|Cap ₁|Atraco.


Salí en busca de cometer otro de nuestros más grandes delitos junto a mis dos amigas; Hwasa y Solar.

Esta vez íbamos en nuestro Camaro SS, con fin de llegar a nuestro destino. Uno de los más reconocidos bancos de toda Corea del Sur; "The Bank of Korea temporary head quarters", éste se encuentra en el centro de Seúl y con la rapidez que conduce este deportivo, llegaríamos en menos de cinco minutos nada más.

O eso espero.

Estábamos ya a dos cuadras del prestigioso y adinerado Banco, hasta que mi amiga Hwasa quien iba de copiloto me habla, pues yo me encontraba a cargo del volante, y justo ahora, lo que menos necesitaba eran distracciones o una mala noticia que nos arruinaría el plan que preparamos hace algunos meses.

En ese momento todo dependía de mí, si nos encontrábamos a los policías tendría que actuar de lo más rápido y hacer una escapatoria fugaz.

No es fácil ser la criminal más buscada en toda Corea.

—Están a dos cuadras de nosotras —dice, teniendo la mirada fija en su móvil.

—No parece una advertencia. Demasiado lejos  para que nos alcancen —tuerzo una sonrisa.

En realidad, soy muy buena conduciendo y más aún cuando escapamos de esos mugrosos uniformados de la ley. 

Me divierten.

—¿___? Escucho sirenas —habla con temor mi amiga rubia desde el asiento trasero.

—Carga las armas, hoy jugáremos un rato.

Estaciono el auto rápidamente fuera del Banco. Solar me pasa un revolver, el cual enseguida lo guardo a un costado del interior de la parte trasera de mis pantalones de cuero negro.

, cuero.

Abrí la puerta del deportivo. Junto a mis amigas nos encontrábamos a unos dos metros del edificio, tan cerca y a la vez tan lejos. Sin embargo, antes de entrar tenemos que garantizar que no hayan estorbosas interrupciones.

—___, aún se escuchan las sirenas —pronuncia un poco preocupada, tragando saliva.

Solar, siempre se alerta por todo. 

—Parece que ya notaron nuestra fortuita presencia —sonrío de lado—. Entonces no perdamos más el maldito tiempo y entremos de una vez.

En ese momento yacían dos guardias en la inmensa entrada del lugar, repleta de gigantes y lujosos cristales. Le echamos una mirada y seguimos caminando, como si no tuviéramos pensado robar un banco justo ahora. Tal vez lo pensarían si tuviéramos puestos algún pasamontañas, pero no, no los tenemos y aún así no reconocen nuestros rostros.

Qué pena, yo creí que éramos famosas. 

Entramos a éste. Dentro habían varios recepcionistas detrás de un mostrador, cada uno en sus respectivas computadoras, atendiendo junto a una tierna sonrisa a los clientes.

Qué ilusos, no creerán que en este mismo momento deberán de mover sus culos para traernos todo el dinero del almacén, bueno, no creo que todo. Es mucho dinero el cual guarda este banco.

—Hola —le sonrío al chico detrás del mostrador. Cabello oscuro, piel pálida, ojos grandes y oscuros—. Vengo a cambiar un cheque.

—Bien señorita, deme sus datos —mira la computadora y sostiene sus manos en el teclado. Listo para escribir.

—Bien... —le echo una mirada a Hwasa y a Solar, las cuales también estaban en un mostrador.

—¿Y bien...? —me ve a los ojos.

Entonces, ya era el momento. El dichoso y esperado momento, en que todo el mundo gritaría, lloraría, defecaría en sus pantalones, y bla bla bla, ya había pasado demasiadas veces por esto, así que me encargaría de adelantar un tanto la situación. Pasé mi mano derecha por mi espalda hasta tomar el arma, sin pensarlo más tiempo, lo apunté.

—Ve al almacén y tráeme todo el dinero que puedas —apunto al muchacho con el arma, éste estaba como si hubiera visto a la mismísima muerte.

Dios, puedo jurar que se hizo en los pantalones.

Iugh.

—S-sí, enseguida —alza los brazos en señal de rendición.

—¡Vamos! ¡No tengo todo tu maldito día! —lo sigo apuntando mientras el mismo camina más que asustado a un almacén, el cual albergaba detrás de él.

Ingresa una contraseña y deja ver todo el dinero. Estoy segura que mis ojos se tornaron de un color verde, así como en las animaciones para niños.

