Una foto de los dos. (Especial 100k)

Dedicada a todos los pacientes amantes del ShadAmy ♥️🖤
Gracias y 100 mil gracias por tomarse unos momentos en sus ajetreadas vidas y dejar volar su imaginación con ésta historia. No tengo sino un agradecimiento y felicidad profunda por su apoyo.

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"Los momentos que vivimos suelen ser distintos entre sí.
Son muchos y suceden en repetidas ocasiones a lo largo de la vida.
Cuando sucede algo especial, que esté cargado de emocionalidad, ese efímero instante será algo que, sin duda alguna, vamos a recordar.
La vida está llena de recuerdos, de todos los tintes que podamos imaginar: alegres, tristes, confusos, aterradores.
Solo aquellos con la capacidad suficiente de ahondar en nuestro ser, serán los que recordemos a mayor detalle.
Y aún así, los recuerdos son frágiles y maleables con el tiempo.
Están sometidos al cambio y modificaciones, aún si nosotros no queremos.
Preservar los recuerdos y, luchar contra el paso del tiempo, es algo que nos gusta hacer. Además, hemos aprendido maneras perfectas y detalladas de lograrlo: a través de escritos, fotografías, obras de arte y vídeos.
Es nuestra batalla contra el olvido.
Es una forma interesante de recordar lo que sentimos en un momento en específico que fue significativo para nosotros.
Es una forma de lucha que desarrollamos para no olvidar un momento que nos produjo algún cambio.
Y los recuerdos, por eso, son dignos de preservar."

Las palabras de María Robotnik sin duda se sentían como las de una persona madura y consciente de su existencia.

Los recuerdos, como ella bien decía, son sucesos dignos de preservar. Sobretodo, si a partir de ellos se ha generado un cambio.

Y vaya que últimamente han habido cambios... Y los que están por llegar...

La suave brisa de la mañana era como una caricia en todo el ambiente. Las pocas hojas otoñales que se resistían a caer se mecían por ese aire, como si fuese gentil antes de darles el último hasta pronto. Porque si, las hojas podrían caer, pero, en unos cuantos meses, se les vería brotar nuevamente. Más llenas de vida y fuertes que antes.

El erizo azabache se encontraba muy apacible en esa inusual y tranquila mañana.
Hoy, para su sorpresa, no había bullicio ni alboroto por parte de sus molestos acompañantes.

Shadow, leía con mucha concentración el diario de María. Entre más avanzaba, más le sorprendía la capacidad de análisis y la forma metafórica en como la humana había plasmado sus vivencias en palabras.

En varios momentos, tras leer sus mensajes, se veía obligado a detenerse para comprender lo que significaban. Era como intentar descifrar acertijos, y no porque fueran enigmas realmente.

Lo que sucedía, era que el erizo no podía comprender completamente el contexto de esos versos y anécdotas, todo porque las pinceladas de metáforas y emocionalidad eran algo que acompañaban los relatos.

Las emociones siempre le habían parecido banales, sin sentido, inútiles y sobretodo, un signo de debilidad. La última forma de vida perfecta no podía ser una existencia que pudiera poseer debilidades, eso solo lo convertiría en otro ser ordinario.

Y, a pesar de su carente falta de conocimiento y comprensión de los sentimientos y emociones, se esforzaba por interpretarlos y analizarlos, a su manera.

Ser perfecto era también afrontar el desconocimiento y la ignorancia. Y, el orgulloso erizo, se negaba rotundamente a caer en cualquiera de esos dos.

Mientras intentaba hallar sentido al último fragmento que había leído, justo a unos escasos metros, otra presencia compartía de la calmada mañana.

Una eriza rosada, inusualmente callada y ensimismada. Amy Rose se encontraba dando pinceladas a un mediano lienzo parcialmente en blanco que yacía sobre un caballete de madera.

Tan aislada y ajena a todo a su alrededor, la fémina enfocaba toda su concentración en retratar la fachada de la enorme casa en dónde ahora se encontraban.

