Beauty
En la Finca Mariposa, las cosas no iban mejor. Shun no había tenido la oportunidad de disculparse con Inosuke por su comportamiento. No porque no lo hubiera visto, sino porque cada vez que estaba en presencia de él, este hacía algo que sacaba de quicio al peliverde, quitándole todas las ganas de querer hacer las paces.
Shun no solía actuar de ese modo, normalmente era lo suficientemente maduro para tragar su orgullo y perdonar rápido. Pero aquel hombre jabalí ciertamente sabía donde presionar para hacer enfadar al amable Caballero. Andrómeda lo había intentado todo, en un inicio se mostraba amable con el Cazador de Demonios, quizás para contagiarle sus buenos modales y afabilidad, hasta que gradualmente perdía la paciencia y le arrojaba un comentario hostil o dos, que parecían salir más de Hades que del mismo Andrómeda. Después de algunos días de intentar lo mismo y fallar, Shun se ahorraba los buenos modos para pasar directamente al enfrentamiento.
Cuando el cabestrillo de su brazo fue retirado, Shun pudo por fin unirse a Tanjiro y Zenitsu en los entrenamientos de refuerzo. Aunque para su mala suerte, aquello significaba convivir más con Inosuke.
Tanjiro, desesperado por hacer la paz entre sus amigos, procuraba estar siempre en el medio; y cuando el entrenamiento requería de una pareja, el mismo Kamado elegía a Inosuke para evitar que, por azares del destino, terminara luchando contra el Caballero.
Sin embargo, los planes del pelirrojo se vieron frustrados el día en que Aoi —responsable del entrenamiento— se percató de que las parejas siempre eran las mismas, y los combates de entrenamiento comenzaban a ser inútiles, pues los chicos empezaban a predecir los movimientos del contrincante. Segura de que así no llegarían a ningún lado, decidió que ella misma haría las parejas.
Tanjiro con Zenitsu.
Y... Shun con Inosuke.
Las miradas de los cuatro jóvenes reflejaban sus pensamientos. Tanjiro estaba seguro que ninguno saldría vivo de esta; Zenitsu apenas y podía contener la risa, perdería a propósito contra Tanjiro para poder disfrutar de la pelea entre Andrómeda y Hashibira; Shun rodaba los ojos mientras maldecía internamente su suerte; en cuanto a Inosuke... el estaba más que feliz, pues por fin tendría la pelea que tanto había anhelado contra el Caballero de Bronce.
—¡Muy bien, Shu! ¡¡¡Por fin serás testigo de lo que yo, el Gran Inosuke, Rey de la Montaña, soy capaz!!! ¡¡Y te mostraré de una vez por todas que yo soy el más fuerteeeee!!
Shun no respondió, sabía que nada bueno saldría de su boca en ese momento, prefirió aprovechar que el ego de Inosuke estaba hasta el límite para asestarle una patada de sorpresa.
La satisfacción del Santo de Athena se quedó corta, pues Inosuke fue lo bastante ágil para esquivarla.
El combate a puño limpio se desencadenó, bastante cerrado y algo... aburrido. Pues ninguno de los dos lograba golpear al otro. La violencia y ahínco de Inosuke al atacar era similar a la que Shun había enfrentado en la Isla Andrómeda, al igual que la agilidad y destreza en la defensa del peliverde eran algo a lo que Inosuke estaba acostumbrado.
Aún con el combate reñido —resultado de innumerables enfrentamientos contra Lunas Crecientes, Menguantes y Dioses Olímpicos— el peliverde era quien se encontraba en desventaja, pues resentía la ausencia de sus cadenas.
Justo cuando temía estar dependiendo de su herramienta predilecta, Inosuke logró darle una patada en la cara, derribándolo al suelo.
—¡SÍIIIIIIIIII! —celebró el Cazador de Demonios. Para ese momento, ni Tanjiro ni Zenitsu estaban peleando, no querían perderse del combate.
Pero Hashibira se agenció el triunfo con anticipación, y en medio de su baile de celebración, el Santo de Andrómeda se le arrojó con todo, tumbándolo al piso.
