22. Ni el héroe ni el villano
El canto de las aves me avisa que ya es de día. Mis ojos siguen cerrados, pero percibo que el sol me está dando directamente sobre ellos.
Stacy debió haber dejado la ventana abierta.
La cabeza me gira y pesa como si fuera de plomo. Me aferro más a mi almohada, pero la siento firme, dura. Extiendo las manos para palparla mejor y comienzan a llegarme flashes de todo lo ocurrido la noche anterior. Y entonces comprendo...
No estoy en mi habitación.
Y esto sobre lo que apoyo mi cabeza, no es mi almohada.
Es el pecho de Lucas.
Abro los ojos, asustada y me incorporo levemente, lo cual es todo lo que el dolor de cabeza me permite ahora mismo.
Él continúa durmiendo apaciblemente.
—Oh, Dios —exclamo sin pensar y le doy un golpe para apartarlo de mí.
Gruñe en sueños cuando lo empujo y, con la mano que tiene detrás de mi espalda, me atrae más hacia él.
—¡Suéltame! —me escandalizo, empujándolo con más fuerza.
Si tan sólo pudiera ponerme de pie ya lo habría hecho. Mi cuerpo se rehúsa a darme el impulso que necesito.
Me da la sensación de que un tren me ha llevado por delante.
Lucas abre los ojos y parpadea varias veces, hasta fijarse en mí.
—Pulga... ¿Qué pasa? —pregunta, como si nada.
¡¡Como si nada!!
—¿Qué pasa? —repito, perpleja— ¡¿Estás bromeando?!
Él se sienta, tapándose el oído que da hacia mí.
—Es demasiado temprano para que grites así —se queja. Agudiza la vista en dirección a su reloj de pulsera—. Las seis y cuarto —comenta en voz alta.
Entonces me mira de nuevo y sus ojos bajan directamente a mis labios. Se acerca un poco, con la clara intención de besarme.
—Ni se te ocurra, idiota —me levanto, sin pensar demasiado en que me va a costar mantener la compostura.
—¿Por qué me tratas así? —él apoya su codo sobre su rodilla y comienza a reír.
—¡Esto no es gracioso! —replico—. ¿Qué diablos estábamos pensando anoche? ¿Qué hicimos?
Me coloco mejor su campera, que todavía cuelga de mis hombros, y me paseo con dificultad por la terraza, tomándome la cabeza con las manos.
—Bueno, hicimos muchas cosas... —comenta. Ni siquiera quiero voltear a mirar su expresión presuntuosa—. Si quieres detalles, podemos recrear las mejores partes.
¡Arrrrgh! ¡Lo detesto!
Me agarro de los pelos, pero no le doy el gusto de replicar.
Me fijo en las botellas de champagne vacías.
¡Qué vergüenza!
Si no tuviera tanto miedo a las alturas consideraría seriamente arrojarme desde aquí.
—Esto no puede ser posible —exclamo, con mis manos tapando mi rostro.
Percibo que se acerca despacio.
—¿Por qué lo dices? —pregunta.
Aparto mis manos y me fijo en su rostro, que ahora está delante del mío.
No lo entiendo. Parece que tuviera muchas cosas en la cabeza, al igual que yo. Pero no luce perturbado, sino en calma. Expectante.
Es como si quisiera decirme algo, pero no se anima.
Como sea, me molesta que me mire así. Tan cerca.
Recuerdo que fui yo quien propuso alejarnos del bar a solas y tomar alcohol una vez que llegamos aquí.
Me vienen a la mente fracciones de las conversaciones que tuvimos y la manera en que yo lo seducía descaradamente.
Le dije e hice cosas tan vergonzosas que no tengo idea de cómo verlo ahora.
Parece leer en mi mirada, porque la suya se apaga. Al ver que no le contesto, prosigue.
—No te pongas así... —intenta acercarse un paso más, pero me alejo.
Es sencillo para él decirlo. Debe estar acostumbrado a despertarse con alguna chica en sus brazos, después de cada concierto.
Yo, sin embargo. Nunca hice algo como esto.
Y encima con él... dejando salir afuera todo lo que siento. Estos sentimientos que me abruman desde hace tiempo y que me propuse reprimir.
—No creas ni por un segundo que esto se volverá a repetir —advierto.
Él deja caer los hombros e inclina levemente la cabeza en señal de decepción.
Lo siento, Lucas. Pero yo no soy así.
—Tampoco vuelvas a mencionarlo —sentencio.
Lleva su mano al mentón y parece que va a protestar, cuando volteo y me alejo hacia el ascensor.
No voy a darle la oportunidad de burlarse de mí.
Aparentemente lo entiende, porque me sigue en silencio.
Aprieto el botón con insistencia, sin mirarlo.
Éste debe ser sin duda el momento más incómodo de mi vida.