Estaba intentando que el blanco y reluciente frente de la morada hiciera el perfecto contraste con las flores que ahora, permanecían resguardadas y confortables dentro de aquel pequeño invernadero.

Era el segundo lienzo que comenzaba, ya que el primero, en un arrebato de disgusto, terminó siendo descartado y arrojado a la basura.

Era terca, obstinada y perfeccionista. Dentro de su próxima obra, no existía cavidad para errores y simplicidades.

Lo que deseaba capturar era específico y muy emocional. Algo que realmente deseaba preservar. Y no se daría por vencida tan fácilmente, no importaba lo falsa y efímera que fuera la presente calma que los rodeaba... Al menos por ahora.

"¿Preservar los recuerdos?" Se cuestionó él.

Regresando al erizo, el mencionado meditaba sobre esa interrogante que invadía su cabeza.

Para Shadow, no existía mucha lógica en querer recordar con alguna emoción implícita, sucesos que ya habían pasado y no se repetirían. Era ilógico y poco práctico. Eso solo traería apego al pasado... Y esa sensación, la conocía mejor que nadie.

Le generaba algo de frustración no entender el verdadero punto de todo aquel asunto. Así, su mente divagó hasta hacerlo caer en cuenta de la extraña calma del día.

Es que ni siquiera escuchaba los chillidos de la eriza, lo cual, ya era muy anormal. Desvió la mirada hacia la rosada de sus pensamientos y la encontró justo en frente, observando con recelo la morada.

El azabache se bajó del techo de un salto, aún con las hojas del diario en la mano. Esperaba una respuesta escandalosa por parte de ella, pero lo que recibió a cambio fue una postura neutral. Lo había ignorado.

-¿Crees que la intensidad de luz en ésta hora es buena?- pregunto de repente. Algo demasiado aleatorio y sin sentido.

Amy Rose no espero la respuesta, al contrario, prosiguió. Como si estuviera meditando en voz alta.

-Creo qué, la luz del medio día le haría más justicia a las flores. Es el punto más alto del sol en el día y podría realzar sus colores mejor. Aunque estos últimos días no han sido precisamente muy soleados.- comentó.

El azabache la miraba desinteresado.

-¿Qué tontería hablas ahora?- le preguntó irritado por su parloteo.

-Intento recrear este escenario en mi cuadro.- le respondió un poco más animada -Y, no son tonterías. Es algo importante.- la eriza le sacó la punta de la lengua a manera de protesta.

-Toma un foto con tu celular y deja de perder el tiempo.- le respondió quitándole importancia al asunto.

-Una foto no podría capturar la belleza con la que yo lo veo. Podría ser útil, pero me gustaría que mis emociones se traspasaran sobre el lienzo. Sería más especial de recordar y digno de preservar.-

Las últimas palabras despiertan algo de interés en el azabache.

-Las emociones son algo subjetivo e intangible. No puedes "plasmarlas" o "preservarlas".- le refutó.

-Eso es parcialmente correcto. Sin embargo, que sean algo intangible, no significa que no puedan preservarse.- contrargumentó ella con calma.

Escéptico, el erizo le dedicó una mirada incrédula, como si ella estuviese diciendo una enorme estupidez que desafiara la lógica.

Retadora, la eriza le dedicó una mirada divertida y llena de fe, como si él estuviese ciego ante una verdad bastante obvia.

-Te pondré un ejemplo.- sentencio ella -Observa la casa. Detalla toda su estructura y el bonito invernadero que hay frente a la impecable fachada.-

Shadow observó con desinterés lo mencionado en la rara petición. Era una casa ordinaria, algo antigua y elegante. Las flores aún estaban pequeñas y renuentes a salir por la poca luz y el frío del día.

-Ahora, ¿Dime qué vez?- le preguntó con dulzura.

-Es una casa como cualquier otra. Las flores son pequeñas y ordinarias, como cualquier otra planta.- respondió sin nada de tacto.

