|Cap ₆₃|La marca.


Caí automáticamente de rodillas al suelo. Todo en mí temblaba de alguna forma, tanto mayormente mis labios y manos. Me encontraba en shock por haber asesinado a alguien, y aunque cientos de veces se me había pasado por la mente las diversas formas de matar a esa mal parida, esta sensación en definitiva no era la que esperaba.

¿Esperabas algo más?

—Ju... Ju... Jungkook... —salieron lágrimas de mis ojos al pronunciar en un titubeo su nombre.

Al decirle aquello, el castaño nada más cortó la llamada, sin decir palabra alguna. Eso me había dejado con un mayor vacío, del que poco a poco dejaba de controlar y la desesperación llegaba para abundar en mi ser.

El cuerpo sin vida de Hara se hallaba frente a mis narices, inerte y sin un aliento más por dar en esta tierra, pues aunque no quería admitirlo del todo, no se podía hacer nada más con ella.

Hara había fallecido fuera de mi casa, y no podía conllevarlo.

—No... No... No... —mis lágrimas no cesaban.

Jungkook era mi ayuda y aún no hacía su aparición, ¿pero en verdad llegaría?

En estos momentos se me venía a la cabeza mi bebé. Mi bebé no merecía todo esto. No merecía a una madre y un padre asesino, menos a una madre tan egoísta, pero lamentablemente esto le tocaría.

Por estas razones y trances de la vida no quería traer una vida más al mundo.

La humanidad es lo malo de todo, somos los  hijos de puta más grandes, y aunque no quería generalizar a cada ser humano viviente sobre esta tierra, lamentablemente lo hacía.

Cerré mis ojos, abrazando con ello mi pequeña pancita y a la vez reprimiendo mi dolor, obligándome al hecho de ser fuerte.

Ser fuerte por nuestro bebé.

Debía ganarle a todo aquello que podría hacerle daño a esta criatura, aunque para ello debía asesinar a alguien y al mismo tiempo no sentir tristeza por mis actos repletos de maldad.

—Sa... Saldremos de ésta, pequeña galletita —susurré.

Un fuerte sonido de frenos sin control, junto a derrapes sobre el cemento y un más que prendido motor se aproximaba según mi sentido auditivo. Abrí mis ojos con grandeza, quedándome estática sobre mi posición, sin dejar de abrazar mi vientre.

Un auto negro venía a lo lejos con una inmensa e incrementada velocidad. Pensé que llegaría mi momento de finalmente ser atropellada y morir tristemente junto a la criatura dentro de mí, sin embargo, éste mismo frenó a unos escasos metros del cuerpo y yo.

—Ju... ¡Jungkook! —grité apenas, con una raspado en la garganta.

Sin pensarlo, el castaño había salido del auto sin siquiera cerrar la puerta a su paso, observando el cuerpo inerte sobre el suelo junto a mí. Su mirada llegó a mis ojos, provocando de inmediato que de los mismos salieran lágrimas sin tener una reacción clara dentro de las tantas muecas en su rostro.

—¡La he asesinado, Jungkook, la he asesinado! —grité con tristeza, paranoica.

Él no se merecía esto.

No merecía presenciar otra muerte más después de lo vivido hace unos meses junto a su amigo. Él no merecía sentir más dolor y no merecía verme tan frágil, cuando él se había vuelto tan frágil como yo, y eso no ayudaba a ninguno de los dos dentro de esta relación.

—Apártate de esta escena... —alzó su mano apuntando la casa, indicando que me fuera de allí.

—Yo... Yo no...

—¡Por el bien de ustedes dos, vete de aquí! ¡Te lo ruego! —gritó.

Jungkook demostraba estar igual de paranoico que yo.

Sin rechistar realicé lo pedido. Me sentía una horrible persona por hacer tal atrocidad y ahora meterlo dentro de mis problemas, cuando ya estaba claro que él no necesitaba más tormentas en su cabeza.

Me quedé al lado de la puerta de mi auto, cuando decidí hablar al ver a un Jeon parado en frente del cuerpo, sin decir ni hacer nada. Él solamente yacía estático en su postura después de gritarme.

—¿Q-qué... haré? —mordí mi labio, intentando no llorar más de lo que había hecho, pues ya había completado bastante esta escena de sangre y lágrimas.

