cap 15. cercano

—¿Te gustan los niños? —preguntó, cuando se posicionó frente a mí, junto a aquella sonrisa que aún no cesaba.

—¿A quién no? —respondí, y sonreí un poco—. Sabes que sí.

Ya no podía esconderlo, él lo sabía. Me había visto en aquel orfanato, y que ahora trajera todo esto sólo para los niños, se trataba de una razón bastante obvia. El castaño da un paso hacia mí, yo retrocedí uno, si embargo, éste dio otro y se acercó a mi oreja.

—¿Existen más secretos que pueda averiguar, Jimin? —susurra en el mismo lugar, llegando al punto de provocarme escalofríos.

Basta.

—Traje muchas cosas, para los niños —me separé de la cercanía de Jeon y caminé a la parte de atrás de la camioneta—. ¿Quieres ayudarme?

Él asiente, con una sonrisa divertida de labios cerrados.

Por un momento, había pensado que llevaría una y luego volvería por más, pero no, agarró otra caja y la posicionó encima de la que ya hacía tomado, sin más, como si no pesaran lo suficiente.

¿Qué comes?

—¿Eso no es mucho? Las cajas están pesadas.

—No lo creo —camina al sector de los niños, donde otro oficial empezó a repartir las cosas.

•••

—Ven, los demás quieren conocerte —Jeon me toma de la muñeca y empieza a caminar al lugar donde se encontraban todos los oficiales de policía.

ALERTA.

ALERTA.

ALERTA.

—¡No! ¡¿Recuerdas?! —apunto mi rostro y dibujo círculos imaginarios alrededor de éste.

—No rechistes, Jimin, ni si quiera se te ve la cara.

—¡Ey, yo vine por los niños! —trato de zafarme de su agarre.

—Que grites así en medio del parque, lo hace más notable, ¿sabías?

Habíamos llegado al lugar repleto de oficiales. Estaban tomando bebidas mientras veían a los niños jugar, con grandes sonrisas ante todo.

—Chicos —el castaño atrae la atención de todos.

Cada uno me observó de pies a cabeza, luego miraron a Jeon y, finamente dejaron la vista en la mano del susodicho, la cual se encontraba sosteniendo mi muñeca.

—Jungkook, ¿el es tu novio? —habla uno con tiernas orejas, cabello castaño oscuro y tes medianamente tostada.

—¿Qué? —Jeon fija la mirada en su mano, para luego, de un rápido movimiento, soltarme—. Claro que no. Chicos, el es el señor que ha traído todo esto.

—Muchacho —corrijo y le doy un golpe de hombro—. No estoy casado, y tampoco comprometido —tuerzo una sonrisa.

Claro, éstos no podían notar mis expresiones faciales, por el MALDITO BARBIJO QUE LLEVO PUESTO.

Estúpido.

—No seas irrespetuoso, Jungkook. Es un muchacho. Respétalo—el mismo chico de antes, habla junto a una reverencia de cabeza—. Mucho gusto, ¿muchacho...?

No, claro que no podía decir mi nombre verdadero. ¿Qué respondería? ¿Acaso Juanito, Martin, Andres, Jaime? ¿Algo menos latino quizá?

—Lucíano—hago una reverencia—. Mi nombre es Lucíano.

—¡Oh! No eres coreano, ¿verdad? —se lleva un vaso con gaseosa a los labios.

—No, no lo soy —niego con la cabeza.

—Lindo chico que te has conseguido, campeón —le da golpes en la espalda a Jeon. Se acerca a su oreja y ahí mismo susurra algo.

¿Acaso se olvidaron de mi presencia?

—¿Sucede algo? —frunzo el ceño.

—Oh, lo siento, no dije mi nombre. Soy ChanYeol —inclina su cabeza.

—Claro, mucho gusto, Chanyeol. Lo siento, se me está haciendo tarde —aprieto mis labios—. Fue un gusto asistir a este evento. Espero que los niños hayan disfrutado.

No tenía pensado estar tanto tiempo en aquel lugar, sería peligroso, estaba repleto de policías. En cualquier momento pedían algo más que mi nombre, y no, no podía arriesgarme. Por lo que me volteé y caminé, con mis manos sudorosas. ¿Cuándo me dejarán de sudar las manos?

Al llegar a la camioneta, algo me interrumpe entrar.

—¡Espera! —Jeon venía corriendo en mi dirección.

—¿Sí? —me doy vuelta para mirarlo.

—Mi billetera, tú la tienes, cuando me secuestraste —susurra lo último, y como si fuera el mayor secreto del mundo, observa todo a nuestro alrededor.

Claro que no traía conmigo la billetera de Jungkook, obviamente estaba en casa, guardada.

—¿Crees que la traigo conmigo?

—No lo sé, de ti se puede esperar cualquier cosa.

—Pues no, está en casa —Jungkook iba a hablar, ya que abrió la boca, pero lo interrumpí—. Ni lo sueñes, no vendrás a casa. Podría ser una trampa.

—Si te quisiera arrestar, lo hubiera hecho ahora mismo, ¿no lo crees?

Eso fue verdad. Este lugar es una trampa viva, en definitiva.

—Además, ¿no crees que también me estoy arriesgando mucho? Podrías secuestrarme o lo que sea —se encoje de hombros, haciendo una mueca.

—Buen punto, pero... ¿Por qué?

—¿Qué, por qué?

—¿Por qué diablos no haces bien tu trabajo? —me crucé de brazos.