Amy rodó ligeramente los ojos ante la falta de empatía del erizo. Observaba fijamente la gran casa y, casi al instante, una sonrisa se posó sobre su boca, desvaneciendo todo lo que pudiese resultar molesto en ese momento.

El misterioso acto no pasó por alto para el azabache, que seguía observando a la rosada con molestia.

-¿Sabes qué es lo que yo veo?- interrogó ella de repente -Veo un lugar tranquilo y seguro. Inesperado, porque no sabía sobre su existencia, pero ciertamente muy oportuno.- comentaba muy serena -También veo a los pequeños capullos tomar fuerza, como si les sentara bien el cambio de tierra y su nueva protección. Los colores de sus pétalos de hicieron cada vez más brillantes. Y entonces, toda la escena se llena de luz.-

La eriza extiende sus manos y enmarca con sus dedos un cuadrado imaginario en el aire.

-Veo a Cream, sonreír con mucha tranquilidad. Con la paz y dedicación que no veía en ella desde hacía tiempo. Y, te veo a tí. Tan tranquilo y concentrado, sin ninguna otra preocupación encima. Tomándote el tiempo para investigar sobre la tarea y llevándola a cabo con increíble precisión... Haciendo algo por ti mismo.- concluye.

El erizo la observa detenidamente, intentando recrear la imagen con la ayuda de sus palabras. En su última mención, cayó en cuenta del significado implícito de la frase.

Él, en la situación más caótica y contraria a ese momento, le había recalcado que deseaba hacer algo por si mismo.

Sin siquiera conocerla, siendo enemigos y en la peor de las situaciones.

Esa frase lo llevó a sus primeras interacciones de hace tres años.

Le sorprendía el nivel de detalle y sentimentalismo que era capaz de impregnar ella sobre situaciones tan cotidianas. Las hacía sentir especiales.

La eriza cierra los ojos mientras recuerda aquel momento, reflejando una cálida sonrisa producto de aquel acontecimiento.

-¿Por qué quieres pintar eso, si ya sucedió?-

-Porque fueron minutos espontáneos y efímeros.- ella abre los ojos y le observa ahora fijamente -Ver la tranquilidad de ese momento, en mi mente, me hace inmensamente feliz. Quiero sentir eso mismo al ver el cuadro. ¿Ahora entiendes por qué quiero preservarlo?-

Una fuerte brisa azotó a los dos erizos, que permanecían firmes observándose, rememorando ese reciente y cálido recuerdo.

El vestido carmín que llevaba Amy Rose bailó con suavidad por la caricia del viento, al igual que sus púas. Sus iris brillaban con intensidad, destacando los tonos verdes sobre los rosáceos que destilaban sus mejillas y labios.

Shadow sintió una punzada en su pecho. Tras eso, una idea se materializó en su cabeza: Esa imagen, sin duda, era algo digno de preservar. No podía negarlo, deseaba recordar la afabilidad de ella en ese momento.

Se limitó a desviar la cara, cerrando los ojos y emitiendo su característico monosílabo.

-En cuánto termine mi cuadro, te ayudaré a verlo como yo lo hago.-

En ese momento, las palabras del diario de María retornaron con más claridad.

Ella, esa irritante eriza, le había dado un presente para preservar sus recuerdo y, sin haberlo notado antes, cargaba sumado a ello un ligero toque de emocionalidad.

Leer el diario lo hizo sentir feliz.

-¿Cómo podía dejar él de estar en deuda, ahora?

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Impaciente, dejaba libro tras libro, después de hojear las páginas de estos a gran velocidad. Ya había revisado una buena parte de la biblioteca y no había encontrado nada.

Sintió el peso de la pequeña y delicada caja carmesí en los bolsillos de su chaqueta, cosa que le generó más presión, buscando más decidido entre las páginas de numerosos libros.

La había encontrado por casualidad el día que recién llegaron al lugar. Él no se había dado a la tarea de requisar por completo las habitaciones, ya que, lo que pudiese haber allí, no le interesaba en absoluto.