No quería ir a la cárcel, y menos en mis condiciones. Odiaría el hecho de ver crecer mi pancita dentro de una celda mal oliente y sin buenas atenciones. Mi bebé merecía mucho más que eso, pero no sabía si sería posible dárselas.

—Tú no harás nada... —suspiró frustrado, para luego seguir hablando—. Yo me encargaré del cuerpo.

¿Qué carajos había dicho? ¿Jungkook lanzaría por un barranco a esa chica?

—No —dije de inmediato.

—¿No qué? —volteó a verme, con el ceño fruncido y con dolor en sus ojos.

—Que es mi problema. No dejaré que cargues con este peso sobre tus hombros. ¿Me entiendes?

—¡No! —abrió sus ojos aún más, si es que se podía—. Prometimos que cada obstáculo dentro de nuestros caminos sería resuelto por los dos. Estás loca si piensas que te dejaré sola en esta maldito momento, menos ahora siendo la madre de nuestro hijo —él había realizado el amago de acercarse a un lento paso hacia mí, resonando el cemento debajo de sus botines negros—. ¿Tú me entiendes? —cuestionó cuando ya se hallaba cerca de mi cuerpo, logrando sentir su respiración chocar en mi frente.

—Entonces harás esto, pero no sin mí.

El castaño había dejado una de sus manos en mi espalda baja, mientras su mano restante yacía posada en mi vientre.

Él acercó sus labios a mi frente y ahí mismo implantó un beso, el cual duró largos segundos. Él podía sentir mi nerviosismo, e intentaba disipar ello con su tacto sobre mi piel.

—¡Dios mío!

Jungkook y yo nos separamos al instante al oír la clara voz de mi amiga Solar dentro de aquel momento.

—¡Chicos, no sé si se han dado cuenta, pero alguien asesinó a esta chica! ¡Está muerta! ¡Alguien la ha matado y trajo su cuerpo a la entrada de nuestra casa! ¡Qué fastidio! Pero bueno... —no dejaba de gritar. Le habría dicho que bajara lo voz, que los vecinos nos escucharían, pero descarté esa idea al recordar que no los teníamos—. ¡Jungkook, tú eres policía, tienes que reportar esto! —Solar, asustada y temeraria se acercó unos pasos al cuerpo de ella, dándose cuenta de quién se trataba—. ¡¿Quién lo ha hecho, Dios mío?! ¡Tal vez el señor Hidden Lord!

—Sol... —dije, bajo.

—¡¿Acaso no pudo matarla en otra parte de este mundo?! —ingenua.

—¡Espera, sí! ¡Jungkook! —se me vino una idea a la mente— ¡Exacto, Hidden Lord! —Jungkook me observó algo extrañado, sin ser más adentrado en la obvias respuestas— ¡Hidden Lord siempre deja su marca en sus víctimas, sin miedo a que el mundo vea totalmente exhibido el cuerpo!

—Eh, ¿y? Lo siento, ___, explícate más —fruncido de ceño.

—Inculparemos a Hidden Lord, y de todas formas nunca sería atrapado por otro más de sus crímenes, pues éste se sumaría a otro más de sus casos sin respuesta.

Entonces, ahí fue cuando Jeon pensó las cosas con claridad. Era más claro que el agua y de eso apenas se estaba dando cuenta.

—¿Y la marca? Aunque la he visto cientos de veces, no estaría capacitado para volverla realidad.

—Hwasa —dije sin dudas—. Hwasa es quien ha pasado tiempo con él, más de lo que nosotros sabemos. Sé que sabe hacer casi a la perfección aquella marca —dejé salir aire, nerviosa—. Solar, llámala por favor.

Después de unos minutos en los que mis nervios no habían dejado de hacerse presentes, al igual que en el castaño, pude apreciar por fin la salida de Hwasa de nuestro hogar, junto a una navaja de mano y una pequeña botellita de alcohol desinfectante.

Al llegar a nosotros suspiró y miró el cuerpo en el suelo, sin ninguna reacción sólo pestañeó con normalidad, como si un cuerpo muerto no se le hiciera un problema tan grande, ni tampoco del otro mundo.

