo también tengo muchos recuerdos de niña con mi padre. Viajaba mucho, pero las veces que venía nos traía regalos. Él me obsequió el colgante de gatito de mi celular, el que tú perdiste —le recuerdo.

Él sonríe con picardía.

—No lo perdí —se defiende—. Lo guardé en mi billetera y estoy seguro de que ya lo tienes contigo.

Me sonrojo al instante al comprender que, por alguna razón, sí lo había atesorado.

Le golpeo ligeramente con el hombro, con timidez, haciéndolo reír de nuevo.

—Hablando en serio, —continúa— creo que Gloria es la persona que mejor me conoce en el mundo. Y estoy seguro de que, si llegara a conocer a mi madre ahora, seguiría prefiriendo a Gloria —confiesa.

Agacho la cabeza.

En el caso de Lucas es entendible. Pero mi hermana...

—Stacy conoce a Eric desde hace tres años, nada más —insisto, tratando de convencerlo de lo absurdo de todo esto.

¿Cómo es posible que le tenga más aprecio que a su propio padre?

Él termina por borrar el poco espacio que quedaba entre su hombro y el mío.

—El tiempo influye, sí, pero no es lo más importante.

Acerca su mano y le hace una caricia con el dorso a la mía.

—¿Entonces qué se supone que es? —le pregunto.

No entiendo... Para mí, lo más valioso son los lazos de sangre y el tiempo compartido.

—Lo que importa es el cariño —explica—. La calidad del tiempo que compartes con alguien, no la cantidad.

Me quedo en silencio.

Hace años que papá no comparte tiempo de calidad con nosotras.

Suspiro, mirando al cielo estrellado, recordando que en todo este año aún no lo he visto, a pesar de vivir en la misma ciudad.

Si tan sólo pudiera prestarnos un poco más de atención.

—No es justo —exclamo—. Stacy debería esforzarse más por ver a papá. Si nunca lo invita a las actividades, ¿cómo pretende acercarse a él?

Lucas se toma un minuto para pensar.

—Tal vez es justamente eso —intenta explicar—. Ella simplemente no pretende acercarse a él.

Lo miro un poco indignada.

—¡Pero si es su padre!

Él se encoge de hombros.

—Sí, pero tal vez no necesita a su padre biológico —insiste—. Tal vez encuentra en Eric todo lo que necesita de un padre. Y con eso es suficiente para ella.

—No es justo —pronuncio, apretando los dedos.

Lucas parece entender muy bien el punto de vista de mi hermana. Yo, por el contrario, no.

—No vas a cambiar su manera de percibir las cosas —me regaña ligeramente—. Sólo tienes que aceptar lo que ella siente.

—Pero, ¿cómo puede sentir eso? ¡No me cabe en la cabeza!

Él suelta una risita discreta.

—Es que, de eso se tratan los sentimientos, Brenda —expone—. No se supone que debas entenderlos. Sólo aceptarlos.

Me cruzo de brazos, pero él prosigue.

—¿Nunca te ha pasado que quieres a alguien con todas tus fuerzas y no entiendes cómo? —Me observa profundamente— Y, aunque lo niegues e intentes ocultarlo, esos sentimientos están ahí. No tiene sentido intentar entenderlos porque, simplemente no tienen explicación lógica.

Asiento, porque eso es exactamente lo que me pasa con él.

—Bueno, es eso —sonríe. Parece ligeramente avergonzado por haberme hablado con tanta sinceridad.

—¿A ti te ha ocurrido algo así? —la duda se escapa de mis labios, sin que pueda detenerla.

Se asombra un poco por mi pregunta y se mantiene pensativo por unos segundos, hasta que vuelve a hablar.

—Sí, es curioso. Entre más me negaba a mis propios sentimientos, más presentes estaban y me frustraba no entenderlo.

Recuesto mi cabeza sobre su hombro.

Ahora comprendo un poco más.

