Capítulo 23: Apagón

—Aquí tiene, quédese con el cambio —le entrega el dinero al pizzero, quien viene en coche en vez de moto.

El hombre se va con un movimiento de la gorra y cierra la puerta, con la pizza en la mano. El olor ya llega a nuestras fosas nasales, la baba ya se nos está cayendo por querer saborear la masa, el queso, el jamón york, el peperoni... ¡Qué hambre!

Deja la pizza en la mesa y levanta la tapa, dejando que nuestros ojos se lo coman con la mirada. Nuestros estómagos rugen demasiado fuerte.

—Esperad, traigo servilletas —Farren va a la cocina y vuelve con un rollo de papel de cocina—. Ahora sí, ¡a cenar!

Agarramos un trozo de papel y ponemos encima la porción de pizza, con el queso colgando de la mucha que hay. El primer mordisco quema un poquito, pero es más que soportable. Empezamos a comer a ritmo normal mientras nos ponemos a hablar de esta noche.

—Parece ser que os vais a tener que quedar a dormir, la lluvia no cesa.

—Puedo llamar a mi padre o a mi madre —digo, no muy convencido—, pero no sería buena idea.

—¿Por qué? —pregunta Ricky a mi lado, dando otro mordisco a su porción.

—Porque a ver cómo le explico que estoy con dos chicos que no quieren ponerse una decente camisa y que mi amiga esté casi en bolas por la ropa que le viene grande.

—Al menos es cómoda —suelta Jennifer.

—No te lo discuto. Bueno, así te quedas más tiempo conmigo, Jennifer. ¿No te parece bonito, mi amor?

—Totalmente, Marth de mis amores —me sigue el juego, esto va a ser divertido.

—Ah, así que sí quieres estar con Marth en vez de conmigo —le reprocha Farren.

—Entre homosexuales nos entendemos, ¿verdad, cariño?

—Verdad —asiento con la cabeza.

—Bueno, ya vale —dice Ricky—. Aquí ahora la pregunta es... ¿Quién duerme con quién? —todos nos miramos.

—Yo elegiré las parejas, no temáis —informa la única chica que hay en estas cuatro paredes.

—Miedo me da lo que pueda hacer esta chica —murmuro.

—Tranquilo, Marth —me lanza una mirada dura—. Te encantará mi decisión —mi miedo aumenta por cada segundo que me mira así, incluso le han brillado los ojos.

—Chicos, ¿vemos una película? —propone Farren, con el mando de la televisión en la mano.

—¡Sí! —aceptamos, pero yo aún más eufórico, porque ya no tendremos que hablar de todo esto.

—Eh... —se queda mirando la televisión—. No hay películas, las devolví todas.

—Vaya... —y justo se va la luz—. ¿Y ahora qué?

—La lluvia debe de haber hecho algo, se está haciendo más fuerte.

—Voy a ver en mi móvil —dice Jennifer y se pone a mirar su móvil el tiempo y la página web del ayuntamiento para ver qué pasa—. El ayuntamiento aún no ha puesto nada, pero el tiempo dice que la lluvia va a ser un poco más fuerte hasta mañana por la tarde —casi no veo, si no fuera por el móvil de la rubia.

—¿Nos vamos a quedar hasta mañana por la tarde? —pregunto sin creer lo que he oído.

—Eso he dicho.

—Ni que fuera mi presencia una molestia —se mosquea el chico malo.

—No molesta... Era solo una pregunta.

—Ya, lo sé... Voy a por las velas, a ver si hay suficientes —justo Jennifer apaga su móvil y no se ve nada.

—¡Ah! —un grito y el sonido de un golpe a mano abierta se escucha por toda la casa—. ¡No me toques el culo!

—Lo siento... —enciendo mi móvil y los veo ahí, Farren con la mano en la mejilla roja y Jennifer con cara tranquila pero vigilando al malo.

—Te estoy vigilando —los dedos van de sus ojos a los del propietario.

—Mejor voy a lo que iba.

Va a la cocina a oscuras, así que me ofrezco a ir con él con la luz de mi móvil, ya que la rubia seguro no quiere ir. Entramos y alumbro su camino.

—Tu amiga es muy fuerte —se soba la mejilla dolorida—. Recuérdame que no lo vuelva a hacer.

—Creo que no va a hacer falta que te lo recuerde —saca un mechero de un cajón y las velas del cajón de abajo.

—Ya... Por si acaso, ¿no crees?

—Por si acaso... En ese caso, cuando vea tu mano amenazante acercarse a las posaderas de esa dama, te daré un leve golpe en la nuca.

