19. El amor es ciego

Bajo al comedor la mañana del sábado. Todos están sentados alrededor de la mesa del desayuno. Saludo en voz muy baja y tomo mi asiento.

—¿Y bien? —pregunta mamá, adoptando un tono divertido—. ¿Cómo estuvo la salida anoche?

—¡Genial! —Stacy parece haber estado esperando esa pregunta—. Justamente, ahora Bruno me está escribiendo sobre lo bien que pasó conmigo.

Suspira y aprieta su celular contra su pecho.

Es muy temprano para hacerme sentir náuseas.

—¡Qué lindo! Debe ser un buen chico —comenta mamá.

Yo suelto automáticamente un bufido, sin poder evitarlo.

Stacy me lanza una mirada molesta y luego dirige la vista de nuevo a ella.

—Es maravilloso —comenta con voz soñadora—. Es atento, dulce y varonil.

¿Atento...?

¿Dulce...?

¿Qué?

Ahora ya no puedo aguantarme.

—Espera un momento, ¿seguimos hablando de Bruno Belotto?

Ella me vuelve a mirar mal.

—Es que a Brenda no le agrada... —le lanza a mamá una mirada triste, parpadeando débilmente.

—¿Dijiste Belotto? —Eric nos interrumpe—. ¿El chico que toca en Musageta?

Sonrío maliciosamente y me sueno los dedos.

¡Claro! Eric conoce a Bruno. Debe imaginarse la clase de persona que es en verdad. Y él siempre se muestra muy protector con Stacy.

—El mismo —aclaro.

—Oh... —la expresión de Eric se transforma en algo distinto.

Lo sabía.

—¿Te agrada, cariño? —le pregunta mamá, al notar su cambio.

—Bueno... —él inclina la cabeza y hace una mueca de duda—. Definitivamente sí es varonil...

Contengo la risa y Stacy frunce el ceño al notar que Eric no parece estar del todo de su lado.

—Me pregunto si Lucas te escribió también a ti... —mi hermana revierte la situación con ingenio.

Por supuesto que Lucas no me escribió y ella ya se lo imagina. Además, yo sé que él no tiene su celular, porque está en mi habitación.

Me encojo de hombros.

—¡Cierto! —Eric nos interrumpe, mostrando ahora una amplia sonrisa—. Me enteré de que saliste con Lucas anoche.

Comparte con mamá una mirada pícara y me siento ruborizar.

—Con él no pasa nada —me apuro en aclarar.

No quiero que empiecen a tener ideas absurdas.

—¿Sigue sin agradarte por el problema que tuvieron? —pregunta mi padrastro.

¿Eric ya sabe que fue Lucas con el que peleé?

Mamá debió haberle contado anoche.

—Sí, es un tonto —resumo.

—No es un mal chico, deberías darte una oportunidad de conocerlo —sonríe de nuevo.

—A mí también me agrada —agrega mamá—. Se nota en sus ojos que es bueno.

Llevo la mirada abajo, avergonzada, porque me hizo pensar en sus ojos azules.

—¿Sabían que Bruno compone la mayoría de las músicas de su banda? —expone Stacy, con orgullo.

—¿De verdad? Creí que lo hacían Lucas y Vanesa —revela Eric.

Ése Bruno es un maldito mentiroso.

Continúo untando manteca en mi tostada, mientras Stacy habla sobre las bondades de Bruno y lo increíble que se portó en la cita.

El que dijo que el amor es ciego, no podía estar más en lo cierto.

El lunes me estoy preparando para ir al colegio cuando estiro un pantalón y me fijo en el fondo de mi armario. Mi vieja mochila está ahí. En ella, aún se encuentran las pertenencias que le había sacado a Lucas el día de la fiesta en casa de su amigo Francis.

Tal vez sea hora de devolverle todo.

Acomodo una bolsa en la mochila que uso ahora y meto dentro su ropa, luego su celular y, por último, me fijo en su billetera. No resisto la curiosidad de revisar su contenido. Y afortunadamente lo hago, porque encuentro en uno de sus compartimientos la llave de su casillero. Y, en otro, algo que no me esperaba.

El colgante de gatito de mi celular.

Estoy segura de que él había afirmado que lo perdió en el colegio, la vez que le pregunté al respecto.

¿Acaso sólo quiso atesorar algo mío?

No, eso es absurdo.

Lo guardo en un cajón de mi cómoda. Después de todo, es mío. Y lo más probable es que haya llegado a su billetera por error y él ni siquiera esté enterado de ello.

Termino de preparar todo y me dirijo al colegio.