Las puertas se abren, ingreso y me recuesto contra la pared, sujetando mi cabeza con una mano. Me pesa como nunca.
A pesar del susto que me provocó despertar a su lado, la fatiga comienza a hacerse presente.
Sólo pienso en alejarme de él y descansar en mi cama.
Mientras el ascensor baja, percibo su vista sobre mí.
—¿Aún te sientes mal? —pregunta de repente.
—Claro que sí —enfatizo—. Nunca antes había tomado.
Prefiero que él piense que en realidad todo, absolutamente todo lo que pasó, se debió exclusivamente a los efectos del alcohol.
Que nada de eso tuvo que ver con mis sentimientos hacia él.
Durante un instante me imagino lo que significaría que Lucas se dé cuenta de que lo que provoca en mí no se parece en nada a ese desprecio que siempre le demuestro.
Sería un motivo eterno de burla.
Las puertas se separan en la planta baja y salgo primero, con él siguiendo mis pasos.
El guardia de la entrada se despide con un gesto de la mano y Lucas hace lo mismo.
Genial. Un testigo de éste bochorno.
Me alejo lo más rápido que puedo hacia la calle. Con un poco de suerte, no me reconocerá cuando vuelva por aquí para la pasantía.
Detengo al primer taxi que veo pasar y subo con prisa. Lucas ingresa detrás de mí, así que me corro al asiento de al lado. Le doy al taxista la dirección de casa y él se pone en marcha.
Me reclino contra el vidrio y observo las calles mientras nos movemos.
Cualquier cosa con tal de no mirar a Lucas.
La garganta seca me hace notar que me abruma una sed excesiva.
Cuando bajamos del vehículo al llegar a casa, camino más rápido que él, para alejarme. Especialmente porque el sabor de sus labios todavía lo siento en la boca.
—Entonces... —dice cuando estamos llegando a la entrada— Para ti no pasó nada, y ya.
Volteo a verlo, desconcertada. Su tono es de fastidio, casi como un reclamo.
¿Qué es lo que espera de mí?
—Lucas, no soy una de tus conquistas de fin de semana —afirmo.
—No, no lo eres —revela—. Es sólo que me molesta que te comportes como si lo que pasó anoche fuera el fin del mundo.
Arrugo los ojos. La intensa luz del sol me está incomodando demasiado como para tener que lidiar con esta conversación ahora mismo.
—Si no es el fin del mundo, se le parece —replico.
Se muerde el labio, irritado por mi declaración, y se acerca con firmeza.
—Estás actuando como si esto no hubiera ocurrido antes —me desafía.
No me dejo intimidar, levanto el mentón y me acerco más.
—Lo que pasó el otro día en la feria fue un insignificante beso —contradigo—. No puedes compararlo.
Tuerce una sonrisa.
—Sabes que no estoy hablando de eso —confiesa con seguridad—. Sino de la noche en casa de Francis.
Me quedo sin aire por un instante.
¿Se refiere a la noche en que lo seduje en el sótano? Pero se supone que él no sabe que se trataba de mí. ¿O acaso siempre lo supo?
Ahora sí siento que me voy a desvanecer. Éste es, en definitiva, el día más bochornoso de mi existencia.
Se da cuenta del efecto macabro que su revelación ocasionó en mí. Entonces vuelve a hablar, porque es obvio que yo me quedé sin palabras.
—A diferencia de lo que crees, Brenda. No soy ningún estúpido.
La furia que me azota es tan grande que la resaca pasa a un segundo plano.
Ahora ya entiendo su juego. Por culpa de lo que hice esa noche, cree que soy una chica fácil de conseguir.
—No eres un estúpido —afirmo —. Eres un idiota, un tarado y un engreído —lo empujo con fuerza.
Mis mejillas queman. La vergüenza y la rabia que siento ahora me obligan a voltear rápidamente para entrar a casa. Mis manos tiemblan cuando intento insertar la llave en la cerradura.
Ingreso aprisa y le cierro la puerta en la cara. Me recuesto contra ella respirando con dificultad.
Una vez más, sólo está jugando conmigo.
Me bebo al menos un litro de agua antes de subir a mi habitación. Recién ahí me doy cuenta de que aún llevo puesta su campera. Su perfume está impregnado en ella y me hace estremecer. La guardo en uno de mis cajones, para que nadie la vea al día siguiente.
Me pongo el pijama y me meto en la cama, flexionando las piernas y tomándolas entre mis brazos, bajo la frazada.
Stacy duerme profundamente, de espaldas a mí. Me he acostumbrado tanto a juzgarla por estar con Bruno que no me había dado cuenta de que estoy haciendo algo similar.
Me gusta alguien que nunca me va a tomar en serio.
Y no lo puedo evitar.
Sigue apareciendo en mi mente su figura encima de mí, su aliento fresco sobre mi cuello, el roce de sus labios en mi piel.
