Broma pesada

Quien dijo que las mascotas se parecen a sus dueños ciertamente pensaba en Potya Plisetsky.

Siempre que Yuri tenía que viajar, dejaba encargado a su querido amigo felino con el matrimonio Katsuki-Nikiforov. Y Potya aprovechaba para divertirse durante unos días.

Cuando no dormitaba sobre la computadora portátil de Viktor, gustaba hacerlo sobre la amplia frente del humano si éste se hallaba recostado en la cama o el sofá. Por alguna extraña razón, eso parecía enfadarle mucho y tras echar a Potya, Viktor corría a verse al espejo y revisar su cabello. Otra de sus actividades favoritas era ocultar los lentes de Yuuri, si bien eso solía reservarlo como venganza para esas ocasiones en que el humano se entretenía jugando con Makkachin en lugar de hacerle caso a Potya. Pero sin duda, la víctima favorita de sus bromas era Pocha-Yuuri.

Pocha-Yuuri y Pom-Vik simplemente aparecieron un día en casa de la pareja. Exactamente qué animales o criaturas eran, o de dónde habían salido, nadie lo sabía. Puesto que demostraron ser inofensivos y no tuvieron problemas para entenderse con Makkachin, no le dieron más vueltas al asunto y Viktor y Yuuri decidieron conservarlos.

Fue así como Potya se encontró con otros dos compañeros de juego que hacían sus visitas al hogar de los otros dos humanos más llevaderas. O lo fueron, hasta que en una ocasión por accidente llevó sus bromas demasiado lejos y terminó arrancándole a Pom-Vik parte del pelo de su rabito. Éste se desquitó dejándole caer encima un botecito con pintura rosa, con lo que el impoluto pelaje del felino quedó cubierto de manchas. Yuri se puso furioso, pero Viktor le dio la razón a Pom.

─Tu gato empezó. Pom simplemente se estaba defendiendo.

Por suerte, Yuuri logró calmarlos a ambos y la cosa no pasó a mayores. Yuri olvidó su amenaza de rapar a Viktor mientras dormía y Viktor no publicó en Instagram las vergonzosas fotos de niño de Yuri en las que este aparecía con un mal corte de cabello, usando unas orejas de gato y unos cascabeles. Potya por su lado, aprendió un par de cosas: la primera, a no meterse con Pom-Vik y la segunda, a ser más discreto con sus juegos. De modo que centró su atención en otra parte.

Pocha-Yuuri resultó ser la presa perfecta. Tímido y retraído, como el Yuuri humano, no requería de mucho para asustarse. Bastaba con que el felino lo esperara sin hacer ruido para sorprenderlo saltándole encima y Pocha-Yuu acababa huyendo despavorido a refugiarse debajo de la cama en el cuarto de los humanos negándose a salir hasta que Makakchin reprendía a Potya y Pom lo convencía de que todo estaría bien.

Ese día, sin embargo, nada estuvo bien. Como en otras veces, Potya asustó a Pocha-Yuu con tan mala suerte, que lo hizo huir y en medio de su escape chocó contra la mesa. El impacto ocasionó que una taza con restos de té que se hallaba cerca del borde le cayera encima y si bien sólo se llevó un golpe, eso sumado a que terminó completamente empapado, conllevó a que se pusiera a llorar.

Atraídos por el ruido, Makkachin y Pom-Vik se presentaron de inmediato y adivinaron al instante lo sucedido. El felino insistió en que fue un accidente y Pocha exageraba; aunque por la forma en que bajaba sus orejas, quedaba de manifiesto que estaba consciente de que su jugarreta se le había ido de las patas.

─ ¡Pom pom pom! ─reprendió Pom-Vik al felino, señalándolo acusatoriamente─ ¡Po, Pom!

Potya no se dignó a mirarlo, entreteniéndose en lamer distraídamente una de sus patas. Menos mal que ni Viktor ni Yuuri se encontraban en casa, porque de lo contrario habría terminado en un "tiempo fuera" en esa espantosa y diminuta jaula que los humanos llamaban transportadora.

Makkachin se colocó a su lado y gruñó, haciendo que el felino interrumpiera su aseo y le prestara atención. El perro hizo un movimiento con la cabeza, indicando el sofá detrás del cual Pocha-Yuu estaba escondido. Potya vaciló y le respondió con un bufido. ¿Por qué debía disculparse? ¡Si sólo fue una broma! El problema era que el otro era demasiado sensible.

