Capítulo 20: Compañía
—Sabes que está castigado —sus voces se escuchan detrás de la puerta—. No puedes hacer eso.
—Puedo y quiero, para eso es mi hijo también —eso es lo que piensas ahora, ¿pero luego qué?—. Venga, sube.
Las pisadas se escuchan cada vez más fuertes por cada escalón que suben, mi intriga de qué quiere mi padre se disparan y me mantienen alerta. Miro el móvil, muchos mensajes, pero ninguno respondido.
Un par de golpes me dan a entender que mi padre ya está ahí detrás, la pregunta es cómo es que está aquí siendo entre semana, ya que él debería estar trabajando.
La puerta se abre y veo otra vez su rostro sin mucho entusiasmo. Lleva una sonrisa en la cara, este trama algo.
—Hola, hijo —me saluda, entrando a la habitación—. Te he traído compañía que de seguro te interesa —seguro ya sé quién es—. Pasa —y por la puerta aparece mi querida amiga Jennifer, quien viene muy guapa.
—Hola, Marth —me saluda con una sonrisa que solo yo noto que es fingida—. ¡Qué ganas de verte tenía!
—¡Y yo! —es la verdad.
—Bueno, os dejo solos. Pronto os traigo la merienda, si os apetece.
—Claro —responde por mí la chica.
—Bien, hasta luego —se despide con el pensamiento de lo que vamos a hacer en su mente, pero es todo lo contrario lo que va a ocurrir.
Cuando la puerta se cierra la sonrisa de mi amiga desaparece y se sienta en la cama con pesadez. Se peina el pelo con las manos y me mira.
—Por fin puedo dejar de sonreír —suspira aliviada—. Tu padre es muy pesado. No paraba de darle la idea a mi madre de que teníamos que vernos.
—Ya sabes cómo es mi padre, no se rinde.
—A saber lo que hará cuando le digas que eres gay.
—No pienso decirlo, me echaría a la calle y no tendría a dónde ir.
—Te entiendo —se tumba en la cama—. ¡Qué cansada estoy!
—¿Es que has hecho algo acaso?
—Nada de nada, pero ya sabes, soportar homofóbicos tiene un coste de energía de la que carezco. Por cierto, ¿cómo es que estás castigado?
—Eh... Le pegué a un chico popular.
—¡No me jodas! —se levanta como si el demonio la hubiera poseído y me agarra del cuello de la camisa—. ¡Cuenta con todo tipo de detalles!
—Esto... Un grupo, el de los populares, se acercó para hablar conmigo por haber entrado en la escala de belleza y popularidad. La líder, una diva hasta la médula, intentó que fuera con ella. Pero en cuanto me negué les ordenó a sus servidores que me agarraran para irnos, pero me rehusé y le pegué a uno.
—Quiero enganchar a esa rubia, porque es rubia, ¿no?
—De bote.
—Mejor me lo pones. Esa chica va a conocer lo que es bueno —sus nudillos crujen, un escalofrío recorre todo mi cuerpo al verla con esa aura tan siniestra alrededor suyo.
—Ni lo pienses, si le arrancas un solo pelo te lleva a juzgados por "arruinar su precioso pelo".
—Interesante —algo le llama más la atención.
—¿Verdad? —no la estoy mirando, sin querer mi mirada se fue.
—Ya ves, tienes muchos mensajes.
—¿Qué? —me doy la vuelta y ahí está la chica intentando leer los mensajes.
—Anda, si es el chico del centro comercial. Voy a mandarle algo.
—¡No lo hagas! —intento quitarle el móvil, pero ya es tarde.
Se aparta de la cama e intenta seguir mandando mensajes, pero me levanto a la velocidad del rayo y se lo quito.
—¡Eh! Bueno, da igual. Son muchos mensajes de un par de grupos y de un chico llamado " Farren". ¿Quién es? —una mirada pícara, como no.
—Es un amigo.
—Sí. "Amigo" —hace comillas con los dedos.
—No pienses mal.
—¿Cómo no voy a pensar mal si seguro es otro chico cañón que quiere un poco de esta tableta de chocolate inocente? —levanta mi camisa y me acaricia los músculos, aún me pregunto el cómo llegaron ahí.
—¡Para! —sus manos se van más arriba y empieza a hacerme cosquillas—. ¡De verdad, para! —me río bastante hasta que el tono de mi móvil nos hace parar. Lo miro—. Es un nuevo mensaje.
—¿Qué dice?
—Eh...
—A ver...
Ricky: ¡No le toques!
—¿Eh? ¿Cómo...?
—Está detrás —respondo lentamente a su pregunta sin terminar.
Se da la vuelta y mira por la ventana. Ahí está Ricky, con una mirada asesina que no lo puede disimular y un aura que mataría a miles de personas si se cruzasen por ella.
—Hola —con una gran sonrisa le saluda, pero sigue igual—. Que borde, ni un saludo. ¡Marth, di algo!
