Capítulo 26: Abandono

-¡No hagas eso, cariño! -grita mi madre desesperada, pegada a mi padre, quien tiene una mochila en la mano, mientras que en la otra me tiene a mí del brazo.

-¡Ya estoy harto! Primero se besa con el vecino y ahora se defiende. ¡Esto ya es el colmo! -salimos a la calle y me lanza al suelo, al igual que la mochila, que impacta en mi estómago, haciendo que suelte un soplo de aire.

-¡Te voy a denunciar por dejar a tu hijo menor de edad en la calle! -le grito, harto de que me esté tratando como a un monstruo cuando es al revés.

-Me da igual lo que hagas, pero en mi casa no quiero que estés, ni a un metro de mí.

-No puedes hacer eso, te podrían llevar a la cárcel por lo que estás haciendo.

-¡Fuera de aquí! -me empuja estando ya levantado y caigo de nuevo al suelo-. No te quiero volver a ver hasta que se acabe mi existencia.

Dicho eso, se da la vuelta y vuelve a entrar en casa, dejando a mi madre fuera conmigo para hablar. Sus lágrimas son muy notables, sus sollozos me crean una sensación de impotencia que no puedo decirle que todo va a ir bien, pero sé que por dentro tiene esa frase marcada a fuego en el corazón.

-Yo... Yo... -intenta armar una frase, pero se deshacen.

-Tranquila, mamá -me acerco a ella y la abrazo lo más fuerte posible sin llegar a ahogar.

Siento como sus lágrimas caen en mi hombro, sus sollozos mueven su cuerpo levemente, su mente está intentando formular de nuevo frases, y lo consigue.

-Cariño -se aleja y mete su mano en el bolsillo, lo saca y muestra un puñado de dinero-, para ti. Ve a un hotel barato hasta que todo esto se resuelva.

-¿De dónde lo has sacado? -pregunto sorprendido.

-Se lo he quitado a tu padre mientras hacía la mochila -me lo pone en la mano y lo cierra-. Intentaré arreglar todo esto.

-Tú no tienes que hacer nada, lo voy a denunciar.

-Hijo...

-Quieras o no, lo voy a hacer. Es su deber como padre mantenerme bajo su techo hasta la mayoría de edad. Haré que se arrepienta de haberme echado.

-Sabes que no es buena idea.

-¿Y echarme a la calle lo es?

-Eh... No -acabo por decir.

-Pues ya está -agarro la mochila y me la pongo en la espalda, no sin antes meter el dinero.

-¡Eh, Marth! -grita mi padre, con la mochila de mi guitarra en la mano-. ¡Toma! -la lanza y cae a la hierba del jardín delantero-. Empieza a venderte en la calle -y se vuelve a meter en casa.

Maldiciendo por lo bajo, agarro mi guitarra y me dispongo a irme por ahí, por algún lugar.

-Lo siento, cariño -me susurra mi madre.

-No te disculpes, tú no has hecho nada malo -le planto un beso en la frente-. Te quiero, mamá.

-Y yo a ti. Ten cuidado.

Asiento con la cabeza y me voy a la casa del vecino cuando mi madre ya está dentro de casa. Puede que él me deje quedarme un par de días en su casa, o tal vez no. ¿Quién sabe? A lo mejor no puede por algo.

Llego a su puerta y pulso el botón del timbre. Espero un poco, nunca tarda tanto, y abre la puerta. Su rostro aparece por el hueco de la puerta y en su rostro se ve un atisbo de tristeza.

Aún recuerda lo que creó hace una semana en aquél baile del bar. Cree que es el culpable de que mi padre sepa mi condición, cree que es el creador de mi pesadilla.

-Ricky... No sé si podría pedirte un favor.

-Me gustaría mucho, pero... -alguien le interrumpe.

-Ricky, ¿quién es? -una voz femenina apareció.

-Eh... Un buen amigo, mamá -pasa al otro lado de la puerta y cierra la puerta, con las llaves en el bolsillo. Al mirarme, nota la mochila y mi guitarra-. ¿Qué ha pasado?

-Mi padre me ha echado. ¿No se han escuchado los gritos?

-Creía que eran mis padres discutiendo de nuevo. ¿Te ha echado de casa al final como dijiste?

-He predicho el futuro.

-Yo... Lo siento. Ojalá pudieras quedarte en mi casa, pero no creo que a mis padres les gustase eso.

-¡Eres una zorra ingrata! -se escucha a quien parece ser al padre.

-¡Estoy harta de que me lo eches en cara!

-Ya, entiendo.

-Si por mí fuera dejaría que te quedaras toda la vida, pero mis padres vuelven una vez cada semana y me quedo sólo el resto. Es todo un asco.

-Tranquilo, lo entiendo. Mi madre me ha dado dinero para un hotel barato, mucho dinero. Pero a saber cuanto me quedo en la calle.

-Yo... Lo siento, Marth -se levanta y me mira-. ¿Te acuerdas de lo que decían de mí? ¿De que no te fiases porque fallo a la gente?

-Sí.

-Ahora te estoy fallando a ti. Solo espero que me perdones -se va a la puerta, pero no lo dejo ir.