Makkachin insistió y le dio un suave empujón. Potya intentó resistirse, y al final caminó con resignación hasta el sofá, recibiendo una mala mirada de Pom nada más llegar. Ignorando el enojo del pequeño, Potya maulló un forzado "lo siento" seguido de un "no lo vuelvo a hacer".

─¡Pom, po pom! ─llamó Pom-Vik a Pocha-Yuu, indicándole que todo estaría bien y podía salir.

Pocha-Yuuri, sin embargo, no pensaba igual. Apenas sintió que "algo" que en realidad era la mano de Pom, quiso sujetarlo, chilló y corrió a refugiarse hasta el fondo de su escondite.

Pom, que nunca se daba por vencido, trató de entrar para acompañarlo, pero Pocha-Yuuri gritó y se encogió sobre sí mismo. Claramente, continuaba demasiado asustado y percibía todo como una amenaza, inclusive a Pom.

Con delicadeza, Makkachin usó una de sus patas para sacar a Pom, quien se resistió manoteando y pataleando, sin comprender porque el can quería alejarlo de su querido Pocha-Yuuri.

Makkachin gruñó con suavidad, recordándole que el Yuuri humano a veces pasaba por situaciones así y en esos casos lo mejor era darle un tiempo a solas, al cabo del cual Viktor, Makkachin y los pequeños estaban ahí para terminar de tranquilizarlo.

Pom-Vik concedió que tenía razón, pero seguía sin convencerse. Contempló con tristeza el hueco entre el sofá y la pared en el que se había ocultado Pocha-Yuu. Únicamente podía visualizar una silueta redonda que temblaba de miedo. Pom le dirigió una mirada suplicante a Makkachin, quien se mantuvo firme. Cuando se sintiera listo y seguro, Pocha saldría y ellos estarían ahí para él.

Eventualmente, Potya y Makkachin se retiraron, sin embargo Pom se rehusaba a moverse. ¿Y si Pocha se había asustado tanto y no deseaba salir nunca más? ¿Qué haría si lo dejaba solito? Los conejitos como él necesitaban un compañero y el suyo definitivamente era Pocha-Yuu. Tenía que convencerlo de salir.

─ ¡Pom! ¡Pom, po pom! ─canturreó Pom-Vik, a la vez que agitaba sus orejas y se movía al ritmo de su improvisada canción.

A los Viktor y Yuuri humanos les encantaba bailar y lo mismo aplicaba para Pom y Pocha. A ellos les gustaba imitarlos y para Pom no había cosa más adorable que Pocha-Yuuri sonriendo y moviendo su colita, tratando de ejecutar una pirueta aún si invariablemente tropezaba con sus propias patitas y Pom debía sujetarlo para evitar que cayera. Tal vez si lograba que Pocha-Yuu recordara cuanto se divertían, lo haría salir de su escondite.

La danza de Pom terminó y para su mala suerte, Pocha-Yuuri no le hizo caso. El pequeño continuaba bien oculto y no se había movido ni un milímetro. Pom se dejó caer al suelo, deprimido. Menos mal era un conejito lleno de ideas y muy dispuesto a llevarlas a cabo.

La comida era algo que a Pocha le gustaba casi al mismo nivel de Pom. De modo que éste fue a la cocina con la intención de buscar algún bocadillo con el cual tentarlo, tan sólo para descubrir que sus golosinas y galletas se encontraban fuera de alcance.

Se dio un golpecito en la frente al recordar que unos días atrás, los humanos mencionaron que la camisita de Pocha-Yuu le quedaba más ajustada de lo normal y que estaba comiendo más de la cuenta. Pocha, que los escuchó sin querer, se puso triste y se refugió en la canasta donde dormía con Pom. Eventualmente, Pom-Vik logró que se sintiera mejor a base de mimos y cariños, convenciéndolo de que se mantendría a su lado sin importar como luciera. A pesar de que Pocha recuperó el ánimo, no impidió que Viktor y Yuuri lo pusieran a dieta, por lo que sus dulces favoritos fueron celosamente guardados y racionados.

Pom se paseó por la cocina caminando en círculos y con los bracitos cruzados. La comida estaba guardada en la alacena más alta y sin importar cuantas veces saltó, no consiguió llegar muy alto.

No dispuesto a rendirse, se las arregló para trepar por una silla y llegar a lo alto de la mesa. Inhaló hondo, y se impulso para realizar un extraordinario salto que le permitió llegar hasta el mueble de la cocina encima del cual estaba la alacena.

Orgulloso, se giró para compartir su triunfo con Pocha-Yuu tan sólo para recordar que éste continuaba oculto y no podía verlo.

