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—¡Ahhh! ¡Ah!—succionaba su pequeña perla de placer haciéndola retorcerse, su cálida lengua iba de arriba a abajo chupando como si eso fuera lo que siempre había querido y de vez en cuando repartía besos que la hacían enloquecer—¡Ahhh! ¡Señor meliodas! —
—Nishishi sabía que te gustaría —susurró con la voz ronca, incluso había llegado a meter la lengua para embestir la lentamente con la misma desesperando la. Maldita sea, a ese punto sólo quería que fuera rápido y la hiciera llegar, no que la estuviera torturando de esa forma. Su boca le daba atención a toda su flor húmeda, sus dedos tocaban o se introducían en ella dando ligeros masajes que solo la tenían más cerca de él orgasmo y llorando por aquellas sensaciones tan fuertes
—¡Agh! ¡Ahhhhh! ¡Meliodas! —no pudo retenerlo mucho tiempo más. Como una virgen en su primera vez, elizabeth se corrió de forma explosiva y fuerte solo para después caer en la cama con la respiración agitada, algo de sudor en su cuerpo y lagrimas. Hacía mucho que no tenía un orgasmo tan fuerte y placentero, hacía mucho que no tenía un orgasmo así de intenso y satisfactorio. Cuando volvió a la realidad sólo noto la mirada oscurecida de el mas bajó, como su respiración estaba igual de agita y sin poder evitarlo se lanzó hacia sus brazos a besarlo. Fue intenso, sus lenguas se entrelazaron en un beso que era demasiado candente en esa noche oscura. Sus mejillas estaban rojas, las de el hombre tenían un bello resplandor rosado pero cuando las manos masculinas empezaron a tirar de la máscara hacia arriba, ella se separó dejándolo con la respiración agitada y la desilusión en su pecho. —Aún no—murmuró, acomodando su máscara una vez más y poniéndose de espaldas
—¿Por qué no? Quiero saber quién eres en realidad. Quién es realmente "Beth" —pero para su desilusionaba dama solo tomó sus bragas y empezó a ponerselas nuevamente
—Aun no meliodas —
—¿Por qué? —cuando la dama dirigió sus ojos bicolor hacia aquel rubio, él supo que ya nada sería igual. Sus mejillas se pusieron rojas, su corazón empezó a latir fuerte y unas inmensas ganas de abrazar a la dama quemaron su piel
—Porque me da miedo—su simple susurro fue suficiente para que el blondo desviara la mirada y colocará su puño sobre su pecho. ¿Por qué su corazón palpitaba tan rápido?
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