Lo primero que hago es llegar al área en la que se ubican los casilleros. Localizo el de Lucas y me dedico a esperar a que nadie más se mueva por ahí. Me toma unos minutos encontrarme a solas. Entonces, lo abro utilizando la llave y deposito dentro la bolsa con sus pertenencias. Luego lo cierro y tiro dentro la llave, por la ranura.

Subo los escalones que llevan al aula, a prisa. Debido a ese desvío, se me hizo tarde para llegar a clases.

Al ingresar rápidamente por la puerta choco con alguien, el impulso no es demasiado, pero casi la llevo al suelo.

—Ten cuidado, estúpida —Samantha hace un drama, como siempre. Se agarra el hombro como si le doliera por mi golpe.

La ignoro. Es la mejor manera de hacerle daño.

Me fijo en Lucas, quien está detrás.

—Hola —lo saludo al pasar.

—Hola, Brenda —él me muestra una sonrisa.

Samantha le lanza una mirada cargada de reproche, ofendida porque me devolvió el saludo.

Su enojo no hace más que alegrar mi mañana.

La hora de clase transcurre sin mayores inconvenientes. Hasta que me ubico en la fila que se ha formado delante del escritorio del profesor, para mostrarle mi trabajo terminado.

—Entrego esta mierda y me voy —escucho una voz familiar a mis espaldas. Estoy segura de que se trata de Bruno.

—Ten cuidado de que no los pillen —la voz de Lucas me hace parar la oreja—. ¿A dónde la llevarás?

—Al depósito de deportes —le responde el otro.

El profesor controla mi trabajo y me marca en rojo algunas correcciones por hacer. Me retiro de nuevo a mi lugar, pero ya no puedo concentrarme en nada más que en esos dos.

Los observo con cuidado.

Bruno llega junto al profesor y lo veo hablarle un buen rato. Luego, el hombre asiente y él se retira satisfecho a su pupitre. Deja su cuaderno sobre la mesa y le dice algo a Lucas entre risas. Entonces se dirige a la puerta de salida y se pierde tras ella.

Ése idiota se va a escapar de clases con mi hermana.

Me pongo de pie al instante y prácticamente corro hasta la mesa del profesor, ignoro la fila de alumnos y cruzo por el costado de ella, hasta llegar junto al hombre.

—Necesito ir al baño —le digo.

—Allen, aún falta una hora para el receso.

—Por eso, es urgente —insisto.

Algunos compañeros que están delante sueltan risas burlonas.

—Y ya terminé el trabajo —agrego, para convencerlo.

—Está bien, vaya.

Le doy las gracias y salgo del curso a toda prisa.

—Brenda se está haciendo encima —escucho desde afuera a una de las chicas que me había oído y la risa se hace general.

Los ignoro y me dirijo rápidamente hacia la escalera.

Si tengo suerte, podré llegar a tiempo.

Salgo al pasillo y luego al exterior. No se ve a Bruno ni a Stacy por ningún lado.

Entonces me dirijo al área de deportes y ubico con la mirada el depósito donde se guardan los accesorios. Me acerco por el costado y trepo hasta una parte del techo donde se ve un tragaluz.

Veo a Bruno adentro y la sorpresa me golpea al darme cuenta de que la chica que está con él no es Stacy.

Es una de sus compañeras de aula.

Así te quería pillar, infeliz.

Me acomodo mejor sobre la loza y extraigo mi celular para registrar el momento. Con esto bastará para que se dé cuenta de que su príncipe azul es en realidad un ogro.

Intento enfocar el momento mismo en que comienzan a besarse, cuando siento a alguien ubicarse detrás de mí y una mano estira mi celular, arrebatándomelo.

—Devuélveme eso —volteo enojada, encontrándome con Lucas.

—Cuando saliste corriendo de la clase supuse que lo habías seguido —me lanza una mirada reprobatoria—. ¿Por qué no los dejas en paz?

Estiro mi mano de nuevo, intentando tomar mi celular. Pero él lo lleva hacia el otro lado.

—No voy a dejar que este imbécil se burle de mi hermana —le golpeo el hombro.

—¿Burlarse? ¡Pero si quieren estar juntos!

Él parece no comprender a qué me refiero. Ruedo los ojos y me aparto de la ventana, para darle paso a su vista.

—¿Te parece que ésa es Stacy? —apunto a la chica con rabia.

Él guarda mi celular en su bolsillo y se aproxima más al vidrio.

—Oh... —se queda sin habla.

Evidentemente el idiota le dijo que se iba a ver aquí con mi hermana.

—Sabes que no voy a dejar pasar esto —afirmo.

Lucas se queda un momento ahí, analizando la situación.

—Déjame a mí arreglarlo —propone, mientras yo niego con la cabeza—. No se lo digas a Stacy.

