Nijūsan

¿Por qué asediar la tierra del exilio? Hubo muchas razones para ello, por supuesto la principal era enviar a los partidarios de la dinastía con cabello azul a ese lugar y matarlos en el mismo sitio, sin ninguna forma de defenderse los iba a utilizar como combustible para la conflagración que iniciaría su reinado. Además, tuvo que cerciorarse de que ninguna otra rama de su sangre se atreviera a reclamar el trono. Desde hace algunos años se enteró de la existencia de parientes suyos escondidos en Nerima.

Iba a erradicar cualquier molestia.

Debido a la prolongada charla entre Shampoo y Akane, la primera fué llevada a un patio para descansar en el Palacio por hoy; se había acordado que la emperatriz haría una visita personal a las costas para verificar los avistamientos irregulares. Así mismo, fué la oportunidad idónea para escapar de las miradas en el Palacio y hacerse una revisión con algún sanador de fuera. No sabía cuánto afectaba el envenenamiento al bebé en su vientre. Tuvo que frenar la ingesta de toxinas antes de que algo catastrófico sucediera. Generar contramedidas.

—Miyo— llamó a la otra odalisca, desde que Picolet hizo su informe, la llamaba con más frecuencia para asistirla. Queriendo encontrar una brecha por algún sitio o descartar todas las sospechas sobre ella.

La mujer entró rápidamente a los aposentos privados de Akane inclinándose respetuosamente. —Ordene su Majestad.

—Prepara el ofuro.

—Enseguida— Miyo se retiró sin ninguna objeción en el rostro. Contrario a sus pensamientos llenos de desprecio. Al principio creyó que por su estatus de nacimiento bajo no era extraño ser la sirvienta de una casa rica. Y para su suerte terminó sirviendo a una princesa. Sin embargo, no pudo evitar los celos, la avaricia cada vez que veía a la joven de ojos almendra vestir telas costosas, tener a todo el mundo a su disposición con tan solo levantar la mano.

El mundo le enseñó que debía ser callada hacia su señora y nunca protestar, pero el emperador había encontrado su frágil punto débil. Cuando pensó que la expondrían como ser mezquino, en realidad el hombre más poderoso del país la acunó consolando su tristeza. Así el amor en ella explotó sucintamente. Eclipsando cualquier indicio de lealtad o gratitud.

Después de tomar un baño, Akane despidió a toda la servidumbre para quedarse sola. Sentada delante del tocador contempló su imágen en el amarillento espejo. Paseando la vista a lo largo de su rostro se dio cuenta de las marcas negras bajo sus ojos, su tez pálida y sus pómulos más marcados debido a su delgadez. Exhaló de manera sonora cerrando los ojos para pensar.

Al abrirlos de nuevo, se fijó ahora en el adorno para cabello entre las hebras azuladas, era una simple horquilla de aspecto envejecido, no tenía grandes adornos ni joyas extra. La última cosa que pudo conservar de su madre, un obsequio que recibió cuando le fué otorgada la armadura de la familia.

Estiró la mano para alcanzarla, los recuerdos abrumaron su mente. Intentando no desbordar sus verdaderos pensamientos. Aunque su vano intento de frenarlos se esfumó como el humo del incienso.

Ella podía decir que amaba a su madre, de eso nunca le cupo la menor duda. No obstante lo que odiaba, era ser una princesa. Una emperatriz.

Cuando era pequeña no quería crecer rodeada de toda la opulencia de un linaje imperial. Jamás quiso pertenecer a la generación de guerreras que velaban por el país porque tenía miedo. Un sentimiento abyecto hacia el dolor, hacia las peleas, hacia la muerte. Pero jamás le fue permitido mostrar sus debilidades, jamás tuvo el derecho de oponerse a blandir una espada oa sangrar la boca por apretar tanto los dientes, en un intento por no desfallecer después de un entrenamiento infernal. Que quemaba los músculos por el esfuerzo, que hacía temblar las piernas con sufrimiento.

No odiaba a su madre a pesar de inculcar la obligación de su familia hasta un punto doloroso en ella. Odiaba ser de la realeza.

Y eso era algo con lo que tenía que cargar todos los días, oprimiendo su cuerpo al grado de sentir sus órganos contraídos. Incapaz de respirar siquiera.

Recostó la cabeza sobre la madera del tocador, sintiendo la fría sensación viajar desde su frente al resto de su cuerpo, luego de un rato giró el rostro hacia la derecha, contemplando su mano sujetar la horquilla. Recordando. Hasta que el cansancio venció sus nervios y se quedó dormida.

Más tarde, los sonidos de pasos resonaron a lo largo de la estancia poniéndola alerta, después de las experiencias en el campo de batalla su ciclo de sueño jamás pudo ser igual. No dormía muchas horas para empezar, pero esa constante vigilia sobre los desarrollos contra el enemigo en plena guerra le impidió volver a conciliar el sueño demasiado profundo. Cualquier sonido la despertaría de inmediato.