─Pom... ─se lamentó en un suspiro. Vaya que echaba de menos a su querido Pocha.

Un maullido lo sorprendió. Haciendo gala de su característica agilidad felina, Potya apareció de pronto a su lado. A diferencia de la pequeña criatura, el gato no tuvo dificultades para llegar hasta ahí. Pom no estaba para nada contento al verlo. Continuaba resentido por la mala broma hacia Pocha-Yuuri, así que se limitó a ignorarlo y enfocarse en cómo llegar hasta la alacena.

Potya disfrutó del espectáculo mientras se aseaba. En verdad era muy entretenido ver al conejito pegando de brincos una y otra vez. La diversión duró hasta que Pom-Vik, ya comenzando a frustrarse, dio un salto que si bien tuvo la altura necesaria, también resultó muy desmedido y acabó por golpearse la cabeza contra la alacena. Pom-Vik tropezó y resbaló, cayendo desde la cima del mueble hasta el suelo. Potya se sobresaltó y se asomó, parando bien las orejas y la cola hasta que notó que Pom se incorporaba a medias y se sobaba la cabeza. Los ojitos se le llenaron de lágrimas no tanto por el dolor, sino por fracasar en su misión. Fue incapaz de conseguir las golosinas para Pocha y sin eso, ¿cómo lo convencería de salir?

El felino resopló, como se estuviera riendo y Pom-Vik lo fulminó con la mirada.

─ ¿Pom? ¡Po, pom pom! ─le gritó enfadado, y Potya se sorprendió por la dureza de su tono─¡Pom, pom-po pom!

Pom-Vik terminó de gritarle, se dio la media vuelta y se marchó. Ya era hora que alguien le cantara unas cuantas verdades a ese gato malcriado. Pensó en contárselo a su parejita y corrió de vuelta a la sala, comprobando con desánimo que Pocha seguía escondido. El conejito se dejó caer en el suelo. ¿Sería que Pocha-Yuu planeaba quedarse ahí para siempre?

Pom ni siquiera notó que Makkachin se le había acercado. El can le dio una lamida cariñosa en el rostro y se sentó junto a él. Pom-Vik se abrazó a una de sus patas, pidiéndole consejo silenciosamente. Makkachin, asumiendo correctamente que al ladrar podría asustar sin querer a Pocha-Yuu, optó por mantenerse en silencio y señaló con su nariz el sitio donde estaba la cesta que les servía de cama a los pequeños. Pom-Vik ladeó la cabeza y Makkachin le dio un empujoncito, con lo que el conejito finalmente lo comprendió.

No pudo convencer a Pocha-Yuuri de salir, pero tampoco deseaba sólo esperar; de modo que su mejor alternativa era prepararlo todo para cuando su querido Pocha abandonara su escondite y hacer que se sintiera seguro.

***

Pocha-Yuuri se asomó con el mayor sigilo posible, apenas sacando la cabeza de su escondite.

En general, jugar con Potya no le generaba inconvenientes. Comprendía que el felino extrañara demasiado a su humano cuando éste se ausentaba y sabía que estaba acostumbrado a ser el centro de atención en su propia casa y le resultaba complicado compartir espacio con ellos aún si sólo eran unos días; por lo que trataba de hacer su estadía más llevadera y entretenerlo fungiendo como su compañero de juegos. Pero en esta ocasión lo tomó completamente desprevenido y no fue tanto el dolor por el golpe que se dio lo que hizo que se pusiera a llorar, sino el haber manchado su camisita. Era la única que le quedaba bien y la favorita de Pom. ¿Y si dejaba de quererlo porque además de engordar, dejaba de verse bien?

Pocha-Yuu suspiró con desgano y los ojitos se le llenaron de lágrimas. Tal vez pasó demasiado tiempo escondido y Pom-Vik ya se había olvidado de él. Hasta pudiera ser que se buscara una nueva pareja. A fin de cuentas, Pom era un conejito muy atractivo. Con su figura esbelta, sus largas y suaves orejas y su esponjoso rabito... era simplemente encantador.

No sin cierto recelo, Pocha se animó a dar un par de pasos fuera de su escondite y al instante tropezó con un montón de tela. El pequeño se acomodó su gorrita y alzó la vista, sorprendiéndose por lo que vio. En el suelo estaban colocados cojines, almohadas formando un refugio muy acogedor en el centro del cual estaba Pom-Vik. Reconoció también sus juguetes y su manta favorita. Claramente su compañero quiso prepararlo todo para cuando él se dignara a salir.

