El reto (Parte 1)
Paula
«Ni rendirse, ni venderse», ese era mi lema de vida, lo heredé de mi abuelo materno, un gran hombre, era el mejor ser humano que ha tenido este planeta. Luchador y fuerte, luchaba siempre por conseguir sus objetivos. Aunque le costara sudor y sangre, él no desistía, así fue hasta la hora de su partida, la que todavía después de tres años recuerdo como si hubiese pasado hace dos horas, con el mismo dolor incluido, creo que es algo que me va a costar superar mucho con el paso del tiempo.
En ese momento escucho el sonido del tren, se para frente a mí, agarro bien mi bolso y subo sumida en mis pensamientos, me siento en uno de los asientos que veo libre y exhalo cansada de estar todo el día de pie trabajando. Estaba deseando que llegara la hora de ir a casa, trabajo en una tienda de ropa en un centro comercial y estar tanto tiempo de pie me mata, tengo las piernas que me tiemblan como una gelatina, agarro mi móvil y lo desbloqueo, me pongo los auriculares y me pongo música para ir entrando en calor.
Veo que tengo un WhastApp de mi amiga María:
*Pau vamos a salir hoy no? Es sábado!!!*
Decido contestarle, aunque sé que esta conversación como no acabe como ella quiere no me va a dejar en paz:
*estoy muerta María, ya nos vemos mañana*
*¿Cómo? No, no, me dijiste que salíamos hoy, además ya he hablado con el de relaciones públicas y tenemos la entrada gratis*
Joder, lo sabía...
*vale María nos vemos luego a las 11, conduces tú que quiero emborracharme ya que no me dejas descansar*
Siempre hacía conmigo lo que quería, estaba conmigo desde que éramos niñas, y la quiero como una hermana, tanto a ella como a Carol, son mis dos pilares en la vida penosa que llevo, son las que me hacen que me escape un poco de la realidad, cada una con sus puntos. Somos muy distintas, María es un poco como yo, loca y extrovertida, un poco misteriosa, y le gusta ser el centro de atención. En cambio, Carol es más inocente, tímida, pero súper divertida, tiene un corazón que no le cabe en el pecho, créeme, y yo, bueno, siempre he tenido mucho autoestima, con muchísimo ego, extrovertida, y algo manipuladora, me encanta mentir si con eso consigo lo que quiero, siempre me ha ido bien, aunque últimamente creo que estoy en un pozo sin fondo, desde que mi ex tóxico me hizo la vida imposible. Necesito un amor sano, de los que te quieren de verdad, y aunque lo voy superando poco a poco e intento auto convencerme de que estoy bien por dentro me siento vacía, sin objetivos y lamentándome de no tener el valor de cambiar lo que no me gusta.
Recuerdo las noches llorando de las millones de discusiones que tenía con él al día, yo me decía a mí misma que esa no era yo, no era la Paula fuerte y enérgica que yo era, me hizo sentirme como si no valiese nada, me hizo ser demasiado débil, pero eso se acabó, abrí los ojos y pude echarlo fuera de mi vida, y ahora siento que esta vida que llevo no me pertenece, yo necesito emoción en mi vida, no esta rutina de trabajo-casa, casa-trabajo, siempre me ha gustado la adrenalina, socializar y divertirme, por eso cuando estoy con mis amigas hacemos que ese tiempo sea emocionante y no sea un aburrimiento más en mi triste vida, no me siento realizada y necesito momentos atrevidos y situaciones excitantes.
Cuando llego a casa, encuentro a mi madre haciendo la cena, ella siempre ha estado muy pendiente de mí, es adorable aunque un poco agobiante, yo agradezco que sea así mejor que una madre ausente pero no entiende que tengo veintinueve años y necesito espacio, no soy una niña.
—¿Cómo te ha ido el día, cariño? —pregunta mirándome de arriba abajo para ver si está todo en su sitio.
—Bien, mamá, como siempre, voy a salir esta noche —respondo dejando el bolso en la silla y dirigiéndome a la escalera para subir a mi cuarto.
—Bueno, pero baja a cenar —me dice con cara de pocos amigos, no le gusta nada que salga porque le preocupa que me pase algo.
—Vale —digo rápidamente.
Tengo prisa, son las diez y cuarto, y yo soy de tardar mucho, así que me preparo lo más pronto posible, dirigiéndome a la ducha, después de una hora me estoy mirando en el espejo y me encanta lo que veo, me he puesto un vestido blanco de tirantes con escote y bastante corto que resalta mi piel, ya que estamos a últimos de agosto y tengo la piel morena, mi pelo castaño oscuro largo me lo he dejado suelto liso un poco despeinado, y el maquillaje es un poco a lo femme fatale con la sombra de ojos me he hecho un ahumado negro, a juego con mis ojos marrones y labios rojo granate, me siento como debería sentirme siempre, una diva y no una penosa.
