|Cap ₅₃|Mᴜᴇʀᴛᴇs.
Apreté el acelerador a fondo, corriendo a más de ciento cincuenta kilómetros por hora.
Todas las ventanas del carro yacían abiertas, el viento entraba por todos lados, llevándose mis lágrimas con él, la noche era oscura, pero aun así la ciudad no dejaba de brillar. Grité en modo de desesperación, al encontrarme entre la espada y la pared.
La canción "Who" sonaba a todo volumen dentro del auto, los parlantes causaban escalofríos en mi cuerpo al retumbar por todos los asientos. Mis gritos de furia competían con lo alto de la canción, la cual repetía una y otra vez la letra en mi cabeza.
Aquella letra que lograba identificar mis preguntas:
Who are you?
—¡Te odio, Jeon Jungkook! —mis manos apretaban fuertemente el volante, sin quitar mi vista de la pista.
Iría a cualquier lugar con tal de estar sola y soltar lo que sentía mi corazón.
—¡Te odio tanto! —limpié las lágrimas que caían por mis mejillas, con molestia—. ¡Desearía...! —negué con la cabeza, sin dejar de llorar—. Desearía tantas cosas...
La carretera estaba vacía, las luces alumbraban mi camino. Finalmente, había llegado a la colina. Todo me recordaba a su presencia, sus besos y caricias por mi cuerpo, apartando el mundo entero para querernos.
No podía engañar a nadie, nuestro amor era tóxico e imposible, nunca se daría, ni en mil años, ni en otra generación.
Ni en otro planeta.
Me senté en la tierra, observando la gran vista de Seúl, era bonito. Volviéndome loca, buscando una solución para mis problemas, y a la vez dándome por vencida, caí de espaldas, teniendo la hermosa vista de las estrellas.
Si tan sólo las estrellas pudieran ayudarme.
Quería engañarme a mí misma, el no estar enamorada de él se había transformado la opción más buena y justa. Quererlo nunca estuvo entre mis planes. Jamás. Él había roto mi corazón en pequeños pedacitos, y lo odié por ello.
¿Puedes odiar a la misma persona que amas? Esa era mi pregunta. ¿Era normal?
Mi corazón dolía cada maldita vez que su sonrisa visitaba mis recuerdos, abarcando sentimientos encontrados del pasado.
No podía con esta agonía, el amor golpeaba una y otra vez mi puerta, sin dejarlo entrar, me hacía a un lado, observando cómo aquella puerta de mi ser se despedazaba poco a poco, teniendo pánico al ser atrapada.
—Dime qué hacer... —cerré mis ojos, soltando lágrimas, éstas deslizándose hasta llegar a mi cuello.
Lo amas. Afirmó mi conciencia.
No me permitiría quererlo, no otra vez. Sólo era cuestión de tiempo para olvidar, olvidé a Park una vez, Jeon no se trataba de un caso especial.
Una llamada apareció en la pantalla de mi teléfono, era Hwasa. No dudé en responder.
—Ya se lo advertí a Sol, yo no la llevaré al hospital por un coma diabé...
—No, no es Solar, ___ —interrumpió.
Levanté mi espalda del suelo, sentándome en la tierra, con preocupación.
—Es Jungkook, acaban de asesinar a una persona género masculino en su edificio... —ella entrecortaba la voz—. El cuerpo aún no es reconocido, pero la noticia está por todos los canales de televisión.
Mi corazón se detuvo por unos segundos, el mundo se me caía encima. No encontraba palabras para mi inesperado dolor.
—Gracias —titubeé, y corté la llamada.
Mis ojos se llenaban de lágrimas en cortos segundos, me paré a duras penas con la vista borrosa. Unas inmensas ganas de vomitar venían desde mi estómago hasta mi garganta, y sin darme cuenta me había obligado a expulsar todo.
Respiré con cansancio, abrí inmensamente los ojos al escuchar sirenas de policía por la ciudad. Toqué mi pecho, éste había hecho un clic, mi corazón estaba roto, dos veces por Jungkook. Saqué las llaves del coche y salí de ahí, corriendo a mayor velocidad de lo que había andado anteriormente.
—No puedes ser tú... —las lágrimas inundaban mis ojos, sin dejarme ver bien el camino.
El niño que quise cuando era pequeña estaba muerto, solo eso podía asimilar. Apreté el acelerador a fondo, sin parar en algún semáforo, sólo seguí mi camino. A mi lado iban patrullas de policías, alertando aún más mi tensión.
Sin darme cuenta del viaje, había dejado el auto tirado en medio de la calle, frente a su edificio. Corrí a las puertas del mismo, unas ancianas con bata para dormir estaban situadas en las escaleras, por lo que me acerqué a ellas.
—Disculpe, ¿sabe qué ha pasado aquí?
—Ah, sí —dijo, triste la anciana—. Han matado a un chico... —agachó la cabeza.