—¿Crees que soy una imbécil? —Reclamo—. Devuélveme mi celular ahora, Lucas.

Necesito captar este momento mientras tenga tiempo.

—No puedo dejar que los grabes...

Él parece encontrarse en un debate interno. Como si no supiera si debería hacer lo correcto, o proteger al idiota de su amigo.

Aprovecho su momento de vacilación para arrojarme sobre él y comenzar a forcejear.

Bruno no se va a salir con la suya.

—Brenda, basta —Lucas cubre el bolsillo de su pantalón para evitar que me haga con el aparato.

—Dámelo de una vez —me aferro a su camisa, tironeándola. Me está empezando a poner histérica.

Él hace un intento por levantarse y sacarme de encima, pero lo empujo de nuevo, haciendo que pierda el equilibrio y golpee el vidrio del tragaluz.

Demonios.

El ruido alerta a los dos que están abajo y los veo llevar la vista hacia nosotros, sorprendidos.

La chica acomoda su camisa rápidamente y se aleja cubriendo su rostro, hasta perderse de vista.

Bruno se va detrás de ella, huyendo como un cobarde al verme.

—Lo arruinaste —golpeo a Lucas con rabia.

—Pero si fuiste tú la que me empujó —se defiende.

—¿Cómo puedes proteger a esa basura? ¡Me dijiste que no dejarías que la lastime!

Él saca mi celular de su bolsillo y me lo alcanza, con expresión de culpa.

—Me mentiste, Lucas —reclamo, con la vista clavada en él.

En verdad le creí cuando aseguró que él mismo lo mataría si llegara a hacerle daño a mi hermana.

Por eso me molesta que lo apañe.

—No te mentí, hablaré con él —intenta tranquilizarme.

Me pongo de pie, mirándolo con rabia.

—Ya no te creo una sola palabra —aseguro.

Su mirada me muestra tristeza al oír mi declaración, pero ignoro la punzada que me causa verlo así y me bajo del tejado.

Me sacó la oportunidad de reforzar mi acusación con pruebas. Hizo todo para defender al idiota de Bruno.

Si Lucas va a proteger a un tipo como ése, entonces no merece que yo lo perdone.

Tadeo me escucha hablar durante todo el almuerzo sobre la situación con Stacy y Bruno. Le cuento especialmente acerca del suceso de la hora anterior. No tengo idea de cómo abordar el tema con Stacy y necesito que me ayude a trazar una buena estrategia para decirle lo que presencié.

Sin embargo, lo noto distraído.

—¿Va todo bien? —le pregunto.

Él suspira.

—Mi situación no está mejor que la tuya —confiesa —. Mi papá se enteró de que estoy en el club de teatro y se molestó mucho.

Lo miro con sorpresa.

—Oh... —me desanimo — ¿Y qué te dijo?

—Que hacer teatro es cosa de maricas —deja caer los hombros—. Me ordenó entrar al club de Rugby o de fútbol.

Miro hacia abajo, compartiendo su pesar.

El padre de Tadeo es militar y, por tanto, es demasiado estricto con él. No le gusta que su hijo disfrute de ciertas actividades que él no considera lo suficientemente varoniles.

—¿Y qué es lo que harás? —le consulto. Sé que la opinión de su padre es muy importante para él.

Se encoje de hombros.

—No quiero dejar el club de teatro. Además, si llegara a unirme al club de rugby no sería por las razones que quiere él —levanta las cejas y las baja repetitivamente.

Comienzo a reír por su insinuación. Sé que Julio, el chico que le gusta, está en ese club.

Busco a Stacy al finalizar las clases y le propongo volver conmigo a casa. Aún no sé bien cómo le voy a decir lo de Bruno, pero es algo que no puedo dejar pasar.

No voy a permitir que él se salga con la suya.

Le cuento sobre las actividades del taller de teatro, para ver si así puedo convencerla de unirse. Me encantaría poder pasar tiempo con ella dentro del colegio. Además, estoy segura de que Tadeo le caería muy bien.

Unos minutos más tarde, cuando ella me está hablando sobre sus amigas, le llega un mensaje y se para a leerlo con esa sonrisita encantada que pone cada vez que se escribe con él.

—¿Es Bruno? —le pregunto, fingiendo que no pasa nada.

—Sí —termina de escribir la respuesta y se fija de nuevo en mi—. Me contó que tiene práctica con la banda en el bar. Así que me quedaré ahí en el camino.

Entonces, me doy cuenta de que no puedo alargar más esta situación.

Tengo que decirle la verdad.

—Stacy... —entrelazo mis manos y finjo concentrarme en mis pasos—. Hay algo que debo contarte.