—Eh... No puedo, me dan miedo sus ojos blancos —parece un maldito demonio.
—¡Oh, venga! —se acerca a la ventana y la abre para luego arrastrarme y llevarme hasta allá.
Ricky también abre la ventana y nos mira con desconcierto, pero más a mí. Puedo entenderlo, sabe lo de mi castigo, pero no sabe lo de mi padre.
—¿Tú no estabas castigado? —pregunta con mala cara.
—¡Y lo estoy!
—Ya lo veo —le echa un vistazo a Jennifer, quien se lanza a mi defensa.
—Su padre me ha traído para estar con él, es un pesado. Incluso ha discutido con su mujer, ¿te lo puedes creer? Todo por querer dejarme aquí.
—Nos pueden oír.
—No lo creo, tu padre se va y luego vuelve para llevarme a casa.
—Pero la merienda...
—Se lo habrá dicho a tu madre, me conozco todo lo que va a hacer.
—Das miedo —reconoce Ricky—. Me gusta.
—¿Verdad? Soy la más chunga del barrio, todos tiemblan ante mi paso —rapea, me quedo loco.
—Relajemos el cuerpo, tú lo necesitas.
—La verdad es que sí. Me voy a tu cama. Te espero para hacerlo con el juguete, cariño —el sarcasmo y la broma hacen reír a Ricky, y a mí me hacen sonrojar.
—Me cae mejor que antes. Por cierto —me mira a los ojos, ya tranquilo—, he oído que hay un baile en el bar que cantas, si puedes ir, ¿querrías acompañarme?
—¿Tú bailas? —si dice que sí, me quedo más que sorprendido.
—No, pero por ti lo intentaría al menos.
—¡Oh, que bonito! —se escucha desde mi cama—. ¡Háganlo de una vez! —su cabeza aparece a mi lado, pero Ricky solo ve los ojos—. ¿Quién es el "seme" de la relación? —sus cejas se levantan y bajan a una velocidad de vértigo que ya no sé su se mueven o no.
—¿Qué?
—El que sopla la nuca.
—Eh...
—El plátano alfa.
—Eh...
—Marth... El que abre el agujero.
—¡Ah! —me sonrojo de inmediato.
—¡Oh, ese soy yo!
—¡Ricky! No digas eso.
—Así que Marth es el "uke". Interesante —hace como si los brazos fueran tentáculos y se vuelve a la cama, pero dice una última cosa—. Marth es el que te muerde, señor almohada. ¿Qué te parece? Un abuso, dice el señor almohada.
—¿Tu amiga está bien?
—Un tanto fumada, no le hagas caso.
—¡¿Cómo que no?! ¡Ahora me invitas a ese baile de aquel bar! ¡Quiero bailar!
—Por mí no hay problema —dice Ricky—. Siempre y cuando me dejes bailar con este chico guapo —sonríe hasta mostrar los dientes blancos.
—Voy a por un trozo de papel para mi nariz —y e inmediato desaparece.
—Que bien. Marth... Quiero decirte algo.
—¿El qué?
—Yo... —sus palabras son interrumpidas por un tono de móvil, lo mira—. Te lo digo luego, ¿vale? Tengo que contestar —ya no hay sonrisa, sino una mueca triste, ¿o es de malestar? No lo sé.
Cierra la ventana y justo aparece Jennifer con un trozo de papel en la nariz que, poco a poco, va absorbiendo algo rojo.
—¿Te has hecho sangre?
—Ha sido ver lo que emanaba con esa sonrisa y mi mente se disparó.
—¿Y qué tiene que ver con tu nariz?
—Imaginé cosas, Marth. Cosas.
—Prefiero no saberlo. Un momento... ¿Pero tú no eres lesbiana?
—Lo soy, pero me gustan mucho las relaciones entre hombres. Son tan... Uf...
Río ante sus respuestas, hasta que Ricky aparece por la ventana con esa misma cara de nuevo. Creía que volvería a la normalidad, pero no es así.
—Marth, tengo que irme. Hablamos luego, ¿vale? Tengo cosas que hacer.
—Eh... Vale. Hasta luego —se despide y se va con los ojos apagados, sin esa chispa que me miraban hace rato—. Qué raro está.
—Ya, bueno... Por cierto, ¿has leído los mensajes del otro chico?
—No, aún no. Voy a verlos, porque de seguro tú también quieres para alimentar tu intriga sobre lo que dice.
—Es por ver si intenta coquetear contigo.
Miramos los mensajes juntos. Son muy pocos, pero cada uno preocupa bastante hasta el punto en el que tengo que sacar algo de entre mis cosas.
—Hay que joderse —dice ella al ver los mensajes—. ¿Vamos?
—Intentemos salir.
Ay, Farren. ¿Por qué?
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¡Nuevo capítulo!
¿Contentos?
El próximo capítulo será pronto, ya que quiero hacerlo por la intriga que de seguro se os ha formado.
Bueno, con esto me voy y os dejo solos.
Hasta luego, Ángeles Lectores 😜
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