—Era un policía —agregó la otra anciana—. Su cuerpo se lo han llevado hace un rato, se dice que la persona intentó mat...
Estás destruida.
Mi pecho se encontraba apretado, dejando a las ancianas hablando, corrí por las escaleras del edificio. El ascensor no era una buena opción, tenía que llegar más rápido que uno a ese piso.
Mientras corría por aquellas escaleras, pude entender el sentido de la vida, la cual se iba en un abrir y cerrar de ojos. Sin darme cuenta, tenía miedo por perder a mi persona, Jungkook siempre había sido mi persona.
Con el corazón por las nubes, salté de dos en dos las escaleras, llegando al último piso, sin antes tropezar con el último escalón y sacarme la mierda en las rodillas.
Producto de mi agitación, todos mis cabellos cubrían mi rostro, eché éstos para atrás. Fijé mi vista en la puerta del departamento de Jungkook.
Lo perdimos, ___.
Fuera de su puerta habían cintas amarillas con prohibición al paso de personas no autorizadas. En la entrada había un charco de sangre, justo bajo la puerta. Jungkook había roto nuevamente mi corazón, yéndose de mi vida para siempre. ¿Pero eso no quería que sucediera? ¡¿Que desapareciera de mi vida?!
Sin embargo, aquella sangre había confirmado mi dolor, el amor de mi vida había muerto.
Jungkook ya no vivía, al menos no en esta tierra.
Mi rostro estaba en un trance de desesperación, comencé a respirar por la boca, buscando aire, el cual no encontraba. Apreté mi pecho, queriendo morirme en ese mismo instante, pues si él se iba yo iría con él.
Él no merecía morir, no ahora y no así. Lo necesitaba junto a mí, pero nada era justo en la vida, y eso lo sabía más que nadie.
Me levanté del suelo, dando un paso más, otro y otro más, hasta llegar frente a la puerta de su departamento. Dentro del lugar había personas con trajes blancos de plástico, junto a guantes sacando muestras de todas las cosas.
Bajé la mirada al charco de sangre que se encontraba frente y bajo de mí. Retrocedí automáticamente, negué con la cabeza, haciéndome la idea de que aquella sangre no era de Jungkook, sino de alguien más.
Mi espalda chocó con la pared, cerré mis ojos al entrar en un trance de pánico.
Quería que estuviera junto a mí, diciendo que nada ha pasado, es una pesadilla y todo está bien ahora. Despertar a su lado y acurrucarme en su pecho, dando gracias a Dios por tener a la persona que amo a mi lado.
No está.
Salí de ahí corriendo, bajé las escaleras con la misma velocidad con que las había subido. Limpié mis lágrimas con mi antebrazo, corrí nuevamente hacia el auto, entré a éste. Una parte de mí había muerto este día, sin dar marcha atrás.
Encendí el motor, tenía algo que hacer, lo último que me quedaba por hacer en este mundo.
Unos largos minutos pasaron para llegar a ese lugar repleto de luces, el río seguía su rumbo fijo, una dirección. Los autos pasaban observando a ésta loca, quien había bajado de su auto en medio del puente; Seongsu —río Han—, haciendo sonar sus bocinas con molestia.
Este dolor no paraba, y me conocía, nunca lo haría. Mientras Jungkook no viviera en mi misma realidad, yo tampoco lo haría.
Con tristeza, me dirigí a la gran y gruesa baranda que me separaba de la altura del río. Quité mis zapatillas, dejé mi chaqueta en el suelo.
—Lo siento, Solar... —me sostuve de la baranda, subiendo ésta poco a poco—. Perdóname, Hwasa —sorbí mi nariz—. No puedo con todo esto... —finalmente, quedé parada encima de la baranda de manos, sujetándome de un fierro a mi lado.
Estaría dispuesta a lanzarme de este puente y morir en manos de la corriente, con la esperanza de no volver a sentir algo.
—¡No puedo sin ti...! —mis gritos causaban un desgarro en mi garganta—. ¡Si no estás no podré volver a... amar! La realidad es que no soy lo suficiente valiente para vivir sin ti... —mi rostro y parte de mi pecho se encontraban empapados por mis lágrimas.
No por favor, no nos hagas esto. Lloraba en pánico la pobre de mi conciencia.
—Te amé tanto... —uno de mis pies resbaló, perdiendo el equilibrio me sostuve con mis brazos al fierro—. Tanto que daba miedo.
Cerré mis ojos, con intención de saltar, suspiré por los labios. Mi corazón palpitaba como nunca lo había hecho, aunque jamás me había encontrado tan muerta.
—Nunca dejes de amarme, te lo pido —dice una voz detrás de mí, la cual no había escuchado llegar, ni si quiera esperaba su entrada, porque simplemente la creía ya muerta.
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El río SeongSu se derrumbó el 21 de octubre de 1994, pero como saben y ya leyeron, en el mundo de Poles Apart existe.
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