Ahogo un lamento y me abrazo con mayor intensidad.
Recuerdo la vez en la feria, cuando bajamos de la montaña rusa y él tomó mi mano con cariño durante largo rato, para confortarme.
Lucas tiene cierto modo de hacerme sentir especial.
Tal vez por eso permití que su encanto me supere.
El lunes me dirijo al colegio con todas las intenciones de esquivarlo. Y lo hago.
Él tampoco se acerca a mí. Se sienta al lado de Bruno, como siempre, y los veo charlar de forma animada. Evidentemente, no le afecta en nada lo ocurrido el fin de semana.
¿Y qué me importa? Otra vez le estoy prestando atención.
Llevo la vista a mis apuntes e intento no levantarla hasta que termina la primera hora de clase.
Salgo al recreo a buscar a mi mejor amigo, cuando Samantha me alcanza en el pasillo y me corta el paso.
—¿Qué ocurrió el sábado entre Lucas y tú? —me interroga directamente.
Levanto una ceja.
—No es tu problema —le respondo.
Sus dos amigas se ubican detrás de mí, impidiendo que me aleje.
—Sí lo es —replica— Estaba conmigo hasta que se fue detrás de ti.
Le lanzo una mirada hastiada. En verdad mi humor no está como para soportar sus absurdos berrinches.
—Entonces, deberías reclamárselo a él —le respondo sin mucha cortesía.
Volteo con la intención de esquivar a su séquito de bobas, para retirarme. Pero siento que me tira del hombro con enojo.
—Aléjate de él, Allen —me advierte.
Aparto su brazo con rabia.
A mí nadie me pone un dedo encima.
Samantha está exageradamente molesta por la humillación y jala mi cabello a un lado.
La empujo, pero ella no me suelta, lo cual hace que el tirón me duela aún más. Algunos compañeros comienzan a salir del curso al oír la conmoción.
No me importa.
Hasta ahora no le cobré el café que me derramó encima una vez. Se merece que la ponga en su lugar.
Sujeto con fuerza el brazo con el que está tomando mi cabello y le clavo mis uñas para lograr que me suelte. Entonces, una de sus amigas me golpea por detrás, mientras la otra me estira de la muñeca para que libere a Samantha.
—Suéltenme... ¡Malditas! —me quejo y forcejeo, pero son tres.
Bruno se acerca en ese instante.
—Uhh, nada mejor que empezar el día con una pelea en el barro —se burla en voz alta—. Lo único malo es que no sé si apostarle a las barbies o a la tarada.
—Te voy a matar, Belotto —me quejo, mientras hinco a Samantha con todas mis fuerzas.
Al verlo a él, una de sus amigas me suelta para arreglarse el cabello. Entonces aprovecho el momento para empujar a la otra hacia atrás y hacerle perder el equilibrio. Ella cae al suelo y comienza a soltar maldiciones.
Esa ventaja me permite concentrarme únicamente en Samantha, a quien arrincono contra la pared.
Lucas sale a prisa por la puerta del curso e intenta meterse entre nosotras.
—¿Se han vuelto locas? —pregunta con asombro.
—Bueno, a Allen no le faltaba demasiado para eso —apunta su mejor amigo, haciendo reír a quienes ahora nos rodean.
Siempre metiéndose conmigo.
Samantha suelta mi cabello al instante mismo en que siente la mano de Lucas sobre su piel. Yo sigo sin liberar su brazo.
No voy a dejar pasar este ataque.
—Brenda, suéltala —me pide él.
—Ella empezó —me quejo, sin sacarle de encima mi mirada a mi adversaria. Ahora muestra una expresión de víctima que podría engañar a Lucas, pero a mí no.
—Sólo le pedí que no se te acerque —se defiende ella.
Le aprieto el brazo con más fuerza. La próxima vez va a pensar dos veces antes de atacarme.
—¿Entonces la pelea es por Lucas? —Bruno se alegra de tener un motivo más para burlarse de mí.
Lucas suelta un suspiro de frustración.
—Brenda, déjala ya —ahora me ordena, visiblemente harto—. Por favor —agrega, suavizando el tono en un instante.
Tengo que admitir que al menos ya sabe que no voy a aceptar una orden suya, a excepción de que la transforme en una petición cordial.
Estiro el brazo de Samantha, acercándola un poco más a mí por un momento.
—No vuelvas a molestarme porque te voy a echar todos los dientes —la amenazo.
Entonces la suelto sin cuidado.
Lucas le coloca la mano en el hombro y la aparta hacia el exterior.
—Vamos, Sam. Tengo que hablar contigo —manifiesta, mientras se retiran.
Por inercia me voy hacia el otro lado, evitando la mirada atenta del resto de los compañeros. Apenas doblo el pasillo escucho que comienzan a murmurar y reír, con Bruno a la cabeza.