Encontrar esa caja y lo que contenía, sin embargo, le había generado una creciente inquietud y molestia. Tenía una idea sobre el objeto, pero no sabía que utilidad podría ofrecerle.

Y así, había ignorado aquel objeto hasta hoy. Cuando después de leer y aprender sobre preservar y recordar, sintió que le podría dar un mejor uso a aquel brillante joya.

-Creo qué nunca te había visto estar tan molesto con unos cuantos libros.- habló con calma una delicada voz.

Shadow levantó su mirada para observar a Vainilla parada en la entrada de la biblioteca.

-Estoy buscando sobre un objeto, pero no encuentro nada.- respondió irritado, prosiguiendo su labor.

-Quizá podría ayudarte a buscar. Puede que estés pasando algún detalle por alto.- se ofreció ella con mucha calma.

Le pareció curioso que el soberbio erizo no hubiese revisado en internet, sino que, su primera opción, fuese una biblioteca grande pero limitada.

El erizo titubeó sobre si debía compartir con la coneja lo que respectaba a su pequeña investigación.

Pasaron algunos minutos en silencio, mientras él seguía observando las páginas de otros tantos libros. La mamá coneja iba acomodando los descartados en los estantes, para minorizar el desorden que empezaba a generarse.

Ella no conocía a Shadow, pero sabía que era un erizo muy organizado y tranquilo. Al ver el pequeño caos que estaba ocasionando, supo así que algo le inquietaba de sobremanera. Ahora, que había detallado los títulos de las carátulas de los libros, se hacía una idea de qué podía ser aquello que lo tenía tan impaciente.

-Es pequeño. Como si fuese un cadena, pero tiene una minúscula caja, que se abre. Pareciera que allí se pueden guardar cosas.- comentó de repente el erizo, algo molesto por su infructífera búsqueda.

-Si pudieras mostrame, quizás podría ser más fácil para mí.- sugirió ella con su tono maternal.

El azabache se llevó la mano al bolsillo derecho de su chaqueta, sacando la aterciopelada caja de éste y depositándolo con delicadeza en la palma de la coneja.

-Ya había visto uno, hace muchísimos años. Aunque no termino de entender para que pueda servir.- añadió desinteresado mientras seguía su búsqueda.

Vainilla abrió la caja, dejando escapar un suave sonido de asombro, cosa que llamo la atención de Shadow.
Con la delicadeza brindada por sus guantes, acarició la fina pieza de joyería que se hallaba en el el interior de la caja.

La cerró y levantó la vista hacia los estantes.
Sin duda sería más rápido buscar de eso en alguna página de internet, pero sentía que, sería más especial, si buscaba su función a la antigua.

Se paseó por los estantes, detallando los nombres de diversos libros impresos en los dorsos de éstos.

-Sabe qué es.-

-Tengo una idea, pero quiero estar segura.- respondió con una disimulada sonrisa -Hace mucho tiempo que no veía algo como ésto.-

Finalmente, detuvo su marcha ante un viejo y descuidado libro. Parecía tener un montón de años encima. Lo tomo entre sus manos y lo llevó hasta apoyarlo en una mesa cercana. Llamó con una mano al curioso erizo que, en un parpadeo, ya estaba de pie a su lado. Abrió el libro y busco en el índice de éste.

En realidad, era una novela escrita de muchos años. En cuanto observó el nombre, se vino el recuerdo de esa historia a su cabeza. No era lo que estaba buscando inicialmente, de hecho, había sido toda una sorpresa encontrar tan inesperado libro en ese lugar. No obstante, sentía que le venía muy conveniente al contexto de la actual situación.

La historia trataba sobre un comenciante de cosas antiguas y baratijas. Un hombre desdichado y ambicioso que se aprovechaba de sus clientes para sacarles dinero, pero, cuyo plan terminó frustrado al enamorarse de una jovencita que le había comprado un viejo pero si muy valioso...