—¿Estás cansada? ¿Quieres regresar? —parece haber entendido mi caricia como una muestra de agotamiento.

Niego.

—Aún no estoy lista para volver a casa —me pongo de pie y le acerco mi mano—. Me gustaría caminar un poco, antes.

—Vamos —se pone de pie también y lía sus dedos entre los míos.

Comenzamos a recorrer el parque, despacio y sin soltarnos. La noche está tranquila, en intensa calma. Las calles que rodean la plaza están vacías, pero no me asustan. Me siento a gusto a su lado. Su toque es ligero pero seguro. Cada tanto acaricia mis dedos con los suyos, con roces tan delicados que me hacen dudar si lo hace adrede o no.

—Lamento que hayas tenido que ver el escándalo que armé en la cena —me disculpo.

Él sonríe, pero no me mira.

—Tampoco es como si fuera la primera vez que armas un escándalo —bromea—. Comencé a acostumbrarme a la tercera o cuarta vez.

Río y le golpeo el brazo con el puño.

—¿Vas a disculparte con las personas a quienes lastimaste en los últimos días? —le consulto al cabo de unos minutos de silenciosa caminata.

—Sí, lo haré —lleva la mirada a mí—. Tengo que pedir perdón a papá, a Gloria, a Sam, a Bruno, incluso a Francis... Bueno, una lista un poco larga—sonríe con tristeza.

—Si te parece muy larga, podrías excluir a Samantha —sugiero.

Él comienza a reír y me sumerjo unos segundos en su risa.

Es tan lindo.

—Tú también deberás disculparte con Stacy y Eric —me recuerda.

Hago una mueca que expresa disconformidad.

—Con Stacy sí —acepto—. Pero insisto en que a Eric sólo le dije la verdad.

Su mirada se apaga.

—A veces, la verdad duele —comenta. Su expresión me hace comprender que hay una verdad que lo está lastimando. Tanto, que debe ser la razón por la que se ha estado comportando como lo hizo.

Me gustaría preguntarle al respecto, pero no me animo. Si se hubiera tratado de su padre ya me lo habría dicho. Se nota que es algo de lo que no quiere hablar.

—¿Estás bien? —me contento con hacer el intento, a pesar de no poder ser tan directa.

—Sí —responde, aunque no con la seguridad que esperaría—. Sólo... no te preocupes por mí.

Es imposible que no lo haga. Pero si Lucas no está listo para sincerarse conmigo, no debería insistir.

Caminamos hasta casa y siento apremio por tener que soltar su mano. Parece sentir algo similar, porque alarga el contacto mientras nos despedimos.

—Diles gracias a todos, de mi parte —me pide en la entrada principal.

Asiento y le doy un beso en la mejilla.

—Puedes venir otro día y decírselos tú mismo —propongo, procurando no hacer tan obvio el hecho de que me muero por tenerlo aquí de nuevo.

Me muestra una mirada traviesa.

—¿No le va a molestar a tu novio que yo venga a tu casa? —pregunta.

Demonios, por un momento olvidé que supuestamente tengo novio.

—Sí, es verdad. Olvídalo —me excuso.

Entonces suelto su mano porque me doy cuenta de que me he sobrepasado al estar así con él.

—Adiós —volteo, antes de que me encuentren las ganas de besar sus labios.

—Nos vemos, Pulga —escucho a mis espaldas, cuando me dispongo a entrar a casa.

Me voy directo a la cama. Stacy me da la espalda, aún molesta.

No entiendo del todo bien lo que siente con respecto a Eric. Sin embargo, ahora sé que no la puedo reprochar. La culpa en parte es también de papá.

Pero yo voy a esforzarme por arreglar la situación con él.

Estoy segura de que le importamos.

A pesar de lo que piensen los demás, él nos quiere mucho.

Por un instante recuerdo a la madre de Lucas. La manera en que se fue, dejando a su hijo sin volver a verlo nunca más.

Me parece muy cruel. Pero mi padre no es así.

No, él no lo es.

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