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La baraja se movía de un lado a otro mientras el camarero de confianza de el blondo no dejaba de ver a la chica con pena, potra pobre alma que perdería ante aquella bestia. Solo esperaba que no la humillara como había humillado a tantos concursantes que perdieron contra él. Repartió las cartas mirando que nadie hiciera trampa y al ver las sonrisas de ambos el juego comenzó, descartaron alguna, tomaron otras, se lanzaban miradas intensas y cuando finalmente meliodas soltó una risa ella se detuvo.
—¿Algo le divierte señor? —el blondo rió un poco más y luego ante los ojos de la dama volteo sus cartas con arrogancia
—Escalera de color—ella se quedó paralizada unos segundos que parecieron horas frías y oscuras, luego soltó un suspiro de rendición haciendo sentir nervioso a el camarero y volteo sus cartas, sus pares eran más débiles que los de él. La partida la había ganado aquella bestia
—Buena partida señor —
—Ahora...—el castaño se estremeció cuando el de vestimenta forma se levantó de su lugar y camino hasta la dama, no, no otra vez, en verdad sentía pena por todo aquel que se le enfrentaba—Quiero mi regalo—
—Ahhh—el camarero tuvo que soltar el montón de cartas cuando lo que presenció fue diferente a otras veces. Sus labios se habían juntado de forma cachonda mientras las mejillas de la dama se coloreaban de rojo y las de el hombre seguían igual de pálidas y frías, le mordió el labio lanzando le una mirada encendida, metió su lengua con los ojos entrecerrados admirando esos ojos cerrados y esa cara de placer, se deleitó con lo delicioso de ese contacto y cuando perdió la compostura llevó una de sus manos hasta apretar su cadera con algo de fuerza. Se separaron con algo de saliva aún uniendolos cuando el rubio se acarició sus labios y sonrió—Esta fue una exquisita partida señorita—
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