-Relicario.- comentó ella. Vainilla se devolvió a él, sonriendo con mucha ternura -Eso es lo que estabas buscando. Así se llama este objeto.- añadió colocando la cajita sobre la mesa.

Buscó un capítulo del libro que llevaba ese nombre, y al llegar a la página indicada, encontró lo que con tanta insistencia el erizo buscaba.

-Lee lo que dice aquí. Esa es la respuesta que necesitabas.- afirmó ella señalando con su índice el inicio de la página.

Shadow se acercó al libro, detallando con claridad las letras, a pesar del mal estado en el que se encontraban las páginas.

-"El corazón es un traidor. Llevaba tantos años cumpliendo su función, latiendo y bombeando la sangre a mi maltrecho cuerpo sin rechistar. Sin embargo, su creciente y encendida presencia, lo ha hecho latir más enérgico y precipitadamente. Justo ahora, después de tanto sufrimiento, se hace el valiente y comienza a latir por emocionalidad y no por fisiología. Sin duda alguna, es un traidor que llevo dentro de mi."-

El erizo le observa enarcando una ceja escéptico, confundido por la inesperada lectura; a lo cual, ella le regala una mirada eufórica, para animarlo a que continúe.

-"La pieza que le he vendido a esa delirante dama, es la más valiosa y significativa de todos los cachivaches que albergo en mi colección, no solo por los pulidos acabados y finos materiales de su composición. El relicario, es de los objetos más valiosos y funcionales que existen, pieza que ha ido evolucionando con el tiempo. Pasando de ser contenedores de preservación para objetos santos y divinos, a albergar dentro de si cosas más sencillas y tontas, pero probablemente, de incalculable valor. Desde cabellos hasta esas nuevas y lujosas fotografías, algo que ahora porta abrazando su cuello, colgando cerca del subjetivo origen del amor. El relicario almacena recuerdos específicos, y te permite llevarlos cerca de tu corazón. Un órgano lleno de sangre, que es solo un músculo que bombea, pero al cual se le atribuye el origen de los sentimientos."-

Tras terminar de narrar el fragmento, el erizo sintió con más intensidad el latido de su corazón. Fuerte, intenso y algo doloroso.
Como si algo de esas letras hubiese hecho eco en la cavidad hueca del músculo cardíaco.

-Ahora, qué ya sabes para qué sirve, ¿Qué piensas hacer con él?- preguntó intrigada la coneja.

-Tengo un propósito en mente. Un uso probablemente tonto.-

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-En cuánto termines de rastrear, avísame para abrirte la barrera. Sino, tendrás que pasar la noche por fuera.-

-Si consigo una Chaos Esmerald no se las daré.- masculla irritado.

-Ok, ok. Estaré esperando a tu notificación... ¡Pero más te vale conseguir una, ¿Eh?!- le reclama con burla el erizo albino.

Tras el molesto comentario, el azabache corta la comunicación.

Al siguiente día han salido a hacer variados trabajos.

Mientras el molesto erizo azul se encarga de hacer los mandados, él buscaba Chaos Esmerald con ayuda del rastreador creado por el zorro.

Una tarea larga, tediosa y poco provechosa.

Le frustraba como no podía dar con ninguna. Ya eran varias las ocasiones dónde salía en su búsqueda y de esas veces, en todas había regresado con las manos vacías.

Sintió una creciente molestia. La última vez que había encontrado una de esas preciadas y poderosas gemas, fue en compañía de la irritante y torpe eriza rosada.

Ella parecía atraerlas con su simple presencia.

Ahora, de pensar que solo debido a ella era que podía conseguir Chaos Esmeralds, se sintió enojado y completamente frustrado.

¡No necesitaba de alguien tan molesto y ruidoso a su lado! Se decía mentalmente.

.

Su búsqueda se prolongó toda la tarde.

Fue desde zonas altas y de poco acceso como un empinado risco, al lado de una imponente cascada, hasta pasar por un pequeño pueblo en su regreso a su actual sitio temporal de residencia.