A partir de ahí, la lucha se volvió más entretenida, con patadas, golpes y puñetazos siendo arrojados a diestra y siniestra por ambas partes, logrando golpear al objetivo.
Pero el combate ya no era entrenamiento nada más, era personal. El ego de Inosuke le ordenaba a gritos que debía ganar, mientras la voz interior de Shun le reprochaba que si no lo vencía de una vez por todas, jamás lograría callar al chico jabalí.
Y así, lo que comenzó como una actividad recreativa y profesional, se convirtió en una pelea violenta y sin sentido, al punto que Tanjiro y Zenitsu tuvieron que intervenir antes de que los otros dos se mataran.
—Dios... no sé qué me pasó... ¡Ay! —Shun estaba en su cama, mientras una de las chicas de la Finca limpiaba y curaba sus heridas.
—Yo sí... —respondió Zenistu, quien estaba sentado a su lado-. Inosuke pasó.
—Qué pena, casi no me reconozco cuando estoy con él —expresó el peliverde, arrepentido.
—No te preocupes, nos pasa a todos. Inosuke tiene ese efecto en las personas —le aseguró el rubio, colocando una mano sobre el hombro del Santo para reconfortarlo.
Mientras tanto, en otra habitación —lo mas alejada posible— estaba Inosuke, en las mismas condiciones que Shun, a la vez que Tanjiro le reprochaba que debía de ser más sensato la próxima vez.
—No lo puedes dejar así. Atraes más abejas con miel que con hiel.
—¡Puaj! ¡Esos insectos son repugnantes! ¿¡Qué intentas decirme, Kentaro!?
—Que tienes que hablar con Shun, y dejar de querer probar que eres más fuerte que él. Mira, te entiendo, pero honestamente, Shun no está en tu contra, no necesitas probar nada. ¡Cuándo se recupere por completo se irá y jamás lo volveremos a ver! Sólo sé amable con él una vez, ¿quieres?
—¡Meh!
Inosuke estaba detrás de la puerta, mentalizándose y repitiendo una y otra vez las palabras que Gonpanchiro le había dicho que dijera.
Estaba dispuesto a girar la perilla cuando esta se abrió, revelando a Zenitsu, quien iba de salida.
—Aaaaa... será mejor que vuelvas después, no creo que Shun esté de humor para tus juegos.
¿Juegos? No eran juegos, era su forma de ser y de pensar. Había mejorado un poco desde que conoció a su par de amigos, pero aún se le dificultaban las relaciones con otras personas, especialmente con aquellas que se mostraban amables con él, como Shun lo hacía; sus instintos animales no sabían si aquello era genuino o una trampa para hacerlo ver vulnerable.
Ignoró al rubio y se hizo pasar, Zenitsu no sabía si debía intervenir, pero decidió permanecer alejado de todo el borlote; Shun e Inosuke debían de arreglar sus diferencias ellos solos.
—¿Shou? Yo... aaamm... estee... -Shun dirigió su mirada hacía el muchacho, pero no dijo nada—. Yo... este... lo siento.
Andrómeda abrió los ojos, no podía creer lo que estaba escuchando, por un momento dudó si de verdad era Inosuke, pues con la cabeza de jabalí cubriéndole el rostro no estaba seguro si en serio estaba hablando con él. Pero aquella voz con gruñidos de por medio era inconfundible.
—Lamento si te incomodé —continuó el Cazador de Demonios—. No era mi intención. Sunjiro dijo que no era excusa pero... en fin.
Al no recibir respuesta del peliverde, Inosuke estaba por retirarse.
—Yo también lo siento. -El joven se paró en seco al escuchar las palabras del Caballero.
¿Por qué lo sentía? Shun no había hecho nada malo. Siempre era él el que lo echaba a perder, nadie nunca se había disculpado con él jamás. Siempre era "tú te lo buscaste", "las consecuencias de tus actos" o "cosechas lo que siembras", lo que sea que aquello significara. Nunca nadie había admitido que también habían herido sus sentimientos.
—Te grité y te dije cosas terribles, por favor, perdóname.
Shun le sonrió, de la manera adorable y habitual de siempre, mientras lo invitaba a sentarse junto a él.
