Capítulo 19: Anne Dagurah, la guardiana de Suicune parte tres.

Después de un abrazo cálido con tiznes de alivio, un trozo de pastel de consolación y un sueño relajante...
Todo, absolutamente todo lo qué amaba se fue a la mierda.

Cuando desperté vi el llamativo reloj de pared con motivo de Jigglypuff y eran las siete y un cuarto, mamá, la enfermera de Ever Grande, seguía detrás de la barra a esta hora, yo tenía planeado ir a entrenar a Golbat por un rato.
Me puse ropa apta para entrar a una cueva llena de criaturas salvajes con poderes místicos después de darme un baño y caminé hacia la parte frontal del centro pokémon cuando un grito me hizo correr hacia allí por mero instinto.
«¡Demelos todos!» gritó una voz masculina después de el grito de miedo qué evidentemente fue de mi madre.
Abrí la puerta a penas un poco, lo suficiente para ver y no ser vista, ahí estaba un hombre de contextura fuerte, ropa negra por debajo de un abrigo liviano de color rojo, este tenía una especie de emblema dorado en el lado izquierdo del pecho.
El hombre apuntaba a mi madre con un arma de calibre pequeño, ella estaba asustada, temblando, llorando.
Finalmente, el hombre harto de la situación disparó a mi madre en el estómago.
Todo pasó muy rápido a partir de ese momento: Corrí hacia el hombre, no se lo esperaba, una lucha, le quité el arma, le disparé en la pierna, huyó, lloré junto al cadáver de mi madre, miré a la ventana cuando ya no tenía lágrimas, estaba amaneciendo, tomé una pokebola de debajo de la barra, abracé una ultima vez a mi madre antes de salir, usé un Lapras para salir de la isla, me quedé dormida en la espalda de este.

Desperté cuando el sol iluminaba todo, me pregunté qué hacía allí y cuando lentamente encontré la respuesta entre mis recuerdos lloré una vez más...
El Lapras me miraba con tristeza, impotente, sin nada qué hacer más qué seguir el camino qué le había señalado...  A Lilycove.

Una vez allí, cuando en sol comenzaba su lento descenso en el horizonte, regresé al Lapras a la pokebola, miré a mi alrededor, gente caminando atrapada en su rutina, casi llego a asustarme de mi misma cuando sentí asco por esas personas, casi desprecio... Revisé los bolsillo de la chaqueta qué llevaba, encontré lo suficiente para comprar algo de comer, caminé hacia el pequeño restaurante qué se situaba al lado de un gran terreno baldío con algunos escombros, antes de entrar vi a unos hombres en traje salir, uno llevaba un portafolio y caminaba con más prisa qué el otro, entré y vi qué sólo había una persona detrás del mostrador, una mujer en los sesenta aproximadamente.

Mujer: Buenas tardes señorita -me sonrío a pesar de la tristeza qué se le notaba- ¿Qué va a querer?

Anne: La comida del día... Pescado y vegetales... Y una ensalada de bayas -saqué a Golpab y a Lapras-.

La mujer asintió y caminó a través de una puerta qué obviamente llevaba a la cocina, supuse qué le diría la orden a algún cocinero, pero no, cocinaría ella.
El restaurante era lo suficientemente amplio para qué Lapras no estorbara el paso y Zubat pudo colgarse de una tubería qué sobresalía en el techo, al cabo de media hora la mujer salió de la cocina con dos platos, uno de pescado y vegetales cocidos otro de una ensalada de bayas frescas, los dejó en mi mesa y volvió a la cocina aún con la melancolía incrustada en su expresión amable y en su andar rápido.
Cuando finalmente la mujer puso ante mi un plato de crema de champiñones con buen aspecto Lapras empezó a comer su pescado, el plato apoyado en la mesa de al lado, y Golbat comía la ensalada de bayas en la mesa de atrás.
Aunque yo sabía qué no estaría satisfecho con eso, un Golbat es hematófago después de todo.

Cuando la mujer estaba a punto de retirarse hice un suave carraspeo en la garganta para llamarla, se volvió a mirarme interrogante.

Mujer: ¿Sí?

Anne: ¿Podría sentarse?

Dudó, pero finalmente se sentó en la silla paralela a la mía.

Anne: ¿Su nombre es...?

Mujer: Claire...

Anne: ¿Claire... Demolerán esto, no?

La mujer tardó un poco en responder, pero finalmente dijo: «Sí... »
Pude sentir toda su amargura en esa palabra.

Seguí haciendo preguntas cuya respuesta ya intuía hasta qué terminé mi plato, Lapras y Golbat me esperaban pacientemente afuera, contemplando el cielo ya estrellado...

Anne: Bueno, Claire... -me levanté- Gracias por la comida...

Claire: Antes de que se vaya señorita... -se levantó y fue a la cocina-.

Esperé un par de minutos y ella salió con dos botellas cilíndricas casi en su totalidad, con un liquido verde en su interior.

Claire: Quiero darle esto... Té helado especial de la tía Claire -sonrió ligeramente al decir esto-.

Dejé el dinero en la mesa, tomé las botellas y las guardé en el morral cruzado qué llevaba, caminé hacia la salida y antes de de dar un último paso antes de salir dije: «Gracias, asegúrese de llegar a un buen precio».

Quince minutos después me encontraba en el puerto Lilycove, el ferry zarparía pronto y no tenía dinero suficiente para comprar un boleto. Una palabra pasó por mi mente: Robar.

Miré a mi alrededor y vi a las personas qué subían a la embarcación, antes de pasar hacia el puerto estaba la cabina para comprar los tiquetes, un niño y su madre acababan de adquirir los suyos así qué me acerqué con sigilo y tomé el boleto del bolsillo del niño.

Caminé por el puerto hacia el ferry, entregué el boleto -el cual había revisado con anterioridad para ver la locación a la qué llevaría el ferry-, y entré.

«¡Puerto Carmín y Puerto Olivo!» Escuché gritar al hombre en la entrada del ferry.

«Puerto Olivo -pensé- iré a Johto cueste lo qué cueste, a por ese torneo»

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