Estaba de muy mal humor, al punto en que, los pocos habitantes que transitaban, se cambiaban de acera con tal de no toparse con aquel sulfúrico ser.

El paso de los días y la creciente "calma" solo podía indicarle que las cosas no tardarían en empeorar.

Y hablando de cosas que empeoran...

El clima de la tarde se fue descomponiendo, hasta culminar en un montón de nubarrones grises y amenazantes.

Decir que solo iba a llover era describir poco. La tormenta que se avecinaba era cada vez más notoria.

Los pocos seres que aún se encontraban por fuera, apuraban sus mandados y quehaceres para refugiarse pronto en el interior de sus hogares.

Aquel presagio de mal día poco le importaba al erizo, que un poco más resignado, caminaba con tranquilidad por las, cada vez, más vacías calles.

Unas finas gotas empezaron a chispear aquí y allá. La precipitación del agua que había sobre su cabeza había comenzado. Siguió caminando serio y en silencio. Recorriendo varias cuadras.

Su recorrido transcurrió sin ninguna eventualidad hasta que, una abrupta puerta se había abierto. Se percató casi en el acto, deteniendo su caminar y evitando el muy seguro golpe que se habría propinado algún otro idiota que no fuera lo suficientemente rápido.

Un oso violeta salió abriendo su paraguas, y, al observar a ambos lados, se topó con la mirada frívola y asesina que le dedicaba el azabache por su impertinencia.

Esa sola mirada, más la creciente amenaza del cielo, le produjeron un profundo escalofrío, acto seguido del cual, salió corriendo despavorido.

Shadow resopló peor de irritado. Cuando pensaba en retomar su marcha, se percató de un insípido anuncio en el delgado cristal del escaparate de la tienda. Era un estudio de fotografía. Nada que no hubiese visto antes.

Lo que, realmente capturó su atención, fue ver las medidas de los diferentes tamaños de fotografía que ofrecían revelar en aquel sitio. La más pequeña de las medidas, era convenientemente de 2 cm x 2 cm.

Por reflejo inconsciente, se llevó la mano al bolsillo de su chaqueta, dónde cargaba aún la rojiza y afelpada caja.

Gruñó ante el pensamiento que se había formulado en su cabeza.

-Tsk. Qué estupidez.- masculló, pasando la tienda de largo.

Al otro lado del cristal, justo en el interior de la misma, se encontraba una cansada y casi adormilada oso panda pequeña que se rascaba los ojos. Esperaba impaciente la marcada de las 7 en el reloj para cerrar el negocio. Se visualizaba un rico tazón de frutos rojos con un té de raíces de bambú. La cena perfecta para terminar un día perfecto.

Su burbuja de ensueño explotó ante el abrupto sonido de la campana de la tienda, seguido de un sonido de protesta. Todo ese repentino ruido la hizo tener un sobresalto.

-Tsk.-

Resignada, observo al impertinente cliente de último minuto que había arribado a su local.

¡Ya quedaban 5 minutos para cerrar!

Aún así, sonrió lo más amable que pudo. Su cansancio no era razón para tratar de mala forma a los clientes.

-Bienvenido a "El tablón de fotos". ¿En qué puedo ayudarle? Soy Ma...-

-Una foto de 2x2.- demandó la gruesa voz que le interrumpió.

Esa repentina voz cargada de molestia le causó escalofríos. Tragando saliva, la panda continúo.

-¡Por supuesto! La foto de dimensiones 2x2 viene incluida en el paquete de 7 fotografías: la tamaño de carné estándar, para documentos, una más grande de dimensiones 7x6...-

-Solo quiero la foto 2x2.- le interrumpió nuevamente el erizo oscuro, con un tono más amenazante.

-Pe-pero no pu-puedo revelar ese ta-tamaño de foto de manera individual.- tartamudeo la chica un poco atemorizada.

El azabache se limitó a resoplar notablemente irritado. Tras unos segundos de silencio, lanzó una nueva orden.