—¿Es sobre Lucas? —pregunta ella, sin rodeos.

La miro con asombro.

—¿Qué? ¡No! ¿Qué tendría que decir sobre él? —tal vez hubiera podido disimular un poco más...

Ella se encoje de hombros.

—No lo sé... Dime tú —insinúa con una sonrisita.

—Pues no —intento mostrarme firme— No se trata de él, sino de Bruno.

Su mirada se entristece al oírme nombrarlo.

—Ya sé que no te agrada...

Me siento mal por ella. Es demasiado buena e inocente.

¿Por qué tenía que ir a fijarse en ese imbécil?

—Bruno no es como piensas —continúa, pero la interrumpo.

—No es bueno para ti.

Entonces se pone a la defensiva.

—Sólo porque a ti no te agrade no significa que no lo sea.

—No se trata de lo que yo piense de él, sino de la clase de persona que es —insisto.

Ella rueda los ojos.

—¿Cómo vas a saber tú qué clase de persona es? —Lleva las manos a la cintura— Yo soy quien habla con él todo el día.

—Es que te miente, Stacy.

—¡Ya basta! —Sentencia— Él ya se ha disculpado por ese malentendido del primer día.

¿Malentendido? ¿En serio?

Empiezo a perder la paciencia.

No sé qué clase de hechizo tiene Bruno sobre ella. Pero lo voy a deshacer como sea.

—¿En verdad crees que es suficiente que se haya disculpado contigo? —pregunto, ofuscada.

—Bueno, también debería haberte pedido disculpas a ti —contesta ella—. Pero tú tampoco le das la oportunidad de que lo haga.

—Me refiero a que todo lo que hizo no se soluciona así nada más —me explico.

Ni siquiera quiero que ése idiota me pida disculpas.

—¿Por qué eres tan rencorosa? —Ella termina por perder la calma—. ¡Hace meses de todo eso!

—¡Porque todavía te sigue mintiendo!

Sus ojos se llenan de lágrimas de inmediato.

Stacy siempre fue muy sensible. Justamente por eso debo protegerla de tipos como él.

—Te ha mentido en muchas cosas y lo sigue haciendo —insisto. Me obligo a armarme de valor antes de continuar—. Hoy lo vi con otra chica.

Ella frunce el ceño en señal de disgusto.

—Brenda... Ya basta. ¿Sí?

Me molesta exageradamente que lo defienda.

—Se estuvo besando con una de tus compañeras en el depósito de deportes —señalo, ahora sin ni un poco de tacto.

Pensé que luego de escucharme se largaría a llorar. Pero, increíblemente, ella hace todo lo contrario. Se echa a reír.

—¿Qué es lo que te molesta tanto? —pregunta con rabia—. ¿Que tus compañeros se lleven mejor conmigo que contigo? ¿O que Bruno sí me haga caso, mientras Lucas a ti no te soporta?

Eso se sintió como una bofetada.

¿En serio cree que lo que siento es envidia?

Me llevo las manos a la frente y la masajeo, intentando calmar los nervios que ya me están invadiendo del todo.

—Te está viendo la cara de estúpida —suelto, ya enojada.

Ella suspira.

—Lo peor de todo esto —piensa en voz alta— es que Bruno me advirtió que irías a inventar algo así.

Algo se acumula en mi garganta cuando la veo ponerse completamente del lado de él. Por supuesto, Bruno sabía que yo le diría a Stacy sobre lo que pasó, entonces se me adelantó.

Maldito sea.

—No puedo creerlo... —es todo lo que puedo exclamar.

No me sale nada más.

—Yo soy la que no puede creer que lo odies tanto como para calumniarlo —contraataca— ¡Ni siquiera te importa lastimarme!

Trago todo lo que estaba acumulado en mi garganta y consigo hablar, aunque en voz muy baja.

—¿Cómo puedes pensar algo así de mí? Soy tu hermana.

Ella me mira, frunciendo el ceño y con los brazos cruzados.

—No, Brenda. Ahora ya no lo eres —sentencia. Luego voltea, histérica y se sube al bus al que debíamos subir juntas.

Me quedo allí durante unos minutos más.

Si por mí fuera, tomaría el primer taxi que pase y me iría ahora mismo al bar para matar a Bruno.

Pero sus últimas palabras me dejaron tan débil que me siento en la butaca de la parada y me sujeto la cabeza, sin poder entender cómo puede ser que Stacy le crea a Bruno, antes que a mí.

Soy su hermana. Su mejor amiga. La que siempre la ha protegido.

Y ahora, lo único que puedo hacer es sentarme a ver cómo ese idiota le rompe el corazón en mil pedazos.

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