|Cap ₇|Calentura.


Restregó su lengua una última vez por lo largo de mi dedo. En ningún momento aparté la vista de la suya. Se me hacía una situación extraña y complejamente excitante.

—¿Contenta? Me la comí completa —dice, saboreándose los labios.

¿Es idea mía, o eso se escuchó en doble sentido?

—Sí, de hecho, casi me comes el dedo... —miro el mismo, el cual brillaba gracias su saliva.

Aprieto mis labios, mientras veo mi dedo y no dejo de pensar en lo que acaba de suceder. En simples palabras, el policía Jeon me había mamado el dedo, y no logro procesar si es cierto o sólo fue producto de una quimera. Porque sí, esto probablemente se trataba de algún tipo de ilusión.

Él suelta una pequeña risa y se echa para atrás, hasta recostar su espalda en la cama, mirando el techo, posiciona sus manos en su abdomen y suelta un suspiro. Volteo a verle, un poco aturdida gracias al momento.

La intriga de saber sobre su vida me estaba comiendo por dentro. Tenía que preguntarle su nombre por lo menos, no podría llamarlo todo el tiempo "Jeon".

—Oye... —me recuesto a su lado, nuestros brazos rozaban, fijé la vista en el techo al igual que él.

—¿Qué quieres?

Ser un dedo. Pero ese no es el tema.

—¿Cómo te llamas? —traté de sonar algo más suave.

—¿Acabas de raptar a una persona, sin siquiera saber su nombre? —seguía mirando el techo.

—Yo pregunté primero.

—Soy Jeon —suspira nuevamente—. Jeon Jungkook.

—Lindo nombre, Jungkook, no se compara al mío.

—Tu nombre es agradable... —muy pronto se corrige a sí mismo—. Al menos para mí. Llamas la atención en todos los sentidos, ya que no eres coreana.

Sonreí un poco, con la mirada perdida. 

—Gracias... Supongo que por primera vez, llamo la atención de forma positiva.

Por lo que me contaron las señoras del orfanato a medida de mi crecimiento, mis padres me dejaron en ese hogar a los tres años de vida.

Malditos bastardos.

Dijeron que cuando llegué, era muy adorable, pero a medida que fui creciendo... todo cambió, y eso sí lo recuerdo. Recuerdo que, cuando tenía ocho años, las niñas del orfanato en que me crie, me molestaban por no ser tiernas como ellas, o simplemente por no compartir cualidades que a todas ellas las unían.

Mi cabello claramente no es como una coreana, más bien tengo pequeñas ondas, pero a veces me lo aliso para variar un poco de apariencia.

Cuando llegué a los dieciséis años, ya no me molestaban por no ser tierna o por mi cabello, peor aún, me molestaban por no ser alguien atractiva ante los ojos de un hombre. Me molestaban por no gustarle a los chicos de mi edad, y... pues claro, podía entenderlo. Simplemente nunca fui el tipo perfecto para alguien.

Cuando cumplí mi mayoría de edad, ya era hora de irme de ese lugar. Salí por las calles de Seúl, como un perrito recién nacido sin su mamá.

Bueno, perrito no era, pero lo de mamá era cierto.

Busqué trabajo en lo que fuera, no me importaba qué trabajo en realidad, si al menos me iban a pagar, pero ninguno me contrató, solo por no ser coreana.

Cuando ya no me quedaban energías para seguir conociendo las calles de Seúl, unas chicas se me acercaron, me tendieron la mano y me llevaron con ellas. Éstas eran unos cuantos años mayor que yo.

Ellas son Hwasa y Solar; ladronas, mafiosas y... asesinas.

Aunque yo no he matado a nadie, sé que ellas sí. Aunque me hagan pensar que no.

—Sabes que te odio, ¿verdad? —cuestionó, cansado.

—Sabes que yo también te odio, ¿verdad? —pronuncié.

—Lo sé... —aclaró su voz—. ¿Cuándo me dejarás libre? —parecía ¿nervioso?

La verdad, la idea de tenerlo secuestrado en mi habitación me estaba costando la poca salud mental que mantengo viva. No quiero que viva de esta manera, pero tampoco quiero que salga y nos delate.

Estoy entre la espada y la pared.

—No soy idiota, Jungkook. Sé que cuando apenas te vayas de aquí... nos meterás a la cárcel. Y no podemos arriesgarnos.

—También tengo una vida... mi trabajo me espera, tengo obligaciones.

—Jungkook... —tenía que preguntarle, ya no podía seguir con esta conciencia—. ¿Tienes familia? —volteo mi cabeza, así teniendo la vista de su perfil derecho.

—¿F-familia? —se le quiebra un poco la voz.

—Sí, ya sabes... Personas que conforman una familia; un padre, madre, hermanos, hijos... —tragué saliva—. Esposa.

—¿Por qué quieres saber? —voltea la cabeza, al igual que yo.

—¿No me quieres responder? —enarco una ceja.

—Yo pregunté primero —ladea la cabeza.

—No es nada —me encogí de hombros—. Curiosidad...

Éste suspira, y mira nuevamente el techo.

—No tengo novia, si es lo que no te deja dormir.

—Ridículo... —bufo.

—Tampoco tengo hijos, y aún no pienso tenerlos, si es que pensabas tenerlos conmigo.

—Jamás los tendría contigo... —se me sale una pequeña carcajada.

Jungkook sonrió.