—Tampoco hay que hablar tan fino —rodea los ojos con una sonrisa burlona y nos volvemos al salón, donde los dos que se han quedado ahí hablan.

Al vernos dejan su charla, se levantan y se acercan aún con la porción de pizza en la boca. Mi trozo sigue ahí en la mesa, sin terminar. Fría no está buena.

Encendemos unas pocas velas que alumbran casi todo el salón y seguimos cenando, con la charla donde estaba, aunque un poco desviada.

—Ahora hablemos de chicas —propone Farren.

—Venga —acepta Ricky, al igual que Jennifer.

Ya casi ni me acordaba que Ricky es bisexual.

—Creo que voy a ser el único fuera de lugar en esta conversación, así que estaré hablando por el móvil.

—Como quieras —se encoge de hombros Farren, así que me alejo un poco con otra porción de pizza y me siento en el sofá más alejado con el móvil en mano.

Grupo de WhatsApp
(Marth, Dana, Jorge)

Marth: ¿Qué tal? ¿Cómo les ha recibido el apagón?

Dana: ¿Qué apagón? Aquí no ha ocurrido nada.

Jorge: Tu casa está al infinito y más allá, así que no lo notas. Aquí si lo notamos los simples mortales.

Dana: Tampoco hay que ponerse así, tío.

Marth: Dana diciendo "tío"... ¿Debería asustarme?

Jorge: Un poco sí.

Marth: ¿Mando audio gritando?

Dana: No lo hagas, por favor. Mis tímpanos y tus cuerdas vocales te lo agradecerán.

Jorge: Por cierto, no hemos mandado ninguno las fotos de la excursión.

Marth: Guardadlas, no quiero verlas.

Dana: ¿Por qué, corazón?

Marth: Porque me recuerdan a que no he podido ir.

Dana: Oh, venga... ¡Tampoco es para tanto! Mira, te voy a mandar uno y verás que no pasa nada.

Dana ha enviado una imagen.

Dana: ¿Ves?

Marth: Ahí estás, con Ricky y Jorge. Mis lágrimas están por salir.

Jorge: Aborta la misión, Dana. No quiero perder a un comandante.

Dana ha enviado una imagen.

Marth: Me dan ganas de llorar.

Jorge: ¡Dana!

Dana: ¡Le estoy dando a cancelar, pero no para!

Dana ha enviado una imagen.
Dana ha enviado una imagen.
Dana ha enviado una imagen.

Jorge: ¿Sigues ahí, chaval?

Dana: Creo que lo hemos perdido.

Marth: ¡Dios, no creo en ti, pero agarra mi alma de una vez!

Jorge: Pobre de nuestro pequeño. ¡Mira lo que le estás haciendo a nuestro pequeño, bruja!

Dana: Lo siento, Marth... ¿Hay algo que pueda hacer para que me perdones?

Marth: Creo que hay algo.

Dana: ¡Dilo y lo haré!

Marth: Que te vengas al baile que organiza el bar y me apoyes.

Jorge: ¿Y yo qué?

Marth: Si te invité antes.

Jorge: Cierto...

Dana: Chicos, tengo que irme a dormir, estoy muerta.

Jorge: ¡Para mí estás muerta!

Dana: ¿Qué has escrito?

Jorge: Nada...

Dana: Esto son mensajes, lo puedo leer una y otra vez... Ten cuidado por la noche, te espera alguien bajo la cama... Ji ji ji ji...

Jorge: Esta noche no duermo.

Marth se ha desconectado.

Miro el salón y veo que un par ya bostezan del cansancio. La caja de la pizza está vacía, mi barriga está saciada, justo bostezo también, maldito el que me lo haya pegado.

Me levanto, me acerco a ellos y propongo la idea de irnos a dormir ya, porque, aunque no sea tan tarde, el cansancio está ahí. Se levantan y nos vamos a los dormitorios, los cuales hay tres, pero uno está ocupado como trastero, así que solo contaremos con dos.

EN UNA DE LAS HABITACIONES

—No me puedo creer que no me pusieras con él en la cama —se queja una de las dos personas de la habitación.

—Solo duerme y ya —dice Jennifer.

—No puedo, quiero...

—Ya, tenerlo cerca, cariño.

—Por favor, ¿puedes cambiarle la habitación?

—¿De verdad me lo pides?

—Así es. Por favor... —le mira con ojos suplicantes.

Aunque Jennifer es dura por dentro y no se ablanda fácilmente con un chico, suspira y se levanta.

—Vale —y sale de la habitación.

UN MOMENTO ANTES EN LA OTRA HABITACIÓN

—Esto... —digo, un poco incómodo.