—Bien, haré el procedimiento Hatching —dice eso con un poco de pereza, se acerca al cuerpo, sin antes ponerse unos guantes de látex en cada mano—. A Hidden Lord no le gustaría esto —vierte un poco de alcohol en la piel situada en el cuello de la chica, justo a unos cuántos centímetros al lado de la navaja que yo le había enterrado.

—¿Estabas durmiendo? —pregunté al verla con pijama.

—Solar me despertó —bufó—. Ella dijo que se trataba de algo importante, pero no veo lo importante aquí —en cuclillas en frente del cuerpo, limpiando la piel con un pequeño paño—. Sólo sé que nada de esto le gustará a Hidden. Primero que nada, él quería hacerse cargo de Hara por sus propias manos y razones de por medio, y segundo, estamos plagiando su marca. Lo que acabas de escuchar son dos de las razones por las que nos querría matar, bueno, más a ti, ___ —luego miró a Jungkook—. Y a ti también —Hwasa había empezado a hacer una línea en la piel con ayuda de la navaja.

—¿Por qué a mí? —pregunté.

—¿Quieres que lo diga en frente de tu amado? —trazó otra línea. En verdad se le hacía fácil hacer esto.

—Sólo dilo —esta vez habló Jungkook, quien me tenía sostenida de la mano.

—Ellos nos conocen. Me conocen, conocen a Solar y te conocen a ti, ___ —suspiró pesadamente—. De alguna u otra manera todos los infiltrados ante la ley de este país, nos conocemos —trazó una tercera línea, formando un triángulo—. A lo que iba... —aclaró la voz—. Toda la mafia está enterada que nos has traicionado a todos.

—¿Traicionado? —cuestiona Jeon—. ___ no ha traicionado a nadie.

—Jungkook —voltea la morena a verle a los ojos—. A ti tal vez no, pero a todos sí —voltea nuevamente, siguiendo con la marca—. Sólo follar con un policía sin segundas intenciones de por medio, ya es traición, y ahora que está esperando un hijo de uno, ¿cómo crees que todos lo toman?

Jungkook y yo quedamos en silencio. Solar sólo callaba, ella se había apoyado en el muro, observando la escena.

—¿Les doy un consejo? —dice la pelinegra, sin recibir respuesta—. Váyanse de aquí lo más antes posible. Ya nadie de ellos quiere a ___ en medio de todos. No ahora que está realizando su vida con uno de los enemigos.

Los policías eran los enemigos.

Era verdad. No podía quedarme aquí con miedo a que alguno de estos locos me hiciera algo por la traición que he cometido.

Siempre odié a los policías, pero nunca pensé enamorarme de uno. Se me hacía algo horrible y espantoso sentir la mínima atracción por uno de ésos uniformados, pero nunca supe que ahora mismo estaría tomada de la mano de uno.

Desde mi posición podía ver a Hwasa, quien ahora dibujaba tres círculos negros en las esquinas del triángulo, para luego empezar a dibujar una flor parecida a una orquídea en medio de todo. Ella limpiaba la sangre con alcohol y un paño, para así seguir en su trabajo. Finalmente había terminado el procedimiento, dando por hecho una marca idéntica a la de Hidden.

La morena finalmente había limpiado un poco la escena, para luego echarle alcohol a mi arma homicida, quitando las huellas de mis manos.

—Listo —Hwasa se levanta de su sitio y camina a nosotros—. Ahora es tu turno, Jungkook —guarda su navaja—. Diles a esas ratas llamadas policías, que ha sido causa de otro homicidio por Hidden Lord.

Entonces, Jungkook tragó duro. Tendría que mentir otra vez y no estaba del todo preparado para eso. No otra vez.

Hwasa salió de nuestras vistas junto a Solar, dejándonos solos una vez más. Miré a Jeon, viendo el temor en sus ojos.

—Jungkook, lo siento por todo... —hablé al sentirme una vez más culpable.

—___, vámonos del país, hoy.


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|Nota de la autora|

La muerte de Hara iba a ser más trágica. Tenía pensado narrar palabras explicitas y hasta mutilación, pero todo se fue al carajo cuando pensé en ustedes y sus comentarios. Sabría que no les gustaría leer cosa tan sádica como lo hubiese sido eso.

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