—No tengo pensado casarme, si ya tienes el anillo en el bolsillo, lo siento mucho —ríe un poco.

—Eres la última persona con la que me casaría. Gracias —río con él.

—Tampoco tengo a alguien quien me espere en casa... —en unos cortos segundos, su sonrisa cambia por una expresión melancólica.

—Lo siento... —lamenté.

Tengo que dejar de disculparme. Esto ya no es triste, es patético.

—No lo sientas. Creo que ya lo superé, cada día más que estoy solo... me hace más fuerte... —voltea su cabeza nuevamente, mirándome.

—Si te hace sentir mejor... ya somos dos... 

—Tú tienes a tus amigas.

—Y tú tienes a tu amigo. Además, es diferente, nunca tuve a una madre a la cual contarle mis problemas, y nunca tuve a un padre que pudiera solucionarlos.

—¿Dónde están?

—Si supiera... ya les habría partido el ano por dejarme sola —río un poco ante mi propio comentario.

—¿Los recuerdas?

—No, a mis cortos tres años no —suspiro con pesadez—. ¿Al menos... tú los has visto?

—Tampoco —negó con la cabeza—. De hecho, si los llegara a encontrar... los abrazaría y lloraría en sus hombros. Les diría lo mucho que me hicieron falta, y cuánto los amo.

—Definitivamente, piensas completamente distinto a mí.

—Es porque somos completamente distintos.

—¿Eso está bien?

—Si no estuviera bien, tú no serías una criminal y yo no sería un policía.

Tenía razón.

—Jungkook... ¿Nuestras vidas ya estaban escritas?

—Nuestras vidas ya estaban hechas aún antes que nosotros naciéramos.

—¿Y... te gusta lo que haces?

—No me gusta, me encanta. Amo mi trabajo, amo luchar contra la injusticia, amo ayudar a las personas... Me siento como un súper héroe de películas, como Iron Man... —sonríe.

No puedo decir lo mismo de mí.

—Qué bien...

—___...

—¿Mhm...?

—¿Te gusta lo que haces?

—No me gusta, tampoco me encanta ni lo amo. Pero... —hice una mueca—. Así es como aprendí a vivir. No tuve padres quienes me enseñaran qué estaba mal y qué estaba bien, qué debía hacer y qué no.

—Aún puedes cambiar.

Los dos volvemos nuestros cuerpos, reincorporándonos en el colchón, viéndonos a los ojos.

—¿Puedo? —él asiente—. Tal vez, pero no quiero. ¿Qué sería de mí? Un completo fracaso —mascullé.

—Yo te puedo enseñar a hacer el bien... si quieres —ofrece.

Algo en él no me parecía del todo correcto, sin embargo, aquel detalle lo dejé pasar por bajo, aunque nunca debí hacerlo. Y como una tonta, permití que acercara su cuerpo al mío, hasta el punto en que mi espacio personal pudiera sentirse alarmado y mis sentidos cohibidos.

—¿Enseñarme? —pregunté, confundida.

—Sí... sé muchas cosas que podemos intentas hacer...

Me gustaría retractarme. Pensar que todo estaba bien y nada dentro de su ojos me hacía pensar lo contrario, pero es difícil confiar en alguien cuando aprendiste a no hacerlo.

—¿Qué cosas? —volví a preguntar.

—Cosas...

—Sigo sin entender —apreté mis labios, poco convencida.

—Te haré pruebas para saber tu nivel de bondad... —pasó su lengua por su labio menor.

—Será en vano, mi nota será horrible, te lo digo desde ya, soy un asco haciendo buenos actos —espeté.

—No lo creo, te preocupaste por mí e incluso me diste de comer, eso ya es un avance...

—Lo hice porque no quería hallarte muerto de hambre —reí, aunque él tenía razón. 

Siempre tiene la razón en todo, y me frustra. Me frustra tanto que él pueda hablar de mí como si me conociera desde toda la vida, cuando nunca ha sido así. Tan sólo es un policía con complejo de Estocolmo, quien minuciosamente intenta persuadirme por el buen camino y a la vez conocer la razón de mis actitudes. 

Y cuando ya nada podía sorprenderme, Jungkook vuelve a hacerlo, sin aviso, sin algo que me pueda alarmar para quitarme de su lado, él toma mi dedo medio y se lo lleva frente a sus labios, hasta tener contacto con su lengua y finalmente chuparlo con lentitud, así como lo había hecho antes, pasando su lengua por lo largo de mi pequeña longitud.

Me seguía mirando mientras lo hacía. ¿Por qué lo hacía? Y, ¿por qué me dejaba?

De una acción cautelosa, dejó de lamer mi dedo, para así recorrer con sus dedos un minucioso camino por mi abdomen, hasta llegar a uno de mis pechos. Me alarmé, todos mis sentidos lo hicieron. Mis ojos toparon con los de Jungkook, y sin saber cómo responder a sus caricias, tan sólo boté un confuso suspiro. Él comenzó a masajear aquella zona, con delicadeza.

¿Por qué permito esto? ¿Cómo llegamos a esto?

Bajé la mirada a su entrepierna, notando que el bulto escondido dentro de su pantalón, iba aumentando de tamaño a medida que los toqueteos aumentaban, y él intentaba esconderlo a base de apretar sus piernas.

—¿Te ayudo?

Y no puedo creer que aquella pregunta, había salido de mi boca.


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