Se quedó unos momentos sentada en posición fetal, preguntándose una y otra vez. ¿Qué clase de castigo era este?

Con desgana se levantó para, subir por las escaleras, mientras algunas de ellas reinchinaban, la casa ya estaba un poco vieja.
Al llegar al sótano, prendió una luz que se ubicaba en el centro de la habitación.

Caminaba despacio, el piso se sentía frío, pero el problema no era eso, la luz comenzó a fallar hasta apagarse, esto no ayudó pues aumentó la paranoia en ella.

Hace algunos meses no había subido al sótano, era un lugar muy descuidado, ¡perfecto para una escena de terror! ¿Verdad? Cumplía todo lo necesario para ello, telerañas por los muebles viejos, las paredes húmedas, la luz que falla. ¡Sin duda alguna la paranoia podría abundar en ella!

Miró el gran estante lleno de libros, que en algún momento su madre leía en la sala, acompañado de una taza de café.
Al acercarse, paso suavemente sus manos por encima de los libros, a pesar del tiempo seguía sintiendo el aroma del dulce perfume que su madre usaba constantemente. Sonrió al reconocer el olor.

Miró encima del mueble, La caja estaba ahí tal como lo dijo Miriam.
No corrió nada por su espalda, no sentía miedo, al ver más claro recordó una caja similar que su madre tenía y cuidaba con mucho amor y cariño.

¿Cómo es posible que su madre cuidará a un monstruo como ese?
Ella sabía lo que había adentro de esa caja, y aunque quería abrirla, se contenía, la muerte vendría por ella, cubriendola en su manto de penurias.

Suspiró cansada por todo, más de una vez se la había pasado la idea de suicidarse, nunca lo intentó, ¡eso es para débiles!.

Mientras bajaba las escaleras miraba un poco más a fondo la caja que tenía en sus manos, nunca se fijó bien en las palabras que estaban grabadas en la vieja madera.

"Alisson y Jack, amigos hasta la eternidad"

Susurró al leer la oración.

-¿Alisson? ¡Mamá!

Alisson, era el nombre de su tan amada madre, su padre se llamaba, Édgar. ¿Qué tenía que ver "Jack" en la vida de Alisson?

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