cap 13. desapareció

—¡¿Cómo que Jeon desapareció?! —mi querido y amado amiga Namjoon me estaba dando una buena retada.

No lo culpo, fui un estúpido.

—¡Ey! Anteriormente, me gritaban por traerlo a casa, y ahora me regañan porque se ha ido —me crucé de brazos y negué con la cabeza, mientras caminaba por lo largo de la sala de estar—. ¿Quién los entiende? 

Sí, yo los entiendo.

Pero no les daré la razón.

—Chicos, no hay que discutir. Esto hay que solucionarlo, además, no sabemos si nos delatará, ¿verdad? —Taehyung era el único quien se encontraba tranquilo con respecto a este tema, sentado en el sofá, tomando una taza de café.

—Taehyung, razona —El pelinegro da pequeños toques con su dedo índice en la frente del rubio—. Es un oficial de policía, debe cumplir con su trabajo.

—Me cansé de toda esta mierda.

Tomé una de las llaves, las cuales estaban colgadas en la pared de la sala, agarré mi chaqueta que yacía encima de un sofá y me fui, rumbo al lugar donde voy cuando me encuentro triste y asimilo por un momento arreglar todos mis problemas.

Pov Jungkook.

9:36 de la mañana. Jimin aún dormía, y yo por suerte; despierto.

Tenía su rostro frente al mío, lo observé una última vez, rescatando su adormiladas expresiones, con sus labios a medio abrir y algunos cabellos en su rostro. Apreté mis labios, lamentando lo próximo que haría. Aunque no entendía la razón de mi lamento.

Me levanté de la cama con suma lentitud, todo se iría al carajo si provocara algo para que éstendespertara.

Tomé una de las bolsas con ropa que Jimin me había comprado, y luego, de la misma saqué unos pantalones negros que se ajustaban a mis piernas, tomé una camisa blanca y unos botines cafés. Me había vestido con todo eso, caminé a la puerta de la habitación, antes de salir le eché una última mirada a Jimin, probablemente sería la última.

Eso espero.

Salí de la habitación, cerrando la puerta con mucho cuidado, para luego bajar las escaleras sin hacer ruido.

¿Dónde estás, maldito control? Papi Jungkook te necesita, bebé.

Fui a la cocina, revisé cajón por cajón, sin encontrar algo, caminé apresurado a la sala. En cualquier momento podrían despertar y atraparme.

Para mi suerte, había una chaqueta negra encima de un sofá, me dirigí a ésta y abrí el cierre de un bolsillo, no había nada. Abrí el otro bolsillo que tenía —¡Bingo! —. Además del control, también pude encontrar mi móvil.

Caminé a la puerta principal, abrí ésta y salí, sin embargo, cuando me dispuse a cerrar la misma, ya se había cerrado sola y con una desgraciada fuerza incrementada por el viento.

—Mierda —mascullé.

Actué de lo más rápido, bajé a la planta baja y abrí la puerta del garaje para salir al jardín. Corrí al patio delantero, saqué el milagroso control que esta vez yo lo tenía en mano, para pronto abrir el portón, miré a todos mis alrededores. Al parecer nadie se había dado cuenta de mi escapatoria. Nadie. Nadie más que Jimin viéndome desde su ventana.

Tragué con dureza cuando lo vi ahí, estático, sin ni si quiera intentar detenerme. En su mirar había algo más, algo más que, ahora mismo, ya no se trataba de mi problema. Por más cruel que se escuchara, esperaría no volver a verlo.

¿Desde cuándo lo hacías, Jimin? ¿Desde cuándo me observabas por aquella ventana?

Lo sentía, pero mi deber no estaba aquí. Mi deber yacía afuera, ayudando a las personas. No seduciendo criminales por mi bien común.

Corrí fuera de aquel lugar, saliendo por fin de la cárcel donde me habían sometido.

•••

Entré a la comisaria con la respiración agitada, apoyé las manos en mis rodillas. Claro, no podía estar en perfectas condiciones luego de haber recorrido toda esa extensa carretera, sin detenerme, sin mirar atrás.