—¡___, están afuera! —grita la pelinegra desde el otro mostrador, teniendo los maletines repletos de dinero.

—¡¿Quieres apresurarte?! —le grito al chico. Ya me estaba colmando la poca paciencia que me quedaba.

Finalmente, el chico me tiende dos maletines color gris brillante llenos de dinero. Miro a las chicas, notando que se encontraban listas.

Sólo faltaba yo. 

Miré la inmensa puerta que nos dividía de nuestra fortuita salida. Lástima que ahora estaba repleta de policías, apuntándonos con armas. Tantos policías como para pensar que este sería nuestro fin. Tantos policías como para arrodillarnos y rendirnos ante todos ellos, porque mierda, estaban aquí, justo aquí.

Mierda.

—¿Y ahora qué, ___? —cuestiona la pelinegra a mi lado.

—Solar, ¿trajiste la granada? —mascullé.

—Sí, ¿hay que usarla? ¿No crees que será demasiado peligroso? —habla en voz baja.

—Cárgala, ya no hay tiempo.

Se limita a realizar lo pedido. Pasa la mano por su espalda y saca la pequeña bolita que haría estallar toda la entrada, aunque jamás hemos asesinado a alguien, ahora tampoco pretendíamos hacerlo, sin embargo, si ellos fueran lo suficiente inteligentes para comprender el destino que esta pequeña granada les depararía, saldrían de nuestro camino como los asquerosos y obedientes que son.

Me acerco un poco más a ella y me la pasa discretamente, pero algo interrumpe mi plan.

—Yo que tú no haría tal cosa. ¿Quieres morir?

Un chico bastante alto, castaño y con uniforme de policía se encontraba apuntándome fijamente a mí, a sólo unos cinco metros de distancia.

—Yo que tú me alejaría de mi camino. ¿Quieres morir? —espeté.

Él seguía apuntándome solo a mí, mientras atrás de él yacían varios policías apuntando a mis amigas. Ante mi comentario, pude sacarle una media sonrisa algo incrédula, carente de gracia, totalmente.

—¿Sabes que es delito robar un banco? ¿No te enseñaron a no robar? —enarca una ceja, irritado.

—Claro, idiota, por algo vine a un banco... estúpido —alcé la granada sobre mi hombro.

—No lo harías... —dice con una clara preocupación, reflejada en su rostro.

—Subestimas demasiado. ¿A caso no te enseñaron a no desafiar a una criminal?

Sin pensarlo más, lancé la granada a la gran entrada. Antes de que la misma cayera al suelo y explotara por todo el lugar, los malditos no tuvieron más opción que actuar rápido, salir corriendo y protegerse detrás de unos escritorios junto a las demás personas.

Al momento del estallo, salimos lo más rápido posible de ese lugar, abrimos el maletero y metimos todas las maletas. Las chicas entraron al auto pero, antes de que yo entrara me toman con fuerza bruta del brazo.

Con habilidad, me di la media vuelta y antes de que él actuara fui más rápida. Pude darle una ágil patada en el estómago, causando que éste cayera de espalda al suelo y bufara con dolor. Me acerqué a él, posicioné mi pie en su pecho, provocando que jadeara bajo mi pie. Impidiendo algún movimiento por su parte y, lo miré a los ojos.

—Le dije que no me subestimara, policía... —bajo la mirada y observo su placa— Jeon.

Le lancé una victoriosa sonrisa y me fui de su lado. Ningún policía nos detuvo después de la gran explosión.

Maricas.

Se podían escuchar las sirenas acercarse y los helicópteros por los cielos, aproximándose para de una vez por todas atraparnos, pero sabemos que eso jamás pasaría, así que entré al auto, lo encendí y salimos de ahí, vivas y con el dinero.

Otro día victorioso.


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¡Hola! Mi nombre es Karla. Si el primer capítulo fue de tu agrado, te invito a que sigas leyendo los demás 🌹

Estoy editando por completo esta historia, por lo que probablemente no puedan ver los comentarios en su mayoría de los párrafos. Subiré hartos capítulos hoy, también mañana y pasado, para terminar de editarla en unos pocos días y así puedan disfrutar de una buena lectura. Ah, y si ya volvieron a leer este capítulo, tal vez puedan notar que agregué unas trecientas palabras más, aunque eso no cambiará la trama de la historia, pero iré mejorando escenas que pude escribir mejor a lo largo del libro ;) 🌹 (16/03/2022)

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