A Inosuke se le notaba perdido y un tanto incómodo, esa gentileza y empatía que Shun desprendía le era extraña. Cuando Tanjiro lo hacía era distinto, lo conocía y le caía bien, pero a este chico apenas y lo había tratado.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —La delicada voz del Santo de Bronce sacó al Cazador de sus pensamientos, mientras la enorme cabeza de jabalí se giraba en dirección al peliverde-. ¿Por qué usas... eso?
Inosuke movió los ojos, intentando descifrar a lo que Shun se refería, aunque este acto pasó desapercibido para el Caballero.
—Yo... creo que me siento más cómodo con ella —continuó, cuando cayó en la cuenta de que se refería a la cabeza del animal—. ¿No te parece que la gente te juzga en cuanto te ven? Es mejor si luces aterrador y diferente, así te ahorras sus comentarios estúpidos.
—Te refieres... ¿a cómo tú me juzgaste a mí?
Inosuke no se había percatado que efectivamente se había adelantado a medir al Caballero por su apariencia sensible, frágil y andrógina. Tal vez esa práctica era tan frecuente que él mismo había caído en ella. O simplemente era una forma de probar su punto y demostrarle a los demás lo que él había tenido que soportar, una mera proyección de las acciones de otros.
Shun lo entendía a la perfección, pero sus métodos se habían enfocado más en pulir sus técnicas de combate que en cambiar su apariencia.
El momento de silencio pareció eterno, y Shun intentó reprimir un impulso que sentía desde hacía tiempo, y que la parecer no podría ocultar más.
En contra de su voluntad se acercó al Cazador de Demonios y lentamente extendió sus manos hacia la cabeza de jabalí. Inosuke no se movió ni lo impidió, parecía inevitable; y por alguna razón, sentía que Shun no le haría daño, así que lo dejó continuar.
Shun tomó la cabeza y comenzó a retirarla lentamente, era más peluda y pachona de lo que había imaginado, ¿acaso Inosuke no se cocía allí adentro?
El peliverde no sabía que esperar, a juzgar por su voz y cuerpo, tal vez un rostro rudo y tosco, como el de su hermano mayor. Pero en su lugar encontró una cara bonita, con facciones delicadas y finas; unos enormes y hermosos ojos verdes que resaltaban con la blanca piel, así como unos labios delgados; el cabello le llegaba hasta los hombros, y de un intenso color azabache que se transformaba en un precioso azul eléctrico en las puntas.
Andrómeda quedó boquiabierto, a la vez que Inosuke mostraba un leve rubor.
Aquellos chicos, aparentemente opuestos, uno violento, grosero y salvaje; y el otro tranquilo, amable y sensible; eran más parecidos de lo que creían. Después de todo, debajo de la bestia se escondía una belleza inigualable, literalmente.
—Deberías lucir tu rostro más seguido —expresó Shun, sonriendo.
—Resiste Shun, te encontraré.
Hyoga corría tan rápido como sus piernas se lo permitían, su parte del camino no parecía conducir a ningún lado. No había estaciones, ni pueblos, ni nada que indicara una presencia humana e inteligente.
Estaba comenzando a cansarse, pero su corazón no le permitía rendirse o siquiera desacelerar el paso.
Justo cuando pensó que caería muerto de agotamiento, alcanzó a ver lo que parecía una cerca.
Como si hubiera recobrado las fuerzas, el Cisne se apresuró hasta ella.
No era un pueblo, era un casa; pero enorme y con un terreno descomunal. Se acercó a la puerta y tocó, mejor ser amables antes de allanar el lugar.
—¿Sí? —Una muchacha seria con dos coletas abrió la puerta, mientras barría al rubio con la mirada de arriba a abajo.
Hyoga se sintió observado y juzgado, frunció el ceño algo incómodo y fue al grano.
—Disculpe, estoy buscando a alguien. Un chico como de... esta estatura. —El ruso puso su mano a la altura de su cuello—. Cabello verde, le llega a los hombros más o menos, ojos verdes, piel blanca y viste de rosa.
La muchacha seguía sin mostrar alguna expresión y sin más se dió la vuelta indicándole al rubio que la siguiera.