-Déme el paquete de 7 fotos.-

-¡Excelente elección, señor!- respondió cantarína para disimular la tensión -Ahora, seleccione el método para el paso de la foto. ¿Se la tomará acá o la trae en su teléfono?-

Mientras facturaba la orden de su venta, la panda levantó la cabeza al notar como respuesta otro silencio. Se encontró con que el erizo miraba irritado hacia el suelo.

-¿Quiere tomarse una foto? Bueno, puede pasar al sector de sesiones al lado izquierdo.-

-No es para mí.- recalcó irritado ante su descuido.

-Ahh. Bueno... entonces, una fotografía de su galería del teléfono servirá, ¿O tampoco tiene?-

La burlona pregunta generó que el erizo le observara con una cara muy ceñida, cosa que generó a la oso panda sobresaltarse nuevamente.

"-Que ser tan oscuro ha venido a parar a mi tienda ¡Aterrador!-" se comentó mentalmente.

Shadow no había pensado en ese insignificante y minúsculo detalle cuando, impulsivamente y de mala gana, se regresaba al estudio de fotos.

Ciertamente no tenía ni una sola foto en su celular. Mucho menos cargaba con una encima.

Entonces, casi como un destello, recordó un único mensaje de texto.

Amy Rose, tras guardar por fin el número del esquivo y huraño erizo, le envío una fotografía a éste por su aplicación de chat.

El azabache recordó ese momento, que, tras recibir el molesto mensaje, bloqueó el número de la eriza para que no volviera a suceder.

Pero la verdadera interrogante era:

¿Habría él guardado la fotografía?

Sacó su celular, que ciertamente poco usaba. Entró con desespero a la galería y, tras comprobar la única foto, sintió una desbordante corriente de alivio al confirmar que jamás la había borrado.

-Ésta.- sentenció victorioso.

La panda sintió un alivio al saber que el raro ser si tenía una foto por la cual había entrado a su negocio.

-Permítame su teléfono, por favor. Haré la transferencia al equipo y ¡Boom! En un par de minutos tendré listas las fotos.- comentó más tranquila.

El erizo colocó el dispositivo sobre el aparador y la osa lo recibió, pasando inalámbricamente el archivo hacia el equipo de trabajo.

-Mmm. Es una foto algo grande. Probablemente se vea mal en el tamaño 2x2.- nuevamente, se ganó una mirada asesina del erizo -¡Pe-pero po-podría recortarla en alguna forma, así evitamos los bordes y nos centraríamos en lo principal de la imagen!- exclamó presa del pánico.

-Circular. Hágalo.- masculló demandante el siniestro cliente.

-¡En seguida!- respondió alterada, devolviendo el teléfono a su dueño.

Tras algunos incómodos y largos 10 minutos de silencio, el paquete de fotos al fin estaba listo. Ya se había pasado de la hora de cierre, pero estaba complacida del excelente trabajo.

-¡Sus fotografías, señor! ¡"El tablón de fotos", a su disposición para sus momentos capturables! ¡Aquí tiene su factura!- anunció eufórica entregando el pedido y el respectivo recibo.

Mientras el azabache sacaba efectivo de la billetera, la panda se quedó observando con orgullo la excelente calidad con la que las fotos habían sido impresas.

-¡Tiene usted una novia muy bonita, señor!- añadió, a lo cual, recibió una mirada igualmente fría y desinteresada -¿O quizás es su hermana...?- añadió rápidamente incómoda.

El inesperado y de último minuto cliente se dirigió a la puerta sin dar las gracias.

-¡Vuelva pronto!- entonó aliviada.

Tras pasar el umbral y cerrar la puerta, Shadow observaba fijamente el fajo de 7 fotos. Todas eran iguales, solo que unas más grandes y otras pequeñas.

El erizo resopló resignado, guardando las imágenes dentro de un sobre de papel, y éste dentro del bolsillo interno de su chaqueta.