Me levanto de golpe y corro hacia él para abrazarle por la espalda. Se queda quieto, sin mover un solo músculo. No quiero que se sienta culpable, quiero que se sienta bien.

-No me has fallado en ningún momento, Ricky -susurro.

-No es cierto. He creado este problema, tu echada a la calle, el que no puedas quedarte en mi casa mientras todo esto se resuelve... Soy culpable de todo eso.

-Más lo soy yo. No te detuve al recordar que quería mantener esto en secreto. Tú me has besado delante de todo el mundo en aquel bar, delante de posibles adolescentes que me conocen de vista... Me has liberado.

-Yo... -posa su mano en la mía y la aprieta un poco-. Yo... Nunca me habían dicho eso. Sí que eres especial, Marth -me suelta, se da la vuelta y me mira con ojos llenos de deseo-. De verdad que lo eres -y acaba por besarme de nuevo como la última vez que nos vimos.

Estuvimos toda la semana sin vernos, él estaba ocupado y yo estaba llorando por lo ocurrido. Dana y Jorge fueron mis únicos apoyos en persona, y Jennifer solo podía mandarme mensajes porque su casa estaba muy lejos como para venir andando. Farren me hablaba también, incluso me llamó porque supo lo que ocurrió por medio de Jennifer, sorprendente. Hablamos por una hora, en todo momento me intentaba apoyar y animar, incluso lo consiguió con un mal chiste.

Entre todos me subieron el ánimo y por eso afronto todo esto con la cabeza bien alta.

Se separa de mí y no para de mirarme fijamente. Así da un poquito de miedo, aunque no lo suficiente como para hacerme correr de inmediato a otro lugar.

-Ricky -parece ser que la madre lo ha visto todo-, vamos adentro -se aleja de mí y hace caso a su madre. Ella se queda conmigo fuera, incluso me habla-. Lo he oído todo. Siento ser tan cotilla.

-No pasa nada, no es algo que nadie sepa.

-Créeme, te dejaría estar en esta casa, pero las disputas entre mi marido y yo hacen momentos muy incómodos. Lo siento.

-No pasa nada, lo entiendo.

-Sí que debes de ser especial para él, nunca se había puesto a besar a alguien delante de esta casa con nosotros dentro.

-¿No le importa que su hijo sea bisexual?

-Lo supimos de inmediato en cuanto dijo cuando tenía diez años que quería a un chico de la televisión a su lado. Mejor saberlo ahora que tarde.

-Ese no es el mismo pensamiento de mi padre.

-Lo escuché, no soy tan sorda como mi hijo. Si quieres te doy dinero para ayudarte en ese hotel.

-No, gracias. Le agradezco su intención de ayuda, pero no quiero que me den algo por pena.

-Bueno... Si necesitas algo, tienes a mi hijo, y si estamos aquí te puedo ayudar en lo que quieras. Soy muy buena conversadora.

-Lo tendré en cuenta. Mejor me voy.

-Hasta luego, Marth.

-Hasta luego.

Salgo del jardín delantero de la casa de Ricky y me pongo a caminar sin ningún punto marcado en mi radar. Debería ir al hotel más barato, debería ir a la comisaría a poner la denuncia, debería hacer tantas cosas que no sé por donde empezar.

Creo que podría pedir ayuda a alguien que me apoyó, pero dudo que acepte.

Agarro mi móvil y marco el número de aquella persona. Da tono varias veces y, cuando parece que no va a contestar, la llamada es respondida.

-¿Marth? -pregunta sabiendo que soy yo.

-Sí, soy yo. Querría pedirte un favor muy gordo.

-¿Cuál favor?

-Ha ocurrido lo que te dije.

-¿Te ha echado?

-Sí.

-Eres un maldito adivino. Bueno, creo que ya cual es el favor.

-¿Podría quedarme en tu casa hasta que todo se resuelva?

-Claro.

-Espera, ¿en serio?

-, en serio. Puedes quedarte cuanto quieras. No pasa nada. Nadie te va a decir nada, mis padres no viven en esta casa.

-Esto... Vaya. Gracias, Farren.

-No hay de qué. Venga, vente. Te espera tu nueva habitación.

-Sí, ya voy.

Camino animado hacia la casa de Farren, tan animado que podría bailar aquí mismo, aunque haría el ridículo.

Le debo un gran favor a Farren, uno muy gordo. O puede que varios, porque dejar que me quede en su casa es para cumplir todos los favores que me pida.

Un nuevo capítulo en mi vida aparece, pero no esperaba que fuera peleando contra mi padre.

Lo siento, mamá. Ya sabes que lo tengo que hacer.

--------------------------
Bueno, ya está. Ahora un descanso de esta historia y a irme a otra.

Hoy tenía pensado hacer otro directo en Instagram, pero creo que paso.

Dedicado a:
JazzR5ersonuster
SoyAlizColor
T_Form
spotme
alessandra_galvan
shadowlu01

Si quieres una dedicatoria puedes pedirlo por los comentarios o por mensaje privado.

¡Nos vemos, Ángeles Lectores!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top