Me cuelgo el bolso a juego con mis stilettos de once centímetros y bajo con cuidado de no romperme la cabeza o partirme un tobillo con estos zapatos; mis amigas llevan esperando diez minutos ya fuera. Cuando bajo veo a mi madre viendo la televisión tranquila cenando y me hace el señor repaso con su mirada de desaprobación.
—Tengo prisa, mamá —digo intentando disimular los nervios de empezar una discusión por la ropa.
—Come algo, podrán esperar —lo dice con esa mirada suya que te hace temblar, y pobrecita de ti si no le haces caso.
Me acerco a la mesa y veo que ha hecho hamburguesas y patatas fritas, cojo unas cuantas patatas y me las meto en la boca, me cuesta cerrarla del montón que me he metido pero me echo un poco de agua en un vaso y con eso las empujo a fuerza hasta el estómago, luego cojo una hamburguesa, le doy cuatro bocados seguidos y vuelvo a beber agua para bajarlo, todo eso bajo la mirada de desaprobación de mi madre que en cualquier momento se va a liar a discutir y me va a estropear el buen rollo de la noche, por ello me alejo y todavía masticando con la boca hinchada le digo que me voy e intento desaparecer de mi casa lo más rápido que puedo, soy un caso perdido.
Salgo a la calle y veo a mis amigas apoyadas en el coche, me miran con cara de querer matarme por mi tardanza, las inspecciono mientras voy camino al coche y veo que María se ha puesto un vestido azul oscuro igual de corto que el mío, el pelo caoba se lo ha recogido en una cola alta y está guapísima; Carol se ha puesto unos pitillos negro y una blusa marfil, tiene el pelo negro corto, le gusta vestir distinta a nosotras, ella siempre tan elegante. Llego al coche con una sonrisa de oreja a oreja y súper emocionada por poder estar otra noche con ellas.
María conduce, su coche es un Skoda pequeño rojo, yo voy de copiloto y Carol va detrás.
Empezamos el camino y todo son risas y emoción.
—Oye, María, ¿adónde vamos al final? —pregunto con emoción.
—A la sala Inferno, ¿qué te parece? —dice con media sonrisa y una mirada arrogante.
—Buah, tú sí que vas a darlo todo hoy ¿no? —dice Carol riéndose.
—La noche pinta bien, necesito un vodka con limón —respondo yo con toda la ilusión del mundo, el alcohol me hace evadirme un poco los fines de semana, podrían tacharme de alcohólica pero teniendo en cuenta que solo bebo cuando salgo no llevarían razón, entre semana ni lo toco.
Todo esto mientras le subimos voz a la música y empezamos a bailar para motivarnos como si estuviésemos en medio de la pista.
La sala Inferno está a las afueras de Cádiz, cuidad en la que vivimos, y es el club más lujoso y famoso de todos los alrededores, está en un polígono, por fuera no parece gran cosa, pero por dentro es impresionante, tiene grandes lámparas de lava colgantes y todas las luces son de neón, tiene tres plantas, por dentro es como un cuadrado grande, la planta baja es donde está todo el mundo, con el DJ al fondo en un escenario luego por unas escaleras subes a la primera planta que rodea todo el cuadrado de la planta baja con una barandilla, dejando libre todo el centro, donde te asomas y ves toda la planta baja que es enorme, luego subes otra escalera y llegas a la siguiente planta, también bordea toda la discoteca, en cambio, esa no está abierta, tiene cristaleras grandes polarizadas y es imposible ver quién está detrás, esa es la zona VIP, para nosotras que somos simples mortales, prohibida.
Una vez que llegamos después de todo el camino sin poder parar de reír, fuimos directas a la entrada. María se acerca a un hombre que está en la puerta y vemos cómo se toca el pelo, le sonríe y se pone sensual. Ya está haciendo de las suyas. Carol y yo nos miramos y nos reímos, así conseguimos que nos abran el cordón de la puerta y pasamos al interior. Voy entrando por el pasillo y voy pensando de qué modo quiero estar esta noche, porque yo cuando salgo o voy buscando ligue para la noche o no me importan para nada los hombres y salgo a divertirme y disfrutar de la vida, y hoy quiero solo divertirme, no quiero saber nada del ser humano con pene.
Es entrar a la pista y ya no puedo estar más motivada, empezamos las tres a bailar como locas y a cantar la canción que está sonando que además nos encanta, Outside de Ellie Goulding, es de nuestras favoritas. Bailamos como si nos fuera la vida en ello, disfrutando de cada nota de la canción, cuando acaba la canción ya estamos sudando y nos dirigimos a la barra, empezamos con tres chupitos de tequila como hacemos siempre, me voy encendiendo un cigarrillo, ya que no fumo mucho, pero los momentos así me lo pide el cuerpo, y seguido nos pedimos unas copas, y empezamos a beber con ansias ya que a nosotras no nos afecta el alcohol con facilidad. Nos miramos las tres sabiendo que tenemos una gran noche por delante.
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