Enternecido, Pocha se aproximó y comprobó que Pom estaba durmiendo. Seguramente lo estuvo esperando sin moverse, queriendo recibirlo y acabó por cansarse.

─Pocha, pocha...─le agradeció con sinceridad, tras lo cual se armó de valor para darle un tierno beso en la frente.

Pom-Vik abrió de pronto los ojos, sobresaltando a Pocha-Yuu y haciendo que dejara escapar un chillido por la impresión. El conejito, loco de alegría por tenerlo a su lado, no lo pensó dos veces para echársele encima y atraparlo en un fuerte abrazo a la vez que le llenaba la cara de besitos.

─¡Pom Pom!

─Po... ¿pocha?

─¡Pom, pom po-pom! ─exclamó, y apenas se separó para examinarlo, suspirando aliviado al constatar que estaba bien─Pom pom po-pom. Po... Pom...

Pom Vik hizo una pausa y se talló los ojos. Fue en ese punto que Pocha reparó en lo mucho que debió preocuparlo sin querer.

─Pocha, pocha... ─expresó con suavidad, tomando sus manos y dedicándole una sonrisa─Pocha-cha.

A Pom Vik le brillaron los ojos ante sus dulces palabras. ¡Su querido Pocha-Yuuri era tan adorable! El emocionado conejito se dispuso a volver a abrazarlo, sin embargo un maullido lo interrumpió.

Pocha se sobresaltó y pegó un brinquito al divisar a Potya, en tanto que Pom de inmediato se interpuso entre ambos extendiendo los brazos y frunciendo el ceño, tratando de verse lo más intimidante posible. Como ese gato malo volviera a lastimar a Pocha-Yuu...

El felino bufó, indignado y se movió de su posición actual, revelando ni más ni menos que la caja de galletas favoritas de Pocha-Yuuri. Sin perder nunca su actitud despreocupada, procedió a empujarla con una de sus patas hacia los pequeños.

─¿Pocha? ─quiso saber Pocha-Yuuri, animándose a dar unos cuantos pasitos en dirección a Potya.

─¡Pom, pom! ─exclamó Pom-Vik, en evidente desacuerdo. En su opinión se requeriría más de unas galletas para disculpar al gato por el trago amargo que le hizo pasar a su adorada parejita.

─Pocha-po, pocha pocha─insistió Pocha-Yuuri y señaló discretamente al expectante felino, quien cada cierto tiempo los miraba con disimulo.

Pom-Vik concedió a regañadientes que era justo como Pocha decía. Todo el lenguaje corporal del gato proclamaba que se sentía bastante ansioso, especialmente la forma en que agitaba la cola. Pocha le sonrió y Pom acabó por rendirse. No importaba cuánto lo intentara, no podía negarle nada.

─¡Pocha! ─gritó Pocha-Yuu con alegría y abrió la caja de galletas para después tomar una y partirla por la mitad─Pocha, po-pocha. Pocha, pocha. ¿Po? ─dijo mientras repartía las mitades entre los otros dos.

Pom y Potya intercambiaron una mirada, tras lo cual centraron su atención en Pocha-Yuuri. Era fácil deducir que el arreglo no les hacía mucha gracia, sin embargo ninguno se atrevió a contrariar al sonriente pequeñito.

Decidiendo que ya había tenido suficientes momentos incómodos en el día, Potya se dispuso a retirarse. Antes de que se marchara, Pocha-Yuuri lo llamó y parándose de puntillas para alcanzarlo, le regaló al felino una suave caricia que lo hizo ronronear.

─¡Pom! ─protestó Pom-Vik inflando las mejillas, celoso de que Potya recibiera los mimos de Pocha-Yuu que debían pertenecerle a él─ ¡Pom, Pom!

Potya se debatió entre aclararle que no pretendía robarle a su pareja o irse. Al final, se decantó por la última opción. No tenía ganas de discutir y Pom-Vik era tan necio como Viktor, por lo que los alegatos durarían un buen rato y él tenía cosas más importantes que hacer: dormir en la cama de los humanos o asearse, por ejemplo. Aunque sí aprovechó para golpear a Pom-Vik en la cara con su cola... por accidente, claro; y resopló divertido al divisar a Pocha retener a Pom para evitar que fuera a desquitarse.

Makkachin, que estuvo viendo la escena sin intervenir, se acercó trotando al gato. Potya se detuvo y maulló un seco "¿y ahora qué?