—Lo sé, a mí tampoco me gusta dormir así. Saber que tengo a alguien a la espalda mientras duermo me crea escalofríos.

—¿Entonces qué? ¿Voy y le pido a Jennifer que nos cambie?

—Tranquilo, Marth. Creo que esto se puede solucionar.

—¿De qué manera, Farren? —siento cómo se mueve.

Su brazo me roza, con su voz me pide que me de la vuelta y lo mire, cosa que hago. Ahí está, sin camisa, con el brazo encima de mi cabeza y mirándome fijamente.

—Ven —no puedo oponerme, quiero que estemos cómodos y durmamos bien, no quiero pasar una mala noche por la mala postura.

Me acerco, pasa su brazo por mis hombros y me apega a él hasta el punto en el que mi mejilla se pega a su hombro.

—Mucho mejor —suspira aliviado—. A dormir, amigo.

—Bu-Buenas noches —tartamudeo sin querer.

Intento conciliar el sueño, pero es un poquito difícil. Cuando ya me siento cómodo, cierro los ojos y casi me duermo, si no fuera porque una rubia abre la puerta y dice algo.

—¡No ataques cuando está indefenso, Marth! —maldita rubia.

—¡¿Qué?! —me levanto de golpe por el miedo que crea mi cuerpo ante esa mirada.

—¿Acaso estaba haciendo algo raro? —la mirada de Farren es oscura, seguro porque le ha interrumpido a punto de dormir—. ¿Por qué nos molestas?

—Porque he cambiado de idea. Marth, ve con Ricky. Yo me quedo con Farren.

—Eh... Vale —paso a su lado y me paseo por el pasillo hasta llegar a la habitación en la que está Ricky tendido en la cama.

También sin camisa, con la mirada ahora fija en mí en vez de en el techo lleno de sombras que las velas crean. Da leves golpes al colchón, diciendo que vaya ya para poder dormir pegados el uno al otro.

Me acuesto en el colchón y justo su brazo me rodea y me apega a él, como si fuera una necesidad prioritaria el sentirme entre sus brazos, como si solo quisiera que tocara su piel.

—Por fin estás aquí, se me hacía eterno el no pode notar tu cuerpo —me besa la frente, ya que está a la altura de sus labios—. Ya estaba deseando dormir contigo por una vez, ¿sabes?

—¿En serio?

—¿Te cuesta creerlo?

—Un poco sí, nos conocemos de hace poco y ya deseas tenerme para dormir juntos. Estoy pensando que eso de amigos con derecho se está retorciendo y convirtiendo en algo.

—No saquemos conclusiones precipitadas, ya sabes que no quiero pareja, por eso nos tenemos que conformar con esto hasta que mi corazón decida.

—Y puede ser cualquier otra persona —susurro.

—¿Crees que a lo mejor no eres tú esa persona que cambie mi forma de pensar?

—¿Acaso lo he sido en algún momento?

—Sí, días enteros.

—Sigo sin creerlo.

—Pues créelo, porque me has dejado pensando todo el tiempo que no he podido tocarte ni podido saborear tus labios —me levanta la mirada y pega sus labios con los míos, vuelve esa chispa en mí, hasta que se va cuando se despegan nuestros bordes carnosos—, los cuales son deliciosos.

—¿Lo dices de verdad? —agarra mi mano y lo pone en su pecho, en la parte donde debe estar el corazón.

—De verdad de corazón.

—Entonces debo creerte —sonríe radiante, pero cansado por la falta de sueño—. Venga, duerme. Que se te nota en la cara que te mueres por cerrar los ojos.

—Venga —me apega mucho más, nos ponemos de lado y veo como va cerrando los ojos—. Buenas noches, chico hermoso.

Se queda dormido con su frente pegada a la mía, con sus brazos a mi alrededor, juntando nuestros cuerpos... Mis pupilas van cerrando las persianas, es hora de que yo también duerma, es la hora.

Buenas noches.

EN LA OTRA HABITACIÓN

Una mano se pasea por una pierna suave, con marcha hacia arriba y con una meta que no va a poder cumplir por su palabra.

—¿Salchicha?

Una mano interrumpe la otra y hace que vuelva a su dueño.

—Almejas forever.

Y así es como el amigo Farren no va a poder mojar el churro en la vida.

---------------------
Nuevo capítulo especial, para vosotros.

Más de 2000 palabras y seguro que os quejáis de que es corto...

Bueno, os dejo con esto y un buen final, que espero que os guste.

Nos vemos en el siguiente capítulo, Ángeles Lectores.

Atte.: Ángel Escritor (PJ)

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top