—¡Jungkook!

Levanté la vista con dificultad cuando escuché mi nombre.

En frente de mí, venía mi mejor amigo; Chanyeol, corriendo a darme un abrazo, que por supuesto se lo había recibido con cansancio, pero con suficientes fuerzas como para hacerle saber que lo extrañé.

—Estoy bien... estoy bien —le di golpecitos en la espalda.

—Maldito, te busqué por cada rincón de Seúl —él sollozaba.

—Ya, tranquilo, estoy aquí...

•••

Después de todo el gran revuelo que hubo con mi aparición, los oficiales me preguntaron qué había sucedido. Me preguntaban dónde estaba, con quién estaba, y por qué no había llegado hasta ahora. Yo, sólo podía responder que me había perdido por el bosque en busca del gatito de una niña. Algunos lo creyeron, no obstante, otros no.

Chanyeol me cuestionó todo aquel día, y lo lamentaba. En serio lamentaba mentirle a mi mejor amigo, pero no podía decirle que no existía ningún gatito ni ninguna niña. Más bien, era algo mucho peor. Algo que se quedaría envuelto en mis recuerdos, por mucho más que una parte de mí quisiera confesarlo.

—Oficial Jeon, hoy por la noche tendrá que patrullar por las calles, dentro de un sector especifico. El oficial Chanyeol lo hará por otro sector, y mañana habrá una pequeña fiesta de caridad en la plaza del centro, se les regalarán cosas a los niños de todos lados.

El oficial mayor me estaba dando indicaciones de la actividad de hoy y mañana desde el asiento de su escritorio.

—Sí, señor. ¿Algo más? —tomé mi chaqueta y las llaves del auto.

—Sí, tome la dirección de las calles —me extiende un pequeño papel—. Puede retirarse.

—Gracias —recibo el papel.

Salí de la oficina, me despedí con una señal de mano de mis compañeros de trabajo, ya que después de patrullar por las calles, me iría directo a casa.

Salí de la comisaría para caminar al estacionamiento. Entré al auto y prendí el motor de éste mismo. Inicié el recorrido por las calles del centro de Seúl, hasta llegar a mi punto de vigilancia.

Pasé por un pequeño edificio que se parecía más a una gran casa, vi el letrero fuera de ésta, situado en la gran puerta. Decía: "Orfanato de menores, Seúl". Sonreí un poco, nostálgico. Hace algunas semanas que no venía a visitar a los niños.

Arriba de la puerta había una luz cálida que alumbraba la entrada de la gran casa.

Pronto, y casi por imprevisto, se hace la aparición de una enorme camioneta color negra, la misma se estaciona fuera del lugar. Apago las luces de mi vehículo para no llamar demasiado la atención, y de la camioneta sale un chico con una chaqueta negra, estaba usando un gorro blanco y unos guantes de cuero.

Se dirige a la parte de atrás de la camioneta y saca una caja que parecía bastante pesada. El chico deja la caja en la entrada del lugar y toca la puerta. Abre la entrada una anciana, la misma señora del orfanato que me cuidaba cuando yo era aún pequeño.

Detrás de la señora, puedo divisar a unos pequeños niños que se escondían detrás de las telas de su vestido. El chico se agacha y abre los brazos, dejándome ver cómo los pequeños corren a abrazarlo.

—¡Oppaa! —gritan todos los niños al unísono, al abrazar con todas sus fuerzas a tal chico.

El hombre toma la caja y junto a todos los demás entra a la casa. Me quedé en silencio, analizando la situación. No parecía algo anormal, sin embargo, algo me obligó a quedarme ahí y esperar.

Suspiré.

Tomé mi móvil y abrí Zepeto.

•••

Pasé la mayor parte del tiempo organizando mi cuenta de Zepeto y siguiendo personas, hasta escuchar una puerta cerrarse, seguido de eso, el chico por fin había salido del orfanato, después de una hora esperando.

Forcé la vista para ver de quién realmente se trataba, pues estaba oscuro.

¿Qué haces en el lugar donde crecí, Jimin?

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