Me dejo caer contra la pared una vez que estoy a solas.
Recuerdo la mirada de aflicción de Lucas y luego, la manera en que apartó a Samantha para ir a explicarle quién sabe qué.
O tal vez fue a disculparse por haberla dejado el sábado para estar conmigo.
Una cosa es evidente. Alguna aclaración le debe a ella. Y por algo será.
Me incorporo y me dirijo a buscar a Tadeo para pasar el resto de la hora libre en su compañía. Necesito su buen humor para olvidarme de todo. Pero prefiero no comentarle nada al respecto. No puedo decirle que Samantha me atacó por lo del sábado porque, obviamente, no le conté nada sobre eso.
Por mucho que aprecie a mi mejor amigo, la vergüenza que siento aún me supera.
De todos modos, pasamos un buen rato, y eso me ayuda a enfrentar el resto del día a pesar de las miradas de burla que me lanza la mayoría de mis compañeros durante las clases siguientes.
Aguardo de nuevo a mi amigo a la salida, sentada en una banca al costado de los portones. Quedamos en caminar juntos de ida a nuestras casas.
Stacy sigue sin dirigirme la palabra. Y mucho menos desde el sábado, luego del escándalo que monté en el bar cuando la vi besándose sin decoro con Bruno.
La veo pasar abrazada a éste y no puedo disimular mi cara de asco.
—Mira, ahí está tu hermana —Bruno finge que le caigo bien y me saluda con un movimiento de la mano—. Nos vemos, Brenda.
Levanto mi dedo del medio y me rasco con éste la frente, en su dirección.
Él se echa a reír mientras Stacy pone mala cara al notar mi gesto.
Lucas, que estaba caminando detrás de ellos, se excusa y se acerca a donde estoy. Los otros dos cruzan el portón y desaparecen de mi vista.
Le sostengo la mirada mientras se sienta a mi lado y deja su mochila al costado. Recuesta el torso sobre su codo, observándome.
—Brenda, ¿podemos hablar un momento?
—¿No ves que estoy ocupada? —pregunto, de mala gana.
Él mira alrededor, confirmando que en realidad sólo estoy sentada allí.
—Pero si no estás haciendo nada... —persiste.
—Lo cual es mucho mejor que hablar contigo —replico.
Su expresión se descompone. Lleva la vista a otro lado y agacha levemente la cabeza.
—¿Tan difícil es que nos llevemos bien? —murmura más para sí mismo.
¿En verdad se pregunta eso, después de haberme ocultado que sabía que era yo la chica que le escribía esos mensajes vergonzosos?
¡Jugó conmigo cuando yo intentaba jugar con él!
No hay nada más humillante que eso.
Ah, sí. La manera en que lo coqueteé el sábado. Eso es incluso peor.
—Tal vez si dejaras de meterme en tus líos amorosos —le echo en cara que Samantha me haya atacado en el pasillo.
—Bueno, de eso quería hablarte —se anima un poco más—. Conversé con Sam y no volverá a molestarte.
—Eso es evidente, a menos que quiera que la deje más fea de lo que es —me levanto de un salto al ver a Tadeo bajar las escaleras—. Me encantaría seguir hablando de tu novia, pero me tengo que ir.
Levanto mi mochila y aprovecha el breve retraso, para hablar.
—Sam no es mi novia.
Me lo vuelve a aclarar, a pesar de que ya lo había hecho antes. Pero me comporto como si me diera igual.
—Seguro que no —me encojo de hombros—. Después de todo, Bruno y tú no son serios con nada.
Volteo y me alejo unos pasos, cuando él vuelve a llamar mi atención.
—¿Hasta cuándo voy a seguir siendo el villano, para ti?
Giro de nuevo, molesta.
—No lo eres, Lucas. No eres el héroe ni el villano —me aseguro de mirarlo a los ojos, porque quiero convencerlo—. Para mí, simplemente no existes.
No me quedo a esperar su reacción. Retomo mi camino hasta alcanzar a mi amigo, quien me mira sin comprender.
—¿Pasó algo con Lucas? —me pregunta confundido.
—No es nada... ¿Por qué lo preguntas? —entrelazo mi brazo al suyo, mientras salimos a la calle.
—Porque tenía una expresión terrible...
Me descoloco por un instante.
¿Acaso mis palabras lo lastimaron?
No, eso no es posible.
""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""¡Hola! Quiero agradecer a todos los que comentan y votan siempre 😍 😍
El capítulo anterior fue muy bien recibido. Me llena de emoción saber qué piensan al respecto cada vez que publico. Leo cada uno de los comentarios que dejan, aunque no pueda responderlos todos 😘 Me hacen muy feliz.
¡Les mando un abrazo y espero que hayan disfrutado!
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