Hyoga no sabía si aquello era bueno o no, si los tipos de la casa estaban de su lado o en su contra. Se mantuvo en guardia en todo momento hasta que notó que entraban en una especie de hospital. En ese momento el Cisne temió lo peor, pero sus miedos infundados se desvanecieron cuando vió a su novio charlando amenamente con otros tres chicos.
—Shun... —susurró. El peliverde no lo escuchó, pero sí notó su presencia.
—¡Hyoga! —Andrómeda saltó a los brazos del Cisne, mientras este lo abrazaba con fuerza.
—Estás bien, que alivio —suspiró el ruso—. Pensé que te había perdido, estaba muy preocupado.
—Lamento no haberme comunicado. —Shun le sonrió, e inmediatamente después depositó un tierno beso en sus labios.
Hyoga estaba a punto de seguirle el juego, y llevarlo a otras alturas, cuando notó a tres mirones desde lejos.
Carraspeó a la vez que se enderezaba y apartaba un poco al peliverde.
—Hola... —expresó patéticamente mientras el trío le respondía de lejos.
Una vez que las introducciones terminaron, Kocho Shinobu, Hashira Insecto y dueña de la Finca, le explicó más detalladamente la situación al Santo de Cygnus, confesando que había enviado a un cuervo con un mensaje para Athena sobre el paradero de Andrómeda, pero que este al final se perdió y desistió de su misión.
Como Shun no estaba completamente recuperado, Shinobu le permitió al rubio quedarse en la Finca Mariposa hasta que su novio se encontrara en mejores condiciones.
Justo como el peliverde y Tanjiro lo esperaban, la presencia de Hyoga significó un nuevo entretenimiento para Inosuke, algo que no terminó muy bien, pues el Caballero de Cisne era un hombre de paciencia muy limitada.
—Iroio arigato gozaimashita, Kocho-san.
—Ie, ie. Fue un placer, Kido-kun. Esperamos poder volver a verlos algún día. Si alguna vez ustedes o Athena-sama necesitan algo, no duden en hacérmelo saber.
—¿Qué pasará... con el demonio? —inquirió Hyoga, después de que Shinobu y Shun terminaron de despedirse.
—No deben preocuparse por eso, nosotros nos encargaremos —añadió la Hashira con una sonrisa.
Ambos Caballeros estaban a punto de emprender el viaje de regreso cuando fueron interrumpidos por los gritos de Tanjiro.
—¡¡¡Shuuuuuun-kuuuuuuuun!!! —El pelirrojo venía acompañado de Zenistu e Inouske.
—¡Creí que estarían en el entrenamiento con Aoi! —explicó Shun mientras Kamado le daba un cálido abrazo.
—Nos salimos antes para despedirnos —agregó Zenitsu.
—Realmente espero que nos volvamos a encontrar. —Después de haber dicho eso, Shun desvió su mirada hacia Inosuke, el chico no había dicho nada, ni siquiera lo había mirado; pero Andrómeda se percató de algo, el Cazador de Demonios no llevaba su tradicional cabeza de jabalí.
—Hasta pronto, Inosuke-kun —exclamó tímidamente el peliverde, mientras se plantaba frente a Hashibira, obligándolo a mirarlo.
El chico de cabello azabache volteó los ojos verdes hacia el Santo de Bronce, y esbozó una sonrisa, ligera pero sincera.
—Fue un placer, Shun.
Al peliverde se le iluminaron los ojos cuando escuchó su nombre, pronunciado correctamente, de labios del mismo Inosuke.
—¡También fue divertido conocerte, Magnus!
—¡¡¡ES HYOGAAAAA!!!
Antes de que los dos hicieran algo de lo que se pudieran arrepentir, Shun jaló el brazo de su novio, llevándoselo lejos del alcance de Inosuke.
—Ya déjalo, Hyoga. Vamos a casa, patito.
El mero pensamiento de estar en casa de nuevo le provocó una cálida sensación. No se lo había pasado mal en la Finca Mariposa, las personas que había conocido ahí jamás las olvidaría, pero no había nada como el hogar.
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