|Cap ₂₂|Atrapada.


De un momento a otro, dejé de sentir mis piernas.

¿Por qué sigues jugando? ¿Por qué no me arrestas y caso terminado?

Jeon llevaba algo bajo ante mano, de eso no tenía ni puta duda.

—Vamos, criminal... Ahora corre—suelta una torcida sonrisa de lado.

Jungkook camina a la parte delantera del auto. Sus pasos eran lo único que se podía escuchar, el crujido que hacían éstos sobre el cemento, se trataba del típico sonido de ésas películas en las que el psicópata te acorrala y pareces no tener salida. Bueno, así me sentía ahora.

Apoyó su espalda baja sobre el capó, mientras yo, me hacía bolita en mi lugar. Nunca sentía miedo, sin embargo, ahora Jeon tenía el completo poder, podía arrestarme y se veía decidido. 

¿Este sería mi fin?

—¡Te alcancé!

Luego de unos segundos, finalmente había llegado Jimin, con la respiración agitada, parando en seco a mi lado. Ahora la situación se volvía peor, pues Jimin había negado conocerme, cuando sí lo hacía, y justo aquello, lo convertía en un cómplice.

Me encontraba nerviosa. Mis manos temblaban, no mantenía el control de ellas. Boté mis tacones al suelo, éstos hicieron un sonido al caer contra el cemento.

Doy un pequeño, pero exaltado brinco al sentir los dedos de Park chocar con los míos, para finalizar entrelazado nuestras manos. Jungkook fijó su vista en las mismas, me miró desentendido y, dijo:

—No me habías hablado sobre tu pareja —sus manos dentro de los bolsillos delanteros.

—___, ¿Qué trata de decir? —murmura por lo bajo, yo lo alcancé a escuchar.

Park no conocía la clase de relación que llevaba con el oficial Jeon Jungkook.

—Jimin... —mascullé—. Déjame explicarte luego, por favor —pedí.

—Siempre tienes una respuesta para todo, ahora habla, prófuga —patea una pequeña piedra que yacía a su alcance.

—Dime. ¿Soy tu hermana, tu maldita madre, soy tu novia?

Éste no respondió, nada más aumentó la intensidad con la que apretaba su mandíbula.

Así te quería atrapar, puto.

—No, no soy nada tuyo, por lo que no tienes derecho sobre mí—respondí a la misma pregunta, aunque con la reacción de Jungkook, ya estaba todo dicho.

Lo siguiente fue presenciar a Jeon reincorporarse sobre el suelo, ya no se encontraba apoyado en el auto.

—Jimin... —susurré para él, al momento de apretar su mano.

—Lo sé... —apretó igualmente, usando el mismo tono de voz.

—Uno... —Jeon estaba caminando lentamente hacia nosotros.

—Dos... —murmuró Jimin.

—¡Tres! —grita Jungkook, al momento en el que empezó a correr.

Tomé rápidamente mis tacones, para pronto correr junto a Jimin.

—¡No irás tan lejos! —se escuchaban los gritos de Jeon detrás de nosotros.

Sin pensarlo, me volteé a noventa grados, mientras seguía corriendo. Detecté a mi individuo; Jeon Jungkook, 1.78, cara bonita, pero puto, se hace el bueno, pero es un psicópata con trastorno de personalidad serio.

—¡Toma, puto! —le lancé uno de mis tacones, y chillé cuando noté que le había caído en su hombría. Bueno, aquello nos daría unos segundos más.

Justo en el blanco.

—¡Por acá! —gritó Jimin, haciendo referencia a un oscuro callejón.

Típico lugar en el que no te queda escapatoria y te descuartizan ahí mismo, perfecto.

Le hice caso a sus palabras, para pronto ser sujetada por su mano y ser guiada. Al entrar, fijamos nuestras vistas en una montaña de bolsas de basura, al lado de éstas habían variadas cajas de distintos tamaños.

Huele a mierda. Huele a Jungkook.

Jimin me empujó a las bolsas de basura, luego él se metió, quedando los dos como sillas plegables. Nuestras cabezas escondidas en medio de nuestras rodillas. Colocó otra bolsa de basura encima de nosotros para estar más camuflados, aunque aún quedaba un mediano agujero con el que podíamos ver y respirar.

Acto seguido, fue escuchar la temible voz de Jeon.

—No te escondas... ~ —canturreó.

No tengas miedo, no tengas miedo, no tengas miedo.

Este sería mi fin. Tenía muy en claro que si Jungkook me estaba buscando no era para charlar, es para cumplir su trabajo y meterme a la puta cárcel.

—Tranquila —susurró Jimin, pues él notaba mi nerviosismo por las nubes.

—Tienes que irte.

No quería que Park se convirtiera en mi cómplice. Él tenía una buena vida, y ninguna razón para vivirla tras las rejas. Si alguien debía estar en la cárcel, ésa era yo, aunque probablemente podía llegar a un acuerdo con Jungkook, para dejar a Jimin libre.

—Estás loca... No te dejaría y lo sabes —tomó mi mano.


|Flash Black|


Jimin me había bajado completamente el pantalón, con ello tomó los pliegues de mis braguitas y las quitó igualmente. Vergüenza, aquello es lo que sentía en estos momentos. Nadie nunca me había visto desnuda.

Con torpeza, escabulló sus manos por mi espalda, hasta dar con los broches de mi sostén. El susodicho los desató luego de varios segundos. Poco a poco, mi sostén se fue resbalando por mi abdomen y brazos, hasta quedar en el suelo.

Los dos nos encontrábamos completamente desnudos, con pena.

Jimin acogió mi cuerpo en un cálido abrazo. Su piel era suave, tenía un aroma único. Escondí mi rostro en su delineado y delgado pecho de adolescente, él acarició mis cabellos. Me sentía plena, tranquila, cálida a su lado.

Te quiero, Park Jimin.


|Fin Flash Back|


—Sal de ahí... —se escuchaban sus ruidosos pasos chocar con el duro suelo.

—Yo lo distraigo. Vete, Jimin... Por favor —supliqué por lo bajo.

—Ya dije, no te dejaré sola —reclamó.

—Vamos, cariño... Ven con papi Jungkook —empezó a aplaudir cada algunos segundos.

¿Se acababa de llamar a sí mismo; "Papi Jungkook"?

—Si sales, te mato.

Fue lo último que dije, antes de salir rápidamente por en medio de las bolsas de basura.

—¡Ey! —llamé la atención de Jungkook.

Él se dio la media vuelta.

—Vaya, por fin te dignas a... —no terminó de hablar, a causa del único tacón que me quedaba, pues ahora se encontraba en su cara.

Jungkook cayó al suelo, inconscientemente, gracias al impacto en su rostro. Se quejó para él mismo, luego fijó su vista en mí y sonrió.

¿Ahora por qué mierda sonríes?

Se levantó del suelo, tomándose la molestia de sacudir sus pantalones y revolver sus cabellos.

¡Mierda, iré a la cárcel!

Comenzó a caminar hacia mí, trotando dos veces su cuello.

Diablos, señorito.

—Desprotegida, atrapada, sólo tú y... yo. Ahora sí que no te escapas.



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top