—Es mi trabajo, no el tuyo. Vamos, no tengo tanto tiempo —rodea la camioneta y se sube al asiento del copiloto.

No me quedaba de otra, Jungkook necesitaba su billetera y yo librarme de él, por lo que copio su acción y me subo junto a él.

•••

Habíamos subido a la sala. La billetera de Jungkook se encontraba en mi cuarto, y como si fuera poco y se tratara de una maldita película comedia-romántica, aquel objeto yacía en mi maldito cajón de ropa interior.

—Bien, ¿dónde? —posa las manos en sus caderas y se muerde reiteradas veces el labio inferior, como si se tratara de nervios.

—Arriba —indico.

—¿Ah?

—Que está arriba, en mi habitación.

—¿No me dirás dónde? 

—Está por ahí, sólo tienes que buscar —me saco la gorra y mis accesorios.

—¿No tienes miedo a que te robe algo? 

—Jungkook —pongo lo ojo en blanco—, entre los dos, yo soy la que podría robarte a ti.

—Buen punto —me visualiza mientras entro en la cocina—. ¿Qué harás?

—Eso no te importa.

—Tampoco me interesaba.

—¿Entonces para qué...? 

—¡La la la la la! —se tapa las orejas con sus manos y corre hacia el segundo piso.

—Estúpido —mascullo.

Pov. Jungkook

Subí escaleras arriba, con el propósito de ir en busca de mi billetera.

Abrí la puerta del cuarto de Jimin. Me posicioné en el marco de la puerta, analizando desde aquella perspectiva todo el espacio, pensando en el lugar más posible en el que mi preciosa billetera se hallaría.

Ajá.

La mesita de noche se había vuelto en un buen lugar para guardar cosas de chicos. ¿Verdad? Yo lo haría, así que me dirigí a la mesita, me senté en el borde de la cama y abrí el cajón.

Condones.

Era lo único que se encontraba ahí, una caja de condones con lubricante. ¿A esto se refería su amigo Taehyung cuando dijo lo de los condones?

Tomé la cajita y leí.

—Con extra lubricante incluido —debía de ser bueno—. Tamaño promedio para hombres coreanos. Diez centímetros de puro placer.

No, definitivamente, mi pene no es de ese vergonzoso tamaño.

Dejé la cajita en su respectivo lugar y empecé a caminar por la habitación. Ningún lugar me parecía tan secreto como para guardar una billetera, hasta que planté la vista en la larga cajonera, de la cual desconocía sus interiores. Habría que averiguarlo.

Caminé unos pocos pasos hasta ésta misma, abrí el primer cajón. Camisas sencillas era lo que se encontraba en ella, en el segundo cajón habían nada más que pijamas con un precioso encaje color negro, otros color blanco, azul, color crema y por último... rojo.

Ya me la podía imaginar con este color en su sedosa y delicada piel.

Rojo.

¿Qué?

Sacudí mi cabeza, y cerré aquel cajón para abrir el tercero. En este se encontraba ropa interior, fina tela color negra era lo que definían estos boxer. Habían de diferentes colores, y por último, mis ojos se habían posado en unos rojos.

Por Dios. Hombre.

Tomé los boxer cortos rojos carmesí, analicé su seda con mis dedos, la sostenía con mis dos manos.

Todo un psicópata.

Ya me imaginaba mi nombre en las noticias; "Psicópata que se hace llamar La Kook, es arrestado por robar ropa interior de otro chico".

No me encontraba seguro de lo que hacía, tampoco sabía si aquello estaba del todo bien, pero mis impulsos lo anhelaban. Guardé los boxer en mi bolsillo de chaqueta.

Cuando devuelvo la vista al cajón, pude darme cuenta de un objeto rectangular. Estaba tapizada con cuero negro y arriba de la misma, albergaba el nombre de Jeon Jungkook, plantado en un pequeño pedazo de metal.

La saqué de inmediato y cerré todos los cajones que había abierto.

Salí de la habitación y bajé las escaleras, como si no hubiera hecho algo más que buscar mi billetera. Como si no hubiera robado unos mini boxers.

Pov. Jimin

Maldito pollo quemado, eso es lo que se encontraba en el estúpido horno.

¿No puedo hacer algo bien?

Un olor a quemado invadió mis fosas nasales. Saqué la bandeja con el pollo quemado del horno y, la dejé encima de la barra. Luego, me fijé en la olla con arroz. Maldito arroz quemado, cada grano totalmente negro.

En conclusión, moriré de cáncer por exceso en consumir alimentos quemados.

—¿Qué huele tan feo? —Jeon había aparecido en la escena.

—Comida —cubro mi rostro con mis manos. Me encontraba frustrado por no saber cocinar.

—Déjame, yo lo hago —caminó al refrigerador y sacó de este dos filetes de carne y variadas verduras, fue a la alacena y sacó arroz.

—No, no lo hagas. Tú tienes que irte, yo me las arreglaré —dejo mis manos en sus hombros y niego con la cabeza, él se quedó mirándome, con las cosas para cocinar en sus manos.

—Yo me encargaré, tú sólo... —dejó las cosas encima de la barra, volvió a mí, me tomó de la cintura y me levantó de un movimiento, hasta quedar sentado y con las piernas abiertas en la barra—. Quédate aquí.

Quedé sorprendido por su acción tan repentina, mis piernas rodeaban sus caderas y sus manos yacían en mis muslos. No era incómodo. Su tal cercanía se me era de tal forma placentera, bueno, eso es lo que decía una parte de mí, la otra... estaba en blanco.

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