Tan pronto como escuchó al individuo acercarse se levantó de golpe provocando la caída de aquel adorno. Cling, clac. El tintineo causado por sus partes desprendiéndose al estrellarse la saludó cuando la flor de hibisco y la peineta terminaron lejos el uno del otro. Roto.

—No— musitó agachándose para recoger ambas piezas —No— intentó volver a unirlas, sin embargo antes de encontrar cómo, Sasuke se anunció desde la puerta. Abriendo el cajón del tocador, dejó la horquilla malograda ahí para no perder sus partes. Se recogió el cabello con una cinta permitiéndole a su guardia ingresar al recibidor. —¿Cómo es?— preguntó con prisa. Después de registrar los nombres en los registros de su madre, había encontrado pocas pistas ambiguas, aunque de inmediato envió al hombre para investigar a los sospechosos todavía faltaban dos libros más que revisar.

Uno era el de los registros sobre sus embarazos mientras el último refería a su salud. Ese en especial fue muy complicado de conseguir. Después de ascender como emperador, Safron asumió también la posición de sanador en jefe, dejándolo a él como responsable de esos registros. No quiso simplemente pedírselos luego de tenerlo en la mira como un sospechoso.

—Su Majestad. El registro de embarazos está aquí— susurró Sasuke sacando un volumen de entre su cintura.

Akane se apresuró a sujetar el libro con ambas manos, tratando de controlar los espasmos en ellas. Luego ordenó al hombre marcharse para hacer guardia al tiempo que se daba la vuelta para ir a las habitaciones interiores. Sin embargo él no se marchó de inmediato. En cambio preguntó —Su Majestad ¿Ha pensado en la elección de su emisario?— además de ser su guardaespaldas, también tuvo que fungir como consejero a pedido de la difunta emperatriz. Sarugakure tenía una opinión que debía hacerle saber con urgencia. Después de servir largos años en el palacio también adquirió su parte de conocimiento sobre las luchas de poder entre los cortesanos.

—¿A que viene eso?— cuestionó ella regresando el rostro para volver a verlo. Sasuke nunca le daba opiniones innecesarias. No le había preguntado su opinión pero parecía ansioso por comunicarle algo —¿Sucede algo?

El guardia agachó la cabeza con solemnidad —Disculpe mi atrevimiento Majestad, pero me gustaría que tomara en cuenta a la señora del oeste como una candidata.

Aquello si la sorprendió —¿Por qué?

—El comportamiento de la señorita Shampoo es un indicio de conspiración. Este sirviente ha investigado un poco y parece que los disidentes detrás de la burla en su banquete la arrojaron al pozo para quedarse con su puesto.

—¿Y?

—Y el comportamiento que demuestra ahora también parece ser fuente de manipulación. Pero no concuerda con el estilo de ningún disidente involucrado. Tal vez es otro bando intentando reclutarla en su contra— reveló. No importaba cuan inteligente era la joven emperatriz, hubo cosas que no pudo discernir sin vivirlas de primera mano. —Tal vez sea un buen momento para extender una rama de olivo.

Los ojos avellana de ella brillaron con pensamientos complicados. Se perdió en medio de un análisis sobre las acciones de la joven amazona. Era cierto que sus acciones eran un contraste en sí, las palabras del hombre parecían no ser del todo descabelladas. Si Shampoo aún no elegía ninguna partición de alianzas, tal vez sería mejor acercarla a ella misma antes de que hiciera connivencia con alguien más. No importaba cuanta aversión existiera entre ellas ahora, prefería tener que preocuparse por un enemigo menos.

—Lo pensaré— prometió con expresión meditabunda antes de reingresar a su dormitorio. Cuando se preparó para continuar el equipaje para su viaje, recordó la horquilla en su gabinete extrayendola de nuevo, la llevaría mañana consigo para que un herrero la arreglase. Más, encontró algo inesperado en la forma del hibisco metálico. Con curiosidad lo examinó entre sus dedos viendo que tenía una base con forma de hexágono similar a un sello; levantó la peineta dándose cuenta del mecanismo ajustable entre ambas piezas, pues esta tenía una hendidura con la misma forma.

Era un artículo diseñado para desprenderse en realidad. Un poco aliviada por no arruinar el obsequio de su difunta progenitora, lo acomodó gustosa sobre su cabello.

Al día siguiente la delegación para las costas del oeste se marchó en secreto, utilizando los caminos más rápidos para llegar lo antes posible. Entretanto el carruaje avanzaba, Akane contempló la lista de los candidatos para ser su emisario, debía hacer una elección rápida porque el tiempo límite para presentarse en el campo de batalla se estaba agotando.

En medio de todas las sospechas, no esperó que Sayuri corriera peligro. Esa misma noche, después de salir del Palacio para visitar a sus padres fue interceptada por un hombre encapuchado que la ahorcó hasta la inconsciencia.

Continuará...

Hola a todos. Perdón por desaparecer con el último episodio del maratón jajaja. La vida adulta es dura. Pero no hay de otra más que sobrevivir.

Con este capítulo damos por terminada la semana de maratón para esta historia. Muchísimas gracias a todos por su paciencia y su apoyo. Los adoro. Que se encuentren saludables gente bella. Nos leemos.

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