La lluvia caía con demasiada fuerza, tanto que la visibilidad era casi nula. Unos cuantos relámpagos alumbraron el cielo y tras ellos, sus respectivos y sonoros estallidos de truenos.

-Qué estupidez.-

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

La noche ya estaba entrando con fuerza, cubriendo con su oscuridad a esa porción del planeta. Las inclementes gotas azotaban a toda la vegetación, y claro, a los inoportunos seres que no hallaban refugio de ésta... O aquellos que no les importaba mojarse.

El agua cae y se desliza, tanto sobre la cúpula del pequeño invernadero, como sobre las púas del erizo. Ya estaban algo caídas, debido al exceso de agua que ahora en ellas se recogía.

Cada vez es más intensa la lluvia y él, medita pacientemente, como si las gotas y el sonido de su caída le permitieran pensar con claridad.

Observa a las flores recibir el agua. Agradecidas y, a pesar del tempestuoso clima, gráciles. Nuevamente, y relacionado con tan bellos capullos, el recuerdo de la eriza se plasmó en sus pensamientos.

Las gotas dejaron de caer sobre su cuerpo, cosa que notó en el acto. Al revisar a su costado derecho, se encuentra con la serena y rosada eriza que ha abatido su racionalidad.

¿Acaso no la había visto venir?

-Cada vez llueve más fuerte. Estás completamente empapado.- le reclama ella con dulzura.

-No deberías estar afuera.-

-Tenía qué. Después de todo, tardabas en llegar. Me preocupa que puedas pescar un resfriado.-

-Yo no me enfermo, Rose.- le replica muy calmado.

Cae un relámpago con su estrepitoso sonido de trueno. Irrumpiendo el momento, pero para sorpresa de ambos, manteniendo la calma entre ellos.

-Lo sé, pero no quería arriesgarme.- responde observándole fijamente. Las dos gemas jade de sus ojos centellan a pesar de la poca luz -Bienvenido de nuevo a tu hogar, Shadow.-

Siente un suave y delicado tono en su voz. Cargado de emoción y complicidad.

-Una más de mis propiedades. No es la gran cosa.- le corrige.

-No es lo mismo una propiedad a un hogar.- le regresa la reprimenda.

-¿En qué se diferencian?-

-Verás, Shadow.- responde acortando la poca distancia que los separaba debajo de aquel paraguas -Hogar no es un sitio fijo. De hecho, puede ser en cualquier otro lugar, siempre y cuando exista otro ser qué se preocupe y espere siempre ansioso por ti. Un espacio donde sientas seguridad y seas tu mismo.-

Analizaba sus palabras, intentando hallar la racionalidad de esa definición.

No podía negar la razón que encontraba en esa afirmación.

Al lado de la eriza, él sentía calma. Además, había encontrado algo que llevaba mucho tiempo sin experimentar: alguien se preocupaba por él y buscaba su seguridad y felicidad.

Sin duda alguna, este momento, este instante junto a esta chica, al lado de ese pequeño invernadero... era algo digno y sublime de recordar.

Ya no había duda alguna, aquella cadena que contenía una foto de los dos era la mejor forma de darle la razón sobre sus argumentos.

Sin palabras, solo un gesto.

-Entonces, ¿Eres tú mi hogar, Rose?- pregunta acercando su rostro a la fémina.

La eriza, notablemente sonrojada, asiente con algo de timidez.

-Si me lo permites, puede que quizás si.-

Haberse tardado tanto por una foto de los dos, era en este momento, la coincidencia más bonita de la vida.

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Y, llegamos al final de este especial.
Espero les haya sacado una sonrisa en la corta espera que les queda.
El próximo cap está también a pocos días, así que, ya nos leeremos de nuevo.

No puedo irme sin antes agradecerles por estos 5 maravillosos años. He sido inmensamente feliz por poder compartirles un poco de mi imaginación a través de ésta historia.

Con una deuda eterna, me despido y, pediré por cada uno de ustedes para que siempre se encuentren bien.

Tomen agüita y cuídense.

Atentamente,
Mafercha09 <3

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