El can se apresuró a frotar su nariz contra el cuello del felino y a darle una lamida cariñosa para indicarle que esta vez no pretendía regañarlo sino todo lo contrario. Tras ellos, la parejita transportó a su nidito la caja de galletas. Potya los observó por el rabillo del ojo y le bufó a Makkachin para establecer que si acaso les dio las galletas, fue sólo porque lidiar con un Pom-Vik deprimido y un Pocha-Yuuri asustado era realmente insoportable.

Makkachin no insistió. Potya podía aparentar ser todo lo rudo e indiferente que quisiera, pero si algo caracterizaba a los perros era su habilidad para ver en el interior tanto de las personas como de los otros animales; por lo que sabía que al igual que su dueño, Potya Plisetsky poseía un corazón noble, que se avergonzaba con facilidad... y que en el fondo adoraba ver juntos a Pocha y a Pom tanto como el joven Yurio a Viktor y Yuuri.

***

─¿Pero qué pasó aquí?

Fue lo primero que Viktor pronunció nada más entrar en su hogar. Una taza de té yacía volcada en el suelo, habían migajas por toda la sala y los cojines y almohadas fueron secuestrados para crear una especie de fuerte en una esquina.

Yuuri, que se entretuvo acariciando a Makkachin, se apresuró a acudir al lado de su esposo, con el can marchando junto a él.

─ Me parece que alguien estuvo jugando─dedujo el de lentes, examinando el lugar─Y husmeando en la cocina, además─externó, notando la caja de galletas vacía.

─Seguro fue culpa de Potya─refunfuñó Viktor, cruzándose de brazos─Ese gato es un malcriado.

─Si fuera Potya, te aseguro que no se hubiera conformado con sacar sólo una caja de galletas de la alacena─lo defendió Yuuri, ya demasiado acostumbrado a que su marido culpara de todo a la mascota huésped─ ¿No lo crees, Makka?

El perro meneó la cola, como si le diera la razón y luego se dirigió hacia Viktor, tumbándose frente a él para demandar más caricias.

─Bien, bien. Me rindo─expresó Nikiforov con una amplia sonrisa─No creo que haya sido Potya. Ustedes ganan.

Nunca podía resistirse a su esposo, y si a eso le sumaba a su adorada mascota, era una batalla que no podía ganar. No que le importara realmente. La taza no se había roto y bastaría con limpiar el piso con unas toallas de papel. Lo mismo que recoger las migajas y acomodar los cojines...

─¿Viktor? ─lo llamo Yuuri, notando que el otro buscaba algo con la mirada─¿Qué ocurre?

─¿Dónde están Pocha y Pom?

En ese punto, Yuuri se percató que los pequeños, que por lo general siempre estaban atentos a su llegada, no salieron a recibirlos. Makkachin ladró para hacer que los humanos lo miraran y al instante los condujo al montón de cojines. Los humanos se inclinaron para ver lo que el refugio ocultaba y la imagen los enterneció profundamente. Pom-Vik y Pocha-Yuuri estaban plácidamente dormidos, acurrucados muy juntitos envueltos en la manta favorita de Pocha-Yuu.

La pareja intercambió una sonrisa y Viktor, en un arrebato de ternura, aprovechó para robarle un beso a su pareja.

─¿Qué dices si seguimos su ejemplo y tomamos una siesta? Ha sido un largo día.

Yuuri le acarició el rostro y después lo tomó de la mano, demostrándole que aprobaba la idea.

Ambos se dirigieron a su dormitorio con la intención de hacer lo mismo que los pequeños y descansar un buen rato intercambiando besos y cariños... y quizás, llegar a algo más. Sin embargo, aquello se quedó como una propuesta solamente. Y es que Viktor se dejó caer en la cama sin molestarse en revisar que ya alguien más la estaba ocupando.

Potya maulló cuando el atolondrado humano le cayó encima y puesto que la intromisión lo puso de mal humor, no vaciló para soltarle un arañazo.

─¡Esta es la última vez que cuidamos a ese gato! Makkachin, ¡cómetelo!

─ ¡Aguarda, Viktor!

Makkachin bostezó y sabiamente optó por retirarse. Dejaría que arreglaran sus problemas por su cuenta. Siempre lo hacían.

Ajenos al caos de la discusión, Pocha-Yuuri y Pom-Vik continuaron durmiendo.

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NOTAS FINALES:

Recuerden!!! Los invito a dejar sus interpretaciones de los diálogos de Pocha y Pom en sus comentarios. Me encantará leerlos.

¿Tienen alguna sugerencia o alguna idea que les gustaría ver desarrollada con Pocha-Yuu y Pom-Vik? Por favor, escríbanla aquí ---->

Por ahora eso es todo. Si leyeron hasta